The Country Flowers of a Victorian Lady

I wonder if the snap is stirring yet,
If wintry birds are dreaming of a mate,
If frozen snowdrops feel as yet the sun
And crocus fires and kindling one by one
Christina Rosetti

Suguiendo el hilo argumental e ilustrativo de la entrada anterior, dedicada a Edith Holden y sus cuadernos sobre la naturaleza, me gustaría recibir en nuestro blog a Fanny Robinson cuyo Libro de Recuerdos victoriano, merece una especial mención por la belleza de sus pinturas y lo escogido de la poesía que las acompaña.

Algunos años después del descubrimiento de los cuadernos de Mrs Holden, los descenciendes de Fanny Robinson dieron a conocer un manuscrito ilustrado, datado alrededor de 1840 por esta acuarelista aficionada británica. Este Book of Memory fue recopilado y reproducido en modo facsímil bajo el título The Country Flowers of a Victorian Lady, y además acompaña las exquisitas reproduciones de flores y otros motivos, con extractos de poemas de Shakespeare, Keats y otras rimas de famosos poetas y poesía popular.

La edición que tengo, y en la que basaré esta entrada,  es la exquisita edición inglesa publicada por Apollo Publishing en 1999, en tapa dura, que combina las reproduciones de las acuarelas y escritos a mano por Ms Robinson con los utilísimos comentarios de Gill Saunders, conservadora del departamento de dibujo y pintura del Victoria and Albert Museum de Londres, interpretando cada una de las ilustraciones y símbolos dibujados por la autora.

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Pero, ¿cuáles son las diferencias entre los libros de Edith Holden y el de Fanny Robinson? Aunque a primera vista parezcan muy similares, las disimilitudes son evidentes.

Miss Holden elaboró una recopilación de anotaciones de los ciclos naturales y un estudio de botánica, complementado con rimas y poemas escogidos por la propia autora. El cuaderno de Fanny Robinson es un Book of Memory, un Libro de Recuerdos, donde la naturaleza es sólo un recurso y un hilo conductor para expresar un sentimiento, para hilvanar un recuerdo dedicado a un ser amado. The Country Flowers of a Victorian Lady no tiene afán didáctico ni de divulgación, es simplemente una obra personal donde las flores cumplen una función decorativa y de transmisión de sentimientos no una función científica.

flowers 3Esta obra, realizada por la autora aldededor de los 40 años, no fue concebida para ser publicada ni interpretada por nadie más que el destinatario o destinataria del libro, ya que se planeó como un homenaje para una persona muy querida para ella. La alusión a esa persona siempre aparece nombrada como «you» y nunca por su nombre de pila;  tampoco hay una pista semántica que nos pueda desvelar su género, lo que hace que la incógnita de si la persona a quien está dedicado sea hombre o mujer no pueda ser despejada. Las muestras unas veces de cariño, otras veces de de amor, dedicadas a través de los poemas escogidos, hacen que dudemos si se trata solamente de un amigo,  amiga o de un amante.

Algunos datos, nunca contrastados, hacen pensar que la persona a la que se refiere murió en un accidente de caza y esa muerte causó un profundo pesar en Fanny. Los sentimientos desprendidos de los poemas hablan de temprana amistad, de nostalgia, de tristeza, pero también de momentos inolvidables; pero sólo la autora sabe la verdad de sus intenciones.

flores 4Las acuarelas, además de realizadas con una técnica impecable y de una belleza incostestable, son un estudio naturalista digno de mención. La ilustradora, artista aficionada, acostumbra a enmarcar sus dibujos con elaborados bordes de filigranas o con diseños que recuerdan a los libros medievales iluminados, donde destaca la letra mayúscula del inicio de la frase.

En todas y cada una de las ilustraciones, además de las flores, aparece una pequeña ilustración de una casa, una torre, un bosque, un paisaje a modo de pista,  probablemente relacionado con la elección de la flor y del poema. Un lugar importante para la autora y para la persona para quien fue escrito el libro.

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Pero además, Fanny dejó otra pista importante para descifrar sus sentimientos: las propias flores. Es bien conocida la afición que tenían los victorianos por la interpretación de lo que ellos llamaban el lenguaje de las flores. En el libro aparecen una serie de secuencias de diferentes estaciones o creando un bouquet. Ello no es fruto del azar sino que parece tener un hilo argumental, refrendado por la elección de los poemas.

