Lewis Carroll: cuentos y acertijos

A punto de acabar el mes de agosto iremos recopilando alguno de los temas que más repercusión han tenido en la página de Facebook de La Casa Victoriana y los cuentos y acertijos de Lewis Carroll han sido uno de ellos.

El acertijo de los peces

La adivinanza de los peces es un acertijo que aparece en la novela de 1871 Alicia a través del espejo escrita por Lewis Carroll.

La adivinanza es recitada por la Reina Roja en el noveno capítulo.

¿Eres capaz de encontrar la solución? (La solución está después del poema pero tendrás que utilizar un espejo si quieres leerla…)

Primero, hay que pescar el pez; Cosa fácil es:
hasta un niño recién nacido sabría hacerlo.
Luego, hay que comprar el pez; Cosa fácil es:
hasta con un penique podría lograrlo.

Ahora, cocíname a ese pez; Cosa fácil es:
no nos llevará ni tan siquiera un minuto.
Arréglamelo bien en una fuente:
pues vaya cosa: si ya está metido en una.

Tráemelo acá, que voy a cenar;
Nada más fácil que ponerla sobre la mesa.
¡Destápame la fuente! ¡Ay! Esto sí que es difícil:
no puedo yo con ella.

Porque se pega como si fuera con cola,
porque sujeta la tapa de la fuente y en ella se recuesta.
¿Qué es más fácil, pues, descubrir la fuente
o destapar la adivinanza?

Solución: artso anU

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Feeding the Rabbits, también conocido como Alice in Wonderland de Frederick Morgan

 

El sueño del Rey, Alicia a través del espejo de Lewis Carroll

“He’s dreaming now,’ said Tweedledee: ‘and what do you think he’s dreaming about?’
Alice said ‘Nobody can guess that.’
‘Why, about YOU!’ Tweedledee exclaimed, clapping his hands triumphantly. ‘And if he left off dreaming about you, where do you suppose you’d be?’
‘Where I am now, of course,’ said Alice.
‘Not you!’ Tweedledee retorted contemptuously. ‘You’d be nowhere. Why, you’re only a sort of thing in his dream!’
‘If that there King was to wake,’ added Tweedledum, ‘you’d go out—bang!—just like a candle!”

-Ahora está soñando – dijo Tweedledee -¿Con quién sueña? ¿Lo sabes?
– Nadie lo sabe – dijo Alicia.
– Sueña contigo. exclamó Tweedledee , aplaudiendo triunfantemente-.Y si dejara de soñar, ¿qué sería de ti?
-No lo sé – dijo Alicia
-Desaparecerías- dijo Tweedledum-. Eres una figura de su sueño. Si se despertara ese Rey te apagarías como una vela.

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Cuentos de hadas III: George MacDonald

(Todas las fotos que ilustran esta entrada – incluída la de la cabecera de la página web-  pertenecen a La Casa Victoriana y podéis encontrarlas en nuestra cuenta de Instagram , de fotografía y poesía, e irán siendo publicadas en el blog La Casa Victoriana. Cuaderno de Viaje. Espero que sean de vuestro agrado)

Every one who has considered the subject knows full well that a nation without fancy, without some romance, never did, never can, never will, hold a great place under the sun.

(Cualquiera que haya considerado el tema, sabe perfectamente bien que una nación sin fantasía, sin romance, nunca ocupó, ni puede ocupar, ni ocupará un lugar destacado bajo el sol)

Charles Dickens

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Aunque en el siglo XVII los puritanos lucharon por prohibir la rica tradición inglesa llena de criaturas mágicas, declarándolas como peligrosas para la moral, las hadas, elfos, duendes y demás personajes del folclore británico e irlandés resistieron los rígidos ataques y no sólo sobrevivieron a las prohibiciones sino que se hicieron mucho más fuertes en la imaginería popular.

En primer lugar lo hicieron de un modo tímido colándose en los hogares de los más pobres con sus apariciones en los pennybooks, librillos que costaban un penique llenos de historias de fantasía donde las hadas y los duendes, que vivían en frondosos bosques llenos de flores, eran los protagonistas, de romances con bellas princesas y con valientes príncipes azules, pero también de feroces ogros y malvadas brujas.

