Tradiciones de Pascua

El árbol de huevos de Pascua


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Una de las tradiciones victorianas mas curiosas en el periodo pascual era la de poner un árbol, similar al abeto de Navidad, pero adornado con huevos de vivos colores y otros símbolos tradicionales de la festividad de Pascua.

De las ramas del árbol se colgaban huevos pintados que se envolvían con cintas de vivos colores y se sujetaban haciendo una bonita lazada, que contribuía a la espectacularidad del adorno.

Durante las semanas previas se guardaban las cáscaras de los huevos que se usaban en la cocina, ya que eran un elemento esencial para la decoración. Con ellas se creaban pequeñas cestas cuya asa se hacía con finos alambres. Estas cestillas se suspendían en las ramas y se llenaban con huevos elaborados con chocolate y caramelo. Con los cascarones, una vez pintados, se confeccionaban los cuerpos y cabezas de payasos, gnomos y duendes que se escondían entre las hojas.

Por si este engalanamiento no fuera suficiente, pollitos hechos con algodón y conejos de galleta de jengibre pendían de las ramas creando un conjunto tan colorido como aromático.

Velas encendidas, encajadas en dorados portavelas, proporcionaban el brillo y la calidez necesaria para convertir esta ornamentación en un adorno tan bello como el más bonito árbol navideño.

La decoración de los huevos de Pascua

El teñido

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Las elaboraciones pastelera actuales distan mucho de los modos tradicionales de crear golosinas y ornamentos. En una época en la que la mayor parte de los productos químicos usados en la industria alimentaria brillaban por su ausencia, las cocineras tenían que utilizar todo aquello que le brindaba la naturaleza para conseguir un bonito resultado final.

En primer lugar, los huevos de Pascua de elaboración casera no eran de chocolate, sino humildes huevos cocidos, que pasaban por un proceso de teñido utilizando jugos vegetales y otros trucos para crear patrones decorativos.

Si se quería lograr un tintado efectivo se utilizaban solo los blancos, que se colocaban en el fondo de una cazuela con agua. Se añadían, al menos, dos tazas de tinte natural, una cucharada de vinagre y se llenaba con una cantidad de agua que los cubriera totalmente. Se llevaban a ebullición. Después, se dejaban reposar durante una hora. El toque final lo daba unas pinceladas de aceite o manteca derretida para que adquiera un bonito brillo. Se podían teñir hasta seis huevos al mismo tiempo siguiendo estas instrucciones.

Los colores

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El líquido de las espinacas después de cocerse teñía los huevos de un bonito verde. Las remolachas procuraban un leve color rosado. Este tono también podía conseguirse con zumo de frambuesas al que se añadía un chorrito de vinagre. Si se deseaba un rosa más oscuro se podían cocer, además de con el jugo de las frambuesas, con las bayas esmagadas.

Teñir los huevos de amarillo era fácil usando semillas de vara de oro; una cucharada de cúrcuma en polvo por cada taza de agua los dejaría de un lustroso color amarillento.

Otra opción era utilizar arándanos machacados y vinagre para lograr unos huevos azules; las hojas de la col lombarda lograban un efecto similar.

El diseño

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Con cierta habilidad, se podían lograr estampaciones sobre los huevos. Si se pegaban tiras de papel alrededor del huevo y posteriormente se teñía, solo se colorearía en las partes no cubiertas, quedando un estampado a rayas. Si se preferían moteados, se envolverían en la túnica de la cebolla común – parte exterior, usualmente, de color marrón – antes de hervirlos. Con esta técnica quedarían con motas anaranjadas. Si fuese necesario, un tono más fuerte se usaría cebolla roja.

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Los diseños podían ser muy variados; los pétalos de flores, hojas y hierbas se  podían adherir a los huevos antes del teñido, sujetándose con hilos o envolviéndolos con un trozo de gasa o nilón para que no se desprendieran. Forrarlos con telas baratas con diferentes estampados daba un gran resultado visual.

Si se quería escribir alguna leyenda sobre el huevo, una frase, un verso o una dedicatoria, el modo más conveniente sería grabarlo con una fina pluma empapada en cera o manteca caliente antes del tintado; así, el tinte no penetraría en la superficie cubierta por las letras y después del teñido se retiraría dejando el mensaje limpio y claro. Después se rellenarían las letras con colores dorados para que las letras resaltasen.

Las jóvenes más habilidosas podían elaborar Easter Eggs para adornar la casa y obsequiar a sus allegados. Con la ayuda de acuarelas se pintaba una bonita flor sobre el huevo, preferiblemente un lirio del valle o un narciso, o bien un sencillo paisaje. Por ejemplo, en los huevos verdes, dibujaban un pequeño jardín y en los azules una marina. Algunas damas se atrevían con una decoración de querubines que desplegaban sus alas en un cielo celestial.

Los huevos de chocolate

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El proceso de creación de los huevos rellenos de chocolate era delicado. En primer lugar, se agujereaba un huevo crudo y se vaciaba. Por el hueco, con la ayuda de un fino embudo, se rellenaba con cacao fundido. Se esperaba a que este se enfriara y se sacaba la cáscara quedando el huevo de chocolate descubierto. Esta era una de las sorpresas más gratas para los pequeños.

Los huevos rellenos

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El proceso era similar al rellenado con chocolate, pero con una complicación extra, ya que en este caso, después del vaciar el huevo, se debía cortar a la mitad con unas tijeras muy afiladas. Una vez cortado, se rellenaban de almendras caramelizadas, frutos secos o frutas desecadas.

En muchos hogares se cocinaba una rica pasta de azúcar, muy parecida al mazapán que servía como delicioso relleno. Las dos mitades se unían pintando el huevo con una glasa hecha con clara de huevo y zumo de limón, que actuaría como un pegamento invisible (y comestible) uniendo ambas partes. Para disimilar el corte se rodeaba el huevo con una cinta de colores a la que se le haría una llamativa lazada.

Las Easter nest: las cestillas de Pascua

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La víspera de Pascua los niños elaboraban una especie de cestita para la Liebre pascual. Este personaje simbólico, conocido en nuestro país como Conejo de Pascua, era el encargado de dejar durante la noche, las golosinas y juguetes que los niños encontrarían al levantarse.

La cesta, denominada Easter Nest, se confeccionaba con todo aquello que proporcionara la naturaleza, tallos, ramas, hojas, flores o helechos; para adornarla un lazo o papel brillante serían adecuados. La canasta se dejaba en el jardín o en el patio trasero y, mientras los pequeños dormían, el Conejo de Pascua la llenaría de huevos de colores y chucherías elaboradas con azúcar.

La Egg Rolling Party

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La Egg Rolling Party era una fiesta típica de EEUU. Esta búsqueda, y posterior carrera, del huevo de Pascua se celebraba en los terrenos del Capitolio en 1816, pero la suciedad que provocaban los huevos rotos y la algarabía de los chiquillos provocó que se prohibiera. Este popular juego se trasladó a los jardines de la Casa Blanca, donde de modo restringido se sigue celebrando en la actualidad.

Las familias de todo el país siguieron con esta tradición en sus casas, convirtiendo sus jardines en pequeños campamentos de búsqueda del tesoro. En las casa se celebraban fiestas en las que el único elemento que no podía dejar de llevar cada invitado era una cestita vacía. Cuando todos los niños estaban reunidos se les dejaba salir al jardín, donde los anfitriones habían escondido una gran cantidad de huevos. El premio consistía en llenar su pequeño capacho con el mayor número posible.

Cuando acababa la caza comenzaba la egg-roll, una competición que consistía en hacer rodar los huevos con una cuchara de mango largo hasta una meta que antes se había señalado. La dificultad estaba en tratar de que el huevo no se saliera del trazado. Normalmente se formaban varios equipos y aquel miembro del equipo que pasara la línea de llegada en primer lugar haría vencedor a los suyos.

Terminado el juego, los niños disfrutaban de un festín de emparedados, galletas caseras, huevos de chocolate y otras golosinas, todo ello acompañado de fresca limonada azucarada.

La confección del bonete de Pascua

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Como hemos contado en nuestro artículo  El bonete de Pascua, este sombrero era uno de los complementos más tradicionales de estas fechas.

Como no todas las familias disponían de medios con los que comprar lindos bonetes, madres e hijas solían confeccionarlos ellas mismas, reciclando otros sombreros o transformando gorros campestres hechos de paja.

