El Christmas pudding, una delicia navideña

«¡Supongamos que no esté bien cocido! ¡Supongamos que se rompa al sacarlo! ¡Supongamos que alguien haya saltado la pared del patio y lo haya robado mientras festejábamos la oca! – suposición que puso lívidos a los dos jóvenes Cratchit. Toda clase de horrores fueron supuestos.
¡Vaya! ¡Mucho vapor! El pudding se sacó del barreño. ¡Un olor como el de los días de hacer colada! Era el paño. Un olor como el de un restaurante situado al lado de una confitería y una lavandería. Era el pudding. La señora Cratchit volvió en medio minuto, acalorada pero sonriendo con orgullo, con un pudding como una bala de cañón moteada, denso y firme, flambeado con la mitad de medio cuartillo de brandy y adornado con acebo en la parte superior.»

Cuento de Navidad. Charles Dickens.

Los orígenes

‘The plumb-pudding in danger: – or – state epicures taking un petit souper’ National Portrait Gallery

El Pudín de Ciruela inglés, o Christmas Pudding, servido al final de un banquete navideño, es uno de los platos más destacados de todo menú victoriano que se precie. La historia de este famoso postre, al igual que su receta, es realmente curiosa e intrigrante.

En un primer momento, este plato era un entrante y no un dulce. Se cree que la receta original era celta y consistía en una mezcla de especias de trigo descascarado hervido en leche. A mediados del siglo XVII, las gachas de ciruela o el potaje de ciruela se asemejaban a una sopa espesa. Sus ingredientes principales eran avena y frijoles; también se le agregaban restos de carne y pescado para darle sabor . Este puré se servía para acompañar el plato principal de carne y se comía con cuchara.

Con el tiempo, los ingredientes básicos fueron cambiando y se añadió carne de cordero y de vaca hervida al caldo, complementándolo con migas de pan, pasas y ciruelas pasas, vino, especias, jengibre y clavo. Debemos tener en cuenta que la receta cambiaba según las necesidades y recursos de cada hogar, y, sobre todo, que los victorianos utilizaban la palabra “ciruela” para referirse tanto a ciruelas secas, como a pasas y grosellas.

Los 13 ingredientes del pudding

Una de las leyendas referidas al Christmas pudding es que debe tener 13 ingredientes, ni uno más ni uno menos. Supuestamente esta afirmación se atribuye a la Iglesia católica, que decretó el empleo de este número de ingredientes haciendo referencia a Jesús y los 12 apóstoles. La proclamación de este decreto nunca se ha podido confirmar y se duda que haya existido en algún momento histórico.

Fuera o no verdad, muchas familias utilizaban 13 ingredientes para la elaboración del pudding. Los 13 elementos más utilizados eran: zumo de limón o de naranja, harina, pan rallado, especias, sebo de riñón de vaca, huevos, frutas secas, miel o melaza, manzanas, almendras, cáscara confitada, brandy y azúcar.

King George Pudding: la tradición de Georgie Porgie

Otra de las historias sobre este plato hace referencia a la petición del rey Jorge I que pidió que se sirviera pudín de ciruelas como parte de la fiesta real durante su primera Navidad en Inglaterra, en el año 1714. A causa de esta petición ha pasado a la historia como ‘el rey pudin’. Incluso hay registros de la hora exacta en la que el nuevo rey probó el plato por primera vez: a las 6 pm del 25 de diciembre de 1714. Esta curiosa historia del Pudding King solo aparece recogida en el Pudding Book de May Byron, pero que no haya evidencias de su certeza no implica que el rey haya pasado a la historia como el introductor del pudding de ciruelas en Gran Bretaña e Irlanda e incluso, en la actualidad, se vendan pudding hecho con la receta «original» del pudding que se le sirvió.

Por qué Oliver Cromwell prohibió el pudding

La llegada de Cromwell al poder en 1640, después de la Guerra Civil inglesa trajo malos tiempos para la Navidad y, aunque parezca increíble, para el Plum Pudding. El gobernante que se definía como puritano, aplicó sus creencias religiosas estrictas al gobierno del país y a la redacción de las leyes. De acuerdo con las ideas de su fe, la Navidad, al igual que la Pascua eran fiestas católicas irrelevantes e innecesarias, que a lo único que incitaban era al pecado, al consumo de alcohol y al libertinaje.