Más tarde, y dada su popularidad, entraron en casa no sólo de los ricos victorianos, que adornaban sus hogares con cuadros y figuras de ninfas y otras criaturas mitológicas, sino de los intelectuales, que las hacían protagonistas de sus obras pictóricas y de sus novelas.

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Gracias a los cuentos -denominados märchen en su idioma original – del danés Hans Christian Andersen y de los alemanes Grimm, las nurseries y las habitaciones de toda Gran Bretaña se llenaban de alegre fantasía, que hacía soñar a unos y olvidar la pobreza y las penurias del día a día a otros.

¿Qué elementos debía tener un cuento de hadas para que pudises ser considerado como tal? Pues, en un fairytale, así denominado en lengua inglesa, a pesar de no tener que estar necesariamente protagonizado por hadas, debían aparecer los consabidos héroes y villanos y, además, todo cuento debía mostrar una moraleja o enseñanza moral a modo de advertencia para todos los niños y niñas, pero también para las más jóvenes de la casa. Porque los cuentos clásicos originales poco tienen que ver con su versión edulcorada actual, donde los príncipes y princesas son felices y comen perdices, y la violencia apenas aparece sugerida.

Andersen y los Grimm escribieron cuentos llenos de violencia y crueldad, donde los malos son realmente perversos, donde los buenos no siempre son tan buenos y en los que el final feliz no siempre es de ensueño. Basta ver la crueldad subyacente en el cuento original de Caperucita, o a una Cenicienta que debe escapar de un príncipe, que más que agasajarla, la acosa hasta amedrentarla.

En este mundo fantástico, donde el bien y el mal se entremezclan tejiendo una sutil telaraña pero en que los conceptos morales están perfectamente claros y definidos, George MacDonald se mueve como pez en el agua.

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Este pastor calvinista, ensayista, escritor, poeta, profesor universitario de literatura y vidente, como le gustaba definirse, cultivó la amistad de otros famosos escritores contemporáneos como su gran amigo Lewis Carroll, Charles Dickens, Wilkie Collins, Alfred Tennyson y Arthur Hugues, ilustrador de la mayor parte de sus obras, entre otros, a los que recibía en su casa de campo, El Retiro, en la que vivía con su esposa y sus once hijos.

Adorado por el publico norteamericano, viajó varias veces a los Estados Unidos, donde sus visitas despertaban un gran fervor entre los admiradores de su obra, entre ellos el genial Mark Twain, con el que entabló una entrañable amistad.

Su producción literaria, además de poemas de género fantástico, está compuesta por una selección de märchen para lectores que, como él mismo decía, no habían perdido todavía la inocencia y trataban de guiar su vida por medio de unos códigos éticos análogos a los de los protagonistas de sus cuentos.

Los escenarios de sus obras son mundos fantásticos, irreales, inventados, llenos de criaturas creadas en la imaginación del autor, pero lo suficientemente definidas para que penetren en la imaginación del lector.

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MacDonald defendía la invención de los personajes, los escenarios y los seres que los habitaban, ya que si se parecían demasiado a lo que ya existía, la magia de la historia desaparecería. Pero al mismo tiempo todo tenía que ser identificable por el lector, para poder participar del cuento y, de algún modo, vivirlo. Nada tiene porque ser exactamente igual a la realidad.

Pero había un elemento fundamental que nunca podía ser modificado: la verdad. Y para que haya verdad, las leyes del mundo moral, lo que es bueno y lo que es malo, lo que es ético y lo que es inmoral debe permanecer incorrupto.

No puede existir un personaje bueno que cometa hechos perversos constantemente , ni un personaje malo generoso y que haga el bien. La línea divisoria entre el bien y el mal tiene que quedar clara, y aunque en toda su obra, MacDonald defiende la interpretación del texto por parte del lector, tiene especial interés en que esta línea quede clara.

Entre sus obras más destacadas están el largo poema Within and Without You, varias recopilaciones de cuentos, entre los que destacan La princesa y el duende, su continuación La princesa y Curdie y las novelas Back of the North Wind y Phantastes, a Fairie Romance for Men and Women, que inspiraría a C.S. Lewis, para escribir El león, la bruja y el armario, primera de las novelas de la serie Las Crónicas De Narnia.

George MacDonald murió en Inglaterra, el 18 de septiembre de 1905 y sus restos se enterraron con los de su querida esposa Louise en el cementario de Aberdeen, donde una estatua le rinde homenaje al que fue uno de los mejores transmisores del folklore británico.

