El servicio doméstico en la era victoriana I

Como cada año La Casa Victoriana obsequia a todos sus subscriptores y amigos con un almanaque mensual gratuito que se puede descargar pinchando con el botón derecho del ratón sobre cada imagen.

El tema elegido este año es el servicio doméstico en la era victoriana y para acompañar las imágenes nos adentraremos en el mundo de «los de abajo», todos aquellos que con su trabajo conseguían que las casas de las clases más adineradas funcionaran a la perfección.

Como el tema es amplio lo desarrollaremos en entradas posteriores, hoy comenzamos con los puestos, jerarquías y funciones de los empleados del servicio doméstico.

La contratación de los empleados domésticos

La contratación de los sirvientes, tanto masculinos como femeninos, se llevaba a cabo a través de agencias de empleo, referencias personales, recomendaciones, anuncios en periódicos y empresas de registros de sirvientes. Muchos jóvenes de clase humilde, con escasa formación buscaban puestos como empleados domésticos buscando un ingreso estable y un lugar para vivir en la ciudad.

Las familias estaban orgullosas de que sus hijos trabajaran en casas adineradas ya que para ellos significaba tener un trabajo respetable y perspectivas de futuro. Los candidatos a empleado doméstico pasaban por un proceso de selección inicial, con entrevistas donde se evaluaba su carácter, habilidades y referencias.

Aunque los empleadores esperaban que sus nuevos sirvientes tuvieran conocimientos básicos de tareas domésticas y etiqueta, no todos los hogares reclamaban las mismas características de sus empleados, por lo que las agencias se esforzaban en proporcionar los perfiles más adecuados para cada casa. Para los puestos de rango superior se solicitaban experiencia y referencias. Para los de rango intermedio e inferior la capacidad de trabajo duro y los rasgos de carácter era lo más importante.

Los deberes de los empleados domésticos y jerarquías

En los hogares victorianos, los sirvientes domésticos se encargaban de llevar a cabo diversas tareas para garantizar el buen funcionamiento del hogar. Cada sirviente desempeñaba una función específica y tenía responsabilidades distintas.

El servicio doméstico victoriano tenía una clara jerarquía social, en la que cada empleado ocupa estrictamente su lugar y se adaptaba a la disciplina establecida dentro de su ocupación, obedeciendo a su superior en rango. Esta jerarquía proporcionaba orden dentro de la organización de la casa.

Rangos superiores. Dentro de este rango jerárquico estaban el mayordomo, el ama de llaves y la cocinera. Cada uno de ellos administraba su parcela del hogar con autoridad sobre sus subordinados. Tenían habitaciones individuales y separadas del resto del personal.

Rangos intermedios. Los asistentes de cámara y las damas de compañía tenían una consideración superior a las sirvientas y lacayos dentro de la casa, pero compartían con estos las habitaciones y estaban supeditados a las órdenes del mayordomo y ama de llaves.

Rangos inferiores. Las sirvientas, los lacayos y otros miembros del personal subalterno ocupaban puestos inferiores en la jerarquía. Recibían instrucciones de las posiciones superiores y llevaban a cabo las tareas asignadas. Sus viviendas a menudo eran compartidas y estaban ubicadas en las áreas de los sirvientes.

Los principales puestos en el servicio doméstico eran:

Mayordomo. El mayordomo era el jefe del personal masculino y era responsable de administrar la despensa, la bodega y, a veces, las finanzas de la finca. También supervisaban el servicio de mesa durante las comidas y supervisaban a otros sirvientes masculinos. Era una figura respetada tanto por el personal como por los señores de la casa que depositaban en él su confianza para la gestión de los asuntos domésticos y, no pocas veces, para los asuntos personales.

Entre los rasgos inherentes al carácter de un buen mayordomo estaban la lealtad, la discreción y la eficacia para resolver problemas inoportunos.

Ama de llaves. El ama de llaves estaba a cargo de la administración general del hogar. Se encargaban de garantizar la limpieza, la organización y el inventario de los insumos del hogar. Además, supervisaban a las sirvientas y manejaban los presupuestos para los gastos del hogar. Era un figura tan respetada por los señores como temida por todos miembros del servicio doméstico.

Cocinera. El papel de la cocinera era preparar las comidas para el hogar. Eran expertas en la creación de platos y postres elaborados y en la gestión del personal de cocina. La posición de la cocinera era muy apreciada, y su capacidad para crear comidas deliciosas era a menudo un motivo de orgullo para la familia.

Con la ayuda del ama de llaves creaba los menús que se degustaban en las celebraciones familiares. Su mayor dificultad era conseguir unos platos suculentos con las mejores materias primas con los ajustados presupuestos y plazos de que disponía y con un personal de cocina a menudo muy joven y con poca experiencia. La cocina era su reino y ni siquiera el mayordomo o el ama de llaves solían contradecirla. Perder a una buena cocinera era una desgracia que ninguna familia quería sufrir.

Sirvientas. Había diferentes tipos de sirvientas, incluidas las camareras de piso, las sirvientas de salón y las sirvientas de cocina. Las camareras de piso se encargaban de la limpieza y el mantenimiento de los dormitorios, mientras que las camareras de salón se centraban en el mantenimiento de las zonas compartidas por la familia. Las sirvientas de la cocina trabajaban en la cocina y ayudaban a la cocinera con diversas tareas básicas, como limpiar los platos y pelar verduras y patatas.

