Mujeres y periodistas: crónicas desde el olvido

Como todos los años en el Día de las mujeres, La Casa Victoriana quiere rendir homenaje a aquellas pioneras que con su valentía se abrieron caminos en profesiones habitualmente copadas por hombres, y, que por razones sociales fueron relegaladas a la sombra durante décadas.

En esta entrada hay solamente unas pinceladas biográficas de algunas de algunos nombres destacados en el mundo del periodismo – que habitualmente alternaron con otros trabajos o facetas artísticas- , pero, afortunadamente, si queréis profundizar en su vida y obra podéis encontrar múltiples artículos en la red, reivindicando sus figuras como mujeres pioneras en su profesión.

Nellie Bly, la reportera más intrepida y valiente

La norteamericana Elizabeth Jane Cochran adoptó el pseudónimo de Nellie Bly para adentrarse en un mundo reservado a los hombres como era el periodismo. Nellie fue más allá de ser una periodista de redacción para convertirse en la primera reportera de investigación de la historia.

Sus reportajes que más repercusión tuvieron fueron su infiltración en un hospital psiquiátrico, haciéndose pasar por una enferma, para denunciar los terribles tratamientos a los que eran sometidos los internos ( y en el que casi pierde no sólo la salud mental sino la vida) y su vuelta al mundo en menos de 90 días, toda una hazaña en la época.

Elizabeth Magie: periodista y creadora del juego en el que se «inspiró» el Monopoly

Elizabeth Magie fue una periodista norteamericana, seguidora de las nuevas doctrinas económicas de principios del siglo XX.

Magie inventó El juego del propietario (The Landlord’s Game), un juego que mediante la estrategia trataba de demostrar que el sistema económico era tremendamente injusto, ya que, aún partiendo todos los jugadores en igualdad de condiciones el más sagaz, o el que tuviera más suerte, podía dejar a los demás en la miseria.

Elizabeth patentó el juego en 1904. Pero en 1953, Charles Darrow patentó una versión casi idéntica del juego llamándole Monopoly y se lo vendió a Parker Brothers que lo comercializó convirtiéndolo en el popular juego que conocemos hoy.

Darrow se hizo millonario y Magie, no sólo no se enriqueció (aunque en 1973 se reconoció su invento y su patente y fue indemnizada con 500 míseros dolares) sino que fue olvidada por la historia.

Carmen de Burgos «Colombine» escritora, periodista y reformista

Carmen de Burgos, también conocida como Colombine nació en 1867. Maestra de carrera fue una mujer polifacética con una extensa obra como escritora y periodista, además de ser reconocida como la primera corresponsal de guerra española.

Viajera empedernida, dejó constancia de de su contacto con diferentes culturas y países en libros y manuales, así como en crónicas periodísticas. Tener que trabajar en un mundo dominado principalmente por periodistas y cronistas masculinos nunca fue un impedimento para ella.

Sus ideas femenistas y reformistas chocaron frontalmente con la ideología tradicional de la época, lo que no frenó a Carmen a la hora de expresar sus creencias sobre el papel de la mujer en la sociedad y su posición frente a temas como el divorcio, el sufragio universal y el acceso de las mujeres a la educación como medio para valerse y pensar por sí mismas.

Tras la Segunda República, Carmen de Burgos, Colombine, quedó silenciada y desaparecida por quienes cumplieron esa misión: la de borrar la figura, la obra y el legado de una de las escritoras más importantes del primer tercio del siglo XX, primera redactora en plantilla de un periódico español y la primera mujer española corresponsal de guerra.

Katharine Sergeant White: primera editora de ficción de la revista The New Yorker

La historia personal de Katharine Sergeant White es poco corriente para la época en la que le tocó vivir. Divorciada de su primer marido y con dos hijos, se inició tardíamente en el ámbito periodístico. Casada en segundas nupcias con el escritor E. B. White, redactor y escritor de cabecera de la revista New Yorker y conocido por su cuento infantil La telaraña de Carlota, consiguió un puesto de correctora y lectora de manuscritos a tiempo parcial en la misma revista.