Para conseguir un precioso bonete utilizaban bonitas flores frescas y hierbas silvestres. Estas, combinadas con lazos y perifollos podían dar lugar a un sombrero espectacular. Las mujeres de la casa aprovechaban cualquier retal sobrante con el fin de embellecerlo; con el terciopelo elaboraban cintas, gasa y tul servían para envolverlo y el forro interior se confeccionaba con satén o algodón estampado. Por las tardes, las damas salían a pasear o a la iglesia acompañadas de los miembros de la familia y lucían sus bonetes con orgullo, aprovechando para observar los de las demás con admiración y envidia.

El lenguaje secreto del amor

When the golden sun is sinking

And your heart from care is free

When o’er thousand things you’re thinking,

Will you sometimes think of me?

 

La Casa Victoriana no quiere dejar de celebrar esta romántica fecha con una entrada llena de simbología y ¡de secretos!

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Lovers – Pál Szinyei Merse

El nombre de mi amada compone un poema

Enviar a la dama un poema romántico siempre era un riesgo, aunque las intenciones fueran buenas, ya que si el caballero no estaba especialmente familiarizado con la poesía, el resultado podía resultar desastroso y arruinar una relación incipiente.

Dedicarle a la amada un poema en el que su nombre fuera el protagonista en forma de acróstico era uno de los modos más originales que tenía un caballero de demostrar su amor a una dama. Una composición poética con un acróstico está constituida por versos cuyas letras iniciales, medias o finales forman un vocablo o una frase.

Como habitualmente los enamorados no eran tan creativos ni tan buenos poetas como pretendían, solían encargar estas románticas composiciones a poetas o escritores aficionados. Otras veces, los copiaban de alguna revista o manual. Uno de los más populares era “The People’s Valentin Writer”, un libreto publicado en 1850, que ofrecía diferentes poemas cuyos acrósticos componían algunos de los nombres victorianos más populares como Charlotte, Eliza, Elizabeth o Laura.

Less of friendship, more of love

A single smile, my heart can move;

Undying love! Not echoed yet,

Remains within a ponderous weight

And, without you, I’m all but dead.

Si se decidían a componerlo ellos mismos, debían equilibrar la pasión de enamorados que sentían por su amada con la etiqueta de las buenas maneras, sin resultar demasiado atrevidos ni tampoco cursis y, sobre todo, evitando ser ridículos presentando una mala composición poética, que pudiera causar más vergüenza ajena que amor romántico.

The Love Letter by Auguste Toulmouche
The Love Letter – Auguste Toulmouche

El lenguaje secreto del sello postales

Enviar un mensaje de amor al amado o la amada era complicado, ya que, sobre todo las damas podían poner en entredicho su reputación si la carta era interceptada o leída por la persona a aquién no iba dirigida.

Los amantes victorianos, siempre ingeniosos, encontraron un sistema de comunicarse mediante la colocación de los sellos postales, dependiendo de su colocación en el sobre transmitían diferentes mensajes amorosos.

El sello colocado al revés en la esquina izquierda del sobre significa – Te amo.
La misma esquina, en forma de cruz – Mi corazón es de otro.
En la misma esquina, de arriba a abajo – Adiós, cariño.
Al revés en la esquina derecha – No escribas más.
En el centro, arriba – Sí.
En el centro de la parte inferior – No.
En la esquina derecha en ángulo recto – ¿Me amas?
En la esquina izquierda en ángulo recto – Te odio.
En la esquina superior a la derecha – Te deseo tu amistad
En la esquina inferior a la izquierda- L
e pido su amistad.
En línea con el apellido – Acepta mi amor.
Lo mismo, al revés – estoy comprometido.

 

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The-Bridesmaid – James-Jacques-Joseph-Tissot

El lenguaje secreto de los anillos

Si un caballero desea una esposa, lleva un anillo en el dedo índice de la mano izquierda; si está comprometido, la lleva en el dedo corazón; si está casado, en el dedo anular; y en el meñique si nunca tiene intención de casarse.

Cuando una dama no está comprometida, lleva un aro o un diamante en el dedo índice; si está comprometida, en el corazón; si está casada, en el anular; y en el meñique si tiene la intención de permanecer soltera.

Así, pcon unos simples gestos, se pueden expresar las intenciones amorosas; y  el hombre más tímido puede, sin dificultad, comunicar sus sentimientos románticos a una dama, y en caso de que su oferta sea rechazada, evitar experimentar la mortificación de un rechazo explícito.

 

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Quarrelling – James Tissot

A cada objeto su significado

Lady Mary Wortley Montagu, esposa del embajador británico en Turquía era popular entre sus conocidos por sus originales cartas, en las que no solo contaba sus experiencias en tierras turcas, sino que enviaba misivas con paquetes llenos de simbología.
En alguna
ocasión sus cartas iban acompañadas de una cajita con diferentes elementos, cada uno lleno de significado, como esta que reproducimos a continuación, dirigida a su hermana, para que utilizara cada elemento según su simbología.

» Tengo para ti una carta de amor turca, que he puesto en una cajita… El primer objeto que debes sacar de la caja es una pequeña perla, después el clavo y, así, sucesivamente, entendiendo el significado de cada objeto como te indico a continuación:

Perla – La más bella de las jóvenes
Clavo – ¡Desde hace mucho tiempo te he amado y tú no lo has sabido!
Junquillo – ¡Ten piedad de mi pasión!
Papel – ¡Me desmayo a cada hora!
Pera – Dame un poco de esperanza
Jabón – Estoy enfermo de amor.
Carbón – ¡Si muero todos mis años serán tuyos!
Una rosa – ¡Que seas feliz, y tus penas sean mías!
Una brizna de paja – Déjame ser tu esclavo.
Un paño – No tienes precio.
Canela – Pero mi fortuna es tuya.
Un fósforo – ¡Ardo, ardo! ¡Mi llama me consume!
Hilo de oro – No apartes tu rostro de mí.
Pelo – ¡Corona de mi cabeza!
Uva – ¡Eres mis ojos!
Hilo de oro – Muero – ven rápido.

P.S. Pimienta – Envíame una respuesta.»

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Girl With A Rose – Gustave-Leonard de Jonghe

 

Un ramo de flores lleno de intenciones

En esta lista de elementos románticos llenos de simbología no podían faltar las flores recogidas en preciosos ramos y bouquets donde cada flor tenía un significado especial. Las más enviadas el día de San Valentín eran:

Rosas rojas y rosas (símbolo del amor)

Rosas blancas (transmitiendo un amor puro y espiritual)

Lilas (cuyo significado está relacionado con la ilusión de sentirse enamorado),

Lirios del valle (como símbolo de un corazón henchido de felicidad)

Nomeolvides (el amor verdadero declarado a través de las flores).

 

 

Calendario floral victoriano 2020

Todos los años me propongo publicar cada mes un calendario temático en La Casa Victoriana y, no siempre logro conseguirlo. Por ese motivo, este año atendiendo las peticiones de amigos en nuestra web y en las redes sociales, he decidido publicar un almanaque completo de todo el año. Las imágenes están en formato .PNG de alta calidad. Solo tenéis que pinchar sobre ellas y «guardar imagen como» para tener cada una de ellas en vuestro ordenador.

La línea temática que he elegido es el lenguaje de las flores; cada mes aparece ilustrado  con la flor con la que los victorianos lo asociaban, así como el significado que le atribuían.

Al final de la publicación, podéis encontrar los títulos de los cuadros y sus autores.

¡Espero que os gusten!

A los victorianos les encantaba la simbología y uno de sus elementos favoritos para expresar los sentimientos eran, sin duda, las flores.
Las relaciones amorosas, y también las sociales, se regían en multitud de ocasiones por los protocolos florales, que expresaban lo que los victorianos no se atrevían a decir con palabras.

Pero las flores también se asociaban con los meses el año, teniendo cada mes una flor propia, por decirlo de algún modo, y los nacidos en ese mes, una flor que los definía.

¿Quieres saber qué flor es la tuya?🥀🌹🌷Pues en La Casa Victoriana te lo decimos mes a mes:

Enero: el clavel, es la alegría, pero también el amor incondicional e inquebrantable.

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Febrero: la violeta, símbolo de la humildad y la modestia.

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Marzo: el narciso, es coqueto y representa al triunfo de la belleza.

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Abril: la margarita; es pura e inocente.

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Mayo: el lirio del valle, es el símbolo de femineidad y dulzura.