Para proteger a la sociedad del país de prácticas perversas e inmorales se propuso la prohibición de la Navidad, y todo lo que conllevaba la festividad, incluidas las comidas tradicionales como el pudin de ciruela, que fue declarado ilegal. Cualquier iglesia o sacerdote que celebrara un oficio religioso sería detenido inmediatamente. Del mismo modo, aquel que fuera sorprendido haciendo o comiendo el popular pastel podía ser multado y enviado a prisión. La prohibición de la Navidad trajo un descontento social que desembocó en las protestas conocidas popularmente como Plum Pudding Riots.

La Navidad continuó celebrándose, aunque en secreto, hasta que el rey Carlos II la reinstauró en 1660, y el pudin sobrevivió como plato tradicional hasta convertirse en el siglo XIX, en el postre que conocemos.

El Stir-up Sunday

“Stir up, we beseech thee”, and be “plenteously rewarded [with] the fruit of good works” (“Remueve, te lo suplicamos”, y serás “recompensado [con] abundantemente el fruto de las buenas obras”)

The English Book of Common Prayer (1549).


Los victorianos tomaron las palabras del libro de oraciones al pie de la letra y se esforzaron por remover el pudin una y otra vez para sumar buenas obras a su vida. Este trabajo agotador comenzaba alrededor de seis semanas antes de Navidad, aunque se comenta que algunas familias empezaban los preparativos mucho antes; todo dependía del dispendio económico en leña y carbón para la cocina que cada familia podía permitirse.

Una vez mezclados los ingredientes los miembros de la familia se turnaban para removerlo de derecha a izquierda, durante todo el proceso de elaboración, que podía llevara días, semanas o incluso meses. El movimiento no era algo aleatorio sino que simulaba la ruta de oriente a occidente que siguieron los Reyes Magos para honrar al Niño Jesús.

Una vez mezclado todo, se le añadía como “ingrediente final” unas monedas con las que serían recompensados los comensales que tuvieran la fortuna de comer ese pedazo, símbolo de buena suerte para el resto del año. La pesada mezcla se ataba en un paño y se cocinaba durante horas.


El día de Navidad, después de varias horas más de cocción, la deliciosa masa, con su embriagador aroma a fruta, cáscara confitada, especias y licores se colocaba en el plato y se adornaba con una ramita de acebo roja y verde que contrastaba con el color oscuro del pastel.

Justo antes de servirlo se empapaba en brandy y se flambeaba para que llegara en llamas a la mesa, como cierre espectacular del festín navideño. Para acompañarlo se servía vino dulce de Oporto, queso inglés Stilton, frutas frescas y confitadas , castañas asadas, frutos secos y trufas de chocolate.

Qué se hacía con el pudding sobrante

El Christmas pudding era un final de fiesta contundente, y un pedazo solía ser suficiente para colmar las ansias del comensal más goloso. Si además, como ingredientes extra se le añadía manteca, crema agria y varios licores como brandy o ron, se convertía en un bocado de difícil digestión si se comía en abundancia.
En una casa victoriana, el pudin sobrante nunca se desperdiciaba. Una de los principales comidas de aprovechamiento del pudin sobrante consistía en freírlo en mantequilla y servirlo cubierto con azúcar, con ron o con ambos. Otro modo de prepararlo era humedecerlo desmenuzado y empaparlo en brandy; después se rellenaba con el una masa casera de hojaldre. Los trozos sobrantes también se utilizaban para crear pequeños pasteles humedecidos en brandy, cubiertos con merengue y, posteriormente, horneados. Otra receta para el pudin sobrante se elaboraba contándolo en pequeños trozos que se colocaban en una bandeja sobre la que se vería una natilla de huevo por encima y luego se horneaba.

En multitud de páginas de internet podéis encontrar diferentes y más o menos acertadas recetas para un pudin navideño. Recordad que para elaborarlo necesitaréis tiempo y sobre todo mucha paciencia.

¡Feliz Navidad victoriana!


Una tea party victoriana II

“Surely a pretty woman never looks prettier than when making tea.”

Mary Elisabeth Braddon, Lady Audley’s Secret

lcv2Serviermädchen – Emil Brack

La preparación

Como vimos en la entrada anterior, en una tea party todo está preparado hasta el último detalle.

