Anuncios de amor en la época victoriana

Como todos los años desde La Casa Victoriana dedicamos un artículo al amor victoriano. En esta ocasión hablaremos de un modo diferente de conocer a una posible pareja, muy innovador en su momento, pero completamente superado en la época actual en la que el uso de aplicaciones de citas y los contactos a través de las redes sociales están a la orden del día, y con ello la verdad y la mentira se entrelazan continuamente.

Los anuncios por palabras personales

Vivimos en un momento de globalización e hiperconexión donde podemos acceder a bienes, servicios e incluso relaciones a golpe de click. Pero, como bien sabemos, no siempre fue así.

Hubo una época en la que el correo cumplía la misión de mantener a las personas conectadas y los anuncios por palabras de los periódicos servían para intentar localizar a una persona desaparecida y reclamar su presencia para comunicarle una noticia importante, como un fallecimiento de un familiar o una herencia.

Pero no solo eso: los anuncios por palabras también servían para buscar esposo y esposa, o bien para entablar una bonita relación de amistad. Estas relaciones podían quedarse en una amistad por correspondencia o avanzar hacia una relación más formal donde los amigos por carta se conocieran en persona, bien para compartir aficiones comunes, bien para estrechar lazos en una relación romántica.

En época victoria no era tan sencillo encontrar una pareja como la literatura romántica nos puede hacer creer. No todas las mujeres eran atractivas damiselas que aportaban belleza o una buena dote al matrimonio, ni todos los hombres atractivos caballeros herederos de una gran mansión. Si ya era difícil para las hijas de las familias adineradas y los no herederos encontrar una pareja adecuada, imaginemos las dificultades que tendrían las mujeres sin grandes recursos, los hombres viudos con familia o las personas con menos habilidades sociales para relacionarse románticamente. La dificultad aumentaba si la mujer había pasado la edad casadera o no era atractiva, y lo mismo sucedía con los caballeros.

Esta era la razón por la que muchos acudían a los anuncios personales por palabras de los periódicos para tratar de buscar amistades o relaciones.

Distinguir las buenas intenciones de las burlas

Aunque algunas damas publicaban anuncios donde expresaban su deseo de relacionarse con personas afines, éstas solían buscar la amistad de otras damas que se encontraban tan solas como ellas para pasear, acudir a tomar el té o unirse a clubes de lecturas. Estos anuncios solían publicarse en revistas femeninas. Era muy raro que una dama buscara o solicitara una relación o información sobre un caballero, ya que podría poner en jaque su reputación.

Lo más habitual era que un caballero publicara un anuncio para tratar encontrar una dama para entablar una amistad o con intenciones románticas. En este caso, el hombre expresaba lo que buscaba en la dama cuestión y sus intenciones. Después de una breve presentación y de enumerar las virtudes que deseaba que tuviera la dama en cuestión, dejaba sus señas o el número de un apartado postal para que las interesadas pudieran enviar la carta de contestación.

En otras ocasiones, un caballero publicaba un anuncio para localizar a una dama a la que había visto en un parque, en algún establecimiento o en la vía pública. En el anuncio se describía a la dama, su vestuario, si iba o no acompañada de otra persona, el lugar en cuestión, y por supuesto, la fecha y la hora.

Este tipo de anuncios eran tan populares que no era extraño que las damas los leyeran y el primer sentimiento de indignación ante tal atrevimiento se convertía en curiosidad por aquel caballero que buscaba una relación formal o por el que deseaba conocerlas. La prudencia recomendaba no responder a esos mensajes, pero la curiosidad, sobre todo, si el anuncio se publicaba durante varios días, solía ser mayor que la cautela y no eras pocas las que contestaban al caballero.

Los principales consejos para una dama, si esta deseaba responder eran los que apelaban a la sensatez de la dama. En primer lugar se respondería al caballero sin dar datos personales, ni nombre ni dirección; después se le pediría al caballero referencias para confirmar que era una persona respetable y sus intenciones eran honorables. De este modo, la dama mantendría su intimidad intacta y tendría la ventaja de conocer más sobre su supuesto pretendiente y descartar que era un mero acosador.

La prudencia debía ser extrema si la dama estaba casada y respondía movida por la curiosidad y el halago ya que podría poner su reputación y la de su familia en grave peligro si la correspondencia se difundía de algún modo entre su círculo social.

Si no había respuesta por parte del caballero, la dama no debía sentirse mal o rechazada. Nada se puede esperar de un caballero anónimo que busca una relación con una desconocida o requiere información de una dama con la que ha coincidido en una o varias ocasiones y a la que no le ha dirigido la palabra.

En segundo lugar, aún después de un breve intercambio de correspondencia, la dama debía mantener la distancia hasta conocer al caballero en persona, su entorno y sus propósitos. Y, aún así, debería dejarse acompañar a las primeras citas por una familiar o una amiga de confianza para evitar situaciones desagradables, malentendidos o intentos del caballero de comportarse con exceso de confianza.

Aunque, afortunadamente, muchas parejas estrecharon lazos de amistad, e incluso, encontraron una amorosa relación que terminó en campanas de boda, no todas las historias fueron tan felices. Muchas jóvenes incautas, deslumbradas por la adulación y la zalamería de un admirador secreto o soñando escapar de su solitaria vida con promesas de un matrimonio feliz, cayeron en la trampa de indeseables de toda clase social, que solo trataban de burlarse de las mujeres, coleccionando cartas de amor y sobre todo fotografías con las que después alardeaban delante de sus amigos en las tabernas o los clubes de caballeros.

Además, si la dama pertenecía a la aristocracia o burguesía, o estaba casada era muy probable que intentaran chantajear a ella, su esposo o a sus padres, que pagarían grandes sumas de dinero a cambio de recuperar las fotos o cartas comprometidas para proteger su reputación, y la de su círculo familiar.

Como vemos, cambian las formas y los medios de comunicarse, pero las emociones humanas se mantienen a través de los siglos.

Desde La Casa Victoriana os deseamos un Feliz Día De San Valentín.

Las sociedades victorianas para la investigación paranormal

Como todos los años La Casa Victoriana no falta a su cita con la festividad de Halloween. Además de tradiciones, costumbres, rituales, fiestas hasta alguna historia de terror que podéis encontrar en el blog, también hablamos de aquellas corrientes que gozaron de gran popularidad entre la sociedad victoriana como el espiritismo, el mesmerismo y todo lo relacionado con el más allá y lo paranormal.

El gusto por estos temas no eran exclusivos de las clases populares, sino que tuvieron una gran acogida entre la alta sociedad, que gastaba cantidades ingentes de dinero en sesiones con mediums tratando de entablar contacto con el más allá.

De esta moda no se libraron grandes escritores, artistas, intelectuales y, incluso, científicos de todas las ramas de la ciencia, que trataban de encontrar evidencias científicas a cosas que no tenían una base racional.

Además, este gusto por lo paranormal alentó la creación de otras sociedades que mezclaban religión, paganismo, ocultismo y toda una amalgama esotérica en busca de una respuesta a los fenómenos irracionales.

De los más destacados vamos a hablar en esta entrada del blog, que como siempre, esperamos que sea de vuestro agrado y los acompañe en este día tan especial.

El Ghost Club Victoriano: Pioneros de la investigación paranormal

Comenzamos con la sociedad pionera en el estudio de lo paranormal en la Inglaterra decimonónica: el Ghost Club, sociedad fundada en Londres en 1862 y dedicada a la investigación de fenómenos paranormales.

Los orígenes del Ghost Club se remontan a 1855, cuando un grupo de estudiantes de Cambridge comenzaron a interesarse por los fenómenos paranormales, el mundo de los espíritus y las apariciones. Está considerada como la organización de este tipo más antigua del mundo, jugó un papel fundamental en la popularización y el estudio del ocultismo en la época victoriana.

La fundación oficial tuvo lugar en Londres unos años más tarde y contó con el apoyo y la participación de intelectuales y escritores que compartían esta fascinación, convirtiéndose así en una sociedad casi legendaria, no solo por los casos que investigaba y los métodos para hacerlo, sino por la enorme popularidad que tenían muchos de sus famosos integrantes. Esta variedad de ocupaciones de sus miembros dotaba a la sociedad de un crisol de puntos de vista muy útiles para la investigación y la detección de fraudes.

Miembros fundadores: Charles Dickens, Arthur Conan Doyle, William Crookes y Harry Price

Entre sus miembros ilustres estaban los escritores Charles Dickens, Sir Arthur Conan Doyle y William Crookes, físico y químico británico, conocido por sus investigaciones sobre la radiactividad. Este último fue uno de los más activos llevando a cabo diferentes experimentos para intentar explicar fenómenos paranormales. A ellos se unió Harry Price, el incansable investigador cualquier fenómeno fuera de lo común.

El Ghost Club investigó una amplia gama de fenómenos, desde apariciones y poltergeists hasta la telepatía y experiencias cercanas a la muerte. Además, asistieron a numerosas sesiones espiritistas para investigar las habilidades de los mediums y tratar de determinar si sus manifestaciones eran genuinas o fraudulentas.

Aunque muchos de sus métodos y conclusiones pueden parecer anticuados hoy en día, el club sentó las bases para la investigación paranormal moderna.

La Sociedad para la Investigación Psíquica

La Sociedad para la Investigación Psíquica (más conocida como SPR, sus siglas en inglés) fue fundada en Londres en 1882, convirtiéndose en una de las primeras organizaciones dedicadas al estudio sistemático de fenómenos paranormales.

Entre los miembros fundadores se encontraban figuras destacadas como Henry Sidgwick, profesor de moral en la Universidad de Cambridge, y primer presidente de la sociedad, William James, reconocido filósofo y psicólogo estadounidense, el físico Oliver Lodge o la escritora Jane Barlow, entre otras muchas personalidades relevantes de la sociedad victoriana.

De izquierda a derecha Henry Sidgwick y William James, Jane Barlow y Oliver Lodge

El principal objetivo de la sociedad era aplicar el método científico a la investigación de experiencias como la telepatía, la clarividencia, la psicometría y las apariciones, así como explorar los límites de la percepción humana y la naturaleza de la conciencia, todo ello sin prejuicios y con la mente abierta a todos los fenómenos que se le presentaban.

La SPR se tomaba realmente en serio su trabajo que consistía en recolectar y analizar evidencias de testigos creíbles, elaborar explicaciones científicas para tratar de descubrir posibles sugestiones o fraudes y promover el debate.