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Junio: la rosa representa el amor y la pasión por la vida.

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Julio: la flor de Larkspur (espuela de caballero), simboliza al alma pizpireta, voluble e indecisa.

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Agosto: el gladiolo, representa a una persona generosa y con carácter noble.

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Septiembre: la flor aster (margarita de otoño o estrellada), símbolo de la elegancia y delicadeza.

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Octubre: la caléndula, se identifica con una nostálgica melancolía.

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Noviembre: el crisantemo, es la perfección, la representación de la amistad y el amor leal y eterno.

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Diciembre: la poinsetia, simboliza la chispeante alegría de vivir.

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Cuadros:

Enero: Lady in That Carnation. Alfred Schwartz.

Febrero: Young Lady With Purple Hat. Carl Zewy.

Marzo: Desconozco el autor.

Abril: Untitled. Emile Vernon.

Mayo: Postcard (desconozco al autor)

Junio: Elegant Lady With a Bouquet of Roses. Emile Vernon.

Julio: Woman With Flowers. William Oliver.

Agosto: Elegantes au marché des fleurs. Victor Gabriel Gilbert.

Septiembre: Two Women in a Garden. Hector Coffieri.

Octubre: Marsh Marigolds. William Henry Margetson.

Noviembre: Woman With Chrysanthemums. Delphin Enjolras.

 

Tradiciones navideñas victorianas

Viggo Johansen
Round the Tree- Viggo Johansen

El Calendario de Adviento

El periodo de Adviento comprendía las cuatro semanas que precedían a la Navidad. Era un tiempo de oración y meditación religiosa en el que los fieles se preparaban para el nacimiento de Jesús.

En el siglo XIX comenzaron a popularizarse los calendarios de Adviento; su función era recordar los días que faltaban para Navidad de un modo muy peculiar: durante los 24 días precedentes a la festividad navideña las familias abrían una ventanita hasta terminar el día de Nochebuena, en la que se abría la última de ellas.

Los calendarios de Adviento eran piezas elaboradas habitualmente en madera que tenían 24 pequeñas puertas o ventanas. Al principio, cada ventana contenía una pequeña historia que se leía en familia. Algunas veces, cada ventana contenía un capitulo de una historia cuyo desenlace no se desvelaba hasta el día 24, manteniendo la atención y curiosidad de los mas pequeños de la casa hasta el último día. La temática de las historias era inevitablemente religiosa, como correspondía a la celebración, y contaba un pasaje de la Biblia, o algún proverbio diario para proporcionar una enseñanza a los niños de la casa.

La Navidad consumista, desprovista de su significado religioso no fue un invento victoriano.

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Christmas Morning Edward Frederick Brewtnall

La Corona de Adviento

Según la tradición victoriana, las familias confeccionaban una corona de adviento y la suspendían en la sala familiar con una vela roja; cada uno de los domingos del periodo de Adviento se añadiría una vela hasta encender las cuatro velas correspondientes a los cuatro domingos.

Los más jóvenes colaboraban en este bello adorno añadiendo a la corona una estrella cada día de papel dorado o plateado cada día.

Si los niños eran pequeños la madre podía variar el modo de colocar la corona para que estos pudiesen añadir sus estrellas sin peligro de quemarse o de caerse intentando colocarlas en una altura.

No era común en la tradición navideña norteamericana pero si en la británica y europea, que los niños participaran activamente en la celebración del adviento y para ello las familias no solo permitían, sino que promovían, cierta libertad en la decoración de los pequeños, que convertían las coronas en pequeños jardines, añadiendo piedras, ramitas, flores y figuritas de barro. Esta decoración infantil se añadía diariamente, ya que no olvidemos que su verdadero significado era la celebración del Adviento y la preparación de los corazones de la familia para el nacimiento del Niño Jesús.

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San Nicolás y Santa Lucía

En las festividades del Adviento la celebración de los días de San Nicolás y Santa Lucía eran otro momento para la celebración y la reunión de la familia. Ambos días eran un momento ideal para renovar los buenos deseos, la unión familiar y el sentimiento de entrega y amor mutuo como preparación para la Navidad.

El día de San Nicolás se celebraba el 6 de diciembre y se consideraba la fecha de inicio de la época navideña. San Nicolás era conocido por su compasión, generosidad y entrega a los más desfavorecidos, por ello gozaba del cariño de su comunidad. Los más necesitados nunca carecían de un plato de comida caliente, de una prenda de ropa de abrigo o de unas monedas si Nicolás estaba cerca.

Cuenta la leyenda que San Nicolás, montado un caballo blanco, visitaba a los más pequeños la noche del 5 de diciembre, la noche previa a su cumpleaños, para llenar sus corazones de buenos sentimientos para la Navidad. Además, con aquellos niños que habían mostrado tener un buen corazón durante todo el año, Nicolás dejaba una pequeña recompensa en forma de golosinas (chocolatinas, galletas o pastelitos)

Para preparar su llegada, los pequeños victorianos dejaban junto a la chimenea o en la puerta de casa comida para el caballo de San Nicolas, y un pequeño refrigerio para San Nicolás y su ayudante Ruprecht, que se encargaba de cargar con los sacos de golosinas. Los refrigerios consistían en zanahorias y heno para el caballo y galletas y bebidas calientes para que Nicolás y Ruprecht pudiesen soportar los rigores del frío y tener fuerzas para el duro trabajo que les esperaba.

Como curiosidad, señalar que las primeras representaciones de San Nicolás muestran a un anciano con una larga blanca, no llevaba una chaqueta y un pantalón de color rojo ribeteados en piel blanca, ni un gorro rojo de elfo sino una túnica de color marrón con una capucha del mismo color adornada con una corona de muérdago.

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La celebración del día de Santa Lucía provenía de la tradición escandinava, y sin ser propiamente victoriana, en aquellos hogares donde las familias eran de ascendencia nórdica, el 13 de diciembre se recordaba, con una pequeña representación, la leyenda de la santa apareciendo rodeada de un círculo de luz para llevar comida a aquellas familias que sufrían la gran hambruna sueca.

La mañana del día de Santa Lucía, la hija mayor de la familia se vestía con una túnica blanca y larga (habitualmente un camisón) y adornaba su cabello con una corona de velas encendidas para simular el aura brillante de la santa; los chicos de la casa usaban gorros en forma cónica adornados con estrellas y las niñas más pequeñas bandas y fajines de color rojo brillante.

La hermana mayor, seguida por los pequeños, como en una improvisada procesión, sorprendía a sus padres llevándoles un delicioso desayuno a cama como símbolo de agradecimiento por todo el amor y cuidado que sus padres le dedicaban.

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El Yule log

Aunque hace tiempo que ya no forma parte de la tradición navideña británica, el tronco de Navidad formó parte de las chimeneas navideñas inglesas no solo como elemento decorativo sino como un objeto casi mágico que después de ser encendido con una pequeña ceremonia en la chimenea del hogar, debía arder hasta la fiesta de Epifanía del 6 de enero (Twelve Night o Doceava noche de Navidad). El tronco se adornaba con ramitas y hojas. Su origen está en Europa central y oriental y en las tradiciones y supersticiones paganas que tenían que ver con la luz perpetuo y regenerador, el fuego, las cenizas y la protección del hogar. En muchos hogares se preservaban las cenizas o se marcaban con ellas las puertas para evitar las desgracias y la mala suerte.

En Francia el Bûche de Noel representa ese tronco en forma de un rico pastel de chocolate cubierto relleno de nata, helado, como marca la tradición, por el frío clima invernal.

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El calcetín navideño

Antes de ser colgados cerca de la chimenea, muchos padres victorianos dejaban los calcetines, confeccionados con lana de vivos colores en los que predominaba el rojo, verde u blanco, colgados a los pies de la cama, bien cerrados de tal modo que los niños pudiesen palparlos cada día y tratar de imaginar que contenían. Esto creaba una expectación y algarabía en los pequeños que llenaba de alegría toda la casa.

Dentro de los calcetines, los regalos estaban cuidadosamente envueltos en brillantes papeles con lazos y adornos, ya que los victorianos ponían casi el mismo cuidado en el continente como en el contenido: la presentación era un reflejo del esfuerzo que la persona que regalaba ponía en agradar al destinatario del regalo.