El té se puede preparar en muchos tipos de tetera pero las mejores son de metal, para que retengan el calor durante el máximo de tiempo posible- habitualmente la tetera se colocaba en un soporte bajo el cual se ponía un pequeño hornillo por si era necesario calentar de nuevo el té o preparar más durante la reunión. La tetera debía tener un aspecto impecable: siempre limpia y brillante.

Para preparar el té se ponía en la tetera una cucharada de té y una taza de agua hirviendo por cada una de las invitadas y se dejaba infusionar por un periodo de alrededor de siete minutos.
Era sumamente importante cubrir la tetera para que el vapor no saliese. Para ello se empleaban los tea cozies, o cubreteteras.

En la época victoriana un cosy (o cozy) era una pequeña obra de arte bordada a mano con hilos y cuentas de cristal o de vivos colores, habitualmente representando flores o escenas de la naturaleza. Las telas podían ir desde el lino hasta la seda – aunque en los hogares más humildes se hicieran los cosies calcetados con lana.

Os dejo el enlace a una tienda que vende tea cozies victorianos para que podáis ver en diferentes modelos el maravilloso trabajo de costura, bordado y diseño de estos pequeños complementos de cocina.
http://www.rubylane.com/item/135488-1206tczy4/Superb-Antique-Victorian-Beadwork-Needlepoint-Tea

Sirviendo el té
Será la anfitriona la que personalmente sirva el té, preguntando a sus invitadas cuantas rodajas de limón y cucharadas de azúcar desean. La cortesía obliga a pedir una o dos cucharadas de azúcar solamente, aunque se prefieran más.
Nunca se debe solicitar leche si el té ya tiene limón.

Podía suceder que la anfitriona no tuviera leche para acompañar el té. En ese caso un batido de clara de huevo, mezclado con un poco de mantequilla podría ser un buen sustitutivo.

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Como sujetar la taza
Como no podía ser de otro modo, el modo en el que cada invitada sujetara la taza podía indicar al resto de las asistentes cuál era su educación y su clase social.

El modo correcto de sujetar una taza de té sería deslizando el índice por el asa de la taza hasta la primera falange, llevando el pulgar hasta la parte superior de la taza, mientras se sujeta el fondo con el dedo corazón – ver cuadro.

La taza no se elevará a la altura de la nariz para beber sino que se levantará hacia la boca perpendicularmente y se acercará a los labios de modo delicado.
Mientras se está bebiendo, la mirada de la invitada se dirigirá a su propia taza.
Nunca se beberá ni se probará el té con la cuchara.

Si una invitada estaba situada alejada de la mesa, se retirará el plato de la mesa sujetándolo con la otra mano.
Después de revolver azúcar del té, la cuchara debe colocarse en el plato. Nunca se debe beber con la cuchara dentro de la taza.

Mientras se conversa, las tazas deben quedar sobre la mesa. Si se desea más té, se colocará la cuchara en el platillo, pero si la cantidad es suficiente y no se desea ser servida de nuevo, la cucharilla debe mantenerse dentro de la taza hasta el momento de beber.
Evidentemente se evitará sorber el té o revolver el azúcar de manera ruidosa.

lcv3The Tea Room – Mabel Frances Layng

La duración ideal de una tea party.

Una invitación para tomar el té, si no era un encuentro entre amigas íntimas o familia, era un acto claramente social, por lo que la buena educación dictaba que no durara más de aproximadamente 45 minutos, tiempo suficiente para una breve y agradable conversación.

Como dictaba la cortesía victoriana, las invitadas enviarían una breve nota a la anfitriona a lo largo de la semana siguiente, agradeciéndole la invitación y destacando algún aspecto de la reunión.

George Goodwin Kilburne Afternoon TeaAfternoon Tea – George Goodwin Kilburne

Victorianos en la mesa

The Essential Handbook of Victorian Entertaiment es un pequeño libro tan interesante en su contenido como prolíficamente ilustrado por el inimitable Charles Dana Gibson.

Publicado en 2005 por Bluewood Books y adaptado por Autumn Stephens, el libro es una guía de buenas prácticas para organizar con éxito desde un tea party, cenas, veladas de negocios o entretenimiento en el hogar, con la garantía de que ni una sola de las estrictas normas sociales victorianas serán dejadas al azar.

