Edith Holden

No one who can read,

even looks at a book, even unopened on a shelf, like one who cannot

Charles Dickens

Hay libros que son capaces de transportarnos a otras épocas, que nos hacen pensar, sentir, admirar, amar o rebelarnos ante las circunstancias que se narran. En algunas ocasiones nos sentimos como espectadores silenciosos, observadores de un argumento que no nos deja indiferentes, pero en el que nunca interferiríamos para cambiar ni una sóla palabra, ni una única coma y, otras en las que nada nos gustaría más que ser los protagonistas y vivir cada una de las vivencias que se narran, para disfrutarlas o poder cambiar su rumbo a nuestro gusto.

Hay libros que nos hacen comprender circunstancias de épocas pasadas y otros en los que contemplamos con cierta resignación y mucha desolación cómo las cosas no han cambiado tanto como deberían, como los modelos sociales se siguen repitiendo y el ser humano parece no haber aprendido de sus errores.

Pero existe lo que yo denomino de una manera un poco infantil libros bonitos: libros para sentarse en día de verano bajo la sombra de un árbol sin más intención que curiosear por sus páginas, llenarnos de luz y color con bellas ilustraciones mientras las acompañamos del dulce romanticismo de Keats, de la pasión de un soneto shakesperiano o simplemente de anotaciones personales escritas con una bella caligrafía. En este grupo incluiría los dos libros que me gustaría compartir con vosotros: The Country Diary of an Edwardian Lady y The Nature Notes of an Edwardian Lady, de Edith Holden.

Pero, más allá de la belleza visual, debemos hacer justicia a estas pequeñas joyas de la ilustración que reflejan la vida y experiencias de una artista excepcional y una mujer en continua lucha contra los convencionalismos.

The Country Diary of an Edwardian Lady y The Nature Notes of an Edwardian Lady

Aunque durante su vida Edith Holden (1871-1920) fue una reconocida ilustradora victoriana de cuentos y rimas infantiles, su obra permaneció en el olvido hasta que en los años 70 su sobrina-nieta le mostró un libro de herencia familiar a un editor, que rápidamente reconoció en él un pequeño tesoro.

El libro era una colección de delicadas acuarelas de temática natural: la flora y fauna, las estaciones, la granja… con valiosas descripciones, que revelaban unos conocimientos más que notables de botánica y zoología. Anotaciones personales, versos de los más destacados poetas británicos y rimas populares, completaban un cuaderno de una belleza casi insuperable.

El libro, datado en 1906 y publicado en 1977 en formato facsímil -lo que le da un valor añadido a la singularidad de la obra- fue un éxito de ventas que en el año 2000 había alcanzado más de 6 millones de copias.

La vida de Edith Holden, como muchas otras heroínas victorianas que han acudido a La Casa Victoriana, fue bastante singular para una mujer de su época.

Su padre, un fabricante de barniz, conocido por su filantropía, y su madre, biógrafa de santas, compartían rígidas y conservadoras ideas religiosas que intentaron transmitir a sus cuatro hijas. Pero también le inculcaron el amor por las disciplinas artísticas, en especial por el dibujo y la pintura; por ello animaron a sus hijas a encaminarse al mundo del arte matriculándolas en la Birmingham School of Art.

Todas ellas se dedicaron a la pintura y ilustración, pero fue Edith quien puso un especial interés en reflejar la naturaleza con sus formas y colores a través dela pintura, razón por la cual acudió a clases con el pintor John Adam, en cuya granja los estudiantes podían estudiar, pintar a los animales y estudiar el mundo de la naturaleza como espectadores privilegiados.

Holden expuso su obra en la Academia de las Artes de Birmingham, pero como otras mujeres pintoras no fue tomada en serio por sus contemporáneos. Para la sociedad victoriana un pintor era un artista, pero una mujer que pintaba sólo era una dama con un talento pictórico que empleaba como pasatiempo, como la costura o la música.

