Pascua Victoriana: Una mejor resurrección poema de Christina Rossetti

Celebramos la Pascua Victoriana con un poema de Christina Rossetti (1830-1894), en el que la poetisa británica expresaba su íntimo deseo de renacer, de vivir una nueva vida, describiendo su momento actual como una vasija rota, un lugar vacío, una cosecha estéril y ofrenciendo a Jesús sus plegarias de resurrección, igual que él hizo. Una mejor resurrección es casi más que un poema, una oración en tres estrofas, un anhelo de renacimiento personal.

Christina Rossetti pintada por su hermano Dante Gabriel Rossetti

Con él os deseo una Feliz Pascua y que estas fechas, en estos tiempos complicados, os traigan deseos de superación y resurrección personal.

Una mejor resurrección

No tengo talento, lágrimas o palabras.
Mi corazón es como una roca,
insensible al temor o a la esperanza.
Mira a derecha y a izquierda: vago a solas.
Alzo mis ojos; emsombrecidos por la pena,
no veo las colinas que perduran.
Mi vida está en la hoja sobre la tierra
Jesús, dame vida: la tuya.

Mi vida es una hoja marchita
y mi cosecha toda, desechada.
Mi vida es, de verdad, breve, vacía
y tediosa en la nulípara jornada.
Mi vida es como un objeto que se congela.
No hay ni brote ni verde en la visión.
Mas se alzará la savia en primavera.
Álzate en mí, Jesús, Nuestro Señor.

Mi vida es una vasija que se rompió,
un cuenco que se destrozó y no contiene
ni gota de agua para mi alma ni licor
para el frío que me entumece.
Arroja la cosa perecida al fuego,
para que se derrita y se transforme. Al fin,
que para Él, mi Rey, sea un cáliz regio.
Bebe, Jesús; bebe, Jesús, de mí.


Mujeres y periodistas: crónicas desde el olvido

Como todos los años en el Día de las mujeres, La Casa Victoriana quiere rendir homenaje a aquellas pioneras que con su valentía se abrieron caminos en profesiones habitualmente copadas por hombres, y, que por razones sociales fueron relegaladas a la sombra durante décadas.

En esta entrada hay solamente unas pinceladas biográficas de algunas de algunos nombres destacados en el mundo del periodismo – que habitualmente alternaron con otros trabajos o facetas artísticas- , pero, afortunadamente, si queréis profundizar en su vida y obra podéis encontrar múltiples artículos en la red, reivindicando sus figuras como mujeres pioneras en su profesión.

Nellie Bly, la reportera más intrepida y valiente

La norteamericana Elizabeth Jane Cochran adoptó el pseudónimo de Nellie Bly para adentrarse en un mundo reservado a los hombres como era el periodismo. Nellie fue más allá de ser una periodista de redacción para convertirse en la primera reportera de investigación de la historia.

Sus reportajes que más repercusión tuvieron fueron su infiltración en un hospital psiquiátrico, haciéndose pasar por una enferma, para denunciar los terribles tratamientos a los que eran sometidos los internos ( y en el que casi pierde no sólo la salud mental sino la vida) y su vuelta al mundo en menos de 90 días, toda una hazaña en la época.

Elizabeth Magie: periodista y creadora del juego en el que se «inspiró» el Monopoly

Elizabeth Magie fue una periodista norteamericana, seguidora de las nuevas doctrinas económicas de principios del siglo XX.

Magie inventó El juego del propietario (The Landlord’s Game), un juego que mediante la estrategia trataba de demostrar que el sistema económico era tremendamente injusto, ya que, aún partiendo todos los jugadores en igualdad de condiciones el más sagaz, o el que tuviera más suerte, podía dejar a los demás en la miseria.

Elizabeth patentó el juego en 1904. Pero en 1953, Charles Darrow patentó una versión casi idéntica del juego llamándole Monopoly y se lo vendió a Parker Brothers que lo comercializó convirtiéndolo en el popular juego que conocemos hoy.

Darrow se hizo millonario y Magie, no sólo no se enriqueció (aunque en 1973 se reconoció su invento y su patente y fue indemnizada con 500 míseros dolares) sino que fue olvidada por la historia.

Carmen de Burgos «Colombine» escritora, periodista y reformista

Carmen de Burgos, también conocida como Colombine nació en 1867. Maestra de carrera fue una mujer polifacética con una extensa obra como escritora y periodista, además de ser reconocida como la primera corresponsal de guerra española.

Viajera empedernida, dejó constancia de de su contacto con diferentes culturas y países en libros y manuales, así como en crónicas periodísticas. Tener que trabajar en un mundo dominado principalmente por periodistas y cronistas masculinos nunca fue un impedimento para ella.

Sus ideas femenistas y reformistas chocaron frontalmente con la ideología tradicional de la época, lo que no frenó a Carmen a la hora de expresar sus creencias sobre el papel de la mujer en la sociedad y su posición frente a temas como el divorcio, el sufragio universal y el acceso de las mujeres a la educación como medio para valerse y pensar por sí mismas.

Tras la Segunda República, Carmen de Burgos, Colombine, quedó silenciada y desaparecida por quienes cumplieron esa misión: la de borrar la figura, la obra y el legado de una de las escritoras más importantes del primer tercio del siglo XX, primera redactora en plantilla de un periódico español y la primera mujer española corresponsal de guerra.

Katharine Sergeant White: primera editora de ficción de la revista The New Yorker

La historia personal de Katharine Sergeant White es poco corriente para la época en la que le tocó vivir. Divorciada de su primer marido y con dos hijos, se inició tardíamente en el ámbito periodístico. Casada en segundas nupcias con el escritor E. B. White, redactor y escritor de cabecera de la revista New Yorker y conocido por su cuento infantil La telaraña de Carlota, consiguió un puesto de correctora y lectora de manuscritos a tiempo parcial en la misma revista.

Gracias a su intuición para descubrir nuevos talentos, pronto consiguió ser ascendida a editora del Departamento de Ficción, siendo la primera mujer en ocupar este puesto, que mantuvo hasta su jubilación. Sus opiniones tuvieron gran influencia en los ambientes literarios estadoudinenses y se le atribuye el descubrimiento y patrocinio de escritores tan afamados como Vladimir Nabokov o John Updike.

George Eliot: adoptando un nombre masculino para ser tomada en serio

El 22 de noviembre de 1819, nació la novelista y poetisa inglesa Mary Ann Evans, más conocida por su pseudónimo de George Eliot. Educada en una familia conservadora de profundas convicciones religiosas, Mary se rebeló contra estas creencias y adoptó un pensamiento racionalista intelectual.

Mary Evans viajó por Europa y trabajó en diferentes revistas y periódicos escribiendo reseñas literarias, antes de publicar sus propias obras bajo el alias masculino de George Eliot, nombre que adoptó para ser tomada en serio y no como una escritora de romances.

Su relación con el periodista George H. Lewes, casado, fue todo un escándalo en la época victoriana por el que fue social y literariamente relegada durante un tiempo.

Entre sus obras más celebradas están El molino del Floss, Silas Marner, Daniel Deronda y Middlemarch obras que por su enfoque rebelde y feminista escandalizaron a gran parte de la sociedad victoriana.

Amelia Ann Blandford Edwards: la voz del viajero responsable y respetuoso

Amelia Ann Blandford Edwards fue una novelista, periodista, viajera y egiptóloga británica. Desde muy joven demostró un sobresaliente talento para la poesía y la novela, publicando varios de sus escritos a través de periódicos y revistas y alcanzando el éxito con novelas como Barbara’s History, y con Lord Buckenbury, de la que se llegaron a hacer 15 reediciones. De espíritu inquieto, decidió viajar a Egipto en compañía de unos amigos, quedando inmediatamente fascinada por el pueblo y la cultura egipcia.

Sus viajes a Egipto los documentó en su libro A Thousand Miles Up the Nile, un masivo éxito de ventas, con el que comenzó una concienciación social por la protección de los tesoros y monumentos egipcios y la reivindicación de un turismo responsable y respetuoso con las culturas que visitaba.

Aurora Bertrana, la cronista que escandalizó desde la Polinesia

Nacida en Girona, su pasión por las letras la llevó a escribir desde una edad temprana. Su familia no veía con buenos ojos que una señorita se dedicara al mundo de la literatura por lo que decidieron encauzarla hacia el mundo de la música, que consideraban más propio de una dama.

Rebelde y libre, Aurora vio en sus clases de música una magnífica oportunidad de salir del yugo familiar y descubrir todas las posibilidades que le brindaban los felices años 20. Uno de los modos de soltar los lazos familiares fue mediante el matrimonio, que aunque no salió como estaba previsto pues pronto descubrió que su esposo no le había dicho toda la verdad y estaba completamente arruinado, fue una magnífica oportunidad para ver mundo y liberarse de la conservadora sociedad occidental instalándose en la Polinesia, un país exótico y misterioso para sus contemporáneos.

Desde allí, Aurora enviaba crónicas de su vida cotidiana y de las costumbres de la sociedad entre la que tan feliz y libre se sentía. Sus artículos eran esperados con impaciencia por los lectores del diario catalán que los publicaba, y sus opiniones y experiencias eran comentados con una mezcla de curiosidad y escándalo a partes iguales, ya que el amor libre o la poligamia eran relatados por Aurora con una normalidad impensable para la época.

Todas las fotografías Vía Pinterest.