La vestimenta requerida, la posición de los invitados en la mesa, el diseño, tamaño y redacción de las tarjetas de invitación, aceptar o rechazar la invitación, los temas y juegos más adecuados para cada ocasión…todo tiene cabida en este libro, que hace referencia a cada cuestión de un modo fidedigno, pero sin olvidar el tan necesario sentido del humor.

En resumen, este librillo sería la guía que todo anfitrión y anfitriona debían conocer para resolver con éxito cualquier situación social por complicada que fuera.

Algunas de estas normas son del más simple sentido común, aunque otras quizás nos puedan sorprender, ya que lo que es correcto o no, socialmente hablando, ha cambiado mucho a lo largo de los siglos.

En esta entrada vamos a centrarnos en el comportamiento que un victoriano debe tener en la mesa durante una cena con invitados.

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Cómo vestirse

Se aconseja para la anfitriona telas suntuosas y  de calidad, pero de colores tenues. Nunca se debe eclipsar a las invitadas.

La mejor elección para una mujer joven sería un vestido de seda en negro o colores oscuros, con cuello y mangas de fino encaje y joyas sencillas. Una anfitriona de más edad podría usar terciopelo, satén o encajes.

Las invitadas acudirán con trajes menos llamativos que para ir a la ópera o a un baile, pero sin perder la elegancia. En invierno se recomienda terciopelo y seda. En verano se podrán vestir telas ligeras y seda.

Ninguna dama debería vestirse con ropas no acordes con su status social. Sería considerado como el mayor de los errores y una increíble falta de gusto.

Aunque las costumbres se fueron relajando, exponer los brazos y el cuello era considerado como una falta de corrección. Cubrirlos con un ligera muselina era una buena opción.

En la elección del color hay que tener en cuenta que un vestido muy adecuado para la luz del día, quizás no resulte adecuado para su exposición a la luz de gas.

En el caso de los caballeros la elección es sencilla: la ropa, tanto de anfitrión como de invitados, consistía en pantalones, chaleco y chaqueta negros y corbata, camisa y guantes blancos.

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El delicado arte de la conversación

Una conversación de tono amistoso es ideal para cualquier fiesta. Esa conversación debe ser alegre y relajada.

Las reglas de la educación nunca pueden ser contrarias a los principios morales: lo que no puede considerarse educado no puede considerarse moral: nadie tiene derecho a ofender al resto de los comensales con malos modales o falta de educación.

La conversación debe ser general, aunque cada comensal debe sentirse obligado a entretener a su compañero o compañera de mesa.

Es posible que a la cena asistan invitados a los que un asistente a la cena nunca invitarían a su fiesta, pero si coinciden en una cena ofrecida por otros, es obligación de todos comportarse de un modo civilizado y cortés.

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Temas que deben ser evitados

No se debe expresar citas en latín o griego si sospechamos que el resto de los invitados desconocen las lenguas clásicas.

No es correcto hablar de temas médicos ni relacionados con enfermedades. Tampoco con ningún tema que consideremos inapropiado y que pueda de algún modo herir la sensibilidad de los comensales.

No se debe presumir del hecho de tener amistades pudientes, distinguidas o de sangre azul.

El jactarse de los viajes que se han realizado al extranjero, enumerándolos para procurar la envidia de los que no han podido viajar, se considera de un gusto  dudoso.

No es educado hacer comentarios sobre cualquier tema que pueda, directa o indirectamente, conducir a una discusión u ofender a cualquiera de los invitados. Por este motivo la política y la religión deberían ser cuidadosamente evitados.

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La etiqueta en la mesa

Hay que comer lentamente; según el código victoriano este sencillo gesto ayudará a mantener una buena salud y al mismo tiempo a comportarse con educación en la mesa.

Una persona educada trata a los camareros o al servicio con una educación exquisita, respondiendo siempre un «No, I thank you» o «If you, please». Tratar con displicencia a las personas que sirven la mesa dan una imagen pésima de los invitados o los anfitriones.

Unas ligeras alabanzas a la presentación y sabor de los platos, enorgullecerá a los anfitriones. Se debe huir de las exageraciones o elogios excesivos, esta actitud podría restarle sinceridad al elogio.