Lacayos. Las tareas principales de un lacayo eran recibir y saludar a los visitantes, tomar sus abrigos y anunciar su llegada a los anfitriones, tratándolos con la máxima cortesía y asegurándose de que sus necesidades fueran atendidas durante su estancia. Además, recibían formación sobre las reglas de protocolo y buenas maneras en la mesa para que pudieran ayudar con el servicio, los cubiertos y servir las comidas y bebidas durante cenas formales y reuniones.

Los lacayos eran fácilmente reconocibles por su distintivo uniforme, que consistía en una chaqueta por encima de la rodilla, chaleco y pantalones ajustados. Se esperaba que se comportaran con el mayor decoro y se adhirieran a un estricto código de conducta.

Ayudante de cámara. El ayudante de cámara (valet) era más que un asistente personal. Su trabajo consistía en brindar un servicio personal impecable a su empleador, asegurándose de que lucieran lo mejor posible en todo momento con la selección de la indumentaria apropiada para cada ocasión. Se encargaba de supervisar el mantenimiento y la organización del guardarropa del señor, revisando que cada prenda estuviera limpia, reparada y almacenada de manera adecuada y examinando cada prenda en busca de arrugas, manchas o hilos sueltos.

No se olvidaba de los complementos como anillos, relojes, pañuelos y alfileres de corbata. Una de sus labores era ayudar al señor con sus rutinas diarias: preparaba los utensilios de afeitado del señor y agua tibia para su afeitado matutino, preparaba su ropa, pulía los zapatos y preparaba peines y lociones. Como la dama de compañía de la señora se requería que fuese leal y discreto, ya que, por su posición, estaban al tanto de conversaciones personales e información delicada.

Niñeras e institutrices. En los hogares con niños pequeños, se empleaban niñeras (nannies) para velar por el bienestar de los niños. Sus responsabilidades incluían alimentar, bañar y supervisar el tiempo de juego. Las institutrices (governess) se encargaban de instruir los niños mayores con clases de cálculo, escritura y modales. Además ayudaban a las jovencitas a aprender todo lo que se esperaba de ellas para ser una dama: costura, pintura, música, conversación…

Mientras que la niñera solía gozar del cariño de toda la familia y era muy apreciada por los niños, la institutriz representaba una figura de autoridad, que debía ser inflexible y a la que los padres le exigían los más altos estándares para ser contratada habitualmente con un salario bajo para sus funciones y responsabilidades. La niñera podía compartir habitación con los pequeños. La institutriz solía tener un cuarto individual o incluso vivir fuera de la casa familiar.

Damas de compañía. La dama de compañía proporcionaba asistencia y apoyo a la dueña de la casa. Se esperaba que acompañara a la dueña de la casa a los eventos sociales, asegurándose de que estuviera vestida y peinada apropiadamente en todo momento. Siempre estaba presente pendiente de la señora, aunque en un segundo plano. Además ayudaba con la correspondencia personal y la agenda social. 

También desempeñaba un papel crucial en la coordinación del personal, asegurando una comunicación fluida y un funcionamiento eficiente dentro del hogar. Los rasgos de carácter como la discreción, la lealtad y la confiabilidad eran muy valorados en una dama de compañía, ya que solía ser confidente o testigo de situaciones que debían ser mantenidas en secreto. Su estatus dentro de la casa era superior al de los sirvientes, pero inferior al del ama de llaves y el mayordomo.

Desde La Casa Victoriana os enviamos nuestros mejores deseos de felicidad y salud para el nuevo año. Espero que os sea propicio para llevar a cabo vuestros proyectos y cumplir vuestros sueños.

Calendario victoriano 2023: la correspondencia epistolar victoriana

Una carta siempre me transmite la inmortalidad, porque es la mente sola sin amigo corpóreo.

Emily Dickinson

La Casa Victoriana quiere obsequiar a sus seguidores y amigos con su calendario anual gratuito que podéis descargar pinchando en cada una de las imágenes. Este año el almanaque está dedicado a la correspondencia epistolar y cada mes aparece ilustrado por los más bellos cuadros de pintores decimonónicos.

En estos tiempos de lo inmediato, de los servicios de mensajería y de los mensajes reenviados La Casa Victoriana quiere reivindicar algo supuestamente tan anticuado como las cartas y las postales como muestra de la acción de pararse a escribir y expresar en unas líneas esa muestra de cariño, admiración, condolencia o respeto que sentimos por el destinatario, la misiva personalizada y dedicada a esa persona y a ninguna más.

Pocos campos de la escritura ofrecen una intimidad entre escritor y lector tan grande como el de la correspondencia epistolar. Aunque la distancia, la ausencia y las circunstancias pueden separar amistades y afectos, el poder de intercambiar pensamientos, palabras, sentimientos y sensaciones a través de una carta, añade una cierta delicadeza al dolor de la separación proporcionando una íntima felicidad.

En los manuales victorianos de cortesía como The Ladies’ Book of Etiquette and Manual of Politeness se daban las instrucciones precisas para escribir una carta que fuera lo bastante larga para despertar el interés, pero no para cansar al destinatario, lo suficientemente breve para mantener la atención, y no resultar tediosa, y, sin embargo, profusa en detalles para proporcionar satisfacción al lector.

Además una carta debe estar correctamente puntuada, con construcciones gramaticales adecuadas, escrita con letra clara y legible, con la fecha, la dirección, la firma, todo en el lugar conveniente y, por supuesto, sin faltas de ortografía.