Labores de costura victoriana + Calendario 2022 Parte II

Portraits in the Countryside- Gustave Caillebotte (1876)

Whitework

El whitework era un tipo de bordado probablemente de origen escandinavo (se han encontrado trabajos realizados con esta labor datados en el siglo XII). La económica inversión de trabajar solamente con hilo blanco y tela del mismo color y no con hilos de colores y telas teñidas hizo que se asociara este bordado a las clases más humildes, ya que eran las que no podían permitirse gastar en materiales de costura caros.

En la época victoriana, este bordado de hilo blanco sobre tela del mismo color se popularizó debido a una necesidad más que a una moda, ya que era muy útil para embellecer la ropa del hogar.

Un whitework engalanaba tanto las piezas de mantelería como la ropa de cama, además de convertir un sencillo bonete, un humilde mandil, cuellos, mangas o pecheras en destacadas prendas que al arte del bordado añadían la elegancia que le proporcionaba el blanco inmaculado. Se empleaba también en hacer más coqueta la ropa interior, a la que el intrincado bordado en blanco le daba una sutil y distintiva textura, alejada de cualquier mezcla de colores que podía resultar vulgar y no digna de una dama.

Making a momento – Seymour Joseph Guy

Las costureras escocesas destacaron por ofrecer el bordado blanco más delicado y sus exquisitas puntadas pronto fueron imitadas por las inglesas e irlandesas.

Las telas utilizadas para este tipo de trabajo eran lino, algodón y batista- tela formada por hilos de algodón muy finos. Esta última se usaba para delantales, bonetes y para adornar cuellos y puños. Los patrones se dibujaban en la tela y se bordaban posteriormente. Los motivos solían ser repeticiones del mismo patrón con dibujos geométricos, florales o iniciales y monogramas.

En los países nórdicos se popularizaron dos variantes de este tipo de bordado: el redwork, con hilo rojo sobre tela blanca y el bluework, con hilo azul sobre fondo blanco, aunque estas variantes tardaron más en llegar a los siempre convencionales hogares victorianos.

El Berlin Work Emboidery

Esta labor, que tuvo su origen alrededor de 1800, en Berlín, llegó a los hogares victorianos sobre 1840 para convertirse en uno de los trabajos de costura favoritos. Cuenta la historia que el librero alemán A. Philipson, ayudado por su esposa, puso a la venta una serie de patrones con diferentes dibujos, que estaban impresos en un papel con líneas entrecruzadas al estilo del papel cuadriculado actual. Cada parte del dibujo se correspondía con un cuadrado, componiendo el modelo ideal para guiar cada una de las puntadas, muy parecido a los modelos para hacer punto de cruz que existen hoy en día.

Al contrario que sucedía con las labores tradicionales, la labor berlinesa no se bordaba con hilos sino con hebras de lana delgadas. Los motivos eran habitualmente florales, aunque admitía escenas campestres y figuras tanto humanas como animales, y se solían dibujar a mano previamente a la impresión sobre el papel cuadriculado. Incluso se llegaron a reproducir escenas de la vida de la Reina Victoria. Los dibujos se imprimían en blanco y negro y era la dama la que decidía la gama de colores a utilizar para su labor.

Girl Knitting – Albert Anker

Pronto se mejoró la calidad y tamaño de las impresiones, reuniendo muchos patrones en libros y revistas especializadas. Los fabricantes de lana se lanzaron a producir lana de diferentes colores y degradados para satisfacer las necesidades del mercado.

Este método de bordado hizo asequible la costura a cualquier bordadora, ya que no se necesitaba más habilidad que la de coser sobre el modelo y poner cada puntada sobre el cuadrado correspondiente; ni siquiera se requería creatividad alguna, ya que tanto los modelos como el tamaño de las puntadas venía dados en el papel impreso.

Las labores más habituales eran bolsos, cojines y todo tipo de tapizados para costureros, estuches, cubiertas de diarios, etc. Poco a poco los motivos fueron cambiando de flores individuales o ramilletes a arpas, cruces o motivos marinos sin olvidar las tan recurridas iniciales, frases de amistad o pasajes de la Biblia.

Punchwork

El Punchwork, o labor con punzón, era una labor «Berlín» que se hacía con un papel o cartón fino perforado llamado «papel Bristol». Para realizarla se colocaban varios papeles intercalados, unos encima de otros para que, al ser cosida la puntada, proporcionara un efecto tridimensional. A finales del siglo XIX, los patrones para punchwork se comercializaban impresos a todo color directamente sobre el entramado de «papel bristol», y a la labor se le añadían encajes, abalorios y borlas para embellecerla y personalizarla.

Crewel

El bordado Crewel fue muy popular en Gran Bretaña en los siglos XVI y XVII. Este tipo de labor se realizaba con un tipo de hilo más fino que la lana, pero más grueso que el hilo de bordar. Las puntadas eran grandes y su combinación de color quedaba a la elección de la costurera. Una de las razones de su popularidad era la libertad en el trabajo de bordado, de hecho, podríamos denominarlo un “bordado libre” sin someterse a demasiados cánones de costura.

Lady Sewing -Eugenio Oliva y Rodrigo

La tela para ejecutar este trabajo debía ser gruesa o, al menos resistente, siendo el lino una opción muy recomendable, ya que las puntadas iban superpuestas unas sobre otras para dar volumen a los dibujos, habitualmente flores y animales, aunque la puntada libre permitía diferentes trabajos de fantasía donde la bordadora daba rienda suelta a su imaginación.

Encontramos hermosas y artísticas labores de crewel en bolsos, cortinas, tapices y vestidos de señora y niña.

Silk ribbon embroidery o el bordado con lazos

Una de las técnicas más difíciles de bordado era la realizada con lazos de raso o seda. El resultado era exquisito, delicado y extremadamente bello. El bordado con lazos requería una especial destreza de la bordadora ya que era difícil seguir patrones o dibujos predeterminados además de una habilidad destacada en los puntos recto y de cadeneta para dar forma a los lazos y conseguir con ellos la forma deseada. Las flores simples y los ramos florales eran los motivos favoritos. Antes de la revolución industrial estos trabajos de costura solo estaban al alcance de las damas adineradas porque los lazos eran realmente caros.

The Little Seamstress, – John Faed

Con la llegada de la revolución industrial y los nuevos telares, las cintas se fabricaban a nivel industrial, lo que abarataba su precio ya que no había que importarlas. Con la llegada de las nuevas sustancias para teñirlas, la gama de colores ganó en matices lo que proporcionaba bordados más coloridos. Bolsos, sombrillas, pañuelos y chales se llenaron de rosas, margaritas y lavandas bordadas con cintas, a cada cual más llamativo. Estos bordados servían también para elaborar regalos y recuerdos a familiares y amigas muy queridas.

Labores con cuentas y abalorios

El uso de cuentas y abalorios ayudaba a adornar cualquier labor de costura. En un primer momento las cuentas estaban disponibles en formas muy simples y colores muy discretos, pero viendo el potencial de estos adornos y la demanda por parte de las costureras británicas, los comerciantes se apresuraron a importar nuevos modelos y vibrantes colores de Italia y Alemania. Una de las ventajas del trabajo con cuentas es que era más importante la paciencia que la habilidad.

La creación de abalorios despertaba la creatividad de la costurera. Para esta labor se utilizaban los mismos patrones que para la labor de berlín y el punchwork. Los materiales con los que se creaban eran habitualmente seda o raso y se rellenaban con algodón, lana, guata e, incluso, serrín. La espectacularidad de la labor pasaba por el número de capas que se añadieran para conseguir que destacase sobre la tela a la que se iba a coser. Además, a mayor número de capas se podían añadir más cantidad de cuentas y pedrería .

The Knitting Woman -William Adolphe Bouguereau

Calceta y ganchillo

No había hogar victoriano en el que no hubiera un tapete, un cobertor o varias prendas de ropa hechas de crochet o ganchillo.

El crochet admitía diferentes tipos de creaciones, desde un decorativo tapete a un cobertor que se hacían uniendo pequeñas flores o dibujos geométricos hasta formar una pieza más grande como preciosos y elegantes chales, espectaculares bolsos, sombreritos o complementos como jabots, pecheras para adornar un vestido, una camisa o un abrigo.

Una de las creaciones más bellas y, al mismo tiempo más humildes fue el Irish crochet al que en La Casa Victoriana le dedicamos una completa entrada, de la que os dejo el enlace.

https://lacasavictoriana.com/2016/03/16/moda-victoriana-irish-crochet-lace/

La calceta era una labor que gustaba a niñas y mayores, era divertida y la capacidad de poder hacerla de modo automático, sin prestar atención a los movimientos, hacía que las mujeres pudieran reunirse y conversar mientras hacían sus labores.

Peasant Woman Threading a Needle – Jules Breton

Además de calcetines, jerseys, bufandas, guantes y bonita ropita de bebé, las victorianas eran aficionadas a cubrir todo con artísticas piezas de lana, calentadores de pies, maceteros, hervidores y por supuesto, el famoso tea cozy, cobertor de teteras para evitar que el té se enfriara.

En todos sus trabajos de costura firmaba con sus iniciales VR, Victoria Regina, para que su autoría fuera fácilmente identificable. Tanta era la afición de la reina por sus agujas y ovillos que pronto enseñó a sus hijas a calcetar y ganchillar y solía reunirse con ellas para pasar tardes de té y costura en los jardines de la Casa Osborne de la isla de Wright.