En España la editorial Atalanta ha publicado dos libros de George MacDonald dentro de su colección Ars Brevis: el magnífico Cuentos de Hadas para todas las edades y Phantastes, a Fairie Romance for Men and Women.

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Feliz Año Nuevo!!!

El pasado año por estas fechas La Casa Victoriana era sólo un proyecto cargado de ilusión y de futuro incierto. Un blog que nació con el ánimo de divulgar y compartir pequeños retazos de una época, que por razones políticas, literarias, científicas y sociales  siempre me pareció sumamente atrayente.

Mes tras mes, el incremento de vuestras visitas, los mensajes de ánimo y la cálida acogida que ha tenido me animan a continuar un año más, intentando hacer de La Casa Victoriana un lugar de referencia dentro de los blogs dedicados a esta época. Cada post ha tratado de ser riguroso, ameno y visualmente atractivo, e intentaré que el próximo año sean mejores.

Permitidme que dedique, especialmente, este post a queridos amigos que han inspirado con sus comentarios muchos de los post que he publicado: a Laura por sus siempre cariñosos comentarios, a Fina cuyos ánimos y aportaciones no sólo son siempre muy bien recibidos sino que me transmiten un contagioso entusiasmo para seguir adelante, a Esther y Ángeles de  La noche con Esther en Radio Voz, por dejarme compartir este rincón victoriano con sus oyentes, a Ameba, amigo y creador de relatos en Ameba Parlante, y a Bishop, de  La Balsa de la Nostromo compañero bloguero de aventuras ilustradas por el mundo digital.

Y por supuesto, a todos los que estáis suscritos al blog o simplemente me visitáis de vez en cuando para sumergiros en la maravillosa Época Victoriana.

Feliz Año a todos y a todas!!!

 

 

Juguetes Victorianos I

En La Casa Victoriana volvemos con la primera entrega de un post muy navideño. En esta época donde la publicidad nos bombardea con lo último en juguetes, ¿ qué os parece volver al pasado y recordar aquellos juegos y juguetes que hacían felices a los niños del XIX y de principios del XX?

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Kate Greenaway

Los juguetes de los niños victorianos eran tremendamente sencillos, tanto en su diseño como en sus materiales pero, al mismo tiempo, increíblemente jugables tanto como para que un niño pudiera divertirse solo, como para poder compartir un mundo de imaginación con otros niños, en casa y en las calles, en los parques y en los patios de las escuelas. Hagamos un recorrido por algunos de los más populares.

La rayuela: la rayuela o mariquitilla, hopscotch en inglés, no era propiamente un juguete pero sí uno de los juegos más populares en la época victoriana, sobre todo entre las niñas. Una de las causas de su gran popularidad es que realmente no hacía falta ningún juguete: una simple piedra o trozo de tiza para dibujar en el suelo de cualquier calle o callejón – que eran menos transitados – una serie de rectángulos unidos y numerados entre sí y una piedra para lanzar. Después la habilidad de cada jugador para lanzar la piedra al rectángulo correcto y recogerlo «a la pata coja» decidían al ganador.

Amazing Blocks

Los bloques eran los juegos preferidos de los niños más jóvenes y cumplían dos funciones: divertir y educar. Habitualmente estos bloques tenían sus cuatro caras decoradas con números, letras del alfabeto o dibujos de animales. Otras veces cada cara del bloque tenía una parte de una ilustración, a modo de rompecabezas o puzzle, y uniendo todos los bloques en el orden correcto se conseguía completar una escena infantil.

Alguno de los juegos de bloques más populares eran:

La Escalera de Jacob: la Jacob´s Ladder era un juego de bloques, que se hizo tremendamente popular alrededor de 1800, estaba formado por varios bloques planos unidos con un cordel. Cuando se cogían correctamente parecía que un bloque iba tumbando a los demás  y con un poco de habilidad se podían formar figuras e incluso formas de animales.

El curioso nombre del juego viene de una historia bíblica: Jacob viajando a través del desierto tuvo un sueño; en él vio cientos de ángeles que subían y bajaban por una escalera que unía el cielo y la tierra. El juego  parecía como si una persona subiera y bajara una escalera, de ahí su nombre.