Una carta personal nunca debe estar escrita a máquina – ni con cualquier otro dispositivo si trasladamos las recomendaciones sobre correspondencia a los tiempos actuales – sino tiene que ser manuscrita. La pulcritud es un requisito importante en una carta. Se deben evitar los borrones, ya que estropean la belleza de la carta. Una misiva limpia, escrita de forma clara y legible, contribuirá en gran medida a transmitir en el receptor una imagen favorable del escritor.

Nunca se escribirá, ni siquiera la nota más corta, con lápiz. Parece descuidado y es descortés.

Otro requisito para una buena carta es un estilo claro y conciso. La sencillez es parte del encanto de la escritura de cartas. Lo que se redacta en una carta está destinado a ser leído solo por el remitente. Por lo tanto, llenar su contenido de citas, lenguaje florido y una estilística rebuscada es pedante y de mal gusto. El lenguaje puede ser elegante, pero natural. De todos modos, el estilo, depende del tema de la carta y de la persona a la que se dirige.

Nunca se debe escribir en media hoja de papel. El papel de carta no es demasiado, y escribir en una media hoja parece no solo cicatero sino descuidado. Aunque la carta sea breve envía igualmente la hoja entera. Se incurrirá en una gran falta de cortesía si se responde a una carta utilizando la misma hoja de la carta enviada por el remitente, aunque haya espacio para ello.

El papel totalmente liso, grueso, suave y blanco es el más elegante. El papel con bordes dorados o de fantasía; se considera vulgar y es de mal gusto. Si se quiere personalizar el papel se pueden estampar las iniciales del escritor en la parte superior de la hoja y en el sello del sobre, pero se deben evitar los adornos extravagantes en las esquinas ni en la parte posterior del sobre. Cuando el remitente esté de luto, se utiliza papel y sobres con el borde negro.

Se deben evitar las posdatas. Sobre todo, nunca se envía una pregunta o un cumplido en una posdata.Se intentará incluir cualquier comentario personal o sobre los conocidos o familiares en común dentro del cuerpo de la carta y no en la posdata. Hacerlo en la posdata así puede resultar descortés y denotar poco interés sincero en tus comentarios. Todas las cartas deben ser firmadas por el remitente.

Las personas que han recibido una buena educación, y que escriben con frecuencia, al redactar cartas, comienzan con la tercera persona y luego utilizan la segunda o primera finalizando con su firma. Si se comienza a escribir usando la tercera persona debe continuarse con el mismo estilo. Este estilo de escritura puede llevar a la confusión a causa de los pronombres, pero es un protocolo de correspondencia muy usado y apropiado para la mayor parte de las ocasiones, por ejemplo, cuando no hay excesiva intimidad entre remitente y destinatario esta forma es elegante y apropiada.

Si una persona recibe una misiva escrita en tercera persona debe contestar en la misma forma, pero nunca se responde así a una carta más familiar, ya que es ofensivo hacerlo así.

La cortesía y la amabilidad exigen que cada carta que se reciba sea contestada. La respuesta no debe demorarse y tiene que mencionarse la fecha de la carta a la que hace referencia la conversación. No se responderá nunca a una carta por poder, cuando pueda escribirlo uno mismo. Es una señal de respeto responder personalmente todas las cartas dirigidas a ti.

Si se escribe una carta a un caballero esta debe tener un lenguaje ceremonioso. Si no hay una relación de confianza con el caballero en cuestión, se redactará en tercera persona. Si es una carta de negocios, debe sonar respetuosa, pero no servil. De todos modos, se recomienda evitar la correspondencia con los caballeros, sobre todo cuando se es joven, ya que se pueden crear malos entendidos.

Si un caballero solicita la correspondencia de una dama bajo términos únicamente de amistad, esta debería pedir el permiso y aprobación de sus padres o esposo. De todos modos, es aconsejable aunque la relación de confianza admita un estilo cercano y amistoso, que ambos sean precavidos en cuanto a la temática y expresiones de dichas cartas para no causar sonrojo ni a las familias ni a ninguno de los directamente implicados si fueran hechas públicas.

Del mismo modo se debe evitar cualquier intercambio de información delicada. Si el caballero comienza a pedirle a la dama que guarde secreto sobre algún suceso que haya descrito, por cautela ese es el momento de dar por finalizada la correspondencia. Si la carta es de temática amorosa y la remitente es una dama debía ser especialmente prudente en cuanto a su contenido, especialmente si la dama está casada o no está formalmente comprometida.

Sobre el contenido de la carta hay que tener cuidado de que todos los hechos se ajusten exactamente a la verdad. Recuerda que cada palabra escrita puede ser usada en contra, si alguna parte de la información resulta ser falsa; y no hay que permitir que la opinión personal o los prejuicios dicten una sola frase de las que se escriban.

No se debe repetir nunca nada obtenido de meras habladurías o cotilleos; tampoco en una carta se debe de no violar ninguna confianza de alguien que nos ha confiado un secreto ni de entrometerte en los asuntos privados de otras personas. Si lo que debemos comunicar es un hecho doloroso, debe ser expuesto con la mayor delicadeza posible y añadir unas líneas que expresen las condolencias pertinentes. Si, por el contrario, se escribe sobre un acontecimiento alegre, intenta que tu carta sea animada y divertida.

Cuadros:

Enero: La carta de amor pintado por Raimundo de Madrazo y Garreta

Febrero: Alix de Montmorency, Duchesse de Talleyrand pintado por Henri-François Riesener.

Marzo: Letterwriter pintado por Johanne Mathilde Dietrichson.

Abril: Woman writing pintado por Hendrick Jacobus Scholten.

Mayo: Young Woman Writing pintado por Auguste de la Brely.