La SPR continúa activa en la actualidad, publicando investigaciones y organizando conferencias sobre temas relacionados con la parapsicología. Su trabajo ha inspirado a numerosas generaciones de investigadores y ha contribuido a la construcción de un cuerpo de conocimiento sobre fenómenos que desafían las explicaciones convencionales.

La Orden Hermética de la Aurora Dorada

La Orden Hermética de la Aurora Dorada, fundada en Londres a finales del siglo XIX, estaba más cerca de ser una logia o una hermandad secreta que una sociedad para el estudio de lo paranormal.

El hecho de definirse como sociedad secreta, contar con una gran parafernalia que acompañaba al ingreso de los miembros y el tener entre sus objetivos el estudio y la práctica del ocultismo, el hermetismo, la alquimia y la metafísica, atrajo a intelectuales, escritores, actores y otros miembros destacados de la sociedad a la Orden.

De izquierda a derecha William Robert Woodman, Florence Farr, W.B.Yeats y Dion Fortune

Como todas las logias secretas, su estructura era compleja aunque se sabe que sus fundadores fueron los francmasones William Robert Woodman y William Wynn Westcott miembros de la logia francmasona Societas Rosicruciana. El tercer miembro fundador fue Samuel Liddell MacGregor Mathers, un ocultista escocés que se convirtió en una figura central de la orden y que fue responsable de la expansión de sus enseñanzas y rituales.

La Orden Hermética de la Aurora Dorada no se dedicaba a la investigación en el sentido convencional. Sin embargo, sus miembros realizaban investigaciones ocultas y esotéricas, explorando temas como la naturaleza de la conciencia, la existencia de mundos espirituales y la posibilidad de la comunicación con entidades sobrenaturales.

Entre sus investigaciones estaban el estudio de las tradiciones ocultas incluyendo la cábala, la alquimia, la astrología y la magia ceremonial, el desarrollo personal ya que muchos de los miembros de la orden buscaban desarrollar sus capacidades psíquicas y espirituales a través de prácticas mágicas y rituales. También buscaban la transformación social porque creían que la magia podía ser utilizada para transformar la sociedad y crear un mundo mejor.

Entre sus miembros más destacados estaban el muy controvertido Aleister Crowley, ocultista, mago y escritor, apodado por la prensa británica «el hombre más perverso del mundo» que desarrolló su propio sistema mágico basado en las enseñanzas de la Aurora Dorada, William Butler Yeats, poeta irlandés, Florence Farr, actriz y dramaturga inglesa que jugó un papel importante en la difusión de las ideas de la Aurora Dorada y la famosa ocultista inglesa Dion Fortune que fundó la Societas Rosicruciana in Anglia y que continuó desarrollando las enseñanzas de la Aurora Dorada.

La Casa Victoriana os desea un muy Feliz Halloween. Recordad que en el blog tenéis más artículos sobre esta festividad.

Y en nuestro blog hermano Miss Dingle, dedicado a las muñecas recortables, también hablamos de paper dolls vestidas de Halloween y del magnífico trabajo de sus ilustradoras.

Happy Halloween! ¡Feliz Samaín!

El servicio doméstico en la era victoriana I

Como cada año La Casa Victoriana obsequia a todos sus subscriptores y amigos con un almanaque mensual gratuito que se puede descargar pinchando con el botón derecho del ratón sobre cada imagen.

El tema elegido este año es el servicio doméstico en la era victoriana y para acompañar las imágenes nos adentraremos en el mundo de «los de abajo», todos aquellos que con su trabajo conseguían que las casas de las clases más adineradas funcionaran a la perfección.

Como el tema es amplio lo desarrollaremos en entradas posteriores, hoy comenzamos con los puestos, jerarquías y funciones de los empleados del servicio doméstico.

La contratación de los empleados domésticos

La contratación de los sirvientes, tanto masculinos como femeninos, se llevaba a cabo a través de agencias de empleo, referencias personales, recomendaciones, anuncios en periódicos y empresas de registros de sirvientes. Muchos jóvenes de clase humilde, con escasa formación buscaban puestos como empleados domésticos buscando un ingreso estable y un lugar para vivir en la ciudad.

Las familias estaban orgullosas de que sus hijos trabajaran en casas adineradas ya que para ellos significaba tener un trabajo respetable y perspectivas de futuro. Los candidatos a empleado doméstico pasaban por un proceso de selección inicial, con entrevistas donde se evaluaba su carácter, habilidades y referencias.

Aunque los empleadores esperaban que sus nuevos sirvientes tuvieran conocimientos básicos de tareas domésticas y etiqueta, no todos los hogares reclamaban las mismas características de sus empleados, por lo que las agencias se esforzaban en proporcionar los perfiles más adecuados para cada casa. Para los puestos de rango superior se solicitaban experiencia y referencias. Para los de rango intermedio e inferior la capacidad de trabajo duro y los rasgos de carácter era lo más importante.

Los deberes de los empleados domésticos y jerarquías

En los hogares victorianos, los sirvientes domésticos se encargaban de llevar a cabo diversas tareas para garantizar el buen funcionamiento del hogar. Cada sirviente desempeñaba una función específica y tenía responsabilidades distintas.

El servicio doméstico victoriano tenía una clara jerarquía social, en la que cada empleado ocupa estrictamente su lugar y se adaptaba a la disciplina establecida dentro de su ocupación, obedeciendo a su superior en rango. Esta jerarquía proporcionaba orden dentro de la organización de la casa.

Rangos superiores. Dentro de este rango jerárquico estaban el mayordomo, el ama de llaves y la cocinera. Cada uno de ellos administraba su parcela del hogar con autoridad sobre sus subordinados. Tenían habitaciones individuales y separadas del resto del personal.

Rangos intermedios. Los asistentes de cámara y las damas de compañía tenían una consideración superior a las sirvientas y lacayos dentro de la casa, pero compartían con estos las habitaciones y estaban supeditados a las órdenes del mayordomo y ama de llaves.

Rangos inferiores. Las sirvientas, los lacayos y otros miembros del personal subalterno ocupaban puestos inferiores en la jerarquía. Recibían instrucciones de las posiciones superiores y llevaban a cabo las tareas asignadas. Sus viviendas a menudo eran compartidas y estaban ubicadas en las áreas de los sirvientes.

Los principales puestos en el servicio doméstico eran:

Mayordomo. El mayordomo era el jefe del personal masculino y era responsable de administrar la despensa, la bodega y, a veces, las finanzas de la finca. También supervisaban el servicio de mesa durante las comidas y supervisaban a otros sirvientes masculinos. Era una figura respetada tanto por el personal como por los señores de la casa que depositaban en él su confianza para la gestión de los asuntos domésticos y, no pocas veces, para los asuntos personales.

Entre los rasgos inherentes al carácter de un buen mayordomo estaban la lealtad, la discreción y la eficacia para resolver problemas inoportunos.

Ama de llaves. El ama de llaves estaba a cargo de la administración general del hogar. Se encargaban de garantizar la limpieza, la organización y el inventario de los insumos del hogar. Además, supervisaban a las sirvientas y manejaban los presupuestos para los gastos del hogar. Era un figura tan respetada por los señores como temida por todos miembros del servicio doméstico.

Cocinera. El papel de la cocinera era preparar las comidas para el hogar. Eran expertas en la creación de platos y postres elaborados y en la gestión del personal de cocina. La posición de la cocinera era muy apreciada, y su capacidad para crear comidas deliciosas era a menudo un motivo de orgullo para la familia.

Con la ayuda del ama de llaves creaba los menús que se degustaban en las celebraciones familiares. Su mayor dificultad era conseguir unos platos suculentos con las mejores materias primas con los ajustados presupuestos y plazos de que disponía y con un personal de cocina a menudo muy joven y con poca experiencia. La cocina era su reino y ni siquiera el mayordomo o el ama de llaves solían contradecirla. Perder a una buena cocinera era una desgracia que ninguna familia quería sufrir.

Sirvientas. Había diferentes tipos de sirvientas, incluidas las camareras de piso, las sirvientas de salón y las sirvientas de cocina. Las camareras de piso se encargaban de la limpieza y el mantenimiento de los dormitorios, mientras que las camareras de salón se centraban en el mantenimiento de las zonas compartidas por la familia. Las sirvientas de la cocina trabajaban en la cocina y ayudaban a la cocinera con diversas tareas básicas, como limpiar los platos y pelar verduras y patatas.

Lacayos. Las tareas principales de un lacayo eran recibir y saludar a los visitantes, tomar sus abrigos y anunciar su llegada a los anfitriones, tratándolos con la máxima cortesía y asegurándose de que sus necesidades fueran atendidas durante su estancia. Además, recibían formación sobre las reglas de protocolo y buenas maneras en la mesa para que pudieran ayudar con el servicio, los cubiertos y servir las comidas y bebidas durante cenas formales y reuniones.

Los lacayos eran fácilmente reconocibles por su distintivo uniforme, que consistía en una chaqueta por encima de la rodilla, chaleco y pantalones ajustados. Se esperaba que se comportaran con el mayor decoro y se adhirieran a un estricto código de conducta.

Ayudante de cámara. El ayudante de cámara (valet) era más que un asistente personal. Su trabajo consistía en brindar un servicio personal impecable a su empleador, asegurándose de que lucieran lo mejor posible en todo momento con la selección de la indumentaria apropiada para cada ocasión. Se encargaba de supervisar el mantenimiento y la organización del guardarropa del señor, revisando que cada prenda estuviera limpia, reparada y almacenada de manera adecuada y examinando cada prenda en busca de arrugas, manchas o hilos sueltos.

No se olvidaba de los complementos como anillos, relojes, pañuelos y alfileres de corbata. Una de sus labores era ayudar al señor con sus rutinas diarias: preparaba los utensilios de afeitado del señor y agua tibia para su afeitado matutino, preparaba su ropa, pulía los zapatos y preparaba peines y lociones. Como la dama de compañía de la señora se requería que fuese leal y discreto, ya que, por su posición, estaban al tanto de conversaciones personales e información delicada.

Niñeras e institutrices. En los hogares con niños pequeños, se empleaban niñeras (nannies) para velar por el bienestar de los niños. Sus responsabilidades incluían alimentar, bañar y supervisar el tiempo de juego. Las institutrices (governess) se encargaban de instruir los niños mayores con clases de cálculo, escritura y modales. Además ayudaban a las jovencitas a aprender todo lo que se esperaba de ellas para ser una dama: costura, pintura, música, conversación…

Mientras que la niñera solía gozar del cariño de toda la familia y era muy apreciada por los niños, la institutriz representaba una figura de autoridad, que debía ser inflexible y a la que los padres le exigían los más altos estándares para ser contratada habitualmente con un salario bajo para sus funciones y responsabilidades. La niñera podía compartir habitación con los pequeños. La institutriz solía tener un cuarto individual o incluso vivir fuera de la casa familiar.