Para no fallar nunca en los regalos, los victorianos tenían una receta mágica: cuatro regalos, ni uno más ni uno menos, que debían contener algo que comer (una chocolatina o galletas), algo que leer (un cuento infantil, una novela o un libro de oraciones), algo para jugar (juguetes de hojalata, un muñeco, o algún juguete de madera que hacían los propios padres, dependiendo del poder adquisitivo de los padres) y algo que se necesitara (habitualmente una prenda de ropa).

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Christmas Crackers V&A Museum

 

Los Christmas Crackers

Sin crackers no hay Navidad. Eso es lo que pensaba, desde la Reina Victoria, que disfrutaba como una niña con los crackers hasta la actual monarca Isabel II. Estos cilindros decorados con motivos navideños contenían pequeños regalos que salían disparados después de tirar de sus dos extremos y provocar un pequeño estallido.

Los crackers se explotaban después del plato principal, mientras se esperaba el pudding de navidad. La alegría que podría el estallido de los crackers era indescriptible y niños y mayores buscaban sus regalos que estaban esparcidos por todo el comedor. En el momento en que los crackers explotaban el ruido, los gritos y las risas estaban asegurados y la etiqueta que presidía la cena hasta ese momento terminaba de forma súbita.

Un cracker debía incluir un pequeño juguete, sombreros de papel, matasuegras, silbatos y un deseo o predicción de fortuna. Las anfitrionas victorianas se encargaban de que ningún niño quedara sin sus regalos de los crackers navideños, con regalos de reserva.

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The Christmas Tree- Albert Chevallier Tayler

Boxing Day, el día de los agradecimientos y los Santos Inocentes

La festividad de San Esteban, era el día de los regalos por excelencia. No solo se entregaban regalos a los niños sino que los sirvientes recibían cajas de comida y regalos de los señores de la casa para compartirlos con sus familias. Los más necesitados también recibían sus cajas que eran entregadas en las parroquias, centros de caridad o en las casas más pudientes, con alimentos o ropa de abrigo.

Al día siguiente, el 27 de diciembre, era el día del agradecimiento en el que las familias escribían y recibían bonitas notas de agradecimiento por los regalos del día anterior.

Estas notas eran muy cuidadas y se escribían en bonitos papeles con el membrete familiar o simplemente en papeles decorados por los propios miembros de la familia. Aunque los victorianos eran muy cuidadosos con los protocolos y la presentación de sus notas o cartas, lo más importante era la intención de agradecer y ser agradecido y un papel común con una mala caligrafía y ortografía era tan bienvenido como una preciosa nota de agradecimiento, ya que cada persona y familia lo hacía de acuerdo a sus posibilidades y estudios. Un agradecimiento de la humilde familia de una cocinera se recibía con tanto respeto como la de una familia adinerada londinense.

El día 28 se celebraba el Día de los Santos Inocentes, una celebración muy alejada de la bromista fecha actual donde las protagonistas son chanzas de mejor o peor gusto.

Esta fiesta que recordaba a todos los niños inocentes asesinados por Herodes, era conocida por los victorianos como Little Christmas y era una conmemoración de la infancia. En ella se organizaban fiestas para los niños de la casa y sus amigos, con divertidos juegos, golosas meriendas y tazas de humeante chocolate caliente.

Hip Hip Hurrah - Peder Severin Kroyer
Brindis – Peder Severin Kroyer

La fiesta del “¡hasta nunca!” : el Good Riddance del día 31 de diciembre

El último día del año reunía varias tradiciones en un solo día. A última hora de la tarde la familia se reunía para una festiva tea party, previa a la gran cena. Esta tea party estaba desprovista de toda la parafernalia de etiqueta victoriana, cambiando el protocolo por sombreros de papel, confeti, serpentinas y raudales de felicidad.

Una de las razones de esta fiesta era que los más pequeños celebraran el cambio de año, ya que a las 12 de la noche los pequeños ya estarían durmiendo rendidos de cansancio. Además a ninguna madre responsable victoriana se le pasaría siquiera por la cabeza tener a sus hijos despiertos hasta esas horas de la noche, por lo que esa fiesta era casi una celebración de despedida de año para los más pequeños.

Antes de que acabara el año las familias hacían una pequeña ceremonia de despedida: individualmente, en un papel se escribían todas las cosas malas que le habían ocurrido a cada miembro y todos aquellos sentimientos que se querían alejar del corazón; también se añadían aquellas malas acciones que se habían cometido y de las que se arrepentían profundamente.

Después se metían en una caja, se envolvía la caja con papel negro y se ataba fuertemente con cordel para que todo lo malo, quedase allí metido sin posibilidad de volver a salir. Posteriormente la caja se arrojaba al fuego de la chimenea mientras se decía Good Riddance!!! (¡hasta nunca!).

Enterrarla en el jardín o simplemente quemarla eran otras opciones.

Así, desprovistos de cualquier peso del remordimiento, arrepentidos de nuestras malas acciones y con el deseo de alejar todo lo malo, niños y mayores empezaban el año lleno de esperanzas y deseos renovados.

Después en un nuevo papel se escribía la lista de deseos y propósitos para el nuevo año, que se guardaría en un diario o en la Biblia familiar.

Una de las tradiciones del final del año consistía en leer las listas que se habían hecho el año anterior, para comprobar cuantos propósitos se habían llevado a cabo. Como, inevitablemente, la mayor parte no se habían cumplido, ese momento era de diversión, ya que no haberlos cumplido no significaba ningún drama, simplemente la voluntad de que sucediera era digna de elogio. Todos los asistentes terminaban prometiendo cumplir su nueva lista para el próximo año.

Como todos los años, La Casa Victoriana desea a todos sus seguidores y visitantes una Feliz y Victoriana Navidad, llena de amor y rodeados de vuestros seres más queridos.

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Lucky Woman – Emile Vernon

Una fiesta de Halloween

From ghoulies and ghosties and long- legged beasties

And things that go bump in the night, God Lord, deliver us!

Old Cornish prayer

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La preparación

Habitualmente eran las mujeres de la casa las encargadas de preparar la fiesta de Halloween. Una buena anfitriona siempre se organizaba la cena y los juegos con la antelación suficiente para no dejar ningún detalle al azar, desde el menú de la cena hasta los disfraces. Para ello consultaba revistas y otras publicaciones para ver que tejidos y motivos estaban de moda, así como los juegos más populares y la decoración más impactante.

La anfitriona debía conocer a sus invitados, sus relaciones y sus gustos, para organizar los menús, los lugares en la mesa y conseguir que todos los comensales se sintieran cómodos. Además no podemos olvidar que a las fiestas de Halloween acudían los más pequeños y los jóvenes, por lo que la noche debía ofrecer momentos para la diversión de cada grupo.

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Las estancias

Una fiesta de Halloween necesita un lugar espacioso. El lugar ideal sería un gran jardín pero a causa de las frías temperaturas de octubre, no sería el sitio más adecuado para la celebración, por lo que una buena anfitriona debería organizar la fiesta en el interior de la casa dedicando varias estancias al festejo.

Para lograr un gran espacio, se vaciarían las habitaciones lo máximo posible, quitando todos aquellos muebles y objetos que pudiesen representar un peligro para los invitados a la hora de celebrar varios de los juegos más típicos de estas fechas, muchos de los cuales implicaban tener los ojos vendados o las manos atadas.

Por tanto, ningún objeto valioso que pudiera romperse ni un mueble, que pudiera causar un daño debido a su diseño, estaría en ninguna de las dos o tres habitaciones que como mínimo se dedicarían a la fiesta de Halloween.

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La decoración

Contrariamente a la época actual donde el plástico o el papel son los reyes de la decoración, los victorianos preferían decoraciones naturales compuestas por mazorcas de maíz, Indian corn, con granos de colores, hojas y tallos del mismo cereal y calabazas de diferentes formas, algunas comestibles y otras simplemente decorativas que portaban velas o tenían terroríficas caras talladas en ellas.

Con ramas secas se confeccionaban esqueletos que se cubrían con paños de algodón o muselina de color blanco y se colgaban del techo como si fueran fantasmas. Farolillos cubiertos de delicadas telas proporcionaban la atmósfera necesaria para una noche mágica.

La manzana, una de las frutas reinas del otoño, desprendía su aroma por toda la casa, ya fuera transformada en dulce compota o como relleno de una tarta y aportaba cálidos colores en la decoración hogareña que se llenaba de brillantes manzanas caramelizadas, al natural, colocadas en barreños de agua, colgadas del techo para protagonizar los juegos de Halloween, y en grandes fruteros que adornaban las mesas.