Como curiosidad hablaremos de la tejedora más famosa de la época victoriana, la mismísima Reina Victoria. A Victoria le relajaba enormemente tejer y no era infrecuente verla con sus agujas y cestilla de lanas calcetando labores para su familia, amigas e incluso para sus soldados. Aunque la monarca tenía fama de ser una tejedora horrible, y todos murmuraban, a sus espaldas, por supuesto, sobre sus pocas habilidades con las agujas, a ella no le molestaba en absoluto e incluso le divertía; de todos modos, ningún rumor ni habladuría pudieron evitar que la reina siguiera haciendo una de las labores que más le relajaban, sobre todo después del fallecimiento de su querido Alberto.

Queen Victoria, Princess Helena and Princess Beatrice Knitting Quilts for the Royal Victoria Hospital- Alexander Melville

Otras labores: borlas, cordones y encaje

Hacer borlas era un pasatiempo en sí mismo. Muy fáciles de hacer y económicas conseguían crear adornos muy bonitos para adornar llaves de un escritorio o joyero, recoger una cortina, o servir para embellecer puños, cuellos o sombreros. Estas borlas hechas de hilo o lana se remataban acolchando la cabeza y rematándola con artísticas puntadas de ojal. Otro modo de adornar la borla era enganchando cuentas a los flecos o bien cubriendo la cabeza con una bonita tela adamascada o con una cuenta circular brillante.

Las labores con cordones requerían que en primer lugar se confeccionara el cordón. Este podía tener diferentes formas, de trenza, retorcido o entrecruzado, y se hacía con hebras de hilo de diferentes colores o de una misma gama de color, dependiendo de la creatividad de la costurera y de la labor que se fuera a realizar. Los cordones se añadían posteriormente a un trabajo de bordado berlinés o de costura.

Aunque el encaje podía ser confeccionado por la costurera, las damas británicas de alta sociedad preferían comprar el delicado encaje belga y el encaje inglés para sus labores y las más humildes el encaje irlandés. Las piezas de encaje se añadían a otras labores de costura previamente confeccionadas, como adorno.

Sewing Woman by Lajos Ludwig Bruck

Labores de costura victorianas + Calendario 2022. Parte I

Louis Lang- The sewing party

¡Feliz año nuevo, victorianos!

Como todos los años, desde La Casa Victoriana, queremos obsequiaros con un calendario diseñado especialmente para todos vosotros. Este 2022 está dedicado a las mujeres y las labores de costura, y, como es habitual, viene ilustrado con bellísimos cuadros del siglo XIX y principios del siglo XX.

Para acompañar a la entrega del calendario publicaremos dos artículo dedicado a las labores de costura más populares en la época victoriana.

Dividiremos la entrada en dos partes. Esta primera parte la dedicaremos al costurero, sus materiales y a las labores de punto de cruz, patchwork, quilting y appliqué, y con ella publicaremos las hojas de calendario desde enero a junio.

Próximamente, publicaremos otra entrada con el resto de las labores y las imágenes del calendario correspondientes a los meses desde julio a diciembre.

Para descargarlo podéis clicar con el botón derecho del ratón sobre la imagen y escoger «Guardar imagen como» en el desplegable.

Esperamos que tanto los artículos como el calendario sean de vuestro agrado.

La Casa Victoriana

Las victorianas y la costura

La destreza en las labores de costura era una habilidad muy valorada entre las damas victorianas.

El conocimiento de las diferentes técnicas se transmitía de madres a hijas y la exquisitez y creatividad mostradas en un trabajo de costura eran tan admiradas como el talento en el canto o en un instrumento musical.

Pero estas habilidades, que entre la clase más pudiente formaban parte de su educación y servían para llenar las horas de ocio con una actividad tan productiva como útil, eran también reconocidas por las familias de las clases sociales no tan afortunadas económicamente, pero con objetivos diferentes.

Toda mujer debía saber de costura ya que era una competencia útil para su vida diaria: coser las ropas de su familia, remendar aquellas prendas más desgastadas, proporcionar al hogar manteles y ropa de cama, aprovechar cualquier tela para unos cojines, tejer desde bufandas y ropa de abrigo para el invierno o confeccionar una alfombra para su salita.

Además, como la necesidad agudiza el ingenio, solían ser diestras en la confección de complementos como adornos florales, sombreros o diademas.

Emile Pap – A Girl in a Pink Dress Sewing by the Window

Las labores de costura no solo se hacían como pasatiempo o necesidad, sino que se utilizaban como regalos e, incluso, se exhibían en lugares destacados del hogar para ser admirados por familiares y amigos.

Las jóvenes que destacaban en tas labores hacían de ello su profesión, empleándose como costureras en sastrerías o modistas particulares para señoras adineradas. Una modista mañosa, creativa y pulcra en su trabajo era tan valorada por las señoras como la mejor de las cocineras.

Los materiales de costura

Una mesa de costura, bien equipada, con una máquina de coser, compartimentos varios para mantener en orden los materiales y espacio suficiente para las labores de costura era tan preciada que se fabricaban con los mejores materiales, dando como resultados muebles de una factura elegante y exquisita.

Estas mesas soñadas solo estaban al alcance de aquellas señoritas que tenían la suerte de tener una familia que pudiese permitírselas. La mayor parte de las jóvenes se conformaban con un costurero, una cestilla de mimbre para los ovillos de lana y un par de bastidores.

Richard Edward Miller – Sewing by Lamplight

Los costureros eran igualmente un indicador de la clase social de la dama: magníficos costureros de madera lacada, con incrustaciones de nácar, madreperla, marfil y accesorios de plata labrada eran para las jóvenes de clase social alta; cajas de madera o de cartón y tijeras de hierro eran los materiales para el día a día en los hogares más humildes. De todos modos, no había caja fea que un ingenioso trabajo de decoupage no pudiera embellecer.

Todo costurero debía contener unos materiales básicos consistente en un estuche agujas de diferentes tamaños y grosor, dedales, alfileres, un par de tijeras, cinta métrica, un punzón de costura y una lezna para perforar el cuero y los tejidos de piel. Además, solían contener carretes de hilos de colores básicos, devanadoras, alfileteros y pinzas de dobladillo.

Como complemento al costurero se utilizaban cestillas y capazos de mimbre para los accesorios y materiales de calceta y ganchillo, ovillos de lana y agujas. Flores de tela, lazos, encajes, remaches y hebillas metálicos, así como telas y papel o cartones para patronaje completaban los accesorios que no debían de faltar en una habitación de costura.

William Kay Blacklock- Nice Young Lady Sewing

En el siglo XIX, la mayor parte de las agujas se fabricaban en acero, aunque muchas damas conservaban agujas hechas de oro y plata, herencia de generaciones anteriores. Los alfileres estaban hechos del mismo material y su precio era elevado. La tendencia a perderlos hizo de los alfileteros uno de los complementos preferidos del costurero.

Godey’s Lady’s Book y Peterson ‘s Magazine, con tutoriales, guías, patrones, dibujos para servir como modelo de diseño y consejos para los diferentes tipos de labores, eran dos de las revistas más vendidas.

Las labores de costura

El punto de cruz

La labor de costura más popular era el punto de cruz. Las niñas se iniciaban en esta costura porque el aprendizaje era fácil y se adquiría con rapidez precisión en la puntada. Como seguía un dibujo determinado de antemano, que servía como modelo y guía de las puntadas, era difícil que el resultado final fuera un despropósito, como podía suceder con bordados más avanzados, e infundía ánimo y autoconfianza en la bordadora para enfrentarse a retos más complicados.

La mezcla de hilos de colores y la sencillez del dibujo conseguían que algo simple fuera vistoso por lo que pequeñas flores, abecedarios y breves citas bíblicas se bordaban para adornar estuches de agujas, postales conmemorativas o marcapáginas.

Robert Barnes- Child Sewing

Patchwork y quilting

La labor de patchwork consistía en unir diferentes despieces o trozos de telas para formar un trabajo de costura completo. En su origen las piezas eran geométricas y todas iguales en tamaño.

A partir de un modelo se iban uniendo formando diferentes dibujos geométricos, dando lugar a piezas más grandes. Con el tiempo se fueron incluyendo piezas de diferente tamaño para formar borders de separación o para enmarcar las piezas chicas, pero siempre siguiendo un esquema predeterminado.

Cuando se decidía acolchar el patchwork comenzaba una nueva labor: el quilting. Los quilts, que era como se denominaba este tipo de piezas constaban de tres capas: la primera era la formada por el trabajo de patchwork, con la unión de los trozos de tela; la segunda capa era el acolchado, que aparecía en medio para mullir la pieza; por último, la tercera capa que sería “el revés” de la pieza, cuyos bordes se unirían con la primera capa cerrando la colcha.

Arthur John Elsley

Un marco de madera servía como guía para la unión de las piezas y todas las mujeres implicadas participaban de este proceso de unión, llamado quilting bee, aportando no solo su trabajo sino lazos de amistad para fortalecer a la comunidad o a las relaciones sociales.

Hacer quilting era una de las labores favoritas de las muchachas. Había quilts que se hacían en familia y donde cada miembro aportaba una serie de piezas que se unirían a las demás. Eran los quilts familiares, que trascendían más allá de la mera labor. Algunos de ellos se completaban en las sucesivas generaciones, siendo heredados de madres a hijas.

Los quilts de recuerdos estaban compuestos por diferentes piezas que tenían un significado importante para la costurera. Usualmente se componían de trozos de ropa que se había deteriorado con los años, pero de la que se quería conservar por razones sentimentales alguno de los trozos.