Damas de compañía. La dama de compañía proporcionaba asistencia y apoyo a la dueña de la casa. Se esperaba que acompañara a la dueña de la casa a los eventos sociales, asegurándose de que estuviera vestida y peinada apropiadamente en todo momento. Siempre estaba presente pendiente de la señora, aunque en un segundo plano. Además ayudaba con la correspondencia personal y la agenda social. 

También desempeñaba un papel crucial en la coordinación del personal, asegurando una comunicación fluida y un funcionamiento eficiente dentro del hogar. Los rasgos de carácter como la discreción, la lealtad y la confiabilidad eran muy valorados en una dama de compañía, ya que solía ser confidente o testigo de situaciones que debían ser mantenidas en secreto. Su estatus dentro de la casa era superior al de los sirvientes, pero inferior al del ama de llaves y el mayordomo.

Desde La Casa Victoriana os enviamos nuestros mejores deseos de felicidad y salud para el nuevo año. Espero que os sea propicio para llevar a cabo vuestros proyectos y cumplir vuestros sueños.

Mesmerismo, espiritismo y criaturas terroríficas

El mesmerismo

Uno de los métodos de contacto con el más allá, y de pseudocuración que se pusieron de moda en el siglo XIX, fue el mesmerismo, también conocida como la doctrina del magnetismo animal, que dominó la escena sobrenatural decimonónica.

La técnica de mesmerizar fue desarrollada en el siglo XVIII por el doctor austriaco Franz Anton Mesmer. Según su teoría, las enfermedades eran causadas por bloqueos en el flujo de energía vital del individuo. Mediante su método, Mesmer buscaba desatar estos bloqueos y permitir que la energía pudiera fluir libremente por el cuerpo. Su enfoque se basaba en la creencia de que restaurar este flujo de energía era esencial para el bienestar y la salud del individuo.

Para ello utilizaba imanes que colocaba sobre el cuerpo, de esta manera podía controlar el flujo de energía que pasaba por los órganos vitales y curar enfermedades no solo físicas sino con un componente psicológico como la histeria, la melancolía y la epilepsia.

LA practictioner of Mesmerism using Animal Magnetism Credit: Wellcome Library, London. Wellcome Images images@wellcome.ac.uk

La técnica de Mesmer fue objeto de profundo estudio y acalorado debate dentro de la comunidad científica, debido a su novedoso y polémico enfoque. Parte de su legado se encuentra ligado directamente al surgimiento y utilización del hipnotismo con fines médicos.

Tristemente, ciertos discípulos de Mesmer consideraron las sesiones de mesmerismo como una oportunidad para obtener beneficios económicos a expensas de las damas de la alta sociedad victoriana. Presentaron este método no solo como una forma de curación, sino también como un medio de comunicación con los espíritus. Esta posibilidad generó un entusiasmo tal que las damas estaban dispuestas a pagar cualquier cantidad de dinero para participar en estas sesiones.

En los encuentros mesmerizantes de comunicación con el más allá, un conjunto de individuos se congregaba en una sala, conformando un círculo. En lugar de unir las manos, como ocurría en las sesiones de espiritismo, entrelazaban sus pulgares con el propósito de facilitar la transmisión de energía entre ellos.

Mesmer, y sus seguidores, que dominaban la puesta en escena como los mejores actores, eran capaces de influir de tal modo en los asistentes que estos entraban en una especie de trance y acababan teniendo crisis convulsivas en unos pocos minutos. Cuando regresaban del estado de trance aseguraban haber contactado con sus seres queridos.

Otra de las innovaciones de la técnica de Mesmer fue la curación con el agua de un barreño. En esta técnica, como si de un espectáculo grupal se tratara, los asistentes se situaban en un cículo cogidos de las manos para que el agua del barreño se llenara de la energía de sus cuerpos. Mientras tanto, los asistentes de Mesmer frotaban con el agua los cuerpos de los participantes en la sesión. No hace falta decir que estas sesiones eran muy lucrativas, y que Mesmer y sus seguidores se embolsaban una buena cantidad de dinero por cada asistente a un acto en el que las supuestas curaciones no tenían base científica alguna.

A pesar de su éxito en los salones más selectos del siglo XIX, los seguidores del mesmerismo no consiguieron poner de acuerdo ni a los científicos ni a la sociedad decimonónica. Queridos u odiados no dejaban a nadie indiferente: para unos eran unos auténticos sanadores capaces de hacer desaparecer la enfermedad física y psicológica, así como unos aténticos mediums con habilidades para contactar con el mundo espiritual; para otros eran unos charlatanes sin base médica ni científica que estafaban sin escrúpulos a damas adineradas y a personas desesperadas dominando el arte de la sugestión.

Como curiosidad , recordaremos que en 1994, el magnífico Alan Rickman (el mejor Colonel Brandon de Sentido y Sensibilidad y nuestro querido profesor Snape), protagonizó Mesmer, una recomendable pelicula sobre Franz Mesmer, sus técnicas y sus seguidores.

El espiritismo

Aunque ya tenemos constancia de reuniones para contactar con los espíritus alrededor del siglo III, la fiebre por la nigromancia comenzó en 1848, cuando las hermanas Fox de Nueva York contaron que habían escuchado ruidos hechos por espíritus, con los que pudieron contactar e, incluso, comprender sus mensajes.

Las jóvenes pronto se convirtieron en una referencia para todos los que pensaban que se podía contactar con el más allá y, creían que ciertas personas habían sido agraciadas con el don de comunicarse con los espíritus.

Kate y Margaret Fox, se hicieron populares por realizar sesiones públicas en Nueva York con el objetivo de contactar a los muertos, a pesar de que ante la presión de sus allegados para que confesaran si todo formaba parte de una broma o no, las hermanas admitieron que se lo habían inventado todo.

Pero, la fiebre por las sesiones de espiritismo ya había comenzado en Europa y Estados Unidos, con mediums, pseudomediums y farsantes que organizaban reuniones para complacer a todos aquellos que deseaban contactar con personas que habían fallecido.

En el siglo XIX, estas sesiones gozaban de tanta popularidad que incluso se celebraron en la Casa Blanca. Mary Todd Lincoln, esposa de Abraham Lincoln, organizó varias sesiones en la Casa Blanca mientras lloraba la pérdida de su hijo. A esta sesión asistieron reputados nombres de la alta sociedad y política estadounidense, incluido su esposo, el presidente Abraham Lincoln.

Las sesiones de espiritismo crearon un pasional debate entre los que creían que existían personas que podían comunicarse con el más allá y los científicos y escépticos que lo consideraban un fraude. En 1887 la Comisión Seybert, de la Universidad de Pensilvania con su investigación sobre varios médiums espiritistas respetados llegó a la conclusión de que todos y cada uno de ellos mentían y engañaban a los asistentes a sus sesiones. Pese a todo, los resultados de la comisión no consiguieron que el furor por las sesiones espiritistas desapareciera.

Spring Heeled Jack, el monstruo fantasmagórico que amedrentó al Londres victoriano. ¿Leyenda o broma pesada?

No tan conocido como otras criaturas que han pasado a la historia de monstruos y fantasmas victorianos, Spring Heeled Jack fue uno de los mayores acaparadores de portadas de los tabloides londinenses de la primera mitad del siglo XIX.

La primera noticia que se tuvo de Spring Heeled Jack sucedió en octubre de 1837 cuando una joven contó haber sido atacada violentamente mientras caminaba por Clapham Common. La sorpresa vino cuando la joven describió a la policía a su peculiar agresor: un espíritu maligno, con garras, ojos de fuego y cara cadavérica con una agilidad fuera de lo común. Afortunadamente, los gritos de la joven lo hicieron huir y las consecuencias no fueron fatales.

En una Inglaterra que devoraba novela gótica y se sentía fuertemente atraída por las historias de monstruos y fantasmas, la aparición del monstruo de los muelles londinenses se convirtió en el tema de moda para todas las clases sociales, y Spring Heeled Jack protagonizaba las charlas tanto de salones selectos como de los pubs de los barrios obreros.

Pronto aparecieron más jóvenes contando como habían sido atacadas por Spring Heeled Jack, y, cada vez, la criatura aumentaba su aspecto demoníaco y sus poderes sobrenaturales. En febrero de 1838, dos adolescentes atacadas describieron que además de su apariencia espantosa tenía la habilidad de arrojar llamas azules y blancas de su boca. Las noticias sobre la extraña criatura se mantuvieron hasta 1888, cuando apareció en el tejado de una iglesia de Liverpool.

Hubo muchas teorías sobre el origen del monstruo. Una de las que tuvieron más adeptos y resultaron más creíbles para la policía londinense era que realmente no existía y era fruto de las bromas pesadas de pandillas de gamberros que pretendían asustar a las damiselas que caminaban solas por las calles londinenses. Incluso, se señaló como culpable al joven marqués de Waterford, conocido por gastar bromas, a cada cual más pesada, con su pandilla de amigos aristócratas, tan gamberros como él, pero nunca se pudo demostrar su autoría.

Spring Heeled Jack nunca fue atrapado y se convirtió en una leyenda con la que los padres asustaban a sus hijos traviesos.

¡Feliz Halloween, victorianos!

Curiosidades victorianas: objetos peculiares I

En las próximas entradas de La Casa Victoriana haremos un repaso de algunos objetos peculiares de uso diario y decoración que causaron sensación en su momento. Además, en la época victoriana, cada objeto, por funcional que fuera, estaba diseñado y confeccionado para que, además de su utilidad, resultara atractivo estéticamente. Merece la pena recordar no solo estos objetos, que son verdaderas obras de arte, sino las historias que hay detrás de ellos.

Lover’s Eyes Brooches: los broches con miniaturas de ojos

Estos broches representaban la pintura de un ojo en miniatura enmarcado en joyas de oro, con perlas o piedras preciosas enmarcadas. El ojo pintado solía ser el de un familiar o una persona por la que se sintiera un inmenso amor, como una enamorada.

Estos broches se pusieron de moda en la época georgiana, gracias al Principe de Gales, más tarde Jorge IV, y su historia de amor con Maria Fitzherbert. Jorge se enamoró perdidamente de una dama viuda que profesaba la religión católica, Maria Fitzherbert, que lo rechazó infinidad de veces a pesar de la insistencia del príncipe inglés.