Y, por supuesto, las flores de otoño eran otras de las grandes protagonistas de la decoración: begonias, pensamientos, hibiscus, crisantemos y dalias estaban presentes en las mesas y en forma de guirnaldas decorativas.

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La cena

En una apropiada cena de Halloween nunca faltará una buena sopa de vegetales de temporada, sandwiches con diferentes rellenos y platos de patatas cocinados de diferentes modos: asadas, rellenas o en puré. Además, los invitados podía degustar gachas dulces y platos típicos de cada zona.

Pero, sin duda, el mejor momento de la cena eran los postres. La anfitriona se esmeraba especialmente en este momento de la celebración, ofreciendo una selección de deliciosos pasteles de manzana y pera, compotas de higos, membrillos, magdalenas de calabaza, tartas de nueces y castañas, galletas de jengibre, panes especiados de frutas y el riquísimo Victorian cake, sin olvidar una buena taza de chocolate para los más pequeños y un vaso de sidra caliente para los mayores.

En 1891, la revista Ingalls Home and Art Magazine ofrecía una idea de menú para una fiesta de Halloween compuesto por:

Ostras, sandwiches variados, pavo asado relleno de castañas y fiambres fríos, todo ello con diferentes acompañamientos como ensalada de lengua de vaca, col, almendras tostadas, aceitunas y compota de manzana.

Los postres que ofrecía este modelo de menú de Ingalls Home eran tan abundantes como deliciosos: tartas de calabaza, pasteles de frutos secos, panes de nueces, helados y cremas de chocolate, pasas, frutas caramelizadas y café y chocolate caliente.

Todo ello componía un menú para una éxitosa cena de Halloween que gustaría a todo el mundo, fuera cual fuera su edad.

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Los juegos

En otras entradas de La Casa Victoriana hemos hablado de varios hechizos y ritos que se celebraban en las fechas de Halloween. Hoy hablaremos de nuevas maneras de divertirse en estas fechas.

The Nut Shower

Los frutos secos típicos de estas fechas solían ser protagonistas de muchos de los juegos de Halloween. Las nueces, por su forma eran uno de los frutos favoritos.

Este juego requiere paciencia pero el resultado es tan agradecido que merece la pena. Se abrían las nueces con mucho cuidado y se le quitaban los frutos, dejando las cáscaras lo más intactas posibles. Se reservaban los frutos y se rellenaban las nueces con otras pequeñas golosinas o caramelos caseros y se volvían a cerrar, pegando las dos partes de las nueces con, por ejemplo, azúcar caramelizado o un glaseado.

Las nueces se esparcirían por el suelo y los niños deberían cogerlas y abrirlas – siempre se reservarían unas cuantas por si alguno de los pequeños cogía pocas o ninguna, ya que ningún niño debía quedar sin diversión. En el momento en que abrían las nueces y descubrían golosinas la estancia se llenaba de algarabía. Más tarde, los pequeños también darían buena cuenta de las nueces, tomándolas solas o con miel.

Otra variante consistía en llenar las nueces con diminutos juguetes hechos por los mayores de la familia.

Fuera cual fuera el «relleno» de las nueces la diversión estaba asegurada.

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The Nut Crack Night

Este juego era uno de los favoritos de los jóvenes de la casa, ya que era un juego de predicción de futuro que vaticinaba si dos jóvenes estaban destinados a tener un amor verdadero o solo una bonita amistad.

Los elementos necesarios para jugar eran una parrilla y avellanas o castañas. Los jóvenes se sentaban a ambos lados de la parrilla, que previamente se había calentado, y, cada uno de ellos colocaba uno de los frutos sobre la parrilla. Si los frutos se quemaban lentamente hasta convertirse en cenizas la amistad duraría para siempre e incluso podría convertirse en amor duradero o un matrimonio feliz. Si, por el contrario, los frutos estallaban, la relación sería un reflejo de ese estallido, y no solo no duraría sino que acabaría de un modo conflictivo.

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Emparejando a los invitados

En una jornada informal y festiva en la que el protocolo se suavizaba ¡qué mejor manera de sentar a la mesa a los invitados que mediante un divertido juego!

La anfitriona dispersaba a los invitados por las diferentes estancias de la casa y les entregaba el cabo de un ovillo de lana a cada uno de ellos. Dos cabos de lana pertenecían al mismo ovillo y el juego consistiría en encontrar a la persona cuyo ovillo coincidiese. Para dificultar el encuentro, el largo ovillo se habría enrollado en muebles, extendido por las habitaciones y entremezclado con los ovillos de otros participantes, todo con el fin de que los propietarios de los ovillos recorrieran la casa y se divirtieran encontrando a su pareja.

De todos modos, la propietaria nunca dejaría nada al azar, encargándose de que dos cabos que estuvieran unidos no pertenecieran a comensales que pudieran tener ciertas rencillas entre ellos, y, si se sentaran juntos, su evidente malestar pudiese arruinar la reunión.

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The Fateful Food

Este juego de adivinación del destino era muy popular porque no solo implicaba comer una buena razón de dulces sino que aportaba la sorpresa de encontrar el objeto que previamente se había escondido en ellos y de interpretar su significado:

– una moneda predecía riqueza

– un anillo era símbolo de un matrimonio

– un botón o un dedal indicaban soltería para el próximo año

– un wishbone, el hueso de pollo o pavo en forma de horquilla, permitía a su poseedor pedir un deseo para el próximo año.

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Kaling

El Kaling era un juego de origen escocés muy popular en Halloween. Para jugarlo era necesario un jardín y varias coles enterradas. Los jugadores saldrían al exterior y con los ojos tapados tendrían que desenterrar una col. Uno de los jugadores, que representaría el papel de pitonisa, interpretaba el futuro amoroso del poseedor de la col dependiendo del tamaño del vegetal, su posición económica atendiendo a la tierra adherida al repollo y el carácter del futuro esposo o esposa después de probar la acidez o no de la col.

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Un barquito con la cáscara de nuez predice mi futuro

Este título es una interpretación del popular juego de lanzar cáscaras de nueces en barreño lleno de agua. Estas nueces se podían adornar con una pequeña vela para semejarlas a barquitos veleros.

Dependiendo del comportamiento de los barcos en el agua se podía interpretar el futuro: si el barco se hundía, el futuro del poseedor del barco no iba a ser muy halagüeño; por el contrario, si el barco seguía su travesía sin hundirse, significaría una vida feliz y estable.

Si dos barcos se cruzaban sin tocarse, sus propietarios estaban destinados a ignorarse en el futuro; si los barcos chocaban, las personas que los habían lanzado se encontrarían en algún periodo de sus vidas compartiendo intereses, negocios o amor y si los barcos navegaban juntos, sus dueños estaban predestinados a vivir juntos una vida feliz, acompañándose en cada momento.

Si un barco navegaba solo por los bordes del barreño, sin ir hacía el centro, donde se encontraban el resto de los barcos, predecía una vida solitaria y, quizás, una soltería de por vida; si el barquito de nuez tocaba frecuentemente los bordes, su poseedor tendría una vida de aventura, y viajaría por todo el mundo.

Como vemos, se podía dar lugar a tantas interpretaciones como fructífera fuera la imaginación de los invitados, ya que el fin de los juegos era la diversión, las risas y pasar una jornada tan agradable como mágica.

Si queréis pasar una noche llena de hechizos y un Halloween mágicamente victoriano no tepierdas las entradas que en años pasados La Casa Victoriana le ha dedicado a esta terrorífica jornada.

Breve historia de la festividad de Halloween

https://lacasavictoriana.com/category/happy-halloween/

Rituales y conjuros

https://lacasavictoriana.com/2016/10/29/halloween-victoriano-rituales-y-conjuros/

Happy «Catlloween»

https://lacasavictoriana.com/2015/10/30/happy-catloween-los-gatos-victorianos-de-whittier-y-wain/

Cuentos de miedo: La verdad sobre el señor Valdemar y El Cuervo

https://lacasavictoriana.com/2018/10/31/6993/

https://lacasavictoriana.com/category/edgar-allan-poe-el-cuervo/

Imágenes: Vía pinterest.

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¡FELIZ Y TERRORÍFICO HALLOWEEN, VICTORIANOS!