Junio: The Love Letter pintado por Francois Martin Kayel.

Julio: The Letter pintado por Edmund Blair Leighton.

Agosto: Penning A Letter pintado por George Goodwin Kilburne.

Septiembre: The Love Letter pintado por Nina Hardy.

Octubre: The Love Letter pintado por Pio Ricci.

Noviembre: Lady Writing A Letter pintado por Albert_Edelfelt.

Diciembre: The Letter pintado por Albert Lynch.

Labores de costura victoriana + Calendario 2022 Parte II

Portraits in the Countryside- Gustave Caillebotte (1876)

Whitework

El whitework era un tipo de bordado probablemente de origen escandinavo (se han encontrado trabajos realizados con esta labor datados en el siglo XII). La económica inversión de trabajar solamente con hilo blanco y tela del mismo color y no con hilos de colores y telas teñidas hizo que se asociara este bordado a las clases más humildes, ya que eran las que no podían permitirse gastar en materiales de costura caros.

En la época victoriana, este bordado de hilo blanco sobre tela del mismo color se popularizó debido a una necesidad más que a una moda, ya que era muy útil para embellecer la ropa del hogar.

Un whitework engalanaba tanto las piezas de mantelería como la ropa de cama, además de convertir un sencillo bonete, un humilde mandil, cuellos, mangas o pecheras en destacadas prendas que al arte del bordado añadían la elegancia que le proporcionaba el blanco inmaculado. Se empleaba también en hacer más coqueta la ropa interior, a la que el intrincado bordado en blanco le daba una sutil y distintiva textura, alejada de cualquier mezcla de colores que podía resultar vulgar y no digna de una dama.

Making a momento – Seymour Joseph Guy

Las costureras escocesas destacaron por ofrecer el bordado blanco más delicado y sus exquisitas puntadas pronto fueron imitadas por las inglesas e irlandesas.

Las telas utilizadas para este tipo de trabajo eran lino, algodón y batista- tela formada por hilos de algodón muy finos. Esta última se usaba para delantales, bonetes y para adornar cuellos y puños. Los patrones se dibujaban en la tela y se bordaban posteriormente. Los motivos solían ser repeticiones del mismo patrón con dibujos geométricos, florales o iniciales y monogramas.

En los países nórdicos se popularizaron dos variantes de este tipo de bordado: el redwork, con hilo rojo sobre tela blanca y el bluework, con hilo azul sobre fondo blanco, aunque estas variantes tardaron más en llegar a los siempre convencionales hogares victorianos.

El Berlin Work Emboidery

Esta labor, que tuvo su origen alrededor de 1800, en Berlín, llegó a los hogares victorianos sobre 1840 para convertirse en uno de los trabajos de costura favoritos. Cuenta la historia que el librero alemán A. Philipson, ayudado por su esposa, puso a la venta una serie de patrones con diferentes dibujos, que estaban impresos en un papel con líneas entrecruzadas al estilo del papel cuadriculado actual. Cada parte del dibujo se correspondía con un cuadrado, componiendo el modelo ideal para guiar cada una de las puntadas, muy parecido a los modelos para hacer punto de cruz que existen hoy en día.

Al contrario que sucedía con las labores tradicionales, la labor berlinesa no se bordaba con hilos sino con hebras de lana delgadas. Los motivos eran habitualmente florales, aunque admitía escenas campestres y figuras tanto humanas como animales, y se solían dibujar a mano previamente a la impresión sobre el papel cuadriculado. Incluso se llegaron a reproducir escenas de la vida de la Reina Victoria. Los dibujos se imprimían en blanco y negro y era la dama la que decidía la gama de colores a utilizar para su labor.

Girl Knitting – Albert Anker

Pronto se mejoró la calidad y tamaño de las impresiones, reuniendo muchos patrones en libros y revistas especializadas. Los fabricantes de lana se lanzaron a producir lana de diferentes colores y degradados para satisfacer las necesidades del mercado.

Este método de bordado hizo asequible la costura a cualquier bordadora, ya que no se necesitaba más habilidad que la de coser sobre el modelo y poner cada puntada sobre el cuadrado correspondiente; ni siquiera se requería creatividad alguna, ya que tanto los modelos como el tamaño de las puntadas venía dados en el papel impreso.

Las labores más habituales eran bolsos, cojines y todo tipo de tapizados para costureros, estuches, cubiertas de diarios, etc. Poco a poco los motivos fueron cambiando de flores individuales o ramilletes a arpas, cruces o motivos marinos sin olvidar las tan recurridas iniciales, frases de amistad o pasajes de la Biblia.

Punchwork

El Punchwork, o labor con punzón, era una labor «Berlín» que se hacía con un papel o cartón fino perforado llamado «papel Bristol». Para realizarla se colocaban varios papeles intercalados, unos encima de otros para que, al ser cosida la puntada, proporcionara un efecto tridimensional. A finales del siglo XIX, los patrones para punchwork se comercializaban impresos a todo color directamente sobre el entramado de «papel bristol», y a la labor se le añadían encajes, abalorios y borlas para embellecerla y personalizarla.

Crewel

El bordado Crewel fue muy popular en Gran Bretaña en los siglos XVI y XVII. Este tipo de labor se realizaba con un tipo de hilo más fino que la lana, pero más grueso que el hilo de bordar. Las puntadas eran grandes y su combinación de color quedaba a la elección de la costurera. Una de las razones de su popularidad era la libertad en el trabajo de bordado, de hecho, podríamos denominarlo un “bordado libre” sin someterse a demasiados cánones de costura.