Después de un supuesto intento de suicidio, María accedió a casarse con él; pero finalmente huyó de Inglaterra al percatarse de la imposibilidad de poder consolidar oficialmente su amor: María era católica y el Acta de Matrimonios Reales de 1772 prohibía el matrimonio de cualquier heredero al trono inglés con una persona católica.

Para recuperarla el príncipe mandó diseñar una joya única con valiosas piedras preciosas rodeando una pintura de un ojo de María realizada por el célebre miniaturista Richard Cosway, que le envió a su amada con una nota donde le pedía que regresara. María regresó y ambos se casaron en secreto, aunque debido a la susodicha Acta de Matrimonios Reales, el matrimonio fue declarado nulo.

María y Jorge siguieron juntos durante un largo periodo de tiempo, a pesar del matrimonio concertado del príncipe con su prima Carolina de Brünswick-Wolfenbüttel en 1795.

Jorge, como Príncipe de Gales, y como posteriormente sucedió con la Reina Victoria, creaba moda y tendencia con cada una de sus acciones y apariciones públicas, por lo que los Eye Miniatures, o broches de los ojos de los amantes, como fueron conocidos popularmente, causaron furor entre la sociedad de su época, siendo uno de los encargos más demandados a los joyeros. Para poder ofrecer productos diferenciados y tener máyor número de encargos empezaron a ser cada vez más creativos ofreciendo la imagen de los ojos engarzada en piedras preciosas no solo en broches sino en pendientes, joyeros, brazaletes y memory boxes.

La Reina Victoria, que adoraba las tradiciones y las costumbres más románticas, encargó varios de estos broches para su colección personal.

Los tear catchers o lacrimorios

Los lacrimorios eran pequeñas botellas de cristal utilizadas para guardar las lágrimas que se derramaban por una persona fallecida.

Aunque algunos historiadores piensan que la costumbre de guardar las lágrimas forma parte más del mito que de la realidad, el uso de pequeños recipientes para guardar las lágrimas en periodo de duelo se remonta a la época romana. En la era victoriana, tan dada al protocolo y a la apariencia, se volvió a poner de moda el uso de estos objetos como símbolo del inmenso dolor que sufría una persona, habitualmente una dama, por la pérdida de un ser querido.

Estas botellas de forma alargada en forma de tubo, fabricadas en cristal y adornada con artísticas filigranas, se llenaba con las lágrimas de aquella persona que lloraba la pérdida como muestra de su pena ante el fallecimiento del ser al que amaba. No era inusual que estos frascos llenos de lágrimas se enterraran con el difunto.

En el caso de las damas, el lagrimatorio era una especie de medidor que señalaba el periodo de luto que debían guardar: una vez lleno el frasco, se debía esperar a que las lágrimas se evaporaran de la botella. Una vez que el frasco quedaba vacío, era señal de que el tiempo de luto había terminado.

El diseño de los lacrimorios podía ser simple o más elaborado, dependiendo del nivel económico de la familia que los utilizaba.

Los gloves stretchers y estuches para guantes

Los glove stretchers eran un instrumento con forma de pinzas que se introducían en los guantes, principalmente en los de piel, para tratar de ensancharlos y que no resultara tan difícil encajarlos en las manos.

Como cualquier pieza victoriana, este curioso instrumento solía tener un diseño precioso. El material en el que se fabricaba era de las más alta calidad siendo la plata y el hueso los más utilizados.

Los guantes y las pinzas de guantes eran complementos caros, a causa de los materiales utilizados y la complejidad de su confección, por lo que las damas no podían permitirse poseer una gran número de ellos. Los gloves stretchers aseguraban que el guante no sufría alteraciones en su forma, y que las damas podían encajar su mano en él sin tener que forzar el material. De este modo los guantes duraban una o varias temporadas.

Una dama precavida tendría un par de guantes de calidad para paseo y dos o tres para combinar con los vestidos de noche. Los de paseo eran confeccionados en cuero; los más elegantes llevaban ribetes en terciopelo o piel: Los de noche se elaboraban con seda . El encaje, el crochet y la muselina se reservaban para ocasiones especiales.

Los guantes de calidad, dado su elevado precio, debían tratarse con el máximo cuidado; por ese motivo se guardaban en las gloves boxes, estuches diseñados específicamente para ese fin, fabricados en caras maderas nobles como la madera de nogal y con su interior forrado de tafetán o terciopelo.

El carné de baile

Aunque en algunas series y películas de época escuchamos la expresión de un caballero dirigiéndose a una dama «¿me concede este baile?» para invitarla a bailar, en la realidad la petición no sucedía de un modo tan espontáneo.

A finales del siglo XVIII, en el siglo XIX y a principios del siglo XX ninguna dama acudía a un ballroom sin su pequeña libreta para apuntar su reserva de bailes.

Los caballeros solicitaban bailar con la dama con antelación, y ésta, conocedora del número de interpretaciones de la orquesta, iba apuntando el nombre del caballero al que reservaba cada una de ellas. A un caballero se le podían conceder varios bailes si la dama así lo deseaba, aunque no estaba bien visto bailar con el mismo caballero toda la velada, sobre todo si la dama estaba soltera y el caballero en cuestión no era su prometido.

La reserva de los bailes se apuntaban en los llamados carnés de baile. La forma y diseño de los carnés dependía de la situación económica de la dama, pero también de las moda de la época. Estos podían ser pequeñas libretitas de forma rectangular con varias hojas y cubiertas que eran auténticas joyas de plata labrada, madreperla, marfil, carey o nácar.

También eran usuales los tarjetones de un solo uso perfectamente doblados en forma de librillo. Su peculiaridad era que llevaban un pequeño lápiz que iba sujeto con un cordón o una cinta de raso al papel.

Las hojas o tarjetas solían ser rayadas y diseñadas con tablas para apuntar la pieza musical o el autor que se iba a interpretar y al lado el nombre del afortunado caballero que disfrutaría de su compañía en el baile. Una auténtica dama era especialmente pulcra a la hora de anotar piezas, autores y pareja de baile, todo ello con una linda caligrafía.

Si una dama había concedido un baile, no podía, bajo ningún pretexto, volverse atrás o concedérselo a otro caballero. La descortesía sería tan ofensiva que podría considerarse una humillación para el caballero, dejando a la dama en muy mal lugar.

¿Había un protocolo en el tipo de carné que portaría una dama al salón de baile? ¡Por supuesto! Cualquier pequeño detalle estaba sujeto a un protocolo que servía para evitar malos entendidos a la hora del cortejo. Uno de los ejemplos del estricto protocolo del carné de baile era su color y material de fabricación:

– Las damas solteras utilizaban carnés de blanco nácar, que simbolizaban la inocencia de la joven.

– Las damas casadas usaban carnés de marfil.

– Las damas viudas llevaban, como no podía ser de otro modo, carnés negros de azabache para dejar patente su estado de luto. Aunque ello no les impedía bailar ni disfrutar de la fiesta, los caballeros debían respetar su duelo y no coquetear, ni intentar ningún tipo de acercamiento amoroso, sino simplemente compartir el momento del baile. Cualquier otra actitud sería indecorosa y reprobable a los ojos de los demás asistentes.

De todos modos, una dama adinerada, fuera cual fuera su estado civil, hacía ostentación de su clase utilizando diseños de plata labrada, con incrustaciones de piedras preciosas y sus iniciales grabadas. Algunas más originales asistían con carnés de baile en forma de abanicos, con un cordón o cinta de raso que ceñían a su muñeca.

Venenos victorianos II: anilina, mercurio y otras locuras

Anilina o cómo envenenarse (otra vez) con un vestido

En 1856, el químico escocés William Henry Perry descubrió uno de los tintes sintéticos que más exito tuvieron en la época victoriana: la púrpura de anilina.

En realidad, el joven Perry, había recibido el encargo de buscar un compuesto sintético de la quinina, como remedio económico para tratar la malaria. Después de varios intentos frustrados, se percató de que la sustancia creada, la anilina, reaccionaba con el alcohol produciendo una nueva sustancia de un llamativo color púrpura.

Después de experimentar diferentes usos con ella, la sustancia se reveló como un poderoso tinte, que podía teñir los tejidos de diferentes tonos de color púrpura. Se comercializó con el nombre de ‘Mauvine’ y fue un gran éxito en la industria textil debido a su bajo precio.

Pero la anilina tenía una cara oculta: una gran toxicidad. En contacto con la piel producía cianosis, irritación de la piel e hinchazón de ojos.
Dependiendo de la cantidad y tiempo de la exposición tenía otros efectos secundarios como mareos, dolores de cabeza, convulsiones y, en casos extremos, la muerte.

Las personas más perjudicadas por los efectos de la anilina eran las damas que lucían los vestidos púrpura tan llamativos como espectaculares, pero, al igual que pasaba con el arsénico, las más afectadas eran las costureras y los trabajadores de la industria textil, en su mayoría mujeres y niños.

Desgraciadamente, los efectos de la anilina han seguido haciendo estragos, pues no hace muchos años se registraron intoxicaciones y fallecimientos de jóvenes después de teñir sus prendas con esta sustancia.

Los sombrereros y el mercurio

¿Existieron realmente los mad hatters? Pues sí, y creo que os sorprenderéis con su historia. El mad hatter o sombrerero loco más famoso de la historia de la literatura es, sin duda, el de ‘Alicia en el País de las Maravillas’. Muchas personas piensan que ese personaje tan singular y realmente chalado fue obra de la imaginación de Lewis Carroll, pero los sombreros locos existieron realmente. De hecho, su locura tenía un nombre the mad hatter disease o la enfermedad del sombrerero loco.

Pero, ¿a qué era debida? Pues, al igual que les sucedía a las costureras victorianas con el arsénico o la anilina, los sombrereros se envenenaban con el mercurio que utilizaban para tratar el fieltro que provenía de la piel de conejo con la que hacían los sombreros.

La historia cuenta que la orina siempre fue uno de los ingredientes con los que se le daba consistencia a la piel de los sombreros. Pero, alrededor de 1600, un fabricante de sombreros conseguía sombreros de una calidad superior a la de sus competidores. ¿Cuál era su secreto? Pues su secreto era, ni más ni menos, que el mercurio que tomaba para tratar su sífilis. Este, mezclado con la orina, producía una mezcla fantástica para la producción de la piel de los sombreros.