Gracias a su intuición para descubrir nuevos talentos, pronto consiguió ser ascendida a editora del Departamento de Ficción, siendo la primera mujer en ocupar este puesto, que mantuvo hasta su jubilación. Sus opiniones tuvieron gran influencia en los ambientes literarios estadoudinenses y se le atribuye el descubrimiento y patrocinio de escritores tan afamados como Vladimir Nabokov o John Updike.

George Eliot: adoptando un nombre masculino para ser tomada en serio

El 22 de noviembre de 1819, nació la novelista y poetisa inglesa Mary Ann Evans, más conocida por su pseudónimo de George Eliot. Educada en una familia conservadora de profundas convicciones religiosas, Mary se rebeló contra estas creencias y adoptó un pensamiento racionalista intelectual.

Mary Evans viajó por Europa y trabajó en diferentes revistas y periódicos escribiendo reseñas literarias, antes de publicar sus propias obras bajo el alias masculino de George Eliot, nombre que adoptó para ser tomada en serio y no como una escritora de romances.

Su relación con el periodista George H. Lewes, casado, fue todo un escándalo en la época victoriana por el que fue social y literariamente relegada durante un tiempo.

Entre sus obras más celebradas están El molino del Floss, Silas Marner, Daniel Deronda y Middlemarch obras que por su enfoque rebelde y feminista escandalizaron a gran parte de la sociedad victoriana.

Amelia Ann Blandford Edwards: la voz del viajero responsable y respetuoso

Amelia Ann Blandford Edwards fue una novelista, periodista, viajera y egiptóloga británica. Desde muy joven demostró un sobresaliente talento para la poesía y la novela, publicando varios de sus escritos a través de periódicos y revistas y alcanzando el éxito con novelas como Barbara’s History, y con Lord Buckenbury, de la que se llegaron a hacer 15 reediciones. De espíritu inquieto, decidió viajar a Egipto en compañía de unos amigos, quedando inmediatamente fascinada por el pueblo y la cultura egipcia.

Sus viajes a Egipto los documentó en su libro A Thousand Miles Up the Nile, un masivo éxito de ventas, con el que comenzó una concienciación social por la protección de los tesoros y monumentos egipcios y la reivindicación de un turismo responsable y respetuoso con las culturas que visitaba.

Aurora Bertrana, la cronista que escandalizó desde la Polinesia

Nacida en Girona, su pasión por las letras la llevó a escribir desde una edad temprana. Su familia no veía con buenos ojos que una señorita se dedicara al mundo de la literatura por lo que decidieron encauzarla hacia el mundo de la música, que consideraban más propio de una dama.

Rebelde y libre, Aurora vio en sus clases de música una magnífica oportunidad de salir del yugo familiar y descubrir todas las posibilidades que le brindaban los felices años 20. Uno de los modos de soltar los lazos familiares fue mediante el matrimonio, que aunque no salió como estaba previsto pues pronto descubrió que su esposo no le había dicho toda la verdad y estaba completamente arruinado, fue una magnífica oportunidad para ver mundo y liberarse de la conservadora sociedad occidental instalándose en la Polinesia, un país exótico y misterioso para sus contemporáneos.

Desde allí, Aurora enviaba crónicas de su vida cotidiana y de las costumbres de la sociedad entre la que tan feliz y libre se sentía. Sus artículos eran esperados con impaciencia por los lectores del diario catalán que los publicaba, y sus opiniones y experiencias eran comentados con una mezcla de curiosidad y escándalo a partes iguales, ya que el amor libre o la poligamia eran relatados por Aurora con una normalidad impensable para la época.

Todas las fotografías Vía Pinterest.

Feministas y reformistas victorianas

Hoy 8 de Mayo, Día internacional de la mujer, como todos los años, La Casa Victoriana homenajea a aquellas mujeres victorianas que por sus actos, su lucha, su vida y sus ideas, en momentos adversos para su condición de mujer, deben ser un referente no sólo para las mujeres sino para la sociedad en general.

Muchas de ellas han sido casi olvidadas, otras están siendo rescatadas del olvido y recuperando su lugar en la historia. A ellas, las desconocidas, las casi olvidadas dedicamos nuestro artículo de hoy.