Lady Sewing -Eugenio Oliva y Rodrigo

La tela para ejecutar este trabajo debía ser gruesa o, al menos resistente, siendo el lino una opción muy recomendable, ya que las puntadas iban superpuestas unas sobre otras para dar volumen a los dibujos, habitualmente flores y animales, aunque la puntada libre permitía diferentes trabajos de fantasía donde la bordadora daba rienda suelta a su imaginación.

Encontramos hermosas y artísticas labores de crewel en bolsos, cortinas, tapices y vestidos de señora y niña.

Silk ribbon embroidery o el bordado con lazos

Una de las técnicas más difíciles de bordado era la realizada con lazos de raso o seda. El resultado era exquisito, delicado y extremadamente bello. El bordado con lazos requería una especial destreza de la bordadora ya que era difícil seguir patrones o dibujos predeterminados además de una habilidad destacada en los puntos recto y de cadeneta para dar forma a los lazos y conseguir con ellos la forma deseada. Las flores simples y los ramos florales eran los motivos favoritos. Antes de la revolución industrial estos trabajos de costura solo estaban al alcance de las damas adineradas porque los lazos eran realmente caros.

The Little Seamstress, – John Faed

Con la llegada de la revolución industrial y los nuevos telares, las cintas se fabricaban a nivel industrial, lo que abarataba su precio ya que no había que importarlas. Con la llegada de las nuevas sustancias para teñirlas, la gama de colores ganó en matices lo que proporcionaba bordados más coloridos. Bolsos, sombrillas, pañuelos y chales se llenaron de rosas, margaritas y lavandas bordadas con cintas, a cada cual más llamativo. Estos bordados servían también para elaborar regalos y recuerdos a familiares y amigas muy queridas.

Labores con cuentas y abalorios

El uso de cuentas y abalorios ayudaba a adornar cualquier labor de costura. En un primer momento las cuentas estaban disponibles en formas muy simples y colores muy discretos, pero viendo el potencial de estos adornos y la demanda por parte de las costureras británicas, los comerciantes se apresuraron a importar nuevos modelos y vibrantes colores de Italia y Alemania. Una de las ventajas del trabajo con cuentas es que era más importante la paciencia que la habilidad.

La creación de abalorios despertaba la creatividad de la costurera. Para esta labor se utilizaban los mismos patrones que para la labor de berlín y el punchwork. Los materiales con los que se creaban eran habitualmente seda o raso y se rellenaban con algodón, lana, guata e, incluso, serrín. La espectacularidad de la labor pasaba por el número de capas que se añadieran para conseguir que destacase sobre la tela a la que se iba a coser. Además, a mayor número de capas se podían añadir más cantidad de cuentas y pedrería .

The Knitting Woman -William Adolphe Bouguereau

Calceta y ganchillo

No había hogar victoriano en el que no hubiera un tapete, un cobertor o varias prendas de ropa hechas de crochet o ganchillo.

El crochet admitía diferentes tipos de creaciones, desde un decorativo tapete a un cobertor que se hacían uniendo pequeñas flores o dibujos geométricos hasta formar una pieza más grande como preciosos y elegantes chales, espectaculares bolsos, sombreritos o complementos como jabots, pecheras para adornar un vestido, una camisa o un abrigo.

Una de las creaciones más bellas y, al mismo tiempo más humildes fue el Irish crochet al que en La Casa Victoriana le dedicamos una completa entrada, de la que os dejo el enlace.

https://lacasavictoriana.com/2016/03/16/moda-victoriana-irish-crochet-lace/

La calceta era una labor que gustaba a niñas y mayores, era divertida y la capacidad de poder hacerla de modo automático, sin prestar atención a los movimientos, hacía que las mujeres pudieran reunirse y conversar mientras hacían sus labores.

Peasant Woman Threading a Needle – Jules Breton

Además de calcetines, jerseys, bufandas, guantes y bonita ropita de bebé, las victorianas eran aficionadas a cubrir todo con artísticas piezas de lana, calentadores de pies, maceteros, hervidores y por supuesto, el famoso tea cozy, cobertor de teteras para evitar que el té se enfriara.

En todos sus trabajos de costura firmaba con sus iniciales VR, Victoria Regina, para que su autoría fuera fácilmente identificable. Tanta era la afición de la reina por sus agujas y ovillos que pronto enseñó a sus hijas a calcetar y ganchillar y solía reunirse con ellas para pasar tardes de té y costura en los jardines de la Casa Osborne de la isla de Wright.

Como curiosidad hablaremos de la tejedora más famosa de la época victoriana, la mismísima Reina Victoria. A Victoria le relajaba enormemente tejer y no era infrecuente verla con sus agujas y cestilla de lanas calcetando labores para su familia, amigas e incluso para sus soldados. Aunque la monarca tenía fama de ser una tejedora horrible, y todos murmuraban, a sus espaldas, por supuesto, sobre sus pocas habilidades con las agujas, a ella no le molestaba en absoluto e incluso le divertía; de todos modos, ningún rumor ni habladuría pudieron evitar que la reina siguiera haciendo una de las labores que más le relajaban, sobre todo después del fallecimiento de su querido Alberto.

Queen Victoria, Princess Helena and Princess Beatrice Knitting Quilts for the Royal Victoria Hospital- Alexander Melville

Otras labores: borlas, cordones y encaje

Hacer borlas era un pasatiempo en sí mismo. Muy fáciles de hacer y económicas conseguían crear adornos muy bonitos para adornar llaves de un escritorio o joyero, recoger una cortina, o servir para embellecer puños, cuellos o sombreros. Estas borlas hechas de hilo o lana se remataban acolchando la cabeza y rematándola con artísticas puntadas de ojal. Otro modo de adornar la borla era enganchando cuentas a los flecos o bien cubriendo la cabeza con una bonita tela adamascada o con una cuenta circular brillante.