Así, poco a poco, el mercurio se incorporó al tratamiento del fieltro. El contacto con el elemento venenoso provocaba la locura en los fabricantes dando lugar a los sombrereros locos.

La belladona: la locura cosmética para simular languidez

Durante la época del Romanticismo, las mejillas sonrosadas naturales o fruto del maquillaje dieron paso a una moda donde una enfermiza palidez se convirtió en un extaño sinónimo de belleza juvenil.

Si una joven no era lo suficientemente afortunada para mostrar en su cara los síntomas de haber sufrido por amor, lo cual se consideraba un aspecto glamuroso, estaba dispuesta a hacer cual cosa para conseguirlo, desde beber vinagre para procurarse una palidez sepulcral, a pasar las noches en vela sollozando con poemas de amor.

Asímismo, podía conseguir una mirada ligeramente ausente poniendo unas gotas de belladona en sus ojos. Esta planta recibía su nombre por su capacidad de proporcionar una imagen bella de la mujer, dilatando sus pupilas, limpiando la mirada y dotándola de un aire poético y romántico. Desgraciadamente, los efectos secundarios de la belladona eran devastadores, causando ceguera y parálisis entre otras dolencias.

Otras sustancias utilizadas para embellecer la piel y los labios, como el óxido de zinc, el mercurio, el antimonio y el sulfuro de plomo eran utilizadas en productos de belleza, provocando graves problemas de salud a largo plazo. El aire ausente y supuestamente romántico que les proporcionaba a las jóvenes llegó a estar tan de moda que cualquier riesgo era pequeño comparado con el encanto de un aspecto enfermizo y de deliberada tristeza.

De este modo, la belladona, el arsénico, el mercurio, el plomo o el bismuto pasaron a ser ingredientes destacados de todo tipo de lociones de belleza, y, a pesar de que muchos médicos avisaban de los peligros de parálisis facial, amarilleo y acartonamiento de la piel, pocas eran las que abandonaban su uso. Cualquier riesgo era mínimo ante el objetivo de estar atractivas en todo momento.

Fraudes alimentarios victorianos: como envenenar los alimentos para obtener beneficios económicos que ponían en riesgo la salud

En la época victoriana los fraudes culinarios para obtener la máxima ganancia en la venta de productos alimenticios era muy habitual.

La comida solía mezclarse con diferentes sustancias, normalmente nocivas para salud. Pero los comerciantes demostraban no tener ningún tipo de escrúpulo si eso le proporcionaba algunos peniques extra.

Algunas de los fraudes más habituales fueron los siguientes:

  • algunos tenderos acostumbraban a mezclar azúcar con arena para que esta pesara más, y así, poder ahorrarse una cantidad de azúcar en la venta.
  • los panaderos solían moler tiza y añadir este polvo a la harina. La tiza hacía que la harina pareciera más blanca y, además, el comerciante se guardaba una cantidad de harina para poder vender después.
  • los lecheros rebajaban la leche con agua. Teniendo en cuenta que esta era una práctica habitual de las madres de familias humildes para «estirar» la leche para su prole, nos damos cuenta de que las clases victorianas humildes tomaban más agua que leche.
  • había confiteros que para hacer (y posteriormente vender) chocolate mezclaban cera derretida con pintura marrón.
  • uno de los fraudes más comunes se hacía en los «dairy», donde los comerciantes añadían plomo al queso porque la mezcla le proporcionaba un color rojizo que lo asemejaba al queso de Gloucester, el cual se vendía más caro que el queso común.

Como anécdota diremos que en 1881, las autoridades sanitarias analizaron la composición de los helados que se almacenaban en recipientes de cobre o latón y se vendían en los puestos callejeros.
Para su sorpresa encontraron en su composición, además de azúcar y nata, nada más y nada menos que: paja, pulgas, piojos, algodón y chinches.

El hombre victoriano en el hogar

Con motivo de la celebración del Día del padre en los países anglosajones, dedicamos una entrada al hombre victoriano y su papel en el hogar.

El Día del Padre

Self-portrait – Franz Xaver Winterhalter

Aunque los victorianos celebraban con devoción el Día de la madre (Mothering Sunday), no existía un día que festejara el papel de los padres dentro de la familia. De hecho, teniendo en cuenta la importancia que se le daba al padre dentro del núcleo familiar victoriano, se podría decir que todos los días eran el “día del padre”. La conmemoración es bastante reciente ya que fue el presidente Nixon quien declaró en 1972, por medio del Acta del Congreso de los Estados Unidos, el tercer domingo de junio como el Día del Padre. A partir de ese momento, la celebración de la festividad se extendió a todos los países anglófonos incluido el Reino Unido.

Victorian Family Portrait – English School late 19th century

Pero esto no quiere decir que esta fecha conmemorativa no se celebrara con anterioridad en algunos estados americanos, aunque sin el sello de oficialidad otorgado por el congreso. El estado de Virginia fue el más activo en el reconocimiento de este día. En 1908, después de un gravísimo accidente minero en el que murieron trescientos sesenta y dos hombres, una iglesia de Virginia celebró un sermón especial en honor a los trabajadores fallecidos. Los asistentes al acto religioso repartieron flores rojas y blancas para honrar a los difuntos no solo como trabajadores sino como padres de familia.

The North-West Passage, 1874 Sir John Everett Millais

Sonora Smart Dodd, la dama virginiana que luchó por una fiesta para los padres

En 1909, la señora Dodd, huérfana de madre y criada por su padre que había sido un veterano de guerra, pensaba que, del mismo modo que se honraba a las madres con un día especial, debería de existir una fecha en la que se reconociera la labor de los padres y su amor y sacrificio para con sus familias. Para ello solicitó a las autoridades que se dedicara de forma oficial un día para cumplimentar a los progenitores, proponiendo como fecha el 5 de junio, cumpleaños de su padre.

Portrait of Father and daughter – J.L. Ritchie

La idea de la señora Dodd también fue bien acogida en el estado de Washington, que celebró un año más tarde el Día del Padre. Poco a poco otros estados fueron incluyendo en sus festividades este día de homenaje.

En la década de los 30 del siglo XX hubo movimientos para que esta fiesta se integrara en la celebración del Día de la madre, unificando ambas en una sola denominada Día de los padres. Pero igual que pasó con el Día de la madre en los Estados Unidos, los comerciantes que veían en este tipo de conmemoraciones una fecha para vender todo tipo de productos como regalo, fueron los primeros en rechazar la idea, ya que consideraban que si se unificaban las fiestas el gasto de las familias en regalos sería menor, por lo que era más conveniente celebrarlos en días diferentes.

Camille Desmoulins with his family Jacques-Louis David

El hombre victoriano en el hogar

El rol de la esposa era definido por los victorianos como “el ángel de la casa” y sus responsabilidades consistían en ocuparse de sus hijos, su crianza y educación, del buen funcionamiento del hogar, del servicio doméstico y por supuesto de cubrir las necesidades de su esposo, sin olvidar su papel como anfitriona y acompañante perfecta de su marido en las reuniones sociales. El papel de madre y esposa llevaba implícito la generosidad, el altruismo, la bondad, la paciencia y el cariño hacia sus hijos y su marido.

Family Group – Michele Gordigiani


El hombre era el “rey de la casa”, el sustento de la familia y la pieza fundamental para el mantenimiento económico del hogar; por este motivo no podía ser molestado con las menudencias del día a día de la familia o del servicio.

El esposo era el dueño y administrador de todas las posesiones familiares, ya que, aunque no fueran suyas por herencia familiar o por sus propios ingresos laborales sí lo eran por legítimo derecho, dado que, hasta las reformas de las leyes de esponsales de 1870 y 1882, las propiedades de las mujeres, fueran propias o heredadas pasaban a ser propiedad de su prometido una vez contraído el matrimonio.

Unequal Marriage by Vasili Pukirev

Era deber del esposo proveer a su familia no solo del sustento sino de todas aquellas comodidades que estuvieran a su alcance. El Hill’s Manual of Social and Business Forms recomendaba que el marido debía ser atento y cariñoso, pero sobre todo indulgente con los cambios de humor de su esposa o con su ignorancia sobre temas considerados serios, como la política, las artes y ciencias o cualquier otra temática que no fuera considerada adecuada para una dama.

Esto era humillante para muchas mujeres instruidas e inteligentes cuya conversación después del matrimonio quedaba reducida a temas banales, puesto que si osaba a participar en una conversación, aportando sus propias opiniones, era censurada no solo por los caballeros sino por la mayoría de las damas presentes.

Cigars after Dinner- Carl Wilhelm Anton Seiler

Para tratar de que esto no sucediera, los caballeros tenían sus propios espacios dentro del hogar: las bibliotecas, los comedores, las salas de fumadores y de billar. Estos espacios estaban decorados con gruesas cortinas de colores oscuros, sólidos muebles de roble y caoba, cuadros de retratos familiares, marinas o paisajes campestres, sin adornos superfluos.

De hecho, para un hombre victoriano un mobiliario de calidad y una decoración personalizada representaban el símbolo de su estatus social. No era extraño que los caballeros se ocuparan personalmente de la decoración de las salas que consideraban de su exclusividad, siguiendo los consejos de los manuales de la época, como The Gentleman’s House o Our Homes and How To Beautiful Them.

Man Smoking in a Parlour – John Edward Soden. Photo credit: Museum of the Home

Los muebles debían ser de maderas nobles, los sillones de cuero, las alfombras mullidas y de procedencia oriental si su economía lo permitía y los objetos decorativos no ostentosos; de hecho, los “bric-a-brac”, pequeños objetos decorativos como espejos, marcos de fotografías o porcelana, a los que eran tan aficionadas las damas, no eran bienvenidos a las estancias masculinas, prefiriendo pocos elementos pero que reflejaran la riqueza del dueño de la casa.

Los hombres eran tan celosos de la intimidad de sus espacios que en muchas casas se les prohibía a los hijos el acceso a dichas estancias, e incluso, la señora de la casa evitaba entrar en ellas, siendo el servicio y el asistente personal del caballero los únicos que se encargaban de la limpieza y mantenimiento de las habitaciones.

At the Club – Carl Wilhelm Anton Seiler

Un hombre irresponsable, derrochador y falto de valores era un mal ejemplo para sus hijos y una desgracia para toda la familia. No pocas familias victorianas se vieron abocadas a la ruina, a las deudas o la verguenza por esposos cuyas malas decisiciones económicas o comportamientos indecorosos dejaban a su familia sin hogar y sin dinero. En estos casos solían ser las esposas las que trataban de pedir ayuda a su familia o a conocidos, solicitando pequeños préstamos o bien dejando a su cargo alguno de los hijos del matrimonio para poder salir adelante.