Los quilts de amistad se confeccionaban entre buenas amigas y se firmaban con el nombre bordado. Algunos de ellos escondían secretos o mensajes ocultos entre las capas, con piezas de tela, frases o iniciales bordadas que solo las implicadas en el trabajo del quilt comprendían. De esta manera, la labor era también una diversión y un modo de afianzar los recuerdos una amistad que se quería que perdurara. Como curiosidad, comentar que muchas jóvenes victorianas unían las piezas sustituyendo los hilos por sus propios cabellos, para hacer las piezas más personales.

Sir Francis Grant- Mary Isabella Grant, Knitting a Shawl

En las décadas finales del siglo XIX, los puzzle quilts, crazy quilts, o los quilts locos comenzaron a ganar terreno a los quilts tradicionales. Se diferenciaba de los tradicionales en que las piezas no eran regulares ni del mismo tamaño y se unían entre sí sin ningún parámetro particular, excepto el de la propia imaginación. Los cojines, colchas y mantas de extravagantes, con coloridos diseños, hechos con piezas irregulares y sin patronaje previo se convirtieron en el elemento decorativo más innovador y en una de las labores más divertidas para las jóvenes victorianas.

No por ser una labor menor debemos olvidar otro tipo de labor de patchwork: el appliqué. Esta técnica más relacionada con el adorno que con la costura propiamente dicha, consistía en aplicar, o bordar, varios trozos de tela sobrelas trabajos de patchwork, añadiendo textura y color. Las piezas de appliqué podían ser precortadas o pequeñas obras artísticas, donde las hábiles costureras las formaban con trozos de tela con los que diseñaban pétalos de flores, letras, juguetes simples o animales.

¡Feliz Navidad, victorianos!

Como todos los años desde La Casa Victoriana queremos desear una Navidad muy feliz a todos nuestros subscriptores, seguidores y amigos. Y lo hacemos con este precioso cuadro del pintor francés William Adolphe Bouguereau (1825-1905) titulado La Canción de los ángeles, pintado en 1881.

Juegos, rituales y bromas de Halloween

Ya ha llegado Halloween de nuevo ¡el tiempo vuela!. Para celebrarlo en La Casa Victoriana queremos recopilar los rituales más celebrados por los jóvenes para adivinar su futuro sentimental, los juegos más divertidos para entretener a los pequeños de la casa y una pequeña colección de bromas pesadas ejecutadas por gamberretes victorianos más desagradables que aterradoras, todo ello ordenado por categorías.

Esperamos que, como todos los años, disfrutéis con su lectura y os atreváis a poner en práctica las más divertidas.

¡Feliz y terrorífico Halloween a todos nuestros suscriptores y seguidores!

Juegos y rituales con dulces

Dulces y velas: la vela paga

El aro y la vela, más que un ritual, es un juego para los más jóvenes.

Se coge un aro de un barril y en él se cuelgan varios dulces, caramelos y manzanas, pero también finales de velas. Se vendan los ojos de los participantes y se gira el aro.

Los participantes deben intentar morder uno de los dulces colgados y no morder el final de vela. Aquellos que tengan la mala suerte de morder la vela tendrán que pagar la multa, que habitualmente consistía, en el pago de las velas.

El pastel y el anillo

Antes de hornear un delicioso bizcocho se introduce un anillo en la masa. Una vez hecho se sirve en porciones y a aquel a quien le toque el anillo en su porción encontrará el amor verdadero en el plazo de un año. ¡Cuidado con tragarse el anillo!

The Fateful Food

Este juego de adivinación del destino era muy popular porque no solo implicaba comer una buena razón de dulces sino que aportaba la sorpresa de encontrar el objeto que previamente se había escondido en ellos y de interpretar su significado:

– una moneda predecía riqueza

– un anillo era símbolo de un matrimonio

– un botón o un dedal indicaban soltería para el próximo año

– un wishbone, el hueso de pollo o pavo en forma de horquilla, permitía a su poseedor pedir un deseo para el próximo año.

Juegos y ritos con berzas y coles

Lanza la berza, ella te contará tu futuro

O, is my true love tall or grand?

O, is my sweetheart boony?

Una de las tradiciones más antiguas cuenta como las kales, berzas, podían pronosticar el futuro de las parejas.

Las parejas salen cogidas de la mano y con los ojos vendados a la búsqueda de una berza, que aún está plantada, y deben arrancarla y lanzarla. Dependiendo del tiro y de cómo cayera la berza, así será el aspecto de la futura pareja y la relación de los jóvenes.

Si la raíz arrastra una buena cantidad de tierra, las previsiones económicas futuras de la pareja serán favorables. Si al comerla el corazón de la berza es dulce, la pareja vivirá momentos felices, pero si es amargo, no se deparan buenos augurios para la relación.

Kaling

El Kaling era un juego de origen escocés muy popular en Halloween. Para jugarlo era necesario un jardín y varias coles enterradas. Los jugadores saldrían al exterior y con los ojos tapados tendrían que desenterrar una col. Uno de los jugadores, que representaría el papel de pitonisa, interpretaba el futuro amoroso del poseedor de la col dependiendo del tamaño del vegetal, su posición económica atendiendo a la tierra adherida al repollo y el carácter del futuro esposo o esposa después de probar la acidez o no de la col.

Asustando a los incautos con coles y nabos fantasmas

No todos los juegos de Halloween eran inocentes y juguetones. Algunos eran auténticas gamberradas que los más jóvenes ideaban y disfrutaban a costa de los incautos que se aventuraban a caminar solos tan terrorífica noche o foráneos que desconocían las costumbres de la zona.

En algunas villas de Irlanda, los niños se esforzaban por tallar las caras más tenebrosas en los nabos para, por sorpresa ponerlas en la ventana de una casa o de un carruaje que se había parado, con el consiguiente susto de la persona que la veía tras el cristal.

También ataban cordeles a las coles y as arrastraban por los campos entre los cultivos mientras emitían lastimeros aullidos. Las víctimas de la broma, con gran inquietud, solo veían como algo pequeño gemía y se movía rápidamente.

Una col quemada y una casa atufada

En Escocia se ejecutaba una de las bromas más desagradables de Halloween ya que sus consecuencias duraban varios días, por no decir varias semanas. Esta consistía en arrancar el tallo de una col y conseguir que ardiera y echara humo. En ese momento acercaban el tallo al ojo de la cerradura de una casa y dejaban que ese humo penetrara en la casa, y con el humo el olor nauseabundo que provocaba.

Cuando la persona llegaba a casa todo su hogar estaba invadido no solo por una neblina provocada por el humo sino por un olor insoportable que se adhería a cortinas, telas y mobiliario tardando varios días – y unas cuantas coladas – en desaparecer.

Juegos y rituales con nueces

The Nut Shower

Los frutos secos típicos de estas fechas solían ser protagonistas de muchos de los juegos de Halloween. Las nueces, por su forma eran uno de los frutos favoritos.

Este juego requiere paciencia pero el resultado es tan agradecido que merece la pena. Se abrían las nueces con mucho cuidado y se le quitaban los frutos, dejando las cáscaras lo más intactas posibles. Se reservaban los frutos y se rellenaban las nueces con otras pequeñas golosinas o caramelos caseros y se volvían a cerrar, pegando las dos partes de las nueces con, por ejemplo, azúcar caramelizado o un glaseado.

Las nueces se esparcirían por el suelo y los niños deberían cogerlas y abrirlas – siempre se reservarían unas cuantas por si alguno de los pequeños cogía pocas o ninguna, ya que ningún niño debía quedar sin diversión. En el momento en que abrían las nueces y descubrían golosinas la estancia se llenaba de algarabía. Más tarde, los pequeños también darían buena cuenta de las nueces, tomándolas solas o con miel. Otra variante consistía en llenar las nueces con diminutos juguetes hechos por los mayores de la familia.

Fuera cual fuera el “relleno” de las nueces la diversión estaba asegurada.

Un barquito con la cáscara de nuez predice mi futuro

Este título es una interpretación del popular juego de lanzar cáscaras de nueces en barreño lleno de agua. Estas nueces se podían adornar con una pequeña vela para semejarlas a barquitos veleros.

Dependiendo del comportamiento de los barcos en el agua se podía interpretar el futuro: si el barco se hundía, el futuro del poseedor del barco no iba a ser muy halagüeño; por el contrario, si el barco seguía su travesía sin hundirse, significaría una vida feliz y estable.

Si dos barcos se cruzaban sin tocarse, sus propietarios estaban destinados a ignorarse en el futuro; si los barcos chocaban, las personas que los habían lanzado se encontrarían en algún periodo de sus vidas compartiendo intereses, negocios o amor y si los barcos navegaban juntos, sus dueños estaban predestinados a vivir juntos una vida feliz, acompañándose en cada momento.

Si un barco navegaba solo por los bordes del barreño, sin ir hacía el centro, donde se encontraban el resto de los barcos, predecía una vida solitaria y, quizás, una soltería de por vida; si el barquito de nuez tocaba frecuentemente los bordes, su poseedor tendría una vida de aventura, y viajaría por todo el mundo.

Y si un barquito se hundía significará no solo que el amor no será correspondido, sino que esa persona permanecerá soltera y sola ¡para el resto de su vida!

The Nut Crack Night

Este juego era uno de los favoritos de los jóvenes de la casa, ya que era un juego de predicción de futuro que vaticinaba si dos jóvenes estaban destinados a tener un amor verdadero o solo una bonita amistad.