Las labores con cordones requerían que en primer lugar se confeccionara el cordón. Este podía tener diferentes formas, de trenza, retorcido o entrecruzado, y se hacía con hebras de hilo de diferentes colores o de una misma gama de color, dependiendo de la creatividad de la costurera y de la labor que se fuera a realizar. Los cordones se añadían posteriormente a un trabajo de bordado berlinés o de costura.

Aunque el encaje podía ser confeccionado por la costurera, las damas británicas de alta sociedad preferían comprar el delicado encaje belga y el encaje inglés para sus labores y las más humildes el encaje irlandés. Las piezas de encaje se añadían a otras labores de costura previamente confeccionadas, como adorno.

Sewing Woman by Lajos Ludwig Bruck

Labores de costura victorianas + Calendario 2022. Parte I

Louis Lang- The sewing party

¡Feliz año nuevo, victorianos!

Como todos los años, desde La Casa Victoriana, queremos obsequiaros con un calendario diseñado especialmente para todos vosotros. Este 2022 está dedicado a las mujeres y las labores de costura, y, como es habitual, viene ilustrado con bellísimos cuadros del siglo XIX y principios del siglo XX.

Para acompañar a la entrega del calendario publicaremos dos artículo dedicado a las labores de costura más populares en la época victoriana.

Dividiremos la entrada en dos partes. Esta primera parte la dedicaremos al costurero, sus materiales y a las labores de punto de cruz, patchwork, quilting y appliqué, y con ella publicaremos las hojas de calendario desde enero a junio.

Próximamente, publicaremos otra entrada con el resto de las labores y las imágenes del calendario correspondientes a los meses desde julio a diciembre.

Para descargarlo podéis clicar con el botón derecho del ratón sobre la imagen y escoger «Guardar imagen como» en el desplegable.

Esperamos que tanto los artículos como el calendario sean de vuestro agrado.

La Casa Victoriana

Las victorianas y la costura

La destreza en las labores de costura era una habilidad muy valorada entre las damas victorianas.

El conocimiento de las diferentes técnicas se transmitía de madres a hijas y la exquisitez y creatividad mostradas en un trabajo de costura eran tan admiradas como el talento en el canto o en un instrumento musical.

Pero estas habilidades, que entre la clase más pudiente formaban parte de su educación y servían para llenar las horas de ocio con una actividad tan productiva como útil, eran también reconocidas por las familias de las clases sociales no tan afortunadas económicamente, pero con objetivos diferentes.

Toda mujer debía saber de costura ya que era una competencia útil para su vida diaria: coser las ropas de su familia, remendar aquellas prendas más desgastadas, proporcionar al hogar manteles y ropa de cama, aprovechar cualquier tela para unos cojines, tejer desde bufandas y ropa de abrigo para el invierno o confeccionar una alfombra para su salita.

Además, como la necesidad agudiza el ingenio, solían ser diestras en la confección de complementos como adornos florales, sombreros o diademas.

Emile Pap – A Girl in a Pink Dress Sewing by the Window

Las labores de costura no solo se hacían como pasatiempo o necesidad, sino que se utilizaban como regalos e, incluso, se exhibían en lugares destacados del hogar para ser admirados por familiares y amigos.

Las jóvenes que destacaban en tas labores hacían de ello su profesión, empleándose como costureras en sastrerías o modistas particulares para señoras adineradas. Una modista mañosa, creativa y pulcra en su trabajo era tan valorada por las señoras como la mejor de las cocineras.

Los materiales de costura

Una mesa de costura, bien equipada, con una máquina de coser, compartimentos varios para mantener en orden los materiales y espacio suficiente para las labores de costura era tan preciada que se fabricaban con los mejores materiales, dando como resultados muebles de una factura elegante y exquisita.

Estas mesas soñadas solo estaban al alcance de aquellas señoritas que tenían la suerte de tener una familia que pudiese permitírselas. La mayor parte de las jóvenes se conformaban con un costurero, una cestilla de mimbre para los ovillos de lana y un par de bastidores.

Richard Edward Miller – Sewing by Lamplight

Los costureros eran igualmente un indicador de la clase social de la dama: magníficos costureros de madera lacada, con incrustaciones de nácar, madreperla, marfil y accesorios de plata labrada eran para las jóvenes de clase social alta; cajas de madera o de cartón y tijeras de hierro eran los materiales para el día a día en los hogares más humildes. De todos modos, no había caja fea que un ingenioso trabajo de decoupage no pudiera embellecer.

Todo costurero debía contener unos materiales básicos consistente en un estuche agujas de diferentes tamaños y grosor, dedales, alfileres, un par de tijeras, cinta métrica, un punzón de costura y una lezna para perforar el cuero y los tejidos de piel. Además, solían contener carretes de hilos de colores básicos, devanadoras, alfileteros y pinzas de dobladillo.

Como complemento al costurero se utilizaban cestillas y capazos de mimbre para los accesorios y materiales de calceta y ganchillo, ovillos de lana y agujas. Flores de tela, lazos, encajes, remaches y hebillas metálicos, así como telas y papel o cartones para patronaje completaban los accesorios que no debían de faltar en una habitación de costura.