Desgraciadamente no sabemos que libro del Lenguaje de las Flores conocía Fanny Robinson.

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Aunque el más famoso era Le Langage des Fleurs de Charlotte de la Tour, había otras versiones muy populares; la interpretación del significado de las diferentes flores cambiaba según cada una de las ediciones e incluso las tradiciones de cada uno de los condados ingleses, lo cual sigue complicando la interpretación del libro.

Más de un siglo después, la belleza del libro sigue inalterable, pero su verdadero significado sigue siendo un misterio, que le añade un maravilloso atractivo a este Book of Memory.

The Country Flowers of a Victorian Lady. Edición de 1999 de Apollo Publishing con introducción y comentarios de Gill Saunders, Conservadora de Dibujo y Pintura del Victorian and Albert Museum de Londres. Creo que actualmente está descatalogado, aunque se puede adquirir de segunda mano en magníficas condiciones a precios muy asequibles en librerías británicas on line.

En 2002 y 2003 se ousieron a la venta en las librerías españolas calendarios con las ilustraciones del libro.

Edith Holden

No one who can read,

even looks at a book, even unopened on a shelf, like one who cannot

Charles Dickens

Hay libros que son capaces de transportarnos a otras épocas, que nos hacen pensar, sentir, admirar, amar o rebelarnos ante las circunstancias que se narran. En algunas ocasiones nos sentimos como espectadores silenciosos, observadores de un argumento que no nos deja indiferentes, pero en el que nunca interferiríamos para cambiar ni una sóla palabra, ni una única coma y, otras en las que nada nos gustaría más que ser los protagonistas y vivir cada una de las vivencias que se narran, para disfrutarlas o poder cambiar su rumbo a nuestro gusto.

Hay libros que nos hacen comprender circunstancias de épocas pasadas y otros en los que contemplamos con cierta resignación y mucha desolación cómo las cosas no han cambiado tanto como deberían, como los modelos sociales se siguen repitiendo y el ser humano parece no haber aprendido de sus errores.

Pero existe lo que yo denomino de una manera un poco infantil libros bonitos: libros para sentarse en día de verano bajo la sombra de un árbol sin más intención que curiosear por sus páginas, llenarnos de luz y color con bellas ilustraciones mientras las acompañamos del dulce romanticismo de Keats, de la pasión de un soneto shakesperiano o simplemente de anotaciones personales escritas con una bella caligrafía. En este grupo incluiría los dos libros que me gustaría compartir con vosotros: The Country Diary of an Edwardian Lady y The Nature Notes of an Edwardian Lady, de Edith Holden.

Pero, más allá de la belleza visual, debemos hacer justicia a estas pequeñas joyas de la ilustración que reflejan la vida y experiencias de una artista excepcional y una mujer en continua lucha contra los convencionalismos.

The Country Diary of an Edwardian Lady y The Nature Notes of an Edwardian Lady

Aunque durante su vida Edith Holden (1871-1920) fue una reconocida ilustradora victoriana de cuentos y rimas infantiles, su obra permaneció en el olvido hasta que en los años 70 su sobrina-nieta le mostró un libro de herencia familiar a un editor, que rápidamente reconoció en él un pequeño tesoro.

El libro era una colección de delicadas acuarelas de temática natural: la flora y fauna, las estaciones, la granja… con valiosas descripciones, que revelaban unos conocimientos más que notables de botánica y zoología. Anotaciones personales, versos de los más destacados poetas británicos y rimas populares, completaban un cuaderno de una belleza casi insuperable.

El libro, datado en 1906 y publicado en 1977 en formato facsímil -lo que le da un valor añadido a la singularidad de la obra- fue un éxito de ventas que en el año 2000 había alcanzado más de 6 millones de copias.

La vida de Edith Holden, como muchas otras heroínas victorianas que han acudido a La Casa Victoriana, fue bastante singular para una mujer de su época.

Su padre, un fabricante de barniz, conocido por su filantropía, y su madre, biógrafa de santas, compartían rígidas y conservadoras ideas religiosas que intentaron transmitir a sus cuatro hijas. Pero también le inculcaron el amor por las disciplinas artísticas, en especial por el dibujo y la pintura; por ello animaron a sus hijas a encaminarse al mundo del arte matriculándolas en la Birmingham School of Art.