Los elementos necesarios para jugar eran una parrilla y avellanas o castañas. Los jóvenes se sentaban a ambos lados de la parrilla, que previamente se había calentado, y, cada uno de ellos colocaba uno de los frutos sobre la parrilla. Si los frutos se quemaban lentamente hasta convertirse en cenizas la amistad duraría para siempre e incluso podría convertirse en amor duradero o un matrimonio feliz. Si, por el contrario, los frutos estallaban, la relación sería un reflejo de ese estallido, y no solo no duraría sino que acabaría de un modo conflictivo.

Quemando nueces, ¿cuál será nuestro futuro?

The auld gudewife’s weel hoarded nits
Are round and round divided,
And monie lads’ and lasses’ fates
Are there that night decided.
Some kindle, couthie, side by side,
And burn thegither trimly;
Some start awa’ with saucy pride,
And jump out-owre the chimlie.

Cada miembro de una pareja elige una nuez entera. Ambas nueces se ponen al fuego. Cada uno observa atentamente cómo se van quemando las nueces: si se queman lentamente, si se rompen o si ambos lados de la nuez se separan. Dependiendo de cómo respondan las nueces al fuego, así será su relación.

Rituales y juegos con manzanas

  • La manzana me dirá el nombre de mi amado

Aquel joven o aquella joven que quiera saber por qué letra comenzará el nombre de su futura pareja tendrá que pelar una manzana de una sola vez. Cuando termine tendrá que lanzar la monda de la manzana por encima de su hombro izquierdo.

Cuando caiga en el suelo dibujará la forma de una letra en el suelo. Esa letra será la inicial del apellido de su enamorado o enamorada.

  • Bobbing the apples

Se escogían varias manzanas rojas y apetitosas y se dejaban flotar en un barreño con agua; los participantes del juego debían poner los brazos a su espalda y sumergir sus cabezas en el barreño para coger las manzanas con los dientes. ¡La diversión estaba asegurada!

  • Manzanas a la hoguera

Para atraer al verdadero amor, se comía una manzana asada y se echaban al fuego el corazón y las semillas mientras se cantaba:

    “One, I love, two, I love, three, I love, I say,
Four, I love with all my heart,
Five, I cast away;
Six, he loves, seven, she loves, Eight, they both love.”

Otros juegos y bromas

El ovillo de lana que emparejará a los invitados

En una jornada informal y festiva en la que el protocolo se suavizaba ¡qué mejor manera de sentar a la mesa a los invitados que mediante un divertido juego!

La anfitriona dispersaba a los invitados por las diferentes estancias de la casa y les entregaba el cabo de un ovillo de lana a cada uno de ellos. Dos cabos de lana pertenecían al mismo ovillo y el juego consistiría en encontrar a la persona cuyo ovillo coincidiese. Para dificultar el encuentro, el largo ovillo se habría enrollado en muebles, extendido por las habitaciones y entremezclado con los ovillos de otros participantes, todo con el fin de que los propietarios de los ovillos recorrieran la casa y se divirtieran encontrando a su pareja.

De todos modos, la propietaria nunca dejaría nada al azar, encargándose de que dos cabos que estuvieran unidos no pertenecieran a comensales que pudieran tener ciertas rencillas entre ellos, y, si se sentaran juntos, su evidente malestar pudiese arruinar la reunión.

Trick or Treat – truco o trato – ¡cuidado con lo que eliges!

Aunque la frase “truco o trato” suele ser la primera la que se nos viene a la cabeza cuando pensamos en Halloween pocos saben lo que pasará si no aceptamos el trato y nos decdimos por el truco.  Cuenta la tradición que siempre debemos escoger el trato ya que en caso de no aceptarlo Jack O’Lantern, un ser maligno con cuerpo humano y cabeza de calabaza, podría maldecirnos. Según cuenta la leyenda irlandesa, un borrachín llamado Jack y apodado Jack Stingy engañó al Diablo para que pagara su bebida, atrapándolo en una moneda. Pero el Diablo más astuto que Jack se venga y condena a su espíritu durante toda la eternidad por la tierra. Para poder seguir enredando en la tierra Jack coloca dentro de un nabo tallado un carbón ardiendo, creando el personaje malvado de Jack O’Lantern. Si no aceptas el trato tendrás que vértelas con él.

¿Dónde está mi ganado? ¡En el tejado!

Dentro de las bromas desagradables de Halloween una de las más celebradas era la del “robo” de ganado y aperos de labranza. Durante la noche de Halloween, jóvenes y no tan jóvenes sustraían aperos de labranza, carros y animales del establo y ¡los subían a los tejados de las casas y graneros! A la mañana siguiente el granjero se encontraba con la desagradable escena que para él no era divertida en absoluto.

Me llevo tu puerta y se escapan tus animales

Una broma mucho más pesada consistía en robar las puertas de los campos y los cercados y abrir los establos y caballerizas. Después se azuzaba a los animales para que salieran. No era agradable levantarse por la mañana y ver que todos los animales se habían escapado; solo quedaba salir a buscar a los animales perdidos por os campos.

Estas chanzas provocaron no pocos altercados entre los granjeros y los jóvenes bromistas, ya que los primeros no dudaban en pasar la noche en vela, muchas veces armados con escopetas llenas de sal,  para evitar que los muchachos llevaran a cabo su inocentada de Halloween.

Los tres platos: decidme si me casaré con una bella doncella

En una mesa se colocaban tres platos: uno lleno de agua limpia, otro con agua sucia y otro vacío. A uno de los participantes en el juego se le vendaban los ojos y se le conducía hacia la mesa en la que estaban los tres platos.

A ciegas la persona escogía uno: si su elección era el plato con agua limpia se casaría con una bella dama, si el elegido era el que contenía agua sucia sería viudo, y si la suerte le llevaba hacia el vacío sería un amargado solterón.

Este ritual podía intentarse tres veces, previo cambio de sitio de los platos.

La dama frente al espejo: espejo, muéstrame el rostro de mi amado.

On Halloween look in the glass,

your future husband’s face will pass

Una de las tradiciones más populares entre las jóvenes era la de tratar de conocer cual sería el rostro de su futuro marido.

Para ello, la joven se encerraba en una habitación a oscuras, con la única luz de una vela iluminando el cuarto, y se colocaba frente al espejo. La superstición decía que al iluminar su imagen frente al espejo, a su lado, se reflejaría la imagen de su futuro marido.

A este ritual, a veces se le añadía un elemento adicional: la joven además de iluminar su imagen con una vela en el espejo debía ¡estar comiendo una manzana!

Mojé manga de mi camisa en el río: mi futura pareja aparecerá para secarla

Go to a south-running stream,

and dip your sleeve in it at a spot

where the lands of three lands come together

Una superstición escocesa contaba que la noche del 31 de octubre un joven o una joven debían mojar la manga de su camisa en un arroyo donde las tierras de tres tierras se unían. Al llegar a casa tenía que colgar la manga cerca del fuego para que secara, en un lugar que pudiese ver desde su cama.

No podía dormirse porque durante la noche una aparición tendría lugar en el lugar en el que había dejado la manga: su futuro esposo o esposa aparecería para retorcer la manga para intentar que se secase.

Caminando en la oscuridad

Una dama debía caminar hacia atrás en la oscuridad, hacia el sótano, con la única iluminación de una vela en su mano derecha y un espejo en su mano izquierda, mientras recitaba una y otra vez:

    ” Appear, appear, my true love dear,
Appear to me to-night,”

Antes de alcanzar el final de la escalera el rostro del amado se reflejaría en el espejo.

¿Fundimos plomo? Sus formas nos dirán nuestro futuro

Este juego me parece un poco más complicado e implica poderes de adivinación o mucha imaginación…

Fundimos un objeto de plomo y dejamos que el fundido se vierta a través de la manija de una llave cayendo sobre un bol de agua limpia. Las formas que forme el plomo serán un reflejo de lo que nos depara nuestro futuro.

¡Feliz Halloween! ¡Feliz Samaín!

Las flores de Pascua

Celebramos el Domingo de Pascua con una de las tradiciones favoritas de los victorianos: ornamentar y obsequiar con flores llenas de simbología.

El lirio de los valles

El lirio de los valles era una de las flores que mejor representaban la Pascua victoriana. Esta bella flor es nombrada recurrentemente en varios pasajes bíblicos, de ahí su gran simbología en la tradición cristiana.
Se dice que las lágrimas que Eva derramó cuando ella y Adán fueron desterrados del Edén se transformaron en el lirio de los valles. Esta tradición es muy similar a la que cuenta como las lágrimas de dolor de María, al ver a su hijo en la cruz, se convirtieron en estas bellas flores que representan el amor inmenso de una madre por su hijo.

Esta flor también simboliza la segunda venida de Cristo. Por este motivo, los victorianos la escogieron como flor pascual. Durante el domingo de Pascua, era tradición adornar las casas con ramos de lirios blancos. En las iglesias no faltaban adornos florales en las que el blanco inmaculado de la flor era el protagonista, y muchos feligreses acudían a los servicios religiosos con pequeños ramilletes de lirios blancos en las solapas de sus abrigos o en sus manos, para después ser dejados en el altar como ofrenda a Jesús.

La flor tenía otros significados paganos como su supuesto poder de ahuyentar a los malos espíritus y atraer la fortuna y protección a las familias, por lo que era muy popular entre los victorianos, siempre dispuestos a mezclar creencias religiosas y paganas y convertirlas en tradiciones simbólicas.