Con la llegada de siglo XX la mentalidad cambió y, no solo el matrimonio, sino el resto de la familia comenzó a compartir estancias, siendo los espacios reservados una reminiscencia de la época victoriana.

Home Sweet Home – Walter Dendy Sadler

El padre victoriano

El padre victoriano era inflexible con sus hijos e indulgente con sus hijas. En ningún momento se esperaba que el padre fuera cariñoso o sensible con los varones. Su labor consistía en hacer que el primogénito, y por tanto el heredero, estuviese lo suficientemente preparado para continuar con la saga familiar.

Se esperaba de él seriedad y la consecución de un matrimonio lo suficientemente provechoso para incrementar la riqueza familiar que asegurara el mantenimiento de las posesiones, y si, por desgracia, sus hermanas no contrajesen matrimonio, poder mantenerlas a ellas, además de a su propia familia.

Many Happy Returns of the Day – William Powel Frith

El nivel de exigencia era menor con el resto de los hijos, cuya misión era no avergonzar el apellido que portaban, conseguir matrimonios ventajosos y trabajos bien remunerados gracias a los contactos de sus padres o bien de sus suegros, ya que ellos no heredarían el título, el dinero ni las posesiones principales de sus padres.

En cuanto a las hijas, los padres eran mucho más benevolentes y no dudaban en mostrarles su afecto, incluso en público. La descendencia femenina era un quebradero de cabeza para los padres victorianos puesto que por una parte intentaban conseguirle un matrimonio respetable que les solucionase la economía futura y por otro debían espantar a los cazafortunas que solo buscaban el dinero y la posición social de sus futuros suegros para medrar socialmente.

Before the Wedding – Robert Volcker

Además, contrariamente a lo que sucedía con los varones que priorizaban las necesidades prácticas de un buen matrimonio, las hijas le daban más importancia al amor romántico, enamorándose de las personas menos adecuadas, como hijos segundones o lo que era peor, ¡artistas! En esos casos los padres terminaban oponiéndose rotundamente al matrimonio dando lugar a no pocos dramas familiares.

First Class- The Meeting, and at First Meeting Loved. – braham Solomon

Evidentemente todo esto sucedía en las familias pudientes. Las clases más desfavorecidas bastante tenían con sacar adelante a sus hijos y encontrarles un trabajo digno, aunque el papel del hombre en el hogar, salvando las distancias económicas no distaba mucho del caballero adinerado. El hombre era el que tomaba las decisiones en el hogar y se hacía su voluntad.

No había estancias exclusivas porque las casas eran tan humildes que todas las habitaciones debían ser compartidas; después de interminables horas de trabajo el lugar favorito del padre era el pub y su esposa se encargaba de educar y sacar adelante a la familia, habitualmente numerosa, con los pocos ingresos que llegaban a casa después de ser consumidos por el alcohol. Los roles victorianos, tan definidos, no entendían de clases sociales, aunque muchas familias, afortunadamente, se salían de las normas tácitamente aceptadas, estableciendo a nuevas costumbres y roles familiares que se fueron consolidando lentamente con los años.

The Emigration Scheme – James Collinson

San Valentín: curiosidades victorianas

Un nuevo año celebramos un San Valentín victoriano con un post lleno de curiosidades sobre el amor romántico, la simbología y las decisiones llenas de significado con las que la sociedad victoriana vivía cada ocasión especial.

Escogiendo el mejor Tussie Mussie para San Valentín

Blumenstillleben in Blauem Überfangglas by Andreas Lach

Los Tussie Mussie eran pequeños ramos de flores muy populares entre los victorianos, compuestos por diferentes tipos de flores. Estos ramos eran pequeñas composiciones, casi artísticas, en las que se combinaban el tamaño, el color y el significado de cada flor, e incluso alguna fruta, dando como resultado una preciosa explosión de colores y perfumes.

El ramillete estaba lleno de significado, no solo por las flores elegidas sino por su color, convirtiéndose en toda una declaración de intenciones ya que, como hemos comentado en muchas ocasiones, los victorianos daban a cada flor un significado diferente. Un ramo perfecto y lleno de significado para ser regalado el día de San Valentín estaría confeccionado por:

  • Tulipanes rojos simbolizando la declaración del amor.
  • Madreselva que subrayaba el vínculo amoroso.
  • Artemisa para recordarle a la dama que estaba siempre en el pensamiento de su amado.
  • Claveles rojos como representación de la fascinación, la pasión y el amor verdadero.
  • Espuela de caballero, emblema de la profunda devoción.

Cómo saber la edad de una dama

A Room With A View by Julius LeBlanc Stewart

En las épocas victoriana y eduardiana, a las señoritas en edad casadera no les gustaba decir su edad, sobre todo si consideraban que habían superado esos años en los que se les podía considerar demasiado mayores para no haber tenido proposiciones anteriores. En estos casos se debía actuar con mucha delicadeza y para ello el Marshall’s Illustrated Almanac de 1908 propone un pequeño juego que os invito a hacer.

Pídele a la dama que escriba el número del mes en el que nació; después multiplicamos ese número por 2, luego sumamos 5, multiplicamos por 50 y al número resultante se le suma la edad de la dama. Después al número que hemos obtenido le restamos 365 y le sumamos 115.

Acto seguido le pedimos que nos diga el número resultante: los dos números a la derecha de la cifra nos dirán la edad de la dama y el número o números de la izquierda su mes de nacimiento

.Por ejemplo si la cantidad de 1.026 indica que la dama tiene 26 años y que nació en octubre.

Ya veis que rodeos se empleaban para averiguar la edad de las jóvenes, pero la cuestión principal era no incomodar a ninguna dama preguntándole directamente su edad.

Posibilidades de que una dama se casara según su edad

Elegante au Sofa by Julius LeBlanc Stewart

A medida que una joven cumplía años, las posibilidades de contraer matrimonio iban disminuyendo. Recordemos que las jóvenes victorianas solo aseguraban su futuro a través del matrimonio, ya que cualquier herencia o posesión de la familia pasaba sin remedio a los varones de la casa.

Si no conseguían casarse, una renta y sobrevivir gracias a la amabilidad de sus hermanos era su triste destino. Tal era la obsesión de los padres victorianos por conseguir un matrimonio provechoso para sus hijas, y de las jóvenes de procurarse un marido que en las revistas de la época se publicaban estadísticas sobre las posibilidades de una dama de casarse según su edad. Una de estas estadísticas calculaba que las posibilidades eran:

  • 1% para las damas de entre 50 y 56 años.
  • 2% para las damas de entre 45 y 50 años.
  • 3% para las damas de entre 40 y 45 años.
  • 4% para las damas de entre 35 y 40 años.
  • 15% para las damas de entre 30 y 35 años.
  • 18% para las damas de entre 25 y 30 años.
  • 52% para las damas de entre 20 y 25 años.
  • 14% para las damas de entre 15 y 20 años.

El día más conveniente para celebrar un matrimonio

Girl With A Rose by Gustave-Leonard de Jonghe

Elegir el día y mes de la unión de una pareja no era una tarea fácil si los novios deseaban que la fecha estuviera libre de malos augurios y todo saliese a la perfección. El novio dejaba esta responsabilidad en el buen criterio de la novia, que se afanaba, en compañía de su madre, hermanas y amigas más íntimas en analizar los pros y contras de la fecha más conveniente para su enlace.

A no ser que no hubiese otras posibilidades, los viernes y los días 13 de cada mes eran inmediatamente descartados, pues la mala suerte se asociaba con ambos. De acuerdo con los consejos del manual 1900 Twentieth Century Etiquette, una novia precavida evitaría los meses con demasiado frío o demasiado calor, descartando los meses de invierno o verano, pero también mayo, ya que según la tradición romana era el mes de los malos espíritus, y por lo tanto un mes nefasto para celebrar una boda.

Lo más adecuado sería una boda en junio, para tener una boda engalanada con el perfume y la belleza de las rosas, o bien octubre donde la paleta de colores del otoño serían el escenario ideal para el enlace.

En cuanto a la hora, la más rígida tradición británica tenía su regla no escrita de que una boda debía celebrarse a las doce en punto de la mañana. En Estados Unidos esta norma fue relajándose considerando apropiada cualquier hora entre las diez y media de la mañana y las nueve de la noche.

Las despedidas de solteros

Tanto el novio como la novia celebraban, por separado, su despedida de solteros.

Afternoon Tea by Alexander Rossi

La novia celebraba en su hogar un almuerzo con las mujeres de la familia y sus amigas más cercanas. En esta reunión informal los buenos deseos y la superstición se entremezclaban para crear un ambiente alegre y misterioso. En algunas reuniones se leían los posos del té, se echaban las cartas y se invocaban todos los augurios para intentar vislumbrar no solo el futuro de la nueva pareja sino el de todas las damas que participaban de una u otra manera en el enlace. El objetivo era pasar una tarde distendida en buena compañía y transmitir a la futura novia felicidad y confianza en la nueva vida que estaba a punto de comenzar.

Uno de los juegos más recurrentes consistía en cortar un pastel en el que, previamente, se habían introducido diferentes objetos. El pastel se cortaba en tantas porciones como invitadas asistían; dependiendo del objeto encontrado así sería el futuro de la joven. Si la dama no encontraba objeto alguno en su porción el destino le sugería paciencia hasta la llegada de una buena nueva en su vida. Los objetos más habituales que se podían encontrar eran:

  • Anillo como símbolo del matrimonio.
  • Botón de ancla que simbolizaba la esperanza y la estabilidad.
  • Dedal como signo de un romance incipiente.
  • Corazón de plata como augurio de amor y alegría.
  • Herradura que traía la buena suerte.
  • Moneda para prometer un compromiso.
  • Cruz, emblema de la protección frente a los espíritus adversos.

Durante el almuerzo se entregaban a las jóvenes elegidas como damas de honor diferentes complementos para que llevasen durante la ceremonia y luciesen todas similares.

The Dinner Party by Ferencz Paczka

El novio se reunía con sus amigos en una cena en un hotel, un restaurante o en el club de caballeros, a diferencia de la despedida de la novia que organizaba el almuerzo en su hogar. Esta cena se celebraba dos o tres noches antes del enlace y además del padrino y los amigos más cercanos también se invitaba a los colegas de trabajo y compañeros del ejército con los que se mantenía relación de cercanía.