 

Fanny Blood

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¿Fanny Blood? No tengo seguridad de que la mujer del retrato sea realmente Fanny

Frances «Fanny» Blood, no vivió durante la época victoriana sino durante el periodo Regencia. Esta pintora y profesora inglesa fue la mentora de Mary Wollstonecraft, además de su mejor amiga – en sus memorias, el marido de Mary afirmó que Fanny más que una amiga había sido casi una malsana obsesión para su esposa Mary, insinuando una relación entre ambas que había ido más allá de la amistad, aunque dada la animadversión que sentía por su esposa, fallecida cuando publicó su libro, nunca sabremos que había de realidad o de maledicencia en las palabras de William Godwin.

Aunque Fanny nunca publicó escritos sobre sus pensamientos, de sus ideas educativas y sus concepciones intelectuales surgieron las escuelas que fundó con las hermanas Wollstonecraft, en las que además de instruir a las jóvenes, recogían y ayudaban a mujeres abandonadas por sus familias, creando una suerte de escuela-pensión donde no sólo podían alcanzar unas habilidades básicas para mantenerse en la vida, sino que allí encontraban cuidado y refugio.

Dada la complejidad de la idea y la dificultad para captar fondos para su manutención, (demasiado innovadora para el siglo XVIII, las diferentes escuelas que fundaron tuvieron que cerrar.

Pero el gran mérito de Fanny Blood  fue instruir, abrir la mente y educar a una de las grandes intelectuales y feministas de la historia, Mary Wollstonecraft, que a su vez trasmitió sus ideas de una vida lejos de toda convención a su hija, la escritora y poetisa Mary Shelley.

 

Annie Bessant

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Annie Bessant (1847-1933)

Annie Bessant nació en 1847, en Londres, aunque su ascendencia era irlandesa. Muy orgullosa de sus orígenes Annie nunca ocultó sus ideas políticas, a favor de la independencia de Irlanda y del autogobierno de la India, en un tiempo en el que una mujer no opinaba de política, ni en público ni en privado, y si lo hacía, su opinión no era tenida en cuenta.

La desgracia de la ruina económica en su familia trajo una educación inesperada para Annie, ya que fue criada por una amiga de su madre, Ellen Marryat, hermana del  escritor Frederick Marryat. Ellen no sólo le dio una educación privilegiada sino que le proporcionó la oportunidad de viajar por Europa, además de transmitirle elevados valores como ciudadana y como mujer: una mujer fuerte y preparada podía conseguir lo que se propusiera independientemente de su sexo.

Su marido, un clérigo con el que tuvo dos hijos, la echó de casa después de que Annie se negara a que él se quedase con el dinero que ella ganaba con sus cuentos, la amonestase por tratar de organizar a los campesinos sindicalmente para reclamar sus derechos, por renunciar a su religión a favor del laicismo y por enorgullecerse de sus ideas políticas.

Liberada de su matrimonio, Annie se volcó en la defensa activa de los derechos de las mujeres, la organización de sindicatos obreros para que las mujeres que trabajaban en las fábricas defendiesen sus derechos, la libertad de pensamiento y de prensa para poder expresarlo y difundirlo, el derecho de las mujeres a ganar su propio salario y poder administrarlo – como ella hacía con lo que ganaba como escritora para el National Reformer– y el control de la natalidad como medio de liberar a las mujeres más pobres de tener un embarazo tras otro sin medios para alimentar a sus hijos.

Sus ideas del control de la natalidad como reforma social se plasmaron en el libro Fruits of Philosophy, que la llevaron a ser acusada de inmoral e inducir a la corrupción moral, por lo que fue encarcelada.

 

Josephine Butler

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Josephine Butler (1828-1906)

Josephine Butler fue considerada una de las primeras feministas británicas. Desde su juventud se implicó en campañas para promover el acceso de las mujeres  de los estratos sociales más desfavorecidos a la educación.

Una de las labores  por la que es principalmente recordada es por el intento de ofrecer cuidado y atención médica a las prostitutas. Desde sus creencias fervientemente cristianas, consideraba que las condiciones de miseria en las que sobrevivían estas mujeres con sus hijos eran algo intolerable. Josephine consideraba la prostitución como una forma de explotación masculina sobre las mujeres y denunciaba la doble moral victoriana que promovía la prostitución  y, al mismo tiempo,  perseguía y encarcelaba a las prostitutas.