El narciso

El narciso es otra de las flores con una arraigada tradición pascual. Considerado un símbolo del amor eterno e incondicional anuncia la llegada de la primavera. En la tradición cristiana es una alegoría del renacimiento y de la renovación, por lo que tiene gran protagonismo en el periodo de Semana Santa, y en la Pascua de Resurrección como representación de la una nueva vida y esperanza.

Por su fragancia suave y su llamativo color era una de las flores preferidas por los victorianos para expresar deseos de felicidad; por este motivo se le ofrecía a los novios el día de su boda. Nunca se debía regalar un solo narciso, sino varios. Un narciso solitario expresaba lo contrario a su simbología, y predecía una vida desgraciada y desafortunada.

Aunque el narciso más tradicional es el de color amarillo brillante con corolas grandes y centro en forma de trompeta, los narcisos blancos, con suave tono anaranjado o amarillos pálidos eran, asimismo, frecuentemente regalados como símbolo de amistad.

La azucena blanca

«Considerad los lirios cómo crecen: no labran, no hilan; y sin embargo os digo que Salomón, con toda su gloria, no se vistió como uno de ellos». (Lucas 12:27)

La azucena blanca, también conocida como lirio de Pascua o Easter Lilly, simbolizaba la pureza, la inocencia y la nueva vida. Su popularidad fue mayor entre los cristianos americanos, sobre todo estadounidenses, que europeos ya que la flor fue importada desde las islas Bermudas a los Estados Unidos, donde se empezó a comercializar.

La belleza de la flor y su floración entre los meses de marzo y abril, la convirtieron en imprescindible en los altares de las iglesias durante la Pascua. La vestimenta de los clérigos católicos, con sus casullas de inmaculado blanco y brillante amarillo hicieron que los fieles identificaran todavía más a esta planta con las celebraciones religiosas. Aunque debemos matizar que es probable que los «lillies» de los que se hablan en los pasajes de la Biblia, como el que reproducimos del Evangelio de Lucas, no sea la azucena blanca sino el lirio del valle.

El Irish Linen y las spinsters: las hilanderas irlandesas que hilaban el lino victoriano

Como cada año, en La Casa Victoriana, celebramos el día de San Patricio recordando un hecho o tradición relacionado con la preciosa isla esmeralda.

En primer lugar, me gustaría aclarar el uso de la palabra spinster, término que en la actualidad se traduce como“solterona”, para evitar provocar cualquier tipo de malentendido, por lo despectivo de la palabra. En el contexto de esta entrada, una spinster es una mujer que maneja la rueca de hilar, la spinning wheel en lengua inglesa y cuya traducción en español sería hilandera.

El término spinster, se utilizó tiempo más tarde, para definir a una mujer que no estaba casada o que tenía una edad avanzada – siempre en el contexto de la época – y no tenían expectativas de contraer matrimonio. Con el tiempo se fue convirtiendo en un término ofensivo y hasta insultante, pues se identificaba con una mujer de mediana edad o mayor, no casada y con un carácter agrio o triste, dependiendo de las circunstancias en las que fuera presentada.

Aclarado el término, La Casa Victoriana dedica este año el Día de San Patricio a todas las mujeres irlandesas que fueron las impulsoras de un oficio artesano que ha pervivido a lo largo de los siglos dejando muestras de unas manifestaciones artísticas menores pero no por ello menos bellas.

Woman At A Spinning Wheel – Platt powell Ryder

En el siglo XIX, en pleno auge de la industria textil, la nobleza y la burguesía demandaban tejidos de alta calidad para la confección de sus ropa y ajuar doméstico. La planta del lino proporcionaba uno de los tejidos de más populares, no sólo por su suavidad y resistencia sino por su gran versatilidad. No en vano, la producción de lino para diferentes ámbitos comerciales y económicos, ha quedado registrada históricamente desde hace más de 4000 años.

Irlanda, y más concretamente la zona norte de la isla, hizo del cultivo y posterior procesamiento del lino dos de las bases en las que se asentaba su economía, llegando a convertirse en uno de los mayores productores de la planta a nivel mundial, y en el principal proveedor de los países europeos y de su industria textil. La producción de lino se convirtió en el sustento de pueblos enteros que dependían casi por entero del cultivo de la planta y del trabajo en los molinos para su procesado. Toda la familia trabajaba en la industria del lino, incluidos los niños que aportaban un salario extra a los ingresos familiares.

The spinning wheel – Giovanni Battista Torriglia

Uno de los éxitos del lino irlandés radicaba en la pericia de las spinsters, las tejedoras que manipulaban el lino en ruecas o bien en husos. La rueca era una rueda en la que se hilaban las fibras para separarlas lo más finamente posible. Un huso era una pico recto, generalmente de madera o hueso, que se utilizaba para hilar. En su parte superior tenía un objeto esférico llamado espiral para que el hilo no se saliera del pico. Muchos husos tenían un gancho o una ranura, como la de una aguja de coser, para guiar las fibras de hilo.

El trabajo de las hilanderas destacaba por el modo en la que hilaban las fibras de lino en finísimos hilos, que después eran tejidos en los telares, dando las telas de lino resultantes para ser utilizados en la industria de la confección. Este oficio, que se transmitía de madres a hijas, era tan demandado por la industria que, a pesar de que familias enteras se dedicaban a este menester, no era suficiente para la cantidad demandada y, además, encarecía el producto, pues tardaba bastante tiempo en llegar a los telares. Por este motivo, las industrias textiles idearon una fórmula de producción que tuvo gran popularidad en el siglo XIX.

Girl at a Spinning Wheel- H Harcourt

Los empresarios promovieron que las familias tuvieran sus propios campos de cultivo, recogieran el lino y lo hilaran y tejieran en sus propios telares. Una vez tejido, los empresarios los adquirirían a las familias para posteriormente procesarlos y venderlos a las empresas de confección. Como las familias irlandesas no disponían del dinero suficiente para la adquisición de la maquinaria, los telares fueron proporcionados gratuitamente, aunque siempre con supervisión por parte de los empresarios, con el fin de comprobar que se utilizaban correctamente y lo producido se le vendía íntegramente a ellos.

El negocio era tan rentable que las spinsters pronto comenzaron a contratar muchachas como aprendices para poder producir más cantidad y más rápido sin que la calidad del hilado se deteriorara, ya que comenzaba a circular una variedad de lino directamente tejido, sin previo hilado a mano. Esta mecanización conseguía una producción mayor pero también unas fibras más gruesas y toscas que bajaban el precio del tejido.

Sunshine – Robert Thorburn Ross

La ropa de cama victoriana o las piezas de mantelería confeccionadas con lino irlandés, habitualmente adornadas con bordados o brocados eran consideradas una muestra de exquisito gusto y lujo debido a su trabajo de hilado y su suavidad al tacto. Una familia victoriana de alto estatus siempre engalanaría su mesa con un mantel de procedencia irlandesa o adornaría sus mesitas y tocadores con tapetes de lino de Irlanda.

El arte de las spinsters, se hizo tan popular durante la época victoriana que hasta la mismísima Reina Victoria tenía su rueca particular y no dudaba en dejarse fotografiar llevando a cabo tan doméstica labor.

Con el tiempo la labor de las spinsters fue perdiendo competitividad frente al trabajo mecanizado y a la producción en serie, ya que a los costes de producción eran más baratos y eso repercutía en los precios de venta al público que los empresarios podían ofrecer y que se traducía en un incremento en las ventas. El mecanizado y la llegada de lino de países en los que los salarios eran mucho menores, abarató y democratizó el acceso a los productos confeccionados de lino, a costa de un detrimento de la calidad de los mismos. Los campos de cultivo y los molinos fueron abandonados y las familias se dedicaron a oficios mucho más rentables económicamente y que exigían menor laboriosidad. Afortunadamente, el oficio no se perdió pero quedó relegado al concepto de artesanía tradicional.

En la actualidad, el sello de calidad de Irish Linen sigue teniendo el prestigio de un producto de excelencia. Aunque el lino no sea de cultivo autóctono irlandés, la condición para la obtención de la denominación Irish Linen es el hilado y la separación de las fibras de modo manual y artesanal y, por supuesto, un resultado de una belleza y delicadeza inigualables.

Fotografía Vía Pinterest

Ilustradoras: dibujando infancias felices

En el Día de la Mujer recordamos el magnífico trabajo de 6 ilustradoras que dibujaron infancias felices, ilustraron historias mágicas, llenaron de vida postales de felicitación y nos acompañaron, y nos siguen acompañando, con imágenes perfectamente reconocibles que han alegrado durante años los cuentos, libros, cuadernos y diarios de todos los niños, y no tan niños.

Beatrix Potter, naturalista, ilustradora y escritora

Helen Beatrix Potter nació un 28 de julio de 1866 en Kensington, Londres. Novelista , naturalista, ilustradora y escritora de cuentos infantiles logró ser conocida mundialmente gracias a su personaje de Peter Rabbit.

A pesar de su gran talento, sus padres preferían que se dedicara a labores más propias de una mujer, como las tareas del hogar y el cuidado de sus hermanos. Su tío, que se dio cuenta de la valía intelectual de la joven Beatrix intentó que la admitieran como estudiante en el Real Jardín Botánico, pero fue rechazada por ser una mujer. Beatrix nunca desistió de hacer realidad sus proyectos, lo que la enfrentó a sus padres. Después de ofrecer su obra The Tale of Peter Rabbit a varias editoriales y ser rechazada sistemáticamente, encontró a su mecenas en el editor Norman Warne, de quien se enamoró perdidamente.