Durante la cena los asistentes comían y bebían recordando anécdotas comunes y bromeando sobre las nuevas responsabilidades del futuro esposo. También se brindaba por el futuro matrimonio. Al igual que la novia, el novio repartía obsequios como alfileres de corbata y otros complementos como flores de solapa para que los invitados usasen durante la ceremonia.

Una de las tradiciones era que la mesa en la que se celebraba la cena estuviese presidida por un gran ramo de rosas. Una tarjeta era entregada a los invitados para que cada uno de ellos escribiera un mensaje a la novia más o menos humorístico y caballeroso, dependiendo de la delicadeza del escribiente y de las copas de alcohol que hubiera bebido. Posteriormente, el ramo y la tarjeta se entregaban en el domicilio de la futura esposa.

Spring Flowers in-the Conservatory by Julius Leblanc Stewart

Los regalos y complementos que los novios regalaban a las damas de honor y los mejores amigos eran abundantes y escogidos con mimo por los contrayentes. Para las damas se escogían bonitos abanicos, libros de oraciones, anillos, brazaletes y pañuelos bordados. A los caballeros se les obsequiaba con alfileres de corbata, espuelas, gemelos y bastones. La novia era la encargada de entregar los ramos de flores que llevarían las damas de honor y las flores para los ojales de las levitas de los caballeros.

Con esta recopilación de curiosidades desde La Casa Victoriana os deseamos un Feliz Día de San Valentín lleno de amor romántico, filial, de amistad y, en definitiva, de amor y cariño con aquellos con quienes deseéis compartirlo.

Calendario victoriano 2023: la correspondencia epistolar victoriana

Una carta siempre me transmite la inmortalidad, porque es la mente sola sin amigo corpóreo.

Emily Dickinson

La Casa Victoriana quiere obsequiar a sus seguidores y amigos con su calendario anual gratuito que podéis descargar pinchando en cada una de las imágenes. Este año el almanaque está dedicado a la correspondencia epistolar y cada mes aparece ilustrado por los más bellos cuadros de pintores decimonónicos.

En estos tiempos de lo inmediato, de los servicios de mensajería y de los mensajes reenviados La Casa Victoriana quiere reivindicar algo supuestamente tan anticuado como las cartas y las postales como muestra de la acción de pararse a escribir y expresar en unas líneas esa muestra de cariño, admiración, condolencia o respeto que sentimos por el destinatario, la misiva personalizada y dedicada a esa persona y a ninguna más.

Pocos campos de la escritura ofrecen una intimidad entre escritor y lector tan grande como el de la correspondencia epistolar. Aunque la distancia, la ausencia y las circunstancias pueden separar amistades y afectos, el poder de intercambiar pensamientos, palabras, sentimientos y sensaciones a través de una carta, añade una cierta delicadeza al dolor de la separación proporcionando una íntima felicidad.

En los manuales victorianos de cortesía como The Ladies’ Book of Etiquette and Manual of Politeness se daban las instrucciones precisas para escribir una carta que fuera lo bastante larga para despertar el interés, pero no para cansar al destinatario, lo suficientemente breve para mantener la atención, y no resultar tediosa, y, sin embargo, profusa en detalles para proporcionar satisfacción al lector.

Además una carta debe estar correctamente puntuada, con construcciones gramaticales adecuadas, escrita con letra clara y legible, con la fecha, la dirección, la firma, todo en el lugar conveniente y, por supuesto, sin faltas de ortografía.

Una carta personal nunca debe estar escrita a máquina – ni con cualquier otro dispositivo si trasladamos las recomendaciones sobre correspondencia a los tiempos actuales – sino tiene que ser manuscrita. La pulcritud es un requisito importante en una carta. Se deben evitar los borrones, ya que estropean la belleza de la carta. Una misiva limpia, escrita de forma clara y legible, contribuirá en gran medida a transmitir en el receptor una imagen favorable del escritor.

Nunca se escribirá, ni siquiera la nota más corta, con lápiz. Parece descuidado y es descortés.

Otro requisito para una buena carta es un estilo claro y conciso. La sencillez es parte del encanto de la escritura de cartas. Lo que se redacta en una carta está destinado a ser leído solo por el remitente. Por lo tanto, llenar su contenido de citas, lenguaje florido y una estilística rebuscada es pedante y de mal gusto. El lenguaje puede ser elegante, pero natural. De todos modos, el estilo, depende del tema de la carta y de la persona a la que se dirige.

Nunca se debe escribir en media hoja de papel. El papel de carta no es demasiado, y escribir en una media hoja parece no solo cicatero sino descuidado. Aunque la carta sea breve envía igualmente la hoja entera. Se incurrirá en una gran falta de cortesía si se responde a una carta utilizando la misma hoja de la carta enviada por el remitente, aunque haya espacio para ello.

El papel totalmente liso, grueso, suave y blanco es el más elegante. El papel con bordes dorados o de fantasía; se considera vulgar y es de mal gusto. Si se quiere personalizar el papel se pueden estampar las iniciales del escritor en la parte superior de la hoja y en el sello del sobre, pero se deben evitar los adornos extravagantes en las esquinas ni en la parte posterior del sobre. Cuando el remitente esté de luto, se utiliza papel y sobres con el borde negro.

Se deben evitar las posdatas. Sobre todo, nunca se envía una pregunta o un cumplido en una posdata.Se intentará incluir cualquier comentario personal o sobre los conocidos o familiares en común dentro del cuerpo de la carta y no en la posdata. Hacerlo en la posdata así puede resultar descortés y denotar poco interés sincero en tus comentarios. Todas las cartas deben ser firmadas por el remitente.

Las personas que han recibido una buena educación, y que escriben con frecuencia, al redactar cartas, comienzan con la tercera persona y luego utilizan la segunda o primera finalizando con su firma. Si se comienza a escribir usando la tercera persona debe continuarse con el mismo estilo. Este estilo de escritura puede llevar a la confusión a causa de los pronombres, pero es un protocolo de correspondencia muy usado y apropiado para la mayor parte de las ocasiones, por ejemplo, cuando no hay excesiva intimidad entre remitente y destinatario esta forma es elegante y apropiada.

Si una persona recibe una misiva escrita en tercera persona debe contestar en la misma forma, pero nunca se responde así a una carta más familiar, ya que es ofensivo hacerlo así.

La cortesía y la amabilidad exigen que cada carta que se reciba sea contestada. La respuesta no debe demorarse y tiene que mencionarse la fecha de la carta a la que hace referencia la conversación. No se responderá nunca a una carta por poder, cuando pueda escribirlo uno mismo. Es una señal de respeto responder personalmente todas las cartas dirigidas a ti.

Si se escribe una carta a un caballero esta debe tener un lenguaje ceremonioso. Si no hay una relación de confianza con el caballero en cuestión, se redactará en tercera persona. Si es una carta de negocios, debe sonar respetuosa, pero no servil. De todos modos, se recomienda evitar la correspondencia con los caballeros, sobre todo cuando se es joven, ya que se pueden crear malos entendidos.

Si un caballero solicita la correspondencia de una dama bajo términos únicamente de amistad, esta debería pedir el permiso y aprobación de sus padres o esposo. De todos modos, es aconsejable aunque la relación de confianza admita un estilo cercano y amistoso, que ambos sean precavidos en cuanto a la temática y expresiones de dichas cartas para no causar sonrojo ni a las familias ni a ninguno de los directamente implicados si fueran hechas públicas.

Del mismo modo se debe evitar cualquier intercambio de información delicada. Si el caballero comienza a pedirle a la dama que guarde secreto sobre algún suceso que haya descrito, por cautela ese es el momento de dar por finalizada la correspondencia. Si la carta es de temática amorosa y la remitente es una dama debía ser especialmente prudente en cuanto a su contenido, especialmente si la dama está casada o no está formalmente comprometida.

Sobre el contenido de la carta hay que tener cuidado de que todos los hechos se ajusten exactamente a la verdad. Recuerda que cada palabra escrita puede ser usada en contra, si alguna parte de la información resulta ser falsa; y no hay que permitir que la opinión personal o los prejuicios dicten una sola frase de las que se escriban.

No se debe repetir nunca nada obtenido de meras habladurías o cotilleos; tampoco en una carta se debe de no violar ninguna confianza de alguien que nos ha confiado un secreto ni de entrometerte en los asuntos privados de otras personas. Si lo que debemos comunicar es un hecho doloroso, debe ser expuesto con la mayor delicadeza posible y añadir unas líneas que expresen las condolencias pertinentes. Si, por el contrario, se escribe sobre un acontecimiento alegre, intenta que tu carta sea animada y divertida.

Cuadros:

Enero: La carta de amor pintado por Raimundo de Madrazo y Garreta

Febrero: Alix de Montmorency, Duchesse de Talleyrand pintado por Henri-François Riesener.

Marzo: Letterwriter pintado por Johanne Mathilde Dietrichson.

Abril: Woman writing pintado por Hendrick Jacobus Scholten.

Mayo: Young Woman Writing pintado por Auguste de la Brely.

Junio: The Love Letter pintado por Francois Martin Kayel.

Julio: The Letter pintado por Edmund Blair Leighton.

Agosto: Penning A Letter pintado por George Goodwin Kilburne.

Septiembre: The Love Letter pintado por Nina Hardy.

Octubre: The Love Letter pintado por Pio Ricci.

Noviembre: Lady Writing A Letter pintado por Albert_Edelfelt.

Diciembre: The Letter pintado por Albert Lynch.

Curiosidades navideñas del siglo XIX

Sí, Virginia, Santa Claus existe

virginia 

En 1897, la pequeña Virginia O’Hanlon de 8 años escribió al periódico New York Sun, a instancias de su padre, para preguntar en la sección de Preguntas y Respuestas sobre la existencia de Santa Claus. Virginia comenzó a dudar cuando sus amigos le dijeron que Santa no era real. La primera persona a la que expresó sus dudas fue a su padre, esperando una respuesta lo suficientemente argumentada que pudiera convencerla de creer o no. Pero Philip O’Hanlon, médico forense de profesión no supo que contestar a su hija, por lo que animó a Virginia a escribir al periódico local para que fueran los responsables de la sección los que se encargaran de dar tan difícil respuesta.

Fue Francis Pharcellus Church, hermano del dueño del periódico y redactor de contenidos, quien se encargó de contestar, de forma anónima, a Virginia con una carta que ha pasado a la historia de las tradiciones navideñas por su justificación de la figura de Santa Claus identificándola no solo con el personaje encargado de traer los regalos de Navidad sino como la encarnación de la ilusión, la esperanza y los buenos deseos.