 

Elizabeth Cady Stanton

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Elizabeth Cady Stanton (1815-1902)

Elizabeth Cady Stanton, norteamericana , fue una figura destacadísima dentro del movimiento feminista del siglo XIX, reivindicando no sólo los derechos de la mujer en los ámbitos sociales, sino en los laborales y políticos. Alumna aventajada de la americana Academia Johnston, veía como sus compañeras se veían obligadas a dejar sus estudios debido a las convenciones sociales y a sus «deberes femeninos» de casarse y formar una familia, mientras que sus compañeros de clase, muchos de ellos menos brillantes que ellas, podían seguir estudiando y desarrollando sus carreras en las universidades, entidades vetadas para las feminas.

Pero Elizabeth, dueña de una determinación brillante, decidió que ella no iba a escoger entre una vida familiar y profesional, sino que iba a luchar por realizarse como mujer en todos los aspectos que ella considerase necesario para su crecimiento personal.

Esposa y madre de una familia numerosa, el activismo de Elizabeth no solo no fue frenado por su marido sino que fue alentado por éste, que creía firmemente en la igualdad de derechos. Un marido que, entendió y aceptó (estamos hablando del siglo XIX) que Elizabeth se negara a pronunciar sus votos matrimoniales en los que se comprometía a obedecer y someterse a su esposo.

Convencida de que los objetivos que se proponía solo podían ser conseguidos con la unión de las mujeres organizó la primera convención de derechos femeninos en 1848, en Seneca Falls, cerca de Nueva York, a la que asistieron más de trescientas mujeres, un número de participantes increíble para la época. De esta convención salió la Declaración de Sentimientos, en las que las mujeres reclamaban la participación activa en la vida política y social, el derecho a la educación básica y superior y la independencia legal y económica de los hombres, ya fueran estos sus maridos, hermanos o tutores.

 

Susan B. Anthony

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Susan B. Anthony (1820-1906)

Susan Brownell Anthony, fue una activista, escritora, profesora y abolicionista estadounidense, además de una de las líderes del movimiento sufragista americano.

Anthony conoció a Elizabeth Cady en una conferencia antiesclavista y entre ellas se estableció una fuerte corriente de simpatía que las llevó a colaborar durante toda su vida en la organización de las mujeres de cara a la consecución de una igualdad en todos los ámbitos sociales, fundando el New York State Woman’s Rights Committee, organización muy activa en la segunda mitad del siglo XIX.

Firme defensora de sus creencias, Anthony viajó por todos los Estados Unidos difundiendo sus ideas e incluso consiguió ser recibida por el presidente Theodore Roosevelt, al que transmitió sus reclamaciones de una ley más igualitaria donde las personas pudieran participar en la vida pública independientemente de su sexo, raza o religión.

Como curiosidad, podemos recordar que la activista fue arrestada y multada por intentar votar en unas elecciones presidenciales, lo que se consideraba un delito en la época, ya que las mujeres no podían votar, ni, por supuesto, ser votadas.

 

Sarah Emily Davies

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Sarah Emily Davies (1830-1921)

Sarah Emily Davies, fue una figura fundamental dentro del feminismo británico por su defensa del derecho de la mujer a la educación, no sólo básica sino secundaria – las mujeres no podían presentarse a las pruebas para obtener una titulación mayor que la básica-  y, también,  universitaria. Su labor no sólo se ciñó al campo de la cultura sino también al de la política: fue una sufragista activa, que reclamó para las mujeres un papel determinante en un mundo político totalmente dominado por los hombres. Davies pensaba que la mejor manera de lograr sus objetivos era pasar a la acción, dando a conocer sus ideas y poniéndolas en práctica.  Creó el grupo de discusión Kensington Society y fundó la primera universidad para mujeres en Gran Bretaña, el Girton College, del que fue directora. Además editó una publicación feminista, The Englishwoman´s Journal.

 

Barbara Bochidon

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Barbara Bochidon (1827-1891)

Pedagoga y artista británica, nació de la relación extramatrimonial de un rico terrateniente inglés de ideas liberales y revolucionarias, Ben Smith y de Anne Longden.