Todas ellas se dedicaron a la pintura y ilustración, pero fue Edith quien puso un especial interés en reflejar la naturaleza con sus formas y colores a través dela pintura, razón por la cual acudió a clases con el pintor John Adam, en cuya granja los estudiantes podían estudiar, pintar a los animales y estudiar el mundo de la naturaleza como espectadores privilegiados.

Holden expuso su obra en la Academia de las Artes de Birmingham, pero como otras mujeres pintoras no fue tomada en serio por sus contemporáneos. Para la sociedad victoriana un pintor era un artista, pero una mujer que pintaba sólo era una dama con un talento pictórico que empleaba como pasatiempo, como la costura o la música.

El único resquicio para mostrar su arte y poder vivir de él, era ilustrar libros infantiles. Edith se rindió a la evidencia de que, a no ser de este modo, no podría dedicarse a su pasión por el arte, así que se empleó con devoción al mundo de la ilustración infantil, llegando a ser una reconocida artista en este campo.

Pero nunca olvidó su auténtica pasión por reflejar en coloristas acuarelas el mundo natural, recogiendo en un diario deliciosamente ilustrado sus experiencias y su visión de la naturaleza, proporcionándonos, además, una interesantísima visión de su propia vida, sus gustos e inquietudes.

Este diario se completó con un segundo cuaderno encontrado más tarde y publicado en 1987 con el título de The Nature Notes of an Edwardian Lady, y tan recomendable como el primero.

La vida de Edith Holden transcurrió por el límite de lo considerado convencional para una mujer de su tiempo. A la edad de 40 años, edad muy tardía para una dama victoriana,  se enamoró apasionadamente de Ernest Smith, un escultor 7 años más joven y haciendo caso omiso a las desaprobaciones familiares y sociales se casaron y se mudaron a Chelsea, para participar activamente del círculo artístico londinense.

 En 1920, mientras observaba unos brotes de castaño para reflejarlos en su obra, Edith se cayó al Tamésis, muriendo ahogada. Su marido falleció poco tiempo después inacapaz de superar su pérdida.

Hoy, gracias a su familia y un avispado editor, podemos disfrutar de la obra que Edith Holden quiso exponer y publicar, intención que en su momento le fue negada. Ambos libros están a la venta y se pueden conseguir de segunda mano – los míos lo son- a precios muy asequibles y en casi perfectas condiciones de uso. Me consta que alguno de ellos ha sido publicado en castellano, pero sin desmerecer la edición, os recomendaría las ediciones inglesas, merece la pena el esfuerzo de leer los poemas en la versión original.

En 1984, se rodó una serie de 12 episodios para la televisión británica, basada en la vida de  ilustradora y su trabajo, titulada igual que su cuaderno The Country Diary of an Edwardian Lady. No puedo opinar de ella, ya que no la he visto, pero las críticas no fueron demasiado brillantes, superando por poco margen el aprobado.

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Me gustaría agradecer sinceramente todos vuestros comentarios y felicitaciones, especialmente a aquellos blogs amigosque me habéis otorgados premios con tanto cariño. Me ha hecho mucha ilusión ver como La Casa Victoriana os gusta tanto por su contenido como por su diseño.

Pero también debo pediros disculpas por la tardanza en responder a los comentarios y preguntas que me hacéis. No es dejadez ni desinterés, sólo falta de tiempo para contestar como me gustaría.

Como podéis observar, las puertas de La Casa Victoriana no se abren muy a menudo con nuevos posts – y lo digo con resignación. El cuidado que trato de poner en la elección de los temas, el contenido riguroso y la búsqueda de las imágenes que los acompañan me llevan más tiempo del que habitualmente dispongo y la publicación se va ralentizando. Os confieso que cada publicación significa para mí el éxito de un esfuerzo personal.

Debo comentar algo acerca de las bellas imágenes que aparecen en el blog: muchas de ellas son de mis libros, o de la época victoriana libres de derechos de autor, otras las encuentro en internet;  si son privadas pido permiso al artista para su publicación, si veo una imagen adecuada y no puedo contactar, incluyo su autoría, bien al final de la entrada o al pinchar sobre la imagen. Si alguien pudiera sentirse molesto, que contacte conmigo y serán retiradas lo antes posible. Este blog no tiene ánimo de lucro, sólo de difusión cultural y no pretende ni ofender ni aprovecharse del trabajo y la creatividad de otros.