A continuación, podéis una traducción de la carta de Virginia y la magnífica contestación de Church con la frase que ya ha pasado a la historia: “Sí, Virginia, Santa Claus existe”.

Carta de Virginia:

«Querido Editor,

Tengo 8 años. Algunos de mis amigos dicen que Santa Claus no existe. Mi Padre dice que «si lo dice The Sun, entonces existe». Por favor, dígame la verdad, ¿existe Santa Claus?

Virginia O’Hanlon115 Oeste, Calle 95».

 

La contestación de Church:

 

«Virginia,

Tus pequeños amigos se equivocan. El escepticismo de los nuevos tiempos les afecta. Tan sólo creen en aquello que ven. Piensan que nada que no sea comprensible para sus minúsculas mentes puede ser ni existir. Y todas las mentes, Virginia, ya sean de adultos o de niños, son minúsculas. En este gran universo nuestro, el ser humano solo es un mero insecto, con apenas el cerebro de una hormiga, en comparación con el inmenso mundo que lo rodea, si es que fuera posible imaginar una inteligencia que pudiese absorber toda la verdad y el conocimiento.

Sí, Virginia, Santa Claus existe. Existe como existe el amor, la generosidad o el esfuerzo que, como tú bien sabes, abundan en todas partes y llenan tu vida de felicidad y belleza. ¡Qué triste sería el mundo si no existiera Santa Claus! Sería tan triste como si no existieran otras Virginias como tú. Si no existiera, tampoco existiría la inocente fe de un niño, ni la poesía, ni el romanticismo, que tan tolerable hacen nuestra existencia. No habría alegría más allá de lo que nuestros sentidos pueden percibir, y la luz eterna con la que la infancia ilumina el mundo se apagaría.

¿Cómo es posible no creer en Santa Claus? ¡Sería como no creer en las hadas! Tu padre podría encargar a muchas personas la vigilancia de todas las chimeneas en Nochebuena para intentar descubrir a Santa Claus, pero incluso si ellas no vieran a Santa Claus bajar por ellas, ¿qué probaría eso? Nadie ha visto nunca a Santa Claus, pero eso no significa que no exista. Las cosas más reales de este mundo son aquellas que ni los adultos ni los niños pueden ver. ¿Has visto alguna vez a las hadas bailar sobre la hierba? Estoy seguro de que no, pero eso no prueba que no lo hagan. Nadie puede llegar a imaginar todas las maravillas desconocidas que no podemos ver, de este mundo.

Si haces pedazos el sonajero de un niño puedes llegar a ver lo que provoca que suene, pero hay un velo que oculta el mundo invisible, que ni los hombres más fuertes, ni la fuerza conjunta de todos los hombres más fuertes que jamás hayan vivido, podría levantar. Tan sólo la fe, la fantasía, la poesía, el amor, el romanticismo, pueden descorrer esa cortina y descubrir la gloria y la belleza sobrenatural que oculta tras de sí. ¿Es todo ello real? ¡Ah, Virginia!, no hay nada en este mundo más real y permanente.

¿Que no existe Santa Claus? ¡Por Dios! Existe y existirá siempre. Te aseguro Virginia que, dentro de mil años, o mejor, dentro de diez veces diez mil años seguirá alegrando el corazón de la infancia.

El Editor

¿Quién dio nombre a los renos de Santa Claus en el poema La noche antes de Navidad?

renos

Y él silbó, y gritó, y los llamó por su nombre;
«¡Ahora, Dasher! ¡Ahora, Dancer! ¡Ahora, Prancer y Vixen!
¡Venga, Cometa! ¡Venga, Cupido! ¡Adelante, Donder y Blitzen!
¡Por arriba del porche! ¡A lo alto del muro!
¡Ahora, corred! ¡Salid corriendo! ¡Salid corriendo todos!»

Durante décadas la controversia ha acompañado al poema La noche antes de Navidad y a su autoría real. Originalmente titulado como Account of a Visit from St. Nicholas, fue publicado anónimamente en el Troy Sentinel, un periódico de Troy, Nueva York, el 23 de diciembre de 1823. Posteriormente, el editor del periódico Charles Fenno Hoffman atribuyó la autoría a Clement Clarke Moore escritor y profesor de literatura.

Pero la familia del Mayor Henry Livingston Jr, veterano de la Guerra de la Independencia estadounidense fallecido en 1828, pronto reclamó la autoría del poema como una creación de su padre. Sus descendientes aseguraban que el Mayor escribió ese poema como un regalo navideño para sus hijos e incluso escribieron relatos de como su padre les recitaba el poema en 1808, 15 años antes de su publicación en el Troy Sentinel. La familia dijo que tanto gustó el poema que incluso una institutriz les pidió una copia y sostenían que esa copia debió llegar de algún modo a Moore.

Realmente nunca se aclaró la polémica sobre si Moore escribió realmente el poema o llegó a él como parte de una recopilación de poemas navideños. De todos modos, fue Clement Clarke Moore a quien la historia consideró el legítimo escritor del clásico y tradicional poema La Noche antes de Navidad, donde por primera vez los renos de Santa tienen los nombres que han pasado a la iconografía navideña.

Thomas Nast and Haddon Sundblom: los creadores del Santa actual

Santa 

 

El ilustrador germano-estadounidense Nast creó la imagen de Santa, vestido de rojo, con su gran barriga, barba blanca y mofletes regordetes basándose en el poema Account of a Visit from St. Nicholas, del que hablamos en el apartado anterior. La idea era mostrar a un elfo regordete y sonriente facilmente reconocible para todos los que leyeran o escucharan el poema, pero, al mismo tiempo muy influenciada por las raíces germanas de su autor ya que este Santa recordaba en gran medida al Pelznickel, figura de la tradición alemana proestante equivalente a San Nicolás.

La imagen de Santa tal y como Nast la concibió apareció por primera vez en Harper’s Weekly el 3 de enero de 1863 y, a partir de ese momento, se sucedieron más de treinta ilustraciones en las que Nast iba puliendo su ilustación de Santa.

Para hacer justicia al trabajo de Thomas Nast debemos recordar que, aunque parte de su fama internacional se debe a la creación de la figura de Santa Claus, su labor como ilustrador y caricaturista, siempre mordaz en sus denuncias políticas y sociales, en diferentes revistas y periódicos lo llevaron a ser definido como uno de los caricaturistas más importantes de la segunda mitad del siglo XIX.

Haddon Sundblom diseñó el Santa Claus más actual, que abandonaba su imagen de elfo regordete para mostrar a un anciano afable y bonachón. La ilustración de Sundblom no fue concebida como una interpretación personal sino como un encargo de la empresa Coca Cola para promocionar sus productos, objetivo que Sundblom cumplió muy por encima de las expectativas de la propia empresa, pero eso ya pertenece a la historia de otro siglo…

Edward H. Johnson: el pionero en la iluminación del árbol de Navidad

christmas tree

Estamos acostumbrados a ver los árboles victorianos iluminados con pequeñas velas, con el peligro que ello implicaba. Pero en 1882, el ayudante del inventor estadounidense Thomas Edison, Edward H. Johnson, colocó varias bombillas unidas por un cable y las puso alrededor de un árbol navideño. Estas bombillas de color blanco, rojo y azul fueron el origen de la tradición de ardornar el árbol con bombillas de colores. En 1895, el presidente Grover Cleveland iluminó el árbol de la Casa Blanca con luces eléctricas de colores, lo que ayudó a popularizar el sistema de luces cableadas como adorno de iluminación. Años más tarde, en 1917, a un jovencísimo Albert Sedacca se le ocurrió la idea de vender al público ristras de luces de colores para adornar sus árboles y sus viviendas.

Washington Irving y la tradición de besarse bajo el muérdago

muérdago

Fue el poeta Robert Herrick (1591-1674) el primero que asoció muérdago con las fiestas de Navidad, aunque en sus poemas no aparece asociado al amor romántico ni a la tradición de besarse bajo sus ramas y frutos.

Las primeras fuentes escritas que encontramos sobre esta tradición están en The Sketch Book, una colección de 34 ensayos e historias cortas escritas por  Washington Irving en 1820. En el libro describe una costumbre que el autor dice haber observado en Inglaterra según la cual los chicos jóvenes besaban a las chicas bajo el muérdago, y posteriormente arrancaban una baya de las ramas como prueba del beso. Una vez que la rama hubiera perdido todas sus bayas, el muérdago perdería su valor y los jóvenes ya no podrían besarse bajo sus ramas.

En 1836 Charles Dickens hizo referencia a la tradición en sus famosos Pickwick Papers.

Noche de paz y Jingle Bells: dos villancicos y dos historias

singing christmas carols

Noche de paz, originalmente llamado en alemán Stille Nacht, fue un poema escrito en 1816 por un sacerdote austriaco de 24 años llamado Joseph Mohr. En un periodo históricamente convulso, Mohr quiso expresar en verso la fe y esperanza en Dios. El poema no tuvo mayor repercusión popular hasta que le pidió al organista Franz Xaver Gruber que compusiera una melodía para guitarra y coro para que el poema pudiera ser cantado en la misa de Nochebuena. La unión de letra y melodía fue un inmenso éxito que se versionó en numerosas ocasiones y se convirtió en el villancico navideño por excelencia no solo en Europa sino en los Estados Unidos donde, al parecer, se interpretó por primera vez en 1839.

En 2011, la UNESCO incluyó Noche de Paz en su lista de Patrimonio Cultural Inmaterial.

Jingle Bells, por el contrario, tiene una historia menos emotiva. James Lord Pierpont compuso la canción en 1857 y fue publicada originalmente como One Horse Open Sleigh. La canción no estaba destinada a ser un himno navideño sino una melodía para ser cantada en espectáculos teatrales. En la época las llamadas «canciones de trineos» estaban de moda y se pagaban bien, por lo que Pierpont que andaba escaso de dinero no dudó en apuntarse a la tendencia.

Jingle Bells comenzó a incluirse en antologías navideñas de la época y a ganar popularidad hasta el punto de ser una de las canciones navideñas clásicas que han llegado a la actualidad sin apenas modificaciones.

¡Felices Fiestas, victorianos!

Como todos los años, desde La Casa Victoriana queremos desear a nuestros seguidores una Feliz Navidad y enviaros los mejores deseos para el próximo año.