Desde niña fue criada en un ambiente liberal, que la llevarían a colaborar con filántropos y trabajadores sociales. Profundamente convencida de que las reformas sociales eran necesarias para la sociedad británica, con un grupo de amigas comenzó a reunirse alrededor de 1850 en Langham Place para debatir sobre los derechos de los más necesitados y de las mujeres en particular. ESte grupo fue conocido como The Ladies of Langham Place. Este se convirtió en uno de los primeros movimientos organizados de mujeres en Gran Bretaña.

En 1858, con la ayuda de Sarah Emily Davies fundó el English Women’s Journal. En este periódico se hablaba de la igualdad de oportunidades laborales para hombres y mujeres, de la lucha por los derechos de las mujeres, el voto femenino y la necesidad de reformar las leyes para que las mujeres tuvieran más participación y atención social.

Con Davies creó la primera residencia universitaria para mujeres que existía en Inglaterra, el Girton College de la Universidad de Cambridge.

Aunque Barbara estaba casada con un médico francés, el matrimonio no fue un obstáculo para continuar con su implicación a favor de los derechos de las mujeres, empleando no sólo su tiempo sino su dinero en las causas a las que estaba entregada y contando para ello con el beneplácito y ayuda su esposo, el Dr. Eugène Bodichon.

¡Feliz Día internacional de la mujer!

 

 

 

The Governess: la Institutriz Victoriana

El 8 de Marzo celebramos el día de la Mujer Trabajadora, y me gustaría hacer un especial énfasis en la palabra celebramos porque, aunque bien es cierto que todavía falta mucho camino por recorrer, sinceramente creo que la situación de la mujer en el mundo laboral occidental ha avanzado de una manera efectiva en el último siglo.

Por ello me gustaría dedicar esta entrada a aquellas mujeres que fueron abriendo caminos, luchando por su independencia económica y el derecho a trabajar y a valerse por sí mismas, a base de grandes sacrificios y de enfrentarse a una sociedad que era reticente a otro modelo de mujer diferente al establecido.

De entre todas ellas he elegido a una figura tan popular como desconocida: la governess, la institutriz victoriana, una suerte de niñera, profesora, educadora y amiga.

Tomaré como fuente The Victorian Nursery Book, un interesante y recomendable libro escrito por Antony y Peter Miall, que recoge información, testimonios e ilustraciones de como funcionaban las nurseries victorianas, ese espacio dentro de la casa donde los más jóvenes de la casa pasaban largas horas acompañados de la nanny o de la governess.

How delightful it would be to be a governess! to go into the world; to enter a new life; to act for myself: to exercise my unusual faculties; to earn my own maintenance.

Agnes Grey, Anne Brönte

Así expresaba Agnes Grey, la protagonista de la obra de la menor de las Brönte, su ilusión por el inicio de su salida al mundo para ganarse su propio salario e independencia aprovechando la cultura asimilada durante sus años de juventud en la rectoría de su padre.

Pero la vida de una institutriz estaba llena de tristezas y sinsabores. En la época victoriana, una mujer era educada con una sola misión: conseguir un buen marido, o al menos, un marido. Aquellas que tenían la desgracia de no conseguirlo tenían pocas opciones de salir adelante, ya que para una señorita no había muchos oficios adecuados, aparte de costurera o maestra.

La mayor parte elegían el mundo de la enseñanza, ya que, al menos, les aseguraba un techo en una casa respetable, lo que hizo que, en un momento dado, fueran muchas las candidatas que optaban a estos puestos y estuvieran dispuestas a aceptar el trabajo por salarios realmente bajos. (Hay una divertida escena en el libro de P.L.Travers, Mary Poppins, donde se refleja la gran cantidad de candidatas que asistían a cada entrevista para un puesto de institutriz, aunque aquí Travers retrata a una serie de maestras que ningún niño querría tener, como contraposición a la dulce Mary que está a punto de llegar)

Una institutriz preparada y educada por alguna de las mejores instituciones inglesas podría solicitar un salario de 100 libras anuales, aunque la necesidad de trabajo hacía que la mayor parte de las mujeres aceparan trabajar por una décima parte de esa cantidad.