Nesting blocks: Los bloques anidados (del inglés nest «nido») recibían este nombre porque como matrioskas, cada caja tenía otra en su interior. Sacando todas las cajas anidadas y ordenando las ilustraciones que tenían dibujadas en  sus caras el niño formaba una escena, que habitualmente, en este tipo de juego, era una ilustración a todo color de las diferentes atracciones de un zoo.


Building blocks: eran los típicos bloques de construcción con los que los niños podían hacer divertidas construcciones como torres, puentes o pequeños castillos.

Juguetes para jugar en la calle

Aunque los niños victorianos de clase alta hacían de la nursery su lugar de juegos y de instrucción escolar, en la tardía época victoriana los parques, las calles y los patios de la escuela se llenaban de niños con juegos y juguetes que también han llenado muchas de nuestras horas de juego y recreos.

Kate Greenaway

Canicas: las marbles o canicas eran uno de los juguetes preferidos de los niños, ya que además de jugar daban con ellas, podían ganarlas, perderlas e incluso comerciar con ellas, siendo las piezas más codiciadas las canicas grandes. Los canicas estaban hechas de porcelana, piedra, cerámica o arcilla y estaban decoradas con vivos colores formando remolinos u otros originales diseños. Los niños que no podían permitirse tener estas canicas, las sustituían por nueces o bayas secas.

Cantillos: los cantillos o jackstones eran unos objetos con seis pinchos pequeños; cada jugador tiraba su jack contra los que estaban en el suelo para hacerlos volar, intentando recoger otro jack del suelo mientras atrapa con la misma mano el cantillo volador. A finales de siglo se empleaba una pelota de goma para tirar contra los jackstones.

Peonzas: las peonzas o tops eran uno de los juguetes favoritos de los niños.  Estaban hechas de madera y había diferentes modelos y formas; algunas se lanzaban con una cuerda a la que estaban atadas, otras tenían una clavija. Entre las más populares estaban las peg tops y las humming tops. El juego era muy simple y tenía variantes: unas veces era una batalla entre las dos peonzas que se golpeaban una con la otra; otras consistía simplemente ver que jugador era capaz de conseguir que su peonza girara durante más tiempo.

Kate Greenaway

Aros: los hops o aros estaban hechos de metal o madera. Los niños los guiaban con un palo por las calles o los parques, y los participantes mostraban su pericia conduciéndolos por obstáculos y manteniéndolos en constante giro. Muchas veces los niños utilizaban como hoops los aros que se utilizaban para sujetar las maderas de los barriles. Cuando un barril se rompía los aros desaparecían rápidamente a manos de los niños que veían en ellos resistentes aros de metal, mucho más duraderos que los de madera.

Kids Sailing Toys Sailboat. Louis Abel-Truchet

Ring- around- the-Rosie: es otro de los juegos más populares de los niños victorianos y, creo, que de los niños de todos los tiempos. No es otro que la rueda o el corro, como le llamábamos los niños de mi zona, aunque es posible que reciba otros nombres. El juego de la rueda tenía múltiples variantes y siempre estaba acompañado de una bonita rima o cancioncilla que todavía permanece escondida entre nuestros recuerdos infantiles (a la rueda-rueda de pan y canela…) Algo tan simple, que no necesitaba nada más que un grupo de niños cogidos de la mano cantando, era capaz de llenar de risas y diversión una tarde de juegos.

Jessie Wilcox Smith

Combas: las combas o skipping ropes eran uno de los jueguetes preferidos de los niños victorianos, ya que con un simple trozo de cuerda podían divertirse saltando solos, en parejas o jugando a saltar por turnos con otros niños, mientras dos de ellos movían la cuerda. Habitualmente los juegos de comba se acompañaban de pegadizas canciones infantiles.

Robert Salle

 

Como veis, los juguetes y juegos antiguos no son tan diferentes de muchos a los que jugábamos los niños de mi edad, y ni siquiera tan diferentes a los que juegan los más pequeños de hoy en día. Simplemente las peonzas de madera se han convertido en  peonzas plásticas o metálicas que se lanzan con una tira de plástico en vez de una cuerda y van decoradas con personajes de los dibujos de moda, los aros son están hechos de plástico y las rayuelas son electrónicas…

Pero lo que debe permanecer siempre vivo y no debería cambiar es la capacidad de un niño para que su imaginación pueda hacer que el juego más simple se convierta en todo un universo de fantasía.

Greenaway

Hasta el próximo post sobre juguetes victorianos!