Etiqueta para los viajeros victorianos

La nueva moda viajera

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William Powell – Frith The Railway Station

A los victorianos les encantaba viajar pero no todos tenían los suficientes recursos económicos para poseer su propio medio de transporte, por lo que el tren y el carruaje de caballos se convirtieron pronto en sus transportes preferidos.

Los carruajes recibían el nombre de omnibus, siendo el más famoso el modelo De Tivoli, que hizo su aparición en las calles de Londres en 1860. El modelo tenía una cabina donde los viajeros iban sentados en bancos, que se encontraban situados a ambos laterales del vagón. Todos los viajeros, fuera cual fuera su clase social, iban en el mismo compartimento.

Con los años los omnibus se convirtieron en transportes más sofisticados, con grandes cabinas en las que había compartimentos de primera y segunda clase e incluso, en los más modernos, un compartimento separado para cada pasajero.

Al omnibus tirado por caballos le sustituyó el tranvía eléctrico, que conmocionó a la sociedad y cambió la vida en las ciudades con sus raíles y su «velocidad. Los primeros aparecieron en Londres en 1889.

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Maurice Delondre- Dans L’omnibus

El ferrocarril generó una auténtica adicción entre los victorianos y modificó el paisaje de Gran Bretaña. En un primer momento, los trenes eran lentos e incómodos. Todos los pasajeros, fuera cual fuera su clase social viajaban juntos. Con el tiempo, los ferrocarriles se hicieron más sofisticados, con vagones de primera, segunda y tercera clase. Los vagones de primera ofrecían servicios de restaurante y estaban elegantemente decorados; incluso se podían reservar vagones privados.

La Reina Victoria era gran aficionada a viajar en tren, de hecho era su medio de transporte favorito. El tren no solo le resultaba sumamente cómodo sino que además podía disfrutar de su querido paisaje británico.  Sus  vagones privados se caracterizaben por estar decorados en un llamativo color azul, que coordinaba sillas, sillones y cortinas al más puro estilo recargado victoriano.

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Recreación del vagón de la Reina Victoria. Vía Pinterest.

 

La etiqueta para los viajeros

Como en todas las situaciones de la época victoriana, viajar estaba regido por protocolos específicos para cada ocasión. Veamos algunas de las más curiosas:

Un viajero victoriano experimentado siempre está preparado para salir hacia su destino: compra sus billetes con antelación y siempre llega con una exquisita puntualidad, ni antes para no esperar ni, por supuesto, después para no molestar al resto de los viajeros.

Además, intentará sentarse en la mejor posición posible dentro del vagón antes de que se llene, tratando de escoger a la mejor compañía para su viaje. Esa compañía dependerá del carácter del viajero: si es más afable se rodeará de personas que le proporcionen una agradable conversación, si por el contrario fuera más reservado su compañía ideal será igualmente taciturna y se conformará con disfrutar del viaje en silencio, sin molestias ni conversaciones forzadas.

De todos modos, un viajero experto sabe que hablar durante el trayecto no es lo más adecuado. El ruido de los caminos o las vías obliga a elevar el tono de voz con la consiguiente fatiga para los conversadores y la molestia para el resto de los viajeros.

La actitud más recomendable será disfrutar del viaje, saboreando los preciosos paisajes de la campiña inglesa, o bien,  leer un libro o un periódico, aunque una ligera siesta acompañada por el suave traqueteo del tren o del coche de caballos tampoco estará fuera de lugar.

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Augustus Leopold Egg – The Travelling Companions (1862)

 

Por el contrario, un viajero con un parloteo incansable sobre asuntos propios o comentarios intrascendentes o incomodar al resto de los acompañantes con preguntas personales o impertinentes se considerará de muy mala educación.

Entrar y salir del vagón constantemente, con cualquier excusa, ya sea justificada o no, dejará al viajero en mal lugar, sobre todo si el viaje es breve. Cada vez que se levante llamará la atención, molestará al resto de las personas que comparten espacio con él, incluso es posible que haya que mover maletas o bolsas para despejar el camino. Un victoriano debe controlar sus impulsos o necesidades, manteniendo una actitud discreta  en todo momento.

Comer en el vagón no se considera educado, aún habiendo ofrecido compartir el tentempié con el resto de los pasajeros: el olor a comida invade el vagón y puede molestar al resto de los pasajeros.

Si un caballero bebe alcohol o fuma se clasificará como una gran desconsideración hacia el resto de los pasajeros (hacemos esta apreciación con los caballeros dado que las damas ni bebían ni fumaban en público, a riesgo de ver su reputación en entredicho)

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James Jacques Joseph Tissot – Waiting at the Station (1874)

Los bolsos y las maletas deberán estar colocados en un lugar donde no estorben al resto de los viajeros. Se procurará poner las maletas grandes y baúles en los vagones o compartimentos destinados para el equipaje. Si se lleva algún bolso o maletín al vagón de pasajeros se pondrá en la parte superior, bajo el asiento (si fuera posible) o lo más cerca posible de su dueño. Ocupar un asiento con el equipaje es de un pésimo gusto.

Un verdadero caballero, sea cual sea su edad, siempre ayudará a las damas con el equipaje. Del mismo modo, los caballeros más jóvenes ayudarán a los de más edad, siempre y cuando el caballero de edad solicite ayuda o el joven considere que el caballero está en un apuro con su equipaje, no por el mero hecho de que tenga más edad, ya que podría ser considerado humillante para el caballero.

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Ricardo López Cabrera – Couple in a Train Compartment  (1895)

La familiaridad entre damas y caballeros siempre deberá ser evitada en presencia de extraños ya que puede hacer que estos sientan cierta incomodidad ante un coqueteo inapropiado.

Si la actitud cariñosa se da entre una pareja, ya sea de enamorados o de casados, se considerará igual de inconveniente, ridícula incluso, ya que el vagón de un tren no es el lugar adecuado para hacer gala de su amor.

Esto no significa que hombres y mujeres, que son totalmente desconocidos, no puedan dirigirse la palabra durante el viaje. En viajes largos entra dentro del protocolo mantener una conversación agradable y distendida, siempre dentro de los límites del buen gusto, evitando temas personales y ciñéndose a temas ligeros como el clima o el paisaje. Conversaciones sobre política, temas sociales, económicos o religiosos quedan fuera de toda discusión.

Además, no se considera que una dama tenga conocimiento para disertar sobre esos temas (tenemos que entender que era otra época y se consideraba que una dama no discutía sobre política en publico, lo cual no quiere decir que un caballero no apreciara la inteligencia o el ingenio en una dama)

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George Elgar Hicks – The Bayswater Omnibus  (1895)

Los pasajeros que ya se conocen pueden conversar, incluso animadamente, siempre y cuando los temas personales no molesten al resto de los viajeros. Estos deben considerar que no están en el salón de su hogar sino compartiendo espacio con extraños: la educación debe primar por encima de cualquier familiaridad.

Un transporte de viajeros no es el lugar para discutir temas personales, y muchísimo menos cualquier tema de índole romántica. Tanto los afectados como el resto de los pasajeros podrían sentirse incómodos, sobre todo la dama afectada. Un hombre que actúe de este modo nunca podría considerarse un verdadero caballero.

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Abraham Solomon – First Class. The_Meeting.

Los viajes siempre representan un peligro para una joven muchacha, sobre todo si no viaja en primera clase. Las jóvenes estaban expuestas al acoso por parte de ciertos hombres sin educación o al engaño por parte de otros faltos de escrúpulos que veían en una joven sola una presa fácil.

En la era victoriana muchas jóvenes abandonaban sus pueblos y se alejaban de sus familias buscando una vida mejor en las ciudades. Eran mujeres sin experiencia, acostumbradas a vivir entre conocidos y familiares, de entornos rurales agradables que desconocían los peligros de una gran ciudad y sus gentes. Muchas de ellas, inocentemente, pensaban que la ciudad sería un lugar donde sería fácil desenvolverse  y viajaban sin temor y confiadas, siendo víctimas vulnerables para indeseables.

Por este motivo las jóvenes, que no viajasen en compañía de sus padres o hermanos, buscarán señoras de más edad como compañeras improvisadas de viaje, procurando una cierta protección frente a ese tipo de individuos, cuyo objetivo es aprovecharse de ellas o simplemente molestarlas con actitudes de dudoso gusto.

De todos modos, un caballero sea cual sea su posición social y económica, siempre saldrá en defensa de la dama en apuros, no dudando en enfrentarse a su acosador e incluso a ponerlo en conocimiento de la autoridad del ferrocarril o de los agentes de policía al finalizar el viaje.

