Lord y Lady Blessington

En todas las épocas de la historia han existido personajes, que por diferentes razones se convirtieron en un punto de referencia para sus contemporáneos, que vieron en ellos alguien a quien imitar ya que con sus actitudes, gustos o simplemente sus ropas creaban tendencia. Este es el caso de Lord y Lady Blessington, un matrimonio muy popular en el periodo conocido como Early Victorian, y del Conde D’Orsay con el que se relacionaron íntimamente.

Lord y Lady BlessingtonMargaret Power de soltera, Margaret Farmer, después de su primer matrimonio, o Marguerite Condesa de Blessington, nombre afrancesado y título que adoptó después de su matrimonio con el Conde de Blessington – fueron dos de los personajes imprescindibles en los salones de la alta sociedad victoriana, durante la primera mitad del siglo XIX.

Su relación con el Conde D’Orsay, conocido dandy de la época, hombre con un destacable encanto personal y no menos talento, dio pie a rumores, escándalos y envidias entre sus coetáneos. Su historia forma parte de la crónica no sólo social, sino intelectual de los inicios de la época victoriana.

Lord Blessington era un conde irlandés, descendiente lejano de los Estuardo escoceses, que había heredado propiedades en Irlanda y Escocia que le proporcionaban una magnífica renta anual.

Sus gustos extravagantes, de los que ya hacía ostentación desde edad temprana, y su pasión por el exhibicionismo se vieron aumentados por el hecho de recibir una cuantiosa herencia, convirtiendo su vida en casi un desfile, donde el conde siempre llamaba la atención por sus llamativos ropajes o complementos de ultimísima moda. En los salones victorianos el Conde de Blessington nunca pasaba desapercibido.

Su excentricidad hizo que se construyera un teatro en su hacienda irlandesa, en el cual se representaban obras teatrales. Estas obras eran representadas por compañías de actores londinenses contratadas especialmente para la ocasión.

El propio conde se mezclaba con los actores y actrices, pues le encantaba vestirse y «desfilar» con los ropajes más exóticos, desde príncipe oriental a emperador romano. El gran deseo del conde era «ser visto», lo que se convirtió casi en una obsesión.

Tanto le gustaba la vida del escenario que pidió en matrimonio a una bella actriz de la época Mary Campbell Brown; ante la imposibilidad de casarse, pues ella ya lo estaba, decidieron vivir juntos, con el consiguiente escándalo entre la alta sociedad victoriana, y  tuvieron dos hijos, considerados ilegítimos por la ley. Cuando el marido de ella murió, se casaron y Mary se convirtió en la Condesa de Blessington, dando a luz, poco después, a los dos únicos hijos considerados legítimos del matrimonio: una niña, Harriet, y un varón, el heredero del título de conde.

Poco duró la felicidad del matrimonio, pues Mary Campbell murió al poco tiempo y a la muerte de ella le siguió la de su hijo legítimo, dejando al conde viudo a la edad de 40 años y sin un heredero para el condado de Blessington.

Pero ni siquiera la tristeza aplacó los deseos de exhibicionismo y de llamar la atención del Conde: se gastó en la ceremonia fúnebre de su mujer la exorbitante cantidad 4000 libras de la época, siendo el entierro de la esposa del conde uno de los acontecimientos más destacados y comentados del momento.

Pero poco le duró el luto al conde, que poco después estaba disfrutando de la agitada vida social londinense y derrochando su fortuna en caprichos cada vez más ostentosos. Fue en esta época en la que una bellísima mujer llamada Margaret Power, o Margaret Farmer, su nombre de casada, a quien ya había conocido hacía años, volvió a cruzarse en su vida.

Margaret Power era la cuarta hija de un terrateniente irlandés que encarnaba todos los vicios de la época: pendenciero, violento, bebedor y derrochador, que arruinó y aterrorizó a su familia hasta el día de su muerte.

En un baile del Regimiento de Infantería ,el capitán Maurice St.Leger Farmer, conocido entre sus compañeros por su carácter violento e intratable,  se encaprichó de Margaret hasta la obsesión, aunque  en aquel momento sólo tenía catorce años. Ante la negativa de la joven a casarse con él, concertó un matrimonio directamente con su padre a cambio de dinero. Su padre, que vio no sólo la posibilidad de deshacerse de uno de sus hijos sino de ganar algo de dinero con ello, aceptó inmediatamente, por lo que la joven Margaret se vio obligada a casarse con el capitán.

En su vida de casada, Margaret sufrió todo tipo de crueldades por parte de su marido, tanto de tipo físico como psicológico, realmente más de lo que pudo soportar, por lo que regresó a casa de padres, donde a pesar de ser recibida con reproches se sentía a salvo de la violencia de su marido y con el suficiente dinero, que éste le había dado, para vivir dignamente.