Ante la oposición de sus padres a este matrimonio, Beatrix mantuvo su relación en secreto. Sus deseos de casarse con Norman se vinieron abajo cuando el editor murió a causa de una leucemia, dejando a la escritora sumida en un profundo dolor. A partir de ese momento Beatrix se volcó en la literatura y en su afición de naturalista, escribiendo más de 23 libros ilustrados y recogiendo a animales a los que le gustaba cuidar. A los 47 años se casó con su abogado William Heels. Falleció en 1943.

Kate Greenaway, la ilustradora de los niños felices

Desde niña, Kate mostró inclinación y aptitudes hacia el dibujo – le encantaba dibujar muñecas y su vestuario – algo que su padre siempre estimuló. Y el negocio de su madre, una costurera que abrió una tienda de confección de ropa, con gran éxito, le proporcionó una visión del vestuario de las clientas y sus familias que después usaría para sus ilustraciones.

Dejó de acudir a la Central School en South Kensington, donse se había matriculado, porque a las mujeres no se le permitía dibujar desnudos y se matriculó en la recién fundada Slade School que garantizaba una educación en igualdad para ambos sexos.Los contactos de su padre como grabador le proporcionaron su primer trabajo para la compañía norirlandesa de Marcus Ward, en el que obtuvo un relevante éxito como ilustradora de calendarios y de tarjetas.

Pero la negativa de Ward a devolverle sus originales después de publicados, hizo que Greenaway dejara su empresa.Otro de los conocidos de su padre, Edmund Evans le publicó obra Under the Window, donde aparecían sus delicadas acuarelas. La publicación tuvo tanto éxito que fue necesaria una segunda edición. Con esta obra, y su colaboración con Evans, comenzó una carrera de éxito para Kate Greenaway, con la publicación de obras posteriores que la convirtieron en la ilustradora favorita de varias generaciones durante décadas.

Además el trabajo con Evans le proporcionó un estrecho contacto con dos de los mejores ilustradores de la época: Randolph Caldecott, que la aconsejó y la ayudó – a pesar de que el éxito de la ilustradora hizo que las ventas de sus propias obras descendiera- y Walter Crane que no sólo no se mostró amistoso con ella sino que a menudo menospreció su obra.

El gran éxito obtenido por Kate Greenaway en Gran Bretaña y Estados Unidos hizo que surgieran imitadores de sus ilustraciones e incluso falsos dibujos atribuidos a ella y que aparecían en ropa, complementos, papel pintado y otra gran parte de objetos decorados que se vendían con gran éxito.Por su contribución a la difusión de la ilustración y por llegar a ser la ilustradora infantil más exitosa durante décadas en 1955 la Library Association of Great Britain instituyó, en 1955, la Kate Greenaway Medal que se asigna anualmente a un artista vivo y que haya publicado en Gran Bretaña.Esta mención se ha convertido en el honor más alto que se le puede conceder a un ilustrador infantil en el Reino Unido.

Los cupidos de Rose O’Neill, ilustadora y activista por los derechos femeninos

Rose O’Neill fue una artista, ilustradora, escritora estadounidense cuya creación más popular fueron los llamados Kewpies, unos bebés regordetes y tremendamente dulces que aparecieron en multitud de ilustraciones y tarjetas de felicitación. Su arte fue completamente autodidacta y lo aprendió copiando cuadros, bocetos e ilustraciones que encontraba en los libros que había en la librería de su padre. Además utilizaba a su propia familia como modelos para hacer retratos.

En sus primeros años en Nueva York, Rose realizó varios trabajos por encargo para revistas tan prestigiosas como Harper’s, Life, Broadway Life, Cosmopolitan, and Colliers. Su éxito, la llevó a conseguir un puesto en la plantilla de Puck Magazine, para la que realizó cerca de 1000 ilustraciones.

Además su gran éxito la llevaron a protagonizar varias campañas publicitarias de los productos más punteros, que veían en sus ilustraciones un modo de alcanzar una publicidad exitosa; entre estos productos se encontraban Oxydol, Rock Island Railroad, Edison Phonograph, Brownie Cameras, Kellogg Cornflakes, Pratt and Lambert Varnishes y  Jell-O.En un mundo en el que los ilustradores eran mayoritariamente hombres, Rose, aportó pinceladas de humor mezcladas con dulzura y romanticismo que rápidamente conquistaron al público.

La primera aparición de los  Kewpies fue en 1909, en el especial de Navidad de The Ladies’ Home Journal. Estos pequeñines aparecían en diferentes situaciones humorísticas y normalmente la ilustración se acompañaba de un verso o de una cancioncilla.

Los Kewpies se hicieron tan populares que pronto se convirtieron en un muñeco de tipo bisque, con su cabeza en porcelana, fabricados en nueve tamaños diferentes por la empresa alemana J. D. Kestner Co.También se editaron una serie de láminas de paper dolls, que tuvieron tanta aceptación que pronto se convirtieron en cuadernillos. Estos cuadernos fueron los pioneros de los cuadernos de recortables posteriores.

Hoy sus Kewpies son material de coleccionista, y los muñecos bisque son uno de los objetos más preciados y valorados por todos aquellos amantes de lo vintage y del arte popular de principios de siglo.

Como pintora y escultora, fue una artista adelantada a su época, con obras que más allá de la estética mostraban un estudio psicológico de los personajes. Sus temas favoritos eran la mitología y el folclore, principalmente irlandés y griego.En su primera exposición parisina, sus obras captaron la atención del público, describiéndolas como brillantes y originales.Además Rose O’Neill fue una activista social, que luchó, en especial por los derechos de las mujeres y contra la discriminación racial.

Cecily Mary Baker, la ilustradora de las hadas del bosque

Cecily Mary Barker es hacerlo de una magnífica ilustradora que ha sabido recrear como nadie el mundo de los Fairy Tales. Sus bellas ilustraciones, llenas de vivos colores, son capaces de trasladarnos a  preciosos bosques llenos de Ninfas, Hadas y Duendes haciendo que el Sueño de una Noche de Verano shakespiariano se convierta en realidad. Su técnica depurada y detallista convierten a cada Hada en un personaje único dotado de una marcada personalidad, que transmiten sus definidos rasgos y de sus hermosos vestidos hechos con pétalos de flores de brillantes colores.

Esta ilustradora inglesa, nacida en Croydon, Londres, en 1895 comenzó a estudiar arte desde muy joven con cursos por correspondencia y en la Escuela de Arte de Croydon, y pronto sus trabajos comenzaron a aparecer en revistas juveniles y en tarjetas de felicitación. Pronto sus pinturas de Hadas correteando por los bosques primaverales, veraniegos y otoñales se hicieron tremendamente populares lo que propició que comenzara a publicar libros de ilustraciones, de rimas, anuarios y greeting cards con una periodicidad casi anual hasta pocos años antes de su muerte.

Como curiosidad señalar que sus Hadas de invierno no aparecieron publicadas hasta 1985. Además se publicaron postumamente alrededor de 4 libros de ilustraciones de diferentes etapas de la pintora, que no se habían publicado anteriormente.

El estilo de Cecily ha sido comparado con el de Kate Greenaway por la dulzura y el halo de inocencia que destilan sus ilustraciones, y técnicamente con los prerrafaelistas, aunque ella siempre rechazó las teorías artísticas y prefirió definir su estilo como propio surgido de su inspiración.

Joan Walsh Anglund, la dulzura hecha ilustración

La magnífica ilustradora Joan Walsh Anglund nació en Chicago en 1926.  Desde la publicación de su primer libro A Friend is Someone Who Likes You, en 1958, con el que consiguió un gran éxito, ha publicado más de 75 libros como escritora e ilustradora vendiendo más de 40 millones de copias.  Desde 1979, Joan Walsh ha escrito e ilustrado cuatro veces al año la Joan Walsh Anglund Children’s Page en la revista GoodHousekeeping Magazine . Sus ilustraciones también aparecieron con más o menos asiduidad en las revistas Ladies Home Journal , Good Housekeeping , Woman’s Day , Better Homes and Gardens , Family Circle , y McCalls .

Sus dibujos, llenos de color y trazo sencillo eran capaz de transmitir la dulzura, encanto e inocencia de la niñez.  Cuando se le preguntaba a la ilustradora por sus dibujos contestaba que ” quizás estoy intentando atrapar la esencia de lo que es un niño, no un niño en concreto, ni un niño real, sino lo que intento es capturar el sentir todos los niños, de la infancia misma. Esa podría ser también la razón por la que visto a los niños con una ropa intemporal de ningún periodo definido, pero siempre con un vago sentimiento de nostalgia”.

Grace Drayton, la creadora de las polifacéticas Dolly Dingle

La primera Dolly Dingle apareció por primera vez en la  revista Pictorial Review, en 1913. Su aspecto dulce, sus grandes ojos y su pelo en bucles, la hicieron tremendamente popular entre el público norteamericano.

Pero, este no era el primer éxito para su autora GraceGebbie – que también firmó sus obras como GraceWiederseim o Grace Drayton, ya que adoptó los apellidos de sus sucesivos maridos. La ilustradora ya se había hecho tremendamente popular con las ilustraciones de niños, muy al estilo Dolly, que se convirtieron durante la primera década del siglo XX en el icono de las Sopas Campbell para niños.