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Berthold_Woltze – The Irritating gentleman

 

Igual que en la actualidad, viajar con niños, sobre todo en viajes largos, siempre supone cierta dificultad, ya que los pequeños se aburren y su comportamiento puede resultar molesto para el resto de los viajeros. Por ese motivo las madres victorianas siempre se ocuparán de antemano de tener un pasatiempo preparado para ellos.

Uno de los más populares era la Magic Ball. Este juguete era elaborado por las propias madres y consistía en una especie de matrioska de juegos. Una bola de lana contenía un pequeño juguete. dentro de esa bola había otra bola envuelta en lana que contenía un segundo y así sucesivamente. La diversión consistía en desenredar las bolas y descubrir la sorpresa. Cada media hora, o cada hora, dependiendo de la duración del viaje, los niños podían desenredar una nueva bola. Los juegos dependían por entero de la imaginación de los pequeños.

La Magic Ball está en la línea de los happy trail kits, pasatiempos para los viajes que preparaban las madres o niñeras para distraer a los pequeños durante los viajes. Las bolas de lana pueden ser sustituidas por bolsas, los juguetes por golosinas…todo dependerá de los gustos de los niños y de la economía de sus padres.

De todos modos, llevar sus juguetes y muñecos favoritos, cuentos así como material para dibujar siempre es una buena idea.

Una madre victoriana responsable nunca olvidará los kits de emergencia: un set de costura, ropa de cambio para los más pequeños, sales para los mareos y otros elementos de un pequeño botiquín de viaje.

Alfred Morgan - An Omnibus Ride to Piccadilly

Como podemos ver, el protocolo victoriano siempre se basa en el sentido común, el respeto y la educación, y el protocolo de los viajeros se rige, como no podía ser de otro modo, por eso mismos principios.

La Casa Victoriana desea a todos sus subscriptores y visitantes felices vacaciones y viajes llenos de buenos recuerdos.

 

¡Bienvenido, mayo! 🌹

¡Bienvenido Mayo!
Damos la bienvenida a mayo con nuestro calendario ilustrado con Beautiful Lady with Flowers pintado por François Martin-Kavel.

It’s a pleasant sight to see
A little village company
Drawn out upon the first of May
To have their annual holiday.

Anonymous English poem

¡Bienvenido Abril!

No olvidamos dar la bienvenida a abril con nuestro calendario floral, ilustrado con Young Woman With a Basket of Flowers de Federico Andreotti.

Fancy dresses: disfraces victorianos

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Cuadro de Francesco Guardi

 

Las fechas de Carnaval son muy populares en diferentes países, donde una explosión de colorido o de imaginación se apodera de las ciudades, para que los ciudadanos de todas las edades se transformen durante unas horas en otras personas, adoptando su personalidad y su indumentaria.

Los victorianos no celebraban el Carnaval tal y como lo conocemos, pero eran realmente aficionados a las farsas o charadas, fiestas en los asistentes sacaban sus mejores galas en forma de disfraz. Aunque esto no es del todo exacto: un fancy dress victoriano no es exactamente un disfraz, es un outfit muy elaborado, lujoso incluso, para lucir en un Baile de disfraces o  Fancy Ball, también denominados Charadas o Masquerades.

En esta reseña sobre fancy dresses nos referiremos a ellos alguna vez como disfraz, buscando una similitud a nuestro vestuario carnavalesco, pero dejemos claro que un fancy dress era realmente un traje, usado para adoptar la personalidad del personaje identificado con el vestuario, sin ser éste considerado como un simple disfraz.

Veamos algunos de los más utilizados:

Los Domino dresses o dominoes

Con este curioso nombre se denominaban a unos trajes largos denominados trajes de talar en forma de capa, con mangas, habitualmente con una capucha, confeccionados para los bailes de disfraces en el siglo XVIII. Los trajes de talar eran trajes de ceremonia que llegaban hasta los talones, como las togas de los juristas, la indumentaria eclesiástica o las túnicas universitarias y de graduación. También entrarían dentro de esta categoría los mantos.

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Vía Pinterest

 

El nombre parece provenir del juego cromático de la capa y capuchas de color negro en contraposición con el forro y  el traje que cubría, habitualmente de color blanco, aunque, en el siglo XIX, estos dominoes fueron evolucionando en su combinación de colores dando paso a juegos entre negros y escarlatas, rosas, azules, verdes y amarillos, siendo acentuado este contraste con las telas usadas para la confección, como la seda y el satén.

A medida que avanzaba el siglo, la fantasía de modistas y diseñadores se desbordó, añadiendo encajes, lazos, telas brocadas y llamativos bordados. Los tejidos para su confección se diversificaron: algodón, gasas, tules y armiños comenzaron a tomar protagonismo, así como tejidos más gruesos como el terciopelo.

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Vía Pinterest

 

Un domino debía ser de buena calidad y el diseño debía ser lo suficientemente elaborado para ser utilizado posteriormente como una falda de vestir. Una pieza superior con amplias mangas holgadas o bien con mangas murciélago, a las que se le podía añadir una abertura lateral para sacar los brazos; esta pieza superior podía ir  anudada a la falda mediante un lazo en la cintura. Una de las características principales de los «dominoes» era la capucha. La moda de las últimas décadas del siglo XIX eran las capuchas puntiagudas al estilo de túnica árabe.

La función del domino era cubrir el fancy dress y permitir al portador desprenderse de él manera fácil y sencilla.

El Merveilleux Domino era una variante del domino, que se caracterizaba por ser una pieza muy recargada, con lazos o apliques en los hombros, encaje al final de las mangas y colores muy llamativos.

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Vía Pinterest

 

El Domino no era una prenda exclusiva de las damas, los caballeros también los llevaban aunque mucho más sobrios: confeccionados en seda o satén, con color de forro en contraste. Una más cara negra era el complemento escogido para completar el conjunto para la masquerade.

 

El morisco, persa o turco

Los trajes de Morisco, y sus variantes persa y turco , se caracterizaban principalmente por sus tocados en forma de turbantes, adornados con broches con piedras preciosas o simplemente con llamativas plumas, y sus cinturones hechos de telas con estampado oriental. Los tejidos con los que cosían estos fancy dresses eran de vivos colores, predominando las sedas y los brocados. Eran muy recargados tanto en su diseño como en sus colores.

Los de las damas tenían grandes mangas y un sobrevestido, recargado y confeccionado con tela gruesa a modo de mantón anudado en la cintura, bajo el que apreciaba otro vestido confeccionado con telas muy livianas como muselinas o gasas. En otras ocasiones la dama se atrevía con pantalones holgados y babuchas, eso sí, cubiertos hasta la altura de los tobillos por una falda.

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Vía Pinterest

La variante masculina mostraba unos pantalones anchos y holgados, cubiertos con un blusón adornado con cenefas de bordados en oro y plata, o con amplias túnicas enriquecidas con adornos y brillantes apliques, que combinaban con grandes y anchos cinturones elaborados con arabescos.

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Vía Pinterest

 

La campesina

El disfraz de campesina tenía varias variantes: la campesina suiza, la alemana o la española, y su diseño era sencillo: consistía en tres piezas compuestas por un corpiño de fieltro o terciopelo muy ajustado, bajo el que se intuía una blusa de algodón o muselina, con media manga rematada en volantes o encajes. La falda era amplia y corta, confeccionada en paño grueso y se cubría con un delantal blanco de muselina. El disfraz se remataba con un sombrerillo de paja, un pañuelo anudado en la nuca o un coqueto tocado floral.

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Damas y niña vestidas con traje de campesinas. La ilustración es de la colección del V&A Museum.

 

Este disfraz tenía su variante el traje de campesina «lujoso», también conocido como de Jardinière ; tenía el mismo diseño pero se realizaba con carísimas telas en vez de tejidos más humildes; este diseño utilizaba una cestita de paja llena de vistosas flores como complemento, que se llevaba en la mano o bien colgada del cuello a la altura de la cintura.

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A la izquierda de la ilustración, dama con traje de Jardinière. Vía Pinterest.

 

La diablesa

La diablesa se convirtió en uno de los disfraces más utilizados en las farsas victorianas. Confeccionado en satén y terciopelo, en colores rojo, negro y dorado, este traje destacaba por su ceñidos corpiños y faldas. La longitud de la falda era muy atrevida, a la altura de la rodilla; de ésta salían unas enaguas en capas o volantes, bajo las que se vislumbraban unas llamativas medias de colores chillones y unos zapatos de alto tacón. Unos gruesos apliques con pliegues se colocaban a ambos lados de la cadera, aumentando el efecto de la cintura estrecha. De estos apliques salía una cola.

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Diablesa. Vía Pinterest

Las alas de murciélago saliendo de los hombros o la espalda eran la característica más destacada de estos vestidos. Solían llevarse con guantes largos.

Su antítesis era el traje de ángel. Frente al atrevimiento de la diablesa con su ajustadísimo diseño en negro y escarlata, el ángel vestía un etéreo y delicado juego de tules y muselinas de un blanco inmaculado. De su espalda salían unas alas de ángel o de mariposa.

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Diablesa y ángel de la era eduardiana. Vía Pinterest.

 

El Mefistófeles

Fue el famoso actor victoriano Sir Henry Irving quien popularizó este disfraz, cuando lo utilizó en el Teatro Liceo de Londres, representando el Fausto de Goethe de 1885 a 1888. Su traje rojo y negro, con ajustados pantalones al estilo Tudor, zapatillas planas, capa corta y abullonada y casquete ajustado a la cabeza, con estilo de cresta de gallo y dos plumas que salían de la frente a modo de cuernos, compusieron uno de los disfraces más populares de la época. Una barba cuidada de estilo puntiagudo, completaban el disfraz.

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Caballero vistiendo un fancy dress de Mefistófeles. Vía Pinterest.

 

Madam Pompadour y la revolución francesa

El modelo Marquesa de Pompadour era recargado y confeccionado con telas lujosas. Era un traje que había que realizar a medida, y al contrario que otros no se podía adaptar de otros vestidos, ni después era fácilmente utilizable con pequeñas modificaciones, por lo que sólo estaba al alcance de damas adineradas. Se complementaba con una peluca blanca con el característico peinado de la amante de Luis XV (peinado con un alto tupé, que pasó a la historia con el nombre de la marquesa). El escote del vestido era mucho más discreto que el que lucía la marquesa francesa.

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La dama sentada viste un modelo Pompadour. Vía Pinterest

Una tendencia indescriptible, más por su significado que por su estética era la revolucionaria  francesa. Era muy curioso ver a la aristocracia inglesa llevando trajes inspirados en los revolucionarios franceses, con su escarapela tricolor, sus casacas, su estética de sans-culotte para los hombres y de campesina con faldas de algodón rayadas con los colores de la bandera francesa, y cofias, aunque el uso del sombrero bicornio (el de Napoleón) era común para ambos sexos.

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Modelo francés. Vía Pinterest.

 

La Pansy y otras flores

El vestido de Pensamiento era muy popular, al igual que otros disfraces relacionados con las flores. La base de los vestidos eran dos piezas en los que la falda estaba compuesta por capas gasas y tules superpuestas con apliques de satén en forma de la flor correspondiente, cuanto más grandes y llamativos mejor; los corpiños eran ajustados y en vivos colores. El peinado recogido en una diadema de flores o con el cabello suelto adornado con flores, simulaba los cabellos de un hada o ninfa de os bosques. Este disfraz era muy popular entre las mujeres más jóvenes.

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Vía Pinterest

 

 

La Ondina y las ninfas de los bosques y el agua

El vestido de Ondina o el Undine dress, era un romántico traje basado en la heroína creada por el escritor alemán Friedich de la Motte Fouqué en 1811 para su novela Ondina. Basada en las leyendas griegas de las ninfas del agua, De la Motte creó una novela precursora de la literatura gótica romántica, en la que su personaje, un hada de los bosques, sacrifica su vida por un amor que no será correspondido.

El disfraz de Ondina se basaba en la interpretación del pintor John William Waterhouse, que imaginó a una ondina con una túnica al estilo griego, y en las ilustraciones de Arthur Rackham, mezclando el estilo romántico de la joven cuando vivía en el castillo con su amado, con el de las ninfas acuáticas.

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Ilustración de Arthur Rackham para la versión inglesa de Ondina. Vía Pinterest.

 

Ondina llevaba una túnica de estilo griego , en colores de la gama del blanco, suelta, que se ajustaba en la cintura con un cinturón dorado o un pañuelo. La túnica llena de pliegues y confeccionada con gasa y tul, le daba a la dama un aspecto de ninfa. Para completar el conjunto, los cabellos se dejaban sueltos, adornados con una corona de flores.

 

El disfraz de Ondina, ninfa o hada del bosque tenía variantes en los disfraces de insectos como abejas y avispas o preciosas y coloridas mariposas.

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Traje de mariposa. Vía Pinterest.

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Los Folly dresses eran vestidos de fantasía que tenían diferentes variantes, diosa, sacerdotisa, o cualquier variante creativa que la modista quisiera añadir. En su forma clásica, lo más destacado de estos disfraces eran las faldas, cortadas a picos, o cosidas a modo de diamante, siempre confeccionadas en tejidos brillantes y colores muy llamativos como la gama de amarillos y rojos. De cada extremo del rombo se podían colgar campanitas que sonaban cuando la portadora del traje caminaba. La dama llevaba un títere sujeto en una vara que sonaba con sonido de cascabeles al agitarlo.

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Folly fancy dress. Vía Pinterest.

 

La pastorcilla o Dolly Warden

Un personaje de asistencia casi obligada a cualquier fiesta era la recreación, con diferentes interpretaciones, del personaje dickensiano de Dolly Warden, una excéntrica, descarada y presumida mujer que aparecía en la novela Barnaby Rudge, escrita por Charles Dickens en 1841.

Dolly solía vestir en el siglo XIX con ropa propia del siglo XVIII: polainas, sombreros de paja de estilo bonnet y apariencia de ingenua pastorcilla. Su vestuario en contraste con su carácter y el ambiente en el que se desarrolla la novela hacen de ella uno de los personajes más estrafalarios y recordados de Dickens.

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La Dolly warden o pastorcilla dickensiana. Vía Pinterest

Arlequín, Pierrot, Colombina

Los personajes de la Comedia del arte italiana eran tremendamente populares en las fancy dresses victorianas.   Procedentes del teatro italiano renacentista, con influencias de las tradiciones del carnaval y recursos mímicos y acrobáticos, sus historias sencillas en las que se mezclaba la sátira, la comedia romántica y las intrigas cautivaron al público inglés. En 1660 se representaron en los teatros ingleses  las primeras obras que tenían como protagonistas a Arlequín, Pierrot y Colombina. El éxito fue tan grande, que pronto rivalizaron con las obras de los grandes dramaturgos ingleses. Los tres personajes italianos se ganaron el favor del público, y gran parte de ese fervor, lo despertaban sus coloridos, peculiares y brillantes atuendos.

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El popular actor del siglo XVIII, John Rich, llevó a la cima del éxito al trío Arlequín, Columbina y Pantaleón, su padre, con sus célebres «Arlequinadas».

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El siglo XIX vio el resurgir de estos personajes gracias a las representaciones de Charles Kean en el Princess’s Theatre. La escenografía, con un vestuario espectacular y extravagante, que cambiaba constantemente, tuvo mucho que ver en este éxito.

 

La amalgama

La almagama era una forma de denominar a un disfraz indescriptible. Sería el típico disfraz hecho de muchas cosas pero que realmente sería difícil de identificar al personaje que representa.

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Vía Pinterest.

Las amalgamas no era inusuales en las farsas y se asociaban con nuevos ricos, que necesitaban demostrar su riqueza vistiendose con lujosas telas, brocados y cualquier cosa que pareciese cara. También era un síntoma de un gusto pésimo. Las amalgamas más corrientes estaban compuestas por una mezcla de aristócrata francés, estilo morisco, un toque renacentista, una influencia Tudor… Muchas veces, las damas optaban por el estilo masculino.

La Casa Victoriana os envía sus mejores deseos para que disfrutéis de estos divertidos días de Carnaval.

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Cuadro de Francesco Guardi

 

¡Bienvenido, enero!

Comenzamos con nuestro calendario mensual para 2019.
Este año lo dedicaremos a damas y flores🌹
Estrenamos enero con esta maravilla pintada por Emile Vernon, titulada Elegant Lady With A Bouquet Of Roses.
Esperamos que sea de vuestro agrado❤️