Margaret pronto abandonó Irlanda y se mudó a Londres donde se encontró a algunas personas relevantes que había conocido durante su matrimonio en Irlanda. Además, la niña delgada y paliducha se había convertido en una bella dama con ambiciones artísticas y literarias. Pronto el viudo Lord Blessington quedó encandilado de Margaret Farmer, y a la muerte del marido de ésta, contrajeron matrimonio.

De la mano del Conde de Blessington, Margaret, ahora convertida en Marguerite, Condesa de Blessington, se introdujo en los salones y fiestas de la alta sociedad victoriana, donde pronto comenzó a destacar por su ingenio, su belleza y su estilo. Lady Blessington era el punto de referencia de las mujeres de la época en cuanto a moda y complementos, y todo cuanto la Condesa hacía o llevaba creaba rápidamente tendencia.

Pronto Lord y Lady Blessington se convirtieron en imprescindibles en cualquier acto de relevancia y sus fiestas en todo un acontecimiento. Lady Blessington, con su exquisito gusto, organizaba fantásticas veladas a las que acudían desde políticos a los artistas más relevantes del momento. Pero este estilo de vida conllevaba un gasto ingente y el conde se vio obligado a hipotecar parte de sus propiedades y a acudir a prestamistas.

Todo ello no hubiera sido necesario si los condes hubieran hecho una correcta administración de sus rentas. Pero al Conde le gustaba destacar en sociedad y vivir con todo tipo de excentricidades, y Lady Blessington lo apremiaba para organizar las más llamativas fiestas de Londres y ser la mejor de las anfitrionas, no en vano se había casado  con el conde a los 28 años y en la plenitud de su belleza no por amor sino para escapar de una vida miserable, ascender en la escala social y acceder a los salones victorianos de clase alta de Londres.

Pero Margaret pronto se aburrió de su marido, un hombre sin ninguna inquietud artística, y del ambiente londinense que dejaron de tener interés para ella. Así que le propuso al conde un viaje por Europa, a lo que él, siempre dispuesto a las novedades, accedió.

En una de las etapas de su viaje conocieron al Conde D’Orsay. Marguerite y D’Orsay se sintieron profundamente atraídos uno por el otro. Lord Blessington, por paradojas de la vida, se convirtió en un admirador del talento y el estilo de D’Orsay, un referente en moda masculina y estilo para todos los caballeros de la época. Tanta fue su admiración que le propuso, a cambio de la exagerada cantidad de 40,000 libras, un matrimonio con su hija Lady Harriet, una joven de 14 años, a lo cual D’Orsay accedió, a pesar de estar profundamente enamorado de Marguerite.

Se cree que la verdadera razón de la aceptación del matrimonio por parte de D’Orsay fue acallar el escándalo que su relación con Lady Blessington había provocado en la conservadora sociedad victoriana. Casándose con la hija tenía una excusa para estar cerca de la madrastra.

A la muerte de Lord Blessington, D’Orsay se vio obligado a seguir con su matrimonio, concertado y aparentemente no consumado, con la hija del Conde y a no poder vivir su relación con la viuda Lady Blessington. Algunos años después renunció a su mujer y decidió vivir definitivamente con Marguerite a pesar del escándalo.

La notable pareja, ella como la perfecta y elegante anfitriona, él como un oráculo de la moda y el estilo, pronto convirtió su hogar de Gore House en el punto d referencia de todos los artistas, intelectuales y notables de la época. Eran la pareja «fashionable» del momento y todos querían formar parte de su círculo de amistades.

Pero, a pesar de que D’Orsay era un pintor con talento  y Lady Blessington escribía novelas – su libro que ha pasado a la posteridad es Conversaciones con Lord Byron – las rentas de las que disponían no podía soportar todas las excentricidades y lujos con los que vivían, por lo que las deudas y los acreedores se acumularon pronto, viéndose obligados a vender sus obras de arte, porcelanas, volúmenes de su biblioteca e incluso sus muebles. La situación se volvió muy crítica y el Conde D’Orsay marchó a París para pedir ayuda a Luis Bonaparte del que siempre había sido fiel partidario. La ayuda llegó demasiado tarde.

Lady Blessington, la mujer que había sido la referencia del Londres más moderno e intelectual, murió arruinada en 1849; tres años, en 1852, después D’Orsay murió en París.

(Este post está dedicado a Laura, que de alguna manera me sugirió la idea para hablar de Margaret Farmer y de su influencia sobre las mujeres de la alta sociedad victoriana)