¿Cuáles eran las cualidades que una buena institutriz debía poseer para ser la candidata ideal para una familia de clase media-alta? Nada lo prodría explicar mejor que la Cassell’s Household Guide, una guía para el hogar tremendamente popular en la época Victoriana:

Cualquiera que pretenda ejercer una autoridad sobre las mentes de lo más pequeños debe ser, en el sentido más literal de la palabra, una persona superior. Una institrutiz no debe ser sólo versada en las materias que vaya a enseñar sino que debe ser un ejemplo para los niños que tenga a su cargo – en conducta, actitud y hábitos personales. Muchas de las cosas que aprendemos en los libros cuando somos niños apenas las recordamos de adultos, pero raramente olvidamos el ejemplo que nos han dejado nuestros mayores y nuestros maestros (…)

Por ello, además de una entrevista personal y en profundidad, muy diferente de las estereotipadas listas de preguntas para las aspirantes al servicio doméstico, en una institutriz se observaba con especial atención su estilo en el vestir, su sentido de la justicia, su humanidad así como el sentimiento de sacrificio y entrega a los demás. Sin olvidar una austeridad en el salario a percibir, aún entendiendo la familia contratante la necesidad de la trabajadora en pensar en su futuro y en el ahorro para los años de vejez (sic)

Pero si ello no parecía suficiente, una buena institutriz debía ser capaz de enseñar inglés, francés, alemán e italiano; tener conocimientos de pintura al óleo, acuarela y carboncillo, geografía e historia; poder transmitir enseñanzas y preceptos religiosos y morales, así como matemáticas. También debían ser buenas maestras de música, y a ser posible, saber tocar algún instrumento, preferiblemente violín o piano. Se le presuponía una buena voz para dar clases de música y canto, ritmo y habilidad para enseñar baile y maña para la costura.

Además, a menudo, luchaban con una nanny demasiado condescendiente, madres histéricas y niños mimados e ingobernables. Todo ello por un sueldo miserable, que no solía superar las 20 libras anuales y, a pesar de todas sus virtudes, sin negarse a remendar la ropa de los niños y aceptar trabajos más propios del servicio doméstico que de su propia ocupación.

Al mínimo error o fallo, real o imaginario, o lo que era considerado como tal por la familia, era despedida en el acto, quedando con su pequeña maleta desvalida en busca de un lugar donde dormir y con el único pensamiento de volver a encontrar trabajo. Era complicado encontrar a una institutriz que durara en una casa dos años, del mismo modo que prácticamente no se encontraba una nanny que no lo estuviera. Y, ante la imposibilidad de encontrar una governess adecuada, las familias comenzaron a optar por las daily governess, institutrices externas, seleccionadas por empresas de servicios doméstico, que no vivían en la casa familiar sino que acudían diariamente durante unas horas para realizar sus tareas.

En uno de sus escritos Lady Lubbock narra una reveladora conversación con su institutriz, que estaba a punto de abandonar a la familia, obligada por la edad de la joven que, según las normas sociales, ya no precisaba de sus servicios.

La dama recuerda una tarde de paseo por el muelle con su institutriz, un momento casi perfecto de calma y complicidad. Uno de esos momentos que estaba a punto de no repetirse jamás por la marcha de su maestra y donde con una punzada de tristeza le confesó que la iba a echar muchísimo de menos.

Miss Cutting, la institutriz, le contestó con dulzura pero sin perder la compostura: «Querida, no te entristezcas. No creo que me vayas a echar muchísimo de menos, aunque es normal que ahora pienses así. Tú vida está empezando; encontrarás nuevos amigos e intereses y no tendrás tiempo para echar de menos a nadie. Pero yo sí te echaré de menos a ti, porque mi vida no se abre sino que se está cerrando como es natural para alguien de mi edad y seré feliz sólo con que tengas un rato para acordarte de mí y escribirme».

Estas palabras de Miss Cutting resumen la vida de la governess, una mujer con una exquisita preparación, entregada en cuerpo y alma a su tarea, tan poco valorada como incomprendida. Ha sido representada a menudo como un ser desgraciado, arisco y carente de afecto, pero incluso esta actitud tiene su explicación: convivía con la familia más que ningún otro miembro del servicio doméstico, pero no era una más de la familia, la nanny la consideraba demasiado severa para tratar con sus niños y el servicio pensaba que era demasiado estirada para formar parte de ellos. Por todo ello, cuando no trabajaba, pasaba mucho tiempo sola en su cuarto, lo cual, a menudo, agriaba su carácter.