El único resquicio para mostrar su arte y poder vivir de él, era ilustrar libros infantiles. Edith se rindió a la evidencia de que, a no ser de este modo, no podría dedicarse a su pasión por el arte, así que se empleó con devoción al mundo de la ilustración infantil, llegando a ser una reconocida artista en este campo.

Pero nunca olvidó su auténtica pasión por reflejar en coloristas acuarelas el mundo natural, recogiendo en un diario deliciosamente ilustrado sus experiencias y su visión de la naturaleza, proporcionándonos, además, una interesantísima visión de su propia vida, sus gustos e inquietudes.

Este diario se completó con un segundo cuaderno encontrado más tarde y publicado en 1987 con el título de The Nature Notes of an Edwardian Lady, y tan recomendable como el primero.

La vida de Edith Holden transcurrió por el límite de lo considerado convencional para una mujer de su tiempo. A la edad de 40 años, edad muy tardía para una dama victoriana,  se enamoró apasionadamente de Ernest Smith, un escultor 7 años más joven y haciendo caso omiso a las desaprobaciones familiares y sociales se casaron y se mudaron a Chelsea, para participar activamente del círculo artístico londinense.

 En 1920, mientras observaba unos brotes de castaño para reflejarlos en su obra, Edith se cayó al Tamésis, muriendo ahogada. Su marido falleció poco tiempo después inacapaz de superar su pérdida.

Hoy, gracias a su familia y un avispado editor, podemos disfrutar de la obra que Edith Holden quiso exponer y publicar, intención que en su momento le fue negada. Ambos libros están a la venta y se pueden conseguir de segunda mano – los míos lo son- a precios muy asequibles y en casi perfectas condiciones de uso. Me consta que alguno de ellos ha sido publicado en castellano, pero sin desmerecer la edición, os recomendaría las ediciones inglesas, merece la pena el esfuerzo de leer los poemas en la versión original.

En 1984, se rodó una serie de 12 episodios para la televisión británica, basada en la vida de  ilustradora y su trabajo, titulada igual que su cuaderno The Country Diary of an Edwardian Lady. No puedo opinar de ella, ya que no la he visto, pero las críticas no fueron demasiado brillantes, superando por poco margen el aprobado.

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Me gustaría agradecer sinceramente todos vuestros comentarios y felicitaciones, especialmente a aquellos blogs amigosque me habéis otorgados premios con tanto cariño. Me ha hecho mucha ilusión ver como La Casa Victoriana os gusta tanto por su contenido como por su diseño.

Pero también debo pediros disculpas por la tardanza en responder a los comentarios y preguntas que me hacéis. No es dejadez ni desinterés, sólo falta de tiempo para contestar como me gustaría.

Como podéis observar, las puertas de La Casa Victoriana no se abren muy a menudo con nuevos posts – y lo digo con resignación. El cuidado que trato de poner en la elección de los temas, el contenido riguroso y la búsqueda de las imágenes que los acompañan me llevan más tiempo del que habitualmente dispongo y la publicación se va ralentizando. Os confieso que cada publicación significa para mí el éxito de un esfuerzo personal.

Debo comentar algo acerca de las bellas imágenes que aparecen en el blog: muchas de ellas son de mis libros, o de la época victoriana libres de derechos de autor, otras las encuentro en internet;  si son privadas pido permiso al artista para su publicación, si veo una imagen adecuada y no puedo contactar, incluyo su autoría, bien al final de la entrada o al pinchar sobre la imagen. Si alguien pudiera sentirse molesto, que contacte conmigo y serán retiradas lo antes posible. Este blog no tiene ánimo de lucro, sólo de difusión cultural y no pretende ni ofender ni aprovecharse del trabajo y la creatividad de otros.

Y, es cierto – tienes toda la razón, Laura – que el blogroll necesita una actualización urgente. Mientras no me pongo con ello, os recomiendo enlazar con las páginas de muchos amigos que me visitan, muchas de ellas con contenido afín y otras muy interesantes.

Espero poder subsanar estas carencias lo antes posible y poder seguir compartiendo hechos y personajes de esta maravillosa época con todos y todas.