Hay que comer y beber con moderación; esto no sólo mejorará la salud sino que evitará el amodorramiento posterior a la comida, provocando una actitud poco deseable para la larga sobremesa y los entretenimientos que los anfitriones tengan preparados.

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Actitudes que se deben evitar

Si se encuentra algo desagradable en plato, como un cabello en el pan o una mosca en el café (ambas son frases que aparecen en la guía) no se deben hacer comentarios. Simplemente se apartan a un lado sin hacerlo notar públicamente. Sería descortés hacer que el resto de los comensales se sintiesen asqueados.

Nunca se debe hacer mención a la palabra «milk», aunque se sirva leche. La palabra elegante es «cream» y así se debe nombrar.

No se debe dudar que escoger cuando te ofrezcan un plato. También se considera poco cortés no coger la última rebanada de pan o de pastel y dejarla en la bandeja.

No es correcto llevarse comida de la mesa, aunque se cambie de habitación para hacer otra actividad. Del mismo modo nunca hay que abandonar la mesa a menos que sea a causa de una urgencia.

gibson 6Situaciones que deben ser especialmente evitadas por las damas

En el caso concreto de una dama todos los detalles deben ser cuidados al máximo: la imagen, la conversación, la actitud…Como comer la sopa o qué hacer con el hueso de una cereza podrían ser indicativo de la verdadera clase social de una dama. Incluso su elección del vino, o como comer los guisantes harían que la imagen de una mujer se resintiera de tal forma que no fuese invitada a otras cenas.

Si a una dama se le ofrece una copa de vino, se considera extremadamente descortés no aceptarlo. Cuando el vino le sea servido, hará un pequeño brindis con una sutil inclinación de su copa mientras mira a la persona que la ha invitado y lo acercará a sus labios tomando un sorbo apenas perceptible.

No está bien visto que una joven beba más de dos copas de vino durante la cena, aunque las mujeres casadas podían tomar cinco o seis copas sin ser juzgadas negativamente.

Ninguna dama debería utilizar guantes en la mesa.

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Situaciones que deben ser especialmente evitadas por los caballeros

La limpieza de las manos y las uñas es fundamental. Se considera un gran insulto que un hombre acuda con las manos sucias o descuidadas.

Cuando se trae un plato a la mesa, el caballero debe estar atento para no servirse si la dama que está sentada a su lado aún no ha sido servida. En ese caso debe servirla.

Los caballeros deben tener especial cuidado con el vocabulario y las formas en la mesa, y prestar siempre atención a las damas.

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Deberes de los anfitriones

Una buena anfitriona será siempre agradable y atenta, incluso en los momentos más delicados. Tendrá que ser capaz de no pestañear ni hacer un mohín de desagrado cuando algún invitado por accidente rompa la porcelana o las  copas de fino cristal que han pertenecido a su familia durante generaciones, o derrame su café sobre la elegante mantelería.

Por el contrario, llamará al servicio para que solucione el accidente lo antes posible, sin perder la sonrisa ni hacer que el invitado se sienta culpable.

Será la encargada de atender a los invitados y evitar que ninguno de ellos se sienta incómodo. Por ejemplo, si alguno de ellos comiese más lento que el resto de los comensales. La anfitriona también se demoraría en terminar su plato para no provocar que el comensal tuviese que apresurarse, al decatarse de que todos había terminado.

Nunca se enorgullecerá de una cena exitosa ni se disculpará de las posibles deficiencias que haya tenido.

Si la anfitriona es madre evitará que los niños aparezcan en el comedor.

Será la encargada de controlar la duración de la cena: dos horas serán adecuadas, más de tres horas se considerará demasiado larga. La anfitriona será la primera en levantarse para dar por concluida la velada.

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El anfitrión debe contribuir al entretenimiento de los invitados y a mantener la conversación dentro de unos derroteros de amabilidad y la calidez, atendiendo, sin hacer distinciones, a todos y cada uno de los invitados.

Normalmente la carne y las aves ya llegan cortadas y trinchadas a la mesa, pero si se siguiese la costumbre tradicional, sería el anfitrión el encargado de hacerlo, por lo que debería tener una buena técnica para hacerlo.

(Todas las imágenes de esta entrada son obra del inigualable ilustrador norteamericano Charles Dana Gibson, creador de una mujer americana moderna con un característico peinado que fue denominada Gibson Girl)

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