Afortunadamente, algunas veces, la vida de la institutriz no era tan triste, ya que encontraba el amor y la consideración que merecía entre algún amigo de la familia u otro miembro del servicio, habitualmente el maestro o preceptor de los jóvenes de la casa. Otras veces, pasaba de ser la governess de los más jóvenes a ser la dama de compañía de las mujeres de más edad de la familia, que precisaban de alguien de una preparación cultural adecuada y que además supiera de las normas sociales de comportamiento para acompañarlas en sus paseos o simplemente para conversar.

Charlotte Brönte, reflejó perfectamente la vida de estas mujeres  en las extraordinaria Jane Eyre, Villete y Shirley, y lo mismo hizo Anne Brönte en Agnes Grey.

Las protagonistas de estas novelas, gracias a las marcadas y particulares personalidades de las Brönte, que impregnan en todos sus personajes femeninos esa fuerza, distan mucho de ser esos seres entre patéticos y amargados para convertirse en mujeres llenas de fuerza y ganas de luchar , como otras tantas mujeres que a lo largo de los siglos han luchado por su independencia y su lugar en el mundo laboral.

Las governess de las Brönte son mujeres luchadoras, que analizan su entorno, lo sufren y lo disfrutan a partes iguales y que, frente a las adversidades de una mujer sola y sin dinero en una sociedad tan conservadora y clasista como la victoriana, son capaces de elegir su propio camino y a la persona con quien quieren compartirlo más allá de las convenciones sociales.

Sirva esta entrada como homenaje a estas mujeres, a menudo tan denostadas por la literatura y la leyenda, y tan preparadas para enfrentarse y adaptarse a un mundo continuamente cambiante.

8 de Marzo: Día de la Mujer Trabajadora

Hoy 8 de Marzo se celebra el Día de la Mujer Trabajadora; aunque esta conmemoración se celebró oficialmente por primera vez en 1911 como acto de reivindicación del derecho al voto, al trabajo y a la no discriminación laboral, lel día y la fecha fueron elegidos como recordatorio del 8 de marzo de 1908. En esta fecha 146 trabajadoras de la ciudad de Nueva York, pertenecientes a la fábrica textil Cotton murieron calcinadas a causa de las bombas incediarias que les arrojaron para tratar de desalojarlas de la fábrica, en la que se habían encerrado para protestar por sus bajos salarios y sus precarias condiciones de trabajo.

Un siglo después la situación de la mujer trabajadora, sobre todo en el mundo occidental, ha mejorado, no sin el esfuerzo de otras mujeres pioneras en la lucha a favor de la equiparación laboral y salarial; pero todavía queda mucho por hacer.

Las últimas cifras que ha hecho públicas Ayuda en Acción no son demasiado optimistas respecto al avance de la situación de la mujer en el ámbito laboral: seis de cada diez cuidadores no remunerados en el mundo son mujeres, el 40% de los no-asalariados son mujeres y lamentablemente esta proporción no ha variado positivamente en la última década.

Por otra parte la misma organización nos recuerda como sólo el 18% de la parlamentarias a nivel mundial son mujeres, lo que revela su escaso poder político en la toma de decisiones.

Además las mujeres siguen siendo el colectivo trabajador al que más le afectará la crisis, ya que refleja una tasa de paro más alta y la temporalidad de sus contratos y el trabajo a tiempo parcial le depararán en el futuro unas pensiones ínfimas.

Todo ello se agrava en los países del sur, donde la explotación laboral y física de la mujer alcanza cuotas que deberían avergonzar a los responsables políticos a nivel mundial, rozando niveles de esclavismo.

Por todo ello, y aunque hacerlo un solo día no es suficiente, parémonos un rato a reflexionar sobre si realmente estamos haciendo las cosas bien y sobre si nuestra sociedad está avanzando por los parámetros más adecuados de la equidad social y laboral de todos sus miembros.

Desde La Casa Victoriana queremos rendir nuestro homenaje a todas aquellas mujeres  victorianas pioneras – y sufridoras – del duro trabajo en las fábricas , en las casas y en las calles de la Inglaterra del siglo XIX, que lucharon por muchos de los derechos laborales que disfrutamos las mujeres trabajadoras del siglo XXI.