Durante más de 20 años Grace Gebbie dibujó más de 200 paper dolls de la serie de Dolly Dingle, en cuya publicación destacaban los vivos colores con que Gebbie dotaba tanto a los muñecos, como sus vestuarios y accesorios; aunque durante la Gran Depresión la crisis económica obligó a los editores a publicar las Dolly en sólo dos colores, las paper dolls de Grace Gebbie no perdieron ni un ápice de su popularidad, situándose entre las preferidas de los niños norteamericanos.

A lo largo de los años de su publicación la familia Dolly fue creciendo, sumando nuevos personajes y mascotas a los personajes fijos. Además las Dolly viajaron por todo el mundo añadiendo nuevos outfits de los países que visitaban a sus armarios y presentando nuevos amigos de países exóticos, o bien integrándose en movimientos sociales como los scouts o la Cruz Roja.

Gebbie logró hacer de sus Dolly una serie de recortables que han permanecido en el tiempo,  como una representación de los gustos de la sociedad del primer tercio del siglo XX, tanto en  actitud como en un vestuario e imagen que refleja fielmente la moda infantil  de su época. Una Dolly era como todas las niñas querían ser y su vestuario como el que todas las niñas soñaban tener.

Para celebrar el aniversario de Campbell, la empresa lanzó una promoción de muñecas y muñecos Dingle, pero no en formato paper doll sino de plástico, que intentaban reproducir lo más fielmente posible el espíritu Dolly Dingle. Aunque las reproducciones no fueron del  agrado de todos los fans de las Dingles, el éxito fue rotundo, agotándose rápidamente.

El arte del coqueteo con el pañuelo

A Reclining Lady With A Fan – EleuterioPagliani

El honor y la virtud eran dos cualidades morales que se consideraban inherentes a toda dama victoriana. Cualquier desliz podía empañar la reputación de una mujer de manera irreversible con consecuencias fatales para un futuro casamiento o para su matrimonio, poniendo en entredicho, además, la honra de su familia. Pero la pasión amorosa y la discreción no siempre conseguían ir de la mano, por lo que las jóvenes, y no tan jóvenes, tenían que idear modos de comunicarse con sus amados que no llamasen demasiado la atención. Uno de estas maneras de comunicarse era por medio de los pañuelos, cuyo uso era bien distinto del que la funcionalidad con la que los asociamos en la actualidad.

En un primer momento el uso del pañuelo como complemento de vestuario se consideró muy atrevido, ya que este pequeño cuadrado de tela y encaje era más propio de los tocadores y se identificaba con la intimidad femenina más que con la exhibición y el coqueteo.

Un pañuelo no se utilizaba para algo tan vulgar como sonarse, sino que era uno de los regalos más preciados que podían recibirse. La razón era que un pañuelo era un objeto preciado, con un significado más allá de lo material. Las damas bordaban sus iniciales o un pequeño mensaje en él para dárselos a sus seres queridos o a su amado. Estos mensajes eran algo más que una letra o una frase bordada, era una labor cuidadosa, hecha con mimo, preparada con tiempo, dedicada y personalizada en la que la dama mostraba sus habilidades con la aguja, aprendidas tras horas de dedicación y esfuerzo.

Otro de los motivos que acompañaban a estas iniciales o mensajes eran pequeñas flores y ramilletes de vivos colores bordados en una de las esquinas. Las iniciales estaban bordadas con letras de bonita caligrafía – incluso había modelos para traspasar a la tela y hacer más fácil el bordado. La elección de las flores, que iban acompañando a las iniciales o bien solas no eran casuales y siempre en colores delicados, nada estridentes, trataban de transmitir un mensaje siguiendo el lenguaje victoriano de las flores, violetas como signo de lealtad, margaritas simbolizando la pureza e inocencia, rosas como recordatorio de un amor verdadero y apasionado o campanillas expresando esperanza, eran las más comunes.

Otros motivos como una casa, una cesta, un árbol, un carro podían ser los protagonistas del bordado, dependiendo del mensaje que se quisiera transmitir con la entrega del pañuelo. Algunas damas preferían el petit point o punto de cruz para realizar sus pequeños dibujos. Este tipo de puntada era el preferido si el pañuelo iba a ser entregado a un niño.

Algunas veces se punteaban los extremos con vivos colores o simplemente se le añadía un bonito encaje, bordeando los extremos o simplemente en una de las esquinas. El encaje era caro y no todas las damas dominaban la técnica de empleo de este delicado tejido para unirla a la tela, lo que convertían a los pañuelos con encaje en piezas valiosas más allá del coste material de los materiales de confección.

Household duties – Franz Xaver Simm

Los encajes franceses y belgas eran reconocidos por sus filigranas y su minuciosidad, así como por su gran calidad y elevado precio; pero los británicos preferían encajes ingleses e irlandeses, que aunque menos demandados en Europa eran de extraordinaria belleza y denotaban un trabajo de alta precisión en su elaboración y posterior aplicación. Algunos ejemplos de estos preciosos encajes eran:

  • El encaje inglés, también conocido como encaje inglés, era de los más populares. Este encaje se cosía sobre una tela blanca con hilo de color blanco, consiguiendo un efecto casi tridimensional.
  • Los encajes de Limerick, localidad irlandesa, famosa entre otras cosas por la belleza de sus encajes y sus depuradas técnicas de confección. Los más destacados eran los encajes realizados con needlerun, un delicado trabajo de bordado sobre tela de tul, con puntadas a la carrera con una aguja de coser. En este tipo de encaje se dejaban huecos en los diseños que se rellenaban posteriormente con meticulosas puntadas diferentes para lograr un conjunto armonioso y elegante. En Limerick también se confeccionaba el Tambour lace, un tipo de técnica realizada igualmente sobre tul, pero mientras que en la técnica needlerun se utilizaba la aguja, aquí se utilizaba un gancho para crear la decoración del encaje. El nombre tambour viene del objeto que se utilizaba para estirar el tul y facilitar la puntada de gancho, un gran aro muy similiar a un bastidor.
  • También en Irlanda, pero un poco más hacia el sur, en la localidad marinera de Youghal, se confeccionaba uno de los encajes más demandados por las damas de la alta sociedad, como símbolo de estatus y elegancia. El hilo con el que se creaba este exquisito encaje era finísimo, literalmente, incluso más que el cabello humano, lo que daba lugar a unas piezas muy delicadas, de altísima calidad que había que tratar y guardar con sumo cuidado.

Aquellas mujeres que no podían permitirse estas delicatessen de la costura se conformaban con el Irish crochet, piezas de ganchillo, igualmente bellas pero menos delicadas, al alcance de cualquier familia, pero con las que una dama de buen gusto podía lograr un diseño realmente bello.

Waiting For The Ferry – Thomas Brooks

Con la llegada de la Revolución Industrial y el desarrollo de las fábricas textiles, la confección de encaje se hacía de manera industrial y no artesanal. Aunque la calidad, evidentemente no era la misma, consiguuió que los precios fueran muy inferiores y estuvieran al alcance de cualquier mujer. Esto popularizó la técnica del tape lace, que consistía en la unión de diferentes piezas de encaje para lograr un conjunto armonioso.

El modo de confeccionarlo dependía del buen gusto de la dama, pero, contrariamente al gusto victoriano por lo recargado, los pañuelos solían ser delicados y elegantes. Las familias guardaban los pañuelos bordados como pequeños tesoros familiares que pasaban de una a otra generación, las damas los guardaban en sus cajitas de labor o en estuches adaptados para que la humedad no los estropeara y se conservaran en la mejor condición.

Un pañuelo en las manos de una dama evitaba que esta mostrara su nerviosismo y resultaba un apoyo para tener sus manos ocupadas y mostrar serenidad, pero, además, fue uno de los complementos más utilizados para la comunicación entre los amantes, elaborando con suaves y discretos movimientos un complejo código amoroso en el que se incluía desde el coqueteo, hasta la advertencia e, incluso, el enfado y una ruptura elegante.

El lenguaje del coqueteo con el pañuelo implicaba una serie de movimientos, cada uno con su propio significado, que todo pretendiente o amante debía conocer:

Pasarlo por los labios: Estoy deseando conocer a alguien.
Pasarlo por los ojos: Lo siento.
Ponerlo en la mejilla: Te quiero.
Ponerlo en la frente: Nos observan.
Pasarlo por las manos: Te odio.
Dejarlo caer: Seremos amigos.
Doblarlo: Deseo hablar contigo.
Apoyarlo en la mejilla derecha: Sí.
Apoyarlo en la mejilla izquierda: No.
Ponerlo sobre los ojos: Eres cruel.
Poner las esquinas opuestas en ambas manos: Espérame.
Pasarlo por encima del hombro: Sígueme.
Colocarlo en la oreja derecha: Has cambiado.
Tomándolo por el centro: Eres demasiado voluntarioso.
Girarlo con ambas manos: Indiferencia.
Girarlo con la mano izquierda: Deseo librarme de ti.
Girarlo con la mano derecha: Amo a otro.
Girarlo alrededor del dedo índice: estoy comprometida.
Girarlo alrededor del tercer dedo: estoy casada.
Agitarlo cerca de alguien una vez: eres un seductor.
Agitarlo cerca de alguien tres veces: Váyase al diablo.
Pasarlo sobre por encima de la cabeza: Váyase lejos.
Meterlo en el bolsillo: No más por ahora.