William Kay Blacklock- Nice Young Lady Sewing

En el siglo XIX, la mayor parte de las agujas se fabricaban en acero, aunque muchas damas conservaban agujas hechas de oro y plata, herencia de generaciones anteriores. Los alfileres estaban hechos del mismo material y su precio era elevado. La tendencia a perderlos hizo de los alfileteros uno de los complementos preferidos del costurero.

Godey’s Lady’s Book y Peterson ‘s Magazine, con tutoriales, guías, patrones, dibujos para servir como modelo de diseño y consejos para los diferentes tipos de labores, eran dos de las revistas más vendidas.

Las labores de costura

El punto de cruz

La labor de costura más popular era el punto de cruz. Las niñas se iniciaban en esta costura porque el aprendizaje era fácil y se adquiría con rapidez precisión en la puntada. Como seguía un dibujo determinado de antemano, que servía como modelo y guía de las puntadas, era difícil que el resultado final fuera un despropósito, como podía suceder con bordados más avanzados, e infundía ánimo y autoconfianza en la bordadora para enfrentarse a retos más complicados.

La mezcla de hilos de colores y la sencillez del dibujo conseguían que algo simple fuera vistoso por lo que pequeñas flores, abecedarios y breves citas bíblicas se bordaban para adornar estuches de agujas, postales conmemorativas o marcapáginas.

Robert Barnes- Child Sewing

Patchwork y quilting

La labor de patchwork consistía en unir diferentes despieces o trozos de telas para formar un trabajo de costura completo. En su origen las piezas eran geométricas y todas iguales en tamaño.

A partir de un modelo se iban uniendo formando diferentes dibujos geométricos, dando lugar a piezas más grandes. Con el tiempo se fueron incluyendo piezas de diferente tamaño para formar borders de separación o para enmarcar las piezas chicas, pero siempre siguiendo un esquema predeterminado.

Cuando se decidía acolchar el patchwork comenzaba una nueva labor: el quilting. Los quilts, que era como se denominaba este tipo de piezas constaban de tres capas: la primera era la formada por el trabajo de patchwork, con la unión de los trozos de tela; la segunda capa era el acolchado, que aparecía en medio para mullir la pieza; por último, la tercera capa que sería “el revés” de la pieza, cuyos bordes se unirían con la primera capa cerrando la colcha.

Arthur John Elsley

Un marco de madera servía como guía para la unión de las piezas y todas las mujeres implicadas participaban de este proceso de unión, llamado quilting bee, aportando no solo su trabajo sino lazos de amistad para fortalecer a la comunidad o a las relaciones sociales.

Hacer quilting era una de las labores favoritas de las muchachas. Había quilts que se hacían en familia y donde cada miembro aportaba una serie de piezas que se unirían a las demás. Eran los quilts familiares, que trascendían más allá de la mera labor. Algunos de ellos se completaban en las sucesivas generaciones, siendo heredados de madres a hijas.

Los quilts de recuerdos estaban compuestos por diferentes piezas que tenían un significado importante para la costurera. Usualmente se componían de trozos de ropa que se había deteriorado con los años, pero de la que se quería conservar por razones sentimentales alguno de los trozos.

Los quilts de amistad se confeccionaban entre buenas amigas y se firmaban con el nombre bordado. Algunos de ellos escondían secretos o mensajes ocultos entre las capas, con piezas de tela, frases o iniciales bordadas que solo las implicadas en el trabajo del quilt comprendían. De esta manera, la labor era también una diversión y un modo de afianzar los recuerdos una amistad que se quería que perdurara. Como curiosidad, comentar que muchas jóvenes victorianas unían las piezas sustituyendo los hilos por sus propios cabellos, para hacer las piezas más personales.

Sir Francis Grant- Mary Isabella Grant, Knitting a Shawl

En las décadas finales del siglo XIX, los puzzle quilts, crazy quilts, o los quilts locos comenzaron a ganar terreno a los quilts tradicionales. Se diferenciaba de los tradicionales en que las piezas no eran regulares ni del mismo tamaño y se unían entre sí sin ningún parámetro particular, excepto el de la propia imaginación. Los cojines, colchas y mantas de extravagantes, con coloridos diseños, hechos con piezas irregulares y sin patronaje previo se convirtieron en el elemento decorativo más innovador y en una de las labores más divertidas para las jóvenes victorianas.

No por ser una labor menor debemos olvidar otro tipo de labor de patchwork: el appliqué. Esta técnica más relacionada con el adorno que con la costura propiamente dicha, consistía en aplicar, o bordar, varios trozos de tela sobrelas trabajos de patchwork, añadiendo textura y color. Las piezas de appliqué podían ser precortadas o pequeñas obras artísticas, donde las hábiles costureras las formaban con trozos de tela con los que diseñaban pétalos de flores, letras, juguetes simples o animales.

Tea Time Calendar 2021

Como cada año, La Casa Victoriana regala a todos sus seguidores y amigos una nueva edición del nuestro almanaque victoriano. En esta edición lo dedicamos a la hora del té. ¡Esperamos que os guste!

If you are cold, tea will warm you;
If you are too heated, it will cool you;
If you are depressed, it will cheer you;
If you are exhausted, it will calm you.
William Gladstone

Un té victoriano seguía escrupulosamente una serie de protocolos y etiquetas, que incluían desde la invitación, al vestuario, los refrigerios y, por supuesto, los horarios, que hacían de cada reunión un momento diferente. Los principales momentos para tomar el té eran:

Elevenses – Las 11:00h eran el momento indicado para tomar una buena taza de café. Como el café no era del gusto de todos los victorianos – tampoco se sabía cómo preparar un café de calidad, ya que se solía mezclar con exageradas cantidades de achicoria – muchos británicos optaban por una taza de té. Esta taza revitalizante se acompañaba de un aperitivo ligero compuesto por un surtido de productos de bollería que incluían bizcochos, scones, madalenas o galletas.