Y, es cierto – tienes toda la razón, Laura – que el blogroll necesita una actualización urgente. Mientras no me pongo con ello, os recomiendo enlazar con las páginas de muchos amigos que me visitan, muchas de ellas con contenido afín y otras muy interesantes.

Espero poder subsanar estas carencias lo antes posible y poder seguir compartiendo hechos y personajes de esta maravillosa época con todos y todas.

Feliz Año Nuevo!!!

El pasado año por estas fechas La Casa Victoriana era sólo un proyecto cargado de ilusión y de futuro incierto. Un blog que nació con el ánimo de divulgar y compartir pequeños retazos de una época, que por razones políticas, literarias, científicas y sociales  siempre me pareció sumamente atrayente.

Mes tras mes, el incremento de vuestras visitas, los mensajes de ánimo y la cálida acogida que ha tenido me animan a continuar un año más, intentando hacer de La Casa Victoriana un lugar de referencia dentro de los blogs dedicados a esta época. Cada post ha tratado de ser riguroso, ameno y visualmente atractivo, e intentaré que el próximo año sean mejores.

Permitidme que dedique, especialmente, este post a queridos amigos que han inspirado con sus comentarios muchos de los post que he publicado: a Laura por sus siempre cariñosos comentarios, a Fina cuyos ánimos y aportaciones no sólo son siempre muy bien recibidos sino que me transmiten un contagioso entusiasmo para seguir adelante, a Esther y Ángeles de  La noche con Esther en Radio Voz, por dejarme compartir este rincón victoriano con sus oyentes, a Ameba, amigo y creador de relatos en Ameba Parlante, y a Bishop, de  La Balsa de la Nostromo compañero bloguero de aventuras ilustradas por el mundo digital.

Y por supuesto, a todos los que estáis suscritos al blog o simplemente me visitáis de vez en cuando para sumergiros en la maravillosa Época Victoriana.

Feliz Año a todos y a todas!!!

 

 

Juguetes Victorianos I

En La Casa Victoriana volvemos con la primera entrega de un post muy navideño. En esta época donde la publicidad nos bombardea con lo último en juguetes, ¿ qué os parece volver al pasado y recordar aquellos juegos y juguetes que hacían felices a los niños del XIX y de principios del XX?

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Kate Greenaway

Los juguetes de los niños victorianos eran tremendamente sencillos, tanto en su diseño como en sus materiales pero, al mismo tiempo, increíblemente jugables tanto como para que un niño pudiera divertirse solo, como para poder compartir un mundo de imaginación con otros niños, en casa y en las calles, en los parques y en los patios de las escuelas. Hagamos un recorrido por algunos de los más populares.

La rayuela: la rayuela o mariquitilla, hopscotch en inglés, no era propiamente un juguete pero sí uno de los juegos más populares en la época victoriana, sobre todo entre las niñas. Una de las causas de su gran popularidad es que realmente no hacía falta ningún juguete: una simple piedra o trozo de tiza para dibujar en el suelo de cualquier calle o callejón – que eran menos transitados – una serie de rectángulos unidos y numerados entre sí y una piedra para lanzar. Después la habilidad de cada jugador para lanzar la piedra al rectángulo correcto y recogerlo «a la pata coja» decidían al ganador.

Amazing Blocks

Los bloques eran los juegos preferidos de los niños más jóvenes y cumplían dos funciones: divertir y educar. Habitualmente estos bloques tenían sus cuatro caras decoradas con números, letras del alfabeto o dibujos de animales. Otras veces cada cara del bloque tenía una parte de una ilustración, a modo de rompecabezas o puzzle, y uniendo todos los bloques en el orden correcto se conseguía completar una escena infantil.

Alguno de los juegos de bloques más populares eran:

La Escalera de Jacob: la Jacob´s Ladder era un juego de bloques, que se hizo tremendamente popular alrededor de 1800, estaba formado por varios bloques planos unidos con un cordel. Cuando se cogían correctamente parecía que un bloque iba tumbando a los demás  y con un poco de habilidad se podían formar figuras e incluso formas de animales.

El curioso nombre del juego viene de una historia bíblica: Jacob viajando a través del desierto tuvo un sueño; en él vio cientos de ángeles que subían y bajaban por una escalera que unía el cielo y la tierra. El juego  parecía como si una persona subiera y bajara una escalera, de ahí su nombre.

