Mesmerismo, espiritismo y criaturas terroríficas

El mesmerismo

Uno de los métodos de contacto con el más allá, y de pseudocuración que se pusieron de moda en el siglo XIX, fue el mesmerismo, también conocida como la doctrina del magnetismo animal, que dominó la escena sobrenatural decimonónica.

La técnica de mesmerizar fue desarrollada en el siglo XVIII por el doctor austriaco Franz Anton Mesmer. Según su teoría, las enfermedades eran causadas por bloqueos en el flujo de energía vital del individuo. Mediante su método, Mesmer buscaba desatar estos bloqueos y permitir que la energía pudiera fluir libremente por el cuerpo. Su enfoque se basaba en la creencia de que restaurar este flujo de energía era esencial para el bienestar y la salud del individuo.

Para ello utilizaba imanes que colocaba sobre el cuerpo, de esta manera podía controlar el flujo de energía que pasaba por los órganos vitales y curar enfermedades no solo físicas sino con un componente psicológico como la histeria, la melancolía y la epilepsia.

LA practictioner of Mesmerism using Animal Magnetism Credit: Wellcome Library, London. Wellcome Images images@wellcome.ac.uk

La técnica de Mesmer fue objeto de profundo estudio y acalorado debate dentro de la comunidad científica, debido a su novedoso y polémico enfoque. Parte de su legado se encuentra ligado directamente al surgimiento y utilización del hipnotismo con fines médicos.

Tristemente, ciertos discípulos de Mesmer consideraron las sesiones de mesmerismo como una oportunidad para obtener beneficios económicos a expensas de las damas de la alta sociedad victoriana. Presentaron este método no solo como una forma de curación, sino también como un medio de comunicación con los espíritus. Esta posibilidad generó un entusiasmo tal que las damas estaban dispuestas a pagar cualquier cantidad de dinero para participar en estas sesiones.

En los encuentros mesmerizantes de comunicación con el más allá, un conjunto de individuos se congregaba en una sala, conformando un círculo. En lugar de unir las manos, como ocurría en las sesiones de espiritismo, entrelazaban sus pulgares con el propósito de facilitar la transmisión de energía entre ellos.

Mesmer, y sus seguidores, que dominaban la puesta en escena como los mejores actores, eran capaces de influir de tal modo en los asistentes que estos entraban en una especie de trance y acababan teniendo crisis convulsivas en unos pocos minutos. Cuando regresaban del estado de trance aseguraban haber contactado con sus seres queridos.

Otra de las innovaciones de la técnica de Mesmer fue la curación con el agua de un barreño. En esta técnica, como si de un espectáculo grupal se tratara, los asistentes se situaban en un cículo cogidos de las manos para que el agua del barreño se llenara de la energía de sus cuerpos. Mientras tanto, los asistentes de Mesmer frotaban con el agua los cuerpos de los participantes en la sesión. No hace falta decir que estas sesiones eran muy lucrativas, y que Mesmer y sus seguidores se embolsaban una buena cantidad de dinero por cada asistente a un acto en el que las supuestas curaciones no tenían base científica alguna.

A pesar de su éxito en los salones más selectos del siglo XIX, los seguidores del mesmerismo no consiguieron poner de acuerdo ni a los científicos ni a la sociedad decimonónica. Queridos u odiados no dejaban a nadie indiferente: para unos eran unos auténticos sanadores capaces de hacer desaparecer la enfermedad física y psicológica, así como unos aténticos mediums con habilidades para contactar con el mundo espiritual; para otros eran unos charlatanes sin base médica ni científica que estafaban sin escrúpulos a damas adineradas y a personas desesperadas dominando el arte de la sugestión.

Como curiosidad , recordaremos que en 1994, el magnífico Alan Rickman (el mejor Colonel Brandon de Sentido y Sensibilidad y nuestro querido profesor Snape), protagonizó Mesmer, una recomendable pelicula sobre Franz Mesmer, sus técnicas y sus seguidores.

El espiritismo

Aunque ya tenemos constancia de reuniones para contactar con los espíritus alrededor del siglo III, la fiebre por la nigromancia comenzó en 1848, cuando las hermanas Fox de Nueva York contaron que habían escuchado ruidos hechos por espíritus, con los que pudieron contactar e, incluso, comprender sus mensajes.

Las jóvenes pronto se convirtieron en una referencia para todos los que pensaban que se podía contactar con el más allá y, creían que ciertas personas habían sido agraciadas con el don de comunicarse con los espíritus.

Kate y Margaret Fox, se hicieron populares por realizar sesiones públicas en Nueva York con el objetivo de contactar a los muertos, a pesar de que ante la presión de sus allegados para que confesaran si todo formaba parte de una broma o no, las hermanas admitieron que se lo habían inventado todo.

Pero, la fiebre por las sesiones de espiritismo ya había comenzado en Europa y Estados Unidos, con mediums, pseudomediums y farsantes que organizaban reuniones para complacer a todos aquellos que deseaban contactar con personas que habían fallecido.

En el siglo XIX, estas sesiones gozaban de tanta popularidad que incluso se celebraron en la Casa Blanca. Mary Todd Lincoln, esposