Un festín navideño victoriano

La mesa navideña

El esplendor y la abundancia de la mesa navideña victoriana eran casi escandalosos. La presentación de los platos, el increíble menú compuesto por innumerables platos de carnes, aves, verduras, frutas y los más deliciosos dulces, servidos en maravillosas vajillas, eran un espectáculo para la vista.

Las fechas navideñas representaban todo un reto para las cocineras, ya que cada anfitrión se esmeraba por tener el menú más completo, original, y por qué no decirlo, extravagante. Los debates y discusiones sobre el menú más adecuado comenzaban semanas antes de las celebraciones, poniendo a prueba la imaginación, y también la paciencia, sobre todo del servicio doméstico.

El lema “menos es más” no era una no era una máxima por la que se regían los victorianos; para un victoriano menos es menos y más nunca es suficiente, sobre todo, en las fiestas navideñas.

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The Dinner Party- Sir Henry Cole

El servicio

Hasta mediados del siglo XIX, los diferentes platos se servían en la mesa principal, siguiendo el estilo “a la francesa”, es decir, no retirando el servicio hasta que finalizaba la cena. Pero la imperante moda de cenar “a la rusa” impuso nuevas costumbres en los victorianos, entre ellas la de que los platos fueran traídos a la mesa sólo cuando fueran solicitados, de manera que la mesa quedara despejada para poder ser adornada con centros y decoraciones espectaculares.

La gran mesa del salón, a la que se sentaban todos los invitados, se cubría con un mantel blanco, acompañado de sus servilletas de un blanco tan inmaculado como el mantel.

Hay una curiosidad no del todo cierta sobre la costumbre victoriana de cubrir las mesas con grandes manteles que casi llegaban al suelo. Parece ser que la razón que tenían los victorianos para utilizar estos manteles tan largos era tapar las patas de la mesa para no ofender a las damas.

La explicación de esta extraña costumbre se puede explicar con la palabra que se utiliza en inglés para designar las patas de la mesa: “legs”. Dejar las “piernas de la mesa” a la vista podía resultar ofensivo y esa era la razón para cubrirlas.

Aunque otras versiones dicen que la verdadera razón de cubrirlas era simplemente para que no se rayaran o astillaran con posibles golpes durante la cena.

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Dinner at Haddo House – Alfred Edward Emslie

La decoración de la mesa

La comida se servía en las mejores vajillas de cara porcelana exquisitamente decorada y en las más delicadas copas de cristal. Las mesas se adornaban con enormes fruteros o cestillas de plata con todo tipo de frutas, siendo un elemento esencial de estos ornamentos los racimos de uvas, naturales o escarchados.

Ninguna decoración era lo suficientemente ostentosa o llamativa para la alta sociedad victoriana: si los altos y abundantes fruteros no fueran suficientes, la ornamentación se completaba con arreglos florales en forma de arcos o de pequeños ramos.

Para completar la exuberancia decorativa se añadían hojas de helecho (los maidenhair, helechos pequeños de frondosas y brillantes hojas eran los preferidos), hiedra, acebo y muérdago, que colgaban en forma de guirnaldas por todo el salón. Estas plantas, especialmente los helechos, también se empleaban para decorar las fuentes de la comida.

Los candelabros llenos de tintineantes velas completaban la ensoñación de contrastes y colores que convertían los salones en un derroche de luces y victoriana elegancia.

Los platos se dejaban en una mesa auxiliar de donde los sirvientes las acercaban a la mesa cuando los comensales los requerían. La función de los sirvientes, lacayos en este caso, era la de acercar las bandejas al comensal, que se servía él mismo.

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The End of Dinner- Jules Alexandre Grun

Los platos principales

Los victorianos no ahorraban en número de platos para degustar en estas celebraciones: para los entremeses las preciosas soperas victorianas alternaban gustosos consomés con espesas cremas y sopas, o bien, ligeros platos de pescado.

Entre los platos principales se podía escoger entre diferentes carnes de vacuno, asadas o estofadas, rellenas, o en pasteles salados y deliciosos platos de aves donde destacaba el pavo relleno, servido con salchichas y bacon.

Como curiosidad podemos comentar que el pavo no fue siempre el rey de los platos navideños. El ganso y el pato eran las aves preferidas para asar y rellenar en las ocasiones especiales, pero a finales del siglo XVIII el pavo llegó de América para quedarse como protagonista absoluto de las comidas navideñas.

Los acompañamientos se servían en un carro auxiliar que contenía patatas asadas, puré de patatas, coles de Bruselas, repollo, nabos, ensaladas y distintas clases de salsas, destacando la famosa gravy.

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Víspera de Navidad- Carl Larsson

Los postres

En otra mesa auxiliar vistosos postres eran exhibidos como en un escaparate: dulces decorados con frutas y rellenos de crema, gelatinas, merengues, pies o tartas dulces inglesas, o gateaux, tartas a la francesa, con diferentes coberturas, bizcochos borrachos de brandy o jerez, como trifles y tipsy cakes, en dulce almíbar, como los savarines o horneados después de empaparlos en licores dulces como el babá francés.

Aunque el postre que no podía faltar era el Christmas Plum Pudding. Este postre de origen celta se elaboraba días antes de Navidad y su masa se envolvía en una fina tela, para posteriormente ser horneado a fuego bajo durante varias horas. Este bizcocho especiado llevaba infinidad de frutos secos y frutas.

Este pastel estuvo en peligro durante el mandato del puritano Oliver Cromwell, que convirtió el país en una república denominada Commonwealth of England.

Cuenta la leyenda que fue el mismo Cromwell el que prohibió la Navidad en el siglo XVII y, por consiguiente, la elaboración de las recetas tradicionales navideñas, con la amenaza de enviar a prisión a cualquiera que elaborase o comiese  un Christmas Pudding.

En realidad no fue Cromwell quien lo prohibió, sino su partido político, que estaba en el gobierno en ese momento, y la prohibición duró lo que duró su mandato, recuperando la sociedad inglesa la elaboración del pudin que alcanzó su máxima popularidad en la Inglaterra victoriana.

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A Christmas Dole – Joseh Clark

Las golosinas

En 1840, el pastelero inglés Tom Smith, inventó un elemento fundamental para las festividades victorianas: los crackers. El invento consiste en un tubo relleno de golosinas cerrado por ambos lados y envuelto en papeles de vivos y brillantes colores, a modo de caramelo grande. Al friccionar una tira que atraviesa el cracker este hace una pequeña explosión liberando todas las golosinas.

Durante la época victoriana a esta golosina se la denominó bon-bon, y no fue hasta los años 20 en el que el nombre cracker se adoptó definitivamente para denominarlo.

En las casas más humildes también se celebraba la Navidad de manera especial. Aunque la comida no podía ser tan abundante, en la mesa siempre había un buen pollo o ganso asados, acompañados de ricas patatas o castañas, y no faltaba un pudin navideño y golosinas y crackers para los más pequeños.

Y, ninguna casa carecía de un árbol decorado y bonitas guirnaldas para que la alegría navideña entrara en todos los hogares.

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Noche de Navidad – Viggo Johansen

 

 

Halloween victoriano: rituales y conjuros

Como todos los años en La Casa Victoriana no puede faltar nuestro particular homenaje a la fiesta de Halloween, una fecha en la que los victorianos disfrutaban especialmente celebrando fiestas de disfraces y escenificando toda clase de rituales relacionados con la magia y el amor.

¡Hagamos una recopilación de algunos de estos ritos eran realmente curiosos!

Los tres platos: decidme si me casaré con una bella doncella

En una mesa se colocaban tres platos: uno lleno de agua limpia, otro con agua sucia y otro vacío. A uno de los participantes en el juego se le vendaban los ojos y se le conducía hacia la mesa en la que estaban los tres platos.

A ciegas  la persona escogía uno: si su elección era el plato con agua limpia se casaría con una bella dama, si el elegido era el que contenía agua sucia sería viudo, y si la suerte le llevaba hacia el vacío sería un amargado solterón.

Este ritual podía intentarse tres veces, previo cambio de sitio de los platos.

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La dama frente al espejo: espejo, muéstrame el rostro de mi amado.

On Halloween look in the glass,

your future husband’s face will pass

Una de las tradiciones más populares entre las jóvenes era la de tratar de conocer cual sería el rostro de su futuro marido.

Para ello, la joven se encerraba en una habitación a oscuras, con la única luz de una vela iluminando el cuarto, y se colocaba frente al espejo. La superstición decía que al iluminar su imagen frente al espejo, a su lado, se reflejaría la imagen de su futuro marido.

A este ritual, a veces se le añadía un elemento adicional: la joven además de iluminar su imagen con una vela en el espejo debía ¡estar comiendo una manzana!

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Quemando nueces, ¿cuál será nuestro futuro?

The auld gudewife’s weel hoarded nits
Are round and round divided,
And monie lads’ and lasses’ fates
Are there that night decided.
Some kindle, couthie, side by side,
And burn thegither trimly;
Some start awa’ with saucy pride,
And jump out-owre the chimlie.

Cada miembro de una pareja elige una nuez entera. Ambas nueces se ponen al fuego. Cada uno observa atentamente cómo se van quemando las nueces: si se queman lentamente, si se rompen o si ambos lados de la nuez se separan. Dependiendo de cómo respondan las nueces al fuego, así será su relación.

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Mojé manga de mi camisa en el río: mi futura pareja aparecerá para secarla

Go to a south-running stream,

and dip your sleeve in it at a spot

where the lands of three lands come together

Una superstición escocesa contaba que la noche del 31 de octubre un joven o una joven debían mojar la manga de su camisa en un arroyo donde las tierras de tres tierras se unían. Al llegar a casa tenía que colgar la manga cerca del fuego para que secara, en un lugar que pudiese ver desde su cama.

No podía dormirse porque durante la noche una aparición tendría lugar en el lugar en el que había dejado la manga: su futuro esposo o esposa aparecería para retorcer la manga para intentar que se secase.

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Lanza la berza, ella te contará tu futuro

O, is my true love tall or grand?

O, is my sweetheart boony?

Una de las tradiciones más antiguas cuenta como las kales, berzas, podían pronosticar el futuro de las parejas.

Las parejas salen cogidas de la mano y con los ojos vendados a la búsqueda de una berza, que aún está plantada, y deben arrancarla y lanzarla. Dependiendo del tiro y de cómo cayera la berza, así será el aspecto de la futura pareja y la relación de los jóvenes.

Si la raíz arrastra una buena cantidad de tierra, las previsiones económicas futuras de la pareja serán favorables. Si al comerla el corazón de la berza es dulce, la pareja vivirá momentos felices, pero si es amargo, no se deparan buenos augurios para la relación.

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Dulces y velas: la vela paga

El aro y la vela, más que un ritual, es un juego para los más jóvenes.

Se coge un aro de un barril y en él se cuelgan varios dulces, caramelos y manzanas, pero también finales de velas. Se vendan los ojos de los participantes y se gira el aro.

Los participantes deben intentar morder uno de los dulces colgados y no morder el final de vela. Aquellos que tengan la mala suerte de morder la vela tendrán que pagar la multa, que habitualmente consistía, en el pago de las velas.

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Caminando en la oscuridad

Una dama debía caminar hacia atrás en la oscuridad, hacia el sótano, con la única iluminación de una vela en su mano derecha y un espejo en su mano izquierda, mientras recitaba una y otra vez:

    » Appear, appear, my true love dear,
Appear to me to-night,»

Antes de alcanzar el final de la escalera el rostro del amado se reflejaría en el espejo.

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El pastel y el anillo

Antes de hornear un delicioso bizcocho se introduce un anillo en la masa. Una vez hecho se sirve en porciones y a aquel a quien le toque el anillo en su porción encontrará el amor verdadero en el plazo de un año. ¡Cuidado con tragarse el anillo!

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Un barquito en su cáscara de nuez

Se le ofrece a los invitados una cáscara de nuez, con un palillo y un papel blanco simulando una vela. En la cáscara de nuez se escribe la inicial de la persona de la que está enamorado.

Se colocan los barquitos de nuez en un barreño con agua y se agita. Si un barquito se hunde significará no solo que el amor no será corrrespondido sino que esa persona permanecerá soltera y sola ¡para el resto de su vida!

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¿Fundimos plomo? Sus formas nos dirán nuestro futuro

Este juego me parece un poco más complicado e implica poderes de adivinación o mucha imaginación…

Fundimos un objeto de plomo y dejamos que el fundido se vierta a través de la manija de una llave cayendo sobre un bol de agua limpia. Las formas que forme el plomo serán un reflejo de lo que nos depara nuestro futuro.

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Rituales y juegos con manzanas

  • La manzana me dirá el nombre de mi amado

Aquel joven o aquella joven que quiera saber por qué letra comenzará el nombre de su futura pareja tendrá que pelar una manzana de una sola vez. Cuando termine tendrá que lanzar la monda de la manzana por encima de su hombro izquierdo.

Cuando caiga en el suelo dibujará la forma de una letra en el suelo. Esa letra será la inicial del apellido de su enamorado o enamorada.

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  • Bobbing the apples

Se escogían varias manzanas rojas y apetitosas y se dejaban flotar en un barreño con agua; los participantes del juego debían poner los brazos a su espalda y sumergir sus cabezas en el barreño para coger las manzanas con los dientes. ¡La diversión estaba asegurada!

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  • Manzanas a la hoguera

Para atraer al verdadero amor, se comía una manzana asada y se echaban al fuego el corazón y las semillas mientras se cantaba:

    “One, I love, two, I love, three, I love, I say,
Four, I love with all my heart,
Five, I cast away;
Six, he loves, seven, she loves, Eight, they both love.”

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¿Queréis intentar alguno la noche del 31 de octubre?

¡Feliz noche de Halloween a todos los suscriptores y seguidores de La Casa Victoriana!

Recordad que, si queréis más información sobre la época victoriana, podéis seguir nuestras RRSS, Facebook, Pinterest e Instagram.

 

Cuentos de hadas III: George MacDonald

(Todas las fotos que ilustran esta entrada – incluída la de la cabecera de la página web-  pertenecen a La Casa Victoriana y podéis encontrarlas en nuestra cuenta de Instagram , de fotografía y poesía, e irán siendo publicadas en el blog La Casa Victoriana. Cuaderno de Viaje. Espero que sean de vuestro agrado)

Every one who has considered the subject knows full well that a nation without fancy, without some romance, never did, never can, never will, hold a great place under the sun.

(Cualquiera que haya considerado el tema, sabe perfectamente bien que una nación sin fantasía, sin romance, nunca ocupó, ni puede ocupar, ni ocupará un lugar destacado bajo el sol)

Charles Dickens

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Aunque en el siglo XVII los puritanos lucharon por prohibir la rica tradición inglesa llena de criaturas mágicas, declarándolas como peligrosas para la moral, las hadas, elfos, duendes y demás personajes del folclore británico e irlandés resistieron los rígidos ataques y no sólo sobrevivieron a las prohibiciones sino que se hicieron mucho más fuertes en la imaginería popular.

En primer lugar lo hicieron de un modo tímido colándose en los hogares de los más pobres con sus apariciones en los pennybooks, librillos que costaban un penique llenos de historias de fantasía donde las hadas y los duendes, que vivían en frondosos bosques llenos de flores, eran los protagonistas, de romances con bellas princesas y con valientes príncipes azules, pero también de feroces ogros y malvadas brujas.

Más tarde, y dada su popularidad, entraron en casa no sólo de los ricos victorianos, que adornaban sus hogares con cuadros y figuras de ninfas y otras criaturas mitológicas, sino de los intelectuales, que las hacían protagonistas de sus obras pictóricas y de sus novelas.

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Gracias a los cuentos -denominados märchen en su idioma original – del danés Hans Christian Andersen y de los alemanes Grimm, las nurseries y las habitaciones de toda Gran Bretaña se llenaban de alegre fantasía, que hacía soñar a unos y olvidar la pobreza y las penurias del día a día a otros.

¿Qué elementos debía tener un cuento de hadas para que pudises ser considerado como tal? Pues, en un fairytale, así denominado en lengua inglesa, a pesar de no tener que estar necesariamente protagonizado por hadas, debían aparecer los consabidos héroes y villanos y, además, todo cuento debía mostrar una moraleja o enseñanza moral a modo de advertencia para todos los niños y niñas, pero también para las más jóvenes de la casa. Porque los cuentos clásicos originales poco tienen que ver con su versión edulcorada actual, donde los príncipes y princesas son felices y comen perdices, y la violencia apenas aparece sugerida.

Andersen y los Grimm escribieron cuentos llenos de violencia y crueldad, donde los malos son realmente perversos, donde los buenos no siempre son tan buenos y en los que el final feliz no siempre es de ensueño. Basta ver la crueldad subyacente en el cuento original de Caperucita, o a una Cenicienta que debe escapar de un príncipe, que más que agasajarla, la acosa hasta amedrentarla.

En este mundo fantástico, donde el bien y el mal se entremezclan tejiendo una sutil telaraña pero en que los conceptos morales están perfectamente claros y definidos, George MacDonald se mueve como pez en el agua.

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Este pastor calvinista, ensayista, escritor, poeta, profesor universitario de literatura y vidente, como le gustaba definirse, cultivó la amistad de otros famosos escritores contemporáneos como su gran amigo Lewis Carroll, Charles Dickens, Wilkie Collins, Alfred Tennyson y Arthur Hugues, ilustrador de la mayor parte de sus obras, entre otros, a los que recibía en su casa de campo, El Retiro, en la que vivía con su esposa y sus once hijos.

Adorado por el publico norteamericano, viajó varias veces a los Estados Unidos, donde sus visitas despertaban un gran fervor entre los admiradores de su obra, entre ellos el genial Mark Twain, con el que entabló una entrañable amistad.

Su producción literaria, además de poemas de género fantástico, está compuesta por una selección de märchen para lectores que, como él mismo decía, no habían perdido todavía la inocencia y trataban de guiar su vida por medio de unos códigos éticos análogos a los de los protagonistas de sus cuentos.

Los escenarios de sus obras son mundos fantásticos, irreales, inventados, llenos de criaturas creadas en la imaginación del autor, pero lo suficientemente definidas para que penetren en la imaginación del lector.

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MacDonald defendía la invención de los personajes, los escenarios y los seres que los habitaban, ya que si se parecían demasiado a lo que ya existía, la magia de la historia desaparecería. Pero al mismo tiempo todo tenía que ser identificable por el lector, para poder participar del cuento y, de algún modo, vivirlo. Nada tiene porque ser exactamente igual a la realidad.

Pero había un elemento fundamental que nunca podía ser modificado: la verdad. Y para que haya verdad, las leyes del mundo moral, lo que es bueno y lo que es malo, lo que es ético y lo que es inmoral debe permanecer incorrupto.

No puede existir un personaje bueno que cometa hechos perversos constantemente , ni un personaje malo generoso y que haga el bien. La línea divisoria entre el bien y el mal tiene que quedar clara, y aunque en toda su obra, MacDonald defiende la interpretación del texto por parte del lector, tiene especial interés en que esta línea quede clara.

Entre sus obras más destacadas están el largo poema Within and Without You, varias recopilaciones de cuentos, entre los que destacan La princesa y el duende, su continuación La princesa y Curdie y las novelas Back of the North Wind y Phantastes, a Fairie Romance for Men and Women, que inspiraría a C.S. Lewis, para escribir El león, la bruja y el armario, primera de las novelas de la serie Las Crónicas De Narnia.

George MacDonald murió en Inglaterra, el 18 de septiembre de 1905 y sus restos se enterraron con los de su querida esposa Louise en el cementario de Aberdeen, donde una estatua le rinde homenaje al que fue uno de los mejores transmisores del folklore británico.

En España la editorial Atalanta ha publicado dos libros de George MacDonald dentro de su colección Ars Brevis: el magnífico Cuentos de Hadas para todas las edades y Phantastes, a Fairie Romance for Men and Women.

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