Nesting blocks: Los bloques anidados (del inglés nest «nido») recibían este nombre porque como matrioskas, cada caja tenía otra en su interior. Sacando todas las cajas anidadas y ordenando las ilustraciones que tenían dibujadas en  sus caras el niño formaba una escena, que habitualmente, en este tipo de juego, era una ilustración a todo color de las diferentes atracciones de un zoo.


Building blocks: eran los típicos bloques de construcción con los que los niños podían hacer divertidas construcciones como torres, puentes o pequeños castillos.

Juguetes para jugar en la calle

Aunque los niños victorianos de clase alta hacían de la nursery su lugar de juegos y de instrucción escolar, en la tardía época victoriana los parques, las calles y los patios de la escuela se llenaban de niños con juegos y juguetes que también han llenado muchas de nuestras horas de juego y recreos.

Kate Greenaway

Canicas: las marbles o canicas eran uno de los juguetes preferidos de los niños, ya que además de jugar daban con ellas, podían ganarlas, perderlas e incluso comerciar con ellas, siendo las piezas más codiciadas las canicas grandes. Los canicas estaban hechas de porcelana, piedra, cerámica o arcilla y estaban decoradas con vivos colores formando remolinos u otros originales diseños. Los niños que no podían permitirse tener estas canicas, las sustituían por nueces o bayas secas.

Cantillos: los cantillos o jackstones eran unos objetos con seis pinchos pequeños; cada jugador tiraba su jack contra los que estaban en el suelo para hacerlos volar, intentando recoger otro jack del suelo mientras atrapa con la misma mano el cantillo volador. A finales de siglo se empleaba una pelota de goma para tirar contra los jackstones.

Peonzas: las peonzas o tops eran uno de los juguetes favoritos de los niños.  Estaban hechas de madera y había diferentes modelos y formas; algunas se lanzaban con una cuerda a la que estaban atadas, otras tenían una clavija. Entre las más populares estaban las peg tops y las humming tops. El juego era muy simple y tenía variantes: unas veces era una batalla entre las dos peonzas que se golpeaban una con la otra; otras consistía simplemente ver que jugador era capaz de conseguir que su peonza girara durante más tiempo.

Kate Greenaway

Aros: los hops o aros estaban hechos de metal o madera. Los niños los guiaban con un palo por las calles o los parques, y los participantes mostraban su pericia conduciéndolos por obstáculos y manteniéndolos en constante giro. Muchas veces los niños utilizaban como hoops los aros que se utilizaban para sujetar las maderas de los barriles. Cuando un barril se rompía los aros desaparecían rápidamente a manos de los niños que veían en ellos resistentes aros de metal, mucho más duraderos que los de madera.

Kids Sailing Toys Sailboat. Louis Abel-Truchet

Ring- around- the-Rosie: es otro de los juegos más populares de los niños victorianos y, creo, que de los niños de todos los tiempos. No es otro que la rueda o el corro, como le llamábamos los niños de mi zona, aunque es posible que reciba otros nombres. El juego de la rueda tenía múltiples variantes y siempre estaba acompañado de una bonita rima o cancioncilla que todavía permanece escondida entre nuestros recuerdos infantiles (a la rueda-rueda de pan y canela…) Algo tan simple, que no necesitaba nada más que un grupo de niños cogidos de la mano cantando, era capaz de llenar de risas y diversión una tarde de juegos.

Jessie Wilcox Smith

Combas: las combas o skipping ropes eran uno de los jueguetes preferidos de los niños victorianos, ya que con un simple trozo de cuerda podían divertirse saltando solos, en parejas o jugando a saltar por turnos con otros niños, mientras dos de ellos movían la cuerda. Habitualmente los juegos de comba se acompañaban de pegadizas canciones infantiles.

Robert Salle

 

Como veis, los juguetes y juegos antiguos no son tan diferentes de muchos a los que jugábamos los niños de mi edad, y ni siquiera tan diferentes a los que juegan los más pequeños de hoy en día. Simplemente las peonzas de madera se han convertido en  peonzas plásticas o metálicas que se lanzan con una tira de plástico en vez de una cuerda y van decoradas con personajes de los dibujos de moda, los aros son están hechos de plástico y las rayuelas son electrónicas…

Pero lo que debe permanecer siempre vivo y no debería cambiar es la capacidad de un niño para que su imaginación pueda hacer que el juego más simple se convierta en todo un universo de fantasía.

Greenaway

Hasta el próximo post sobre juguetes victorianos!