No hay una tradición registrada en la literatura de los siglos XVIII y XIX sobre la costumbre de los elevenses, pero sí en la del siglo XX en la que aparece más como un hábito que como una tradición.

Afternoon Tea – En el afternoon tea, además de tazas de exquisito té, se servía una merienda en la que no podían faltar los riquísimos scones, que podían rellenarse con mermeladas, crema de limón o nata agria, emparedados de varios tipos y dulces surtidos. El afternoon tea, se conocía también como Low Tea, ya que los invitados se sentaban en sillones bajos con mesas laterales a la altura de los sillones en las que se colocaban las tazas .

Cream Tea – La cream tea era una reunión informal, muchas veces familiar. En una Cream Tea se servían solo scones y clotted cream – aunque en alguna mesa se añadía mermelada de fresa casera.

La gran protagonista de de un Cream Tea es la clotted cream, una tentación exquisita, densa, parecida a una mantequilla suave con más de un 55% de materia grasa. Ni su sabor ni su textura es similar a la nata montada que solemos preparar en casa o encontrar en nuestros establecimientos de alimentación. Esta nata, originaria de los condados de Devon y Cornualles, se obtiene del calentamiento prolongado al baño maría de la leche de vaca y su posterior enfriamiento hasta la formación de la nata en forma de coágulos.

Debido al uso de esta peculiar nata, el Cream Tea también se denomina Devonshire Tea o Cornish Tea, aunque entre una y otra denominación hay una sutil diferencia.: si en nuestro scone untamos primero la nata y después la mermelada estaremos asistiendo a Devonshire Tea, pero si lo hacemos al contrario nuestro té sería un Cornish Tea.

La novedosa costumbre de procurar una bandeja de fresas frescas se hizo tan popular en algunas reuniones decimonónicas que este momento para la degustación del té pasó a denominarse Strawberry Tea.

High Tea – La denominación de High Tea nos da una falsa apariencia de té elegante, con vajillas de porcelana y damas y caballeros con sus mejores galas sorbiendo té en torno a una mesa llena de deliciosos aperitivos , pero nada más lejos de la realidad.

De un High Tea disfrutaban tanto las clases altas como las clases más humildes porque si tuviéramos que definirlo con una palabra sería la popular «merienda-cena» que se disfrutaba alrededor de las 6 de la tarde cuando los trabajadores volvían a casa, o las familias de cualquier clase social se reunían en torno a la mesa para disfrutar de una taza de té y de una comida caliente.

En un High Tea se degustaban platos de carne fría, pescados hervidos, patatas, pasteles de carne y diferentes piezas de pastelería. Realmente podríamos denominarla «una cena» en toda su extensión. Las familias adineradas y con servicio solían tomarlo los domingos para que las criadas y los mayordomos tuvieran tiempo de ir a la iglesia y no se preocuparan de preparar la cena para la familia.

Además de estas modalidades, hay otras variantes a la hora del té, como Light Tea, Full Tea o Royal Tea.

Light Tea es una versión ligera del Afternoon Tea, donde la gran cantidad de acompañamientos se reducen a bollería y otros dulces acompañados de té.

Full Tea se compone de que incluye sándwiches variados, entre los que no puede faltar el de salmón y pepino, y postres variados. La inclusión de canapés y sandwiches en este servicio le otorgan la denominación de «Té Completo»,.

Royal Tea no se diferencia mucho del Full Tea porque ofrece las mismas viandas y dulces pero la adición al menú de una copa de champán, de vino dulce o jerez da a este té la distinción de ser llamado «té real».

Puedes descargar nuestro Calendario 2021 pinchando en cada una de las imágenes y escogiendo la opción «Guardar como imagen».

¡Bienvenido Abril!

No olvidamos dar la bienvenida a abril con nuestro calendario floral, ilustrado con Young Woman With a Basket of Flowers de Federico Andreotti.

¡Bienvenido julio!

Damos la bienvenida a julio con nuestro calendario, en esta ocasión ilustrado con un cuadro de Thomas Benjamin Kennington, Lady Reading By A Window.

Copia de Various Colors Scenery Photo Calendar(1)

Bienvenido mayo: nuevo calendario

En La Casa Victoriana damos la bienvenida a mayo con nuestro nuevo calendario, ilustrado con un cuadro de nuestra temática de este año, mujeres y libros, Retrato de una joven, de Erich Ernst Heilmann.
Copia de Various Colors Scenery Photo Calendar

Bienvenido abril

Damos la bienvenida a abril, con un nuevo calendario de La Casa Victoriana ilustrado, como todos los meses, con un cuadro que tiene como protagonista a una dama leyendo. En esta ocasión el cuadro es Ensueño de John Bostock.

Various Colors Scenery Photo Calendar(5)

¡Bienvenido febrero!

¡Bienvenido febrero!
El cuadro que ilustra nuestro mes de febrero es una preciosidad titulada A Summer Beauty, perteneciente a la escuela pictórica inglesa del siglo XIX y cuyo autor es anónimo.

Podéis descargarlo en la opción “guardar foto” del botón derecho del ratón, después de “pinchar” en la imagen.

 

Various Colors Scenery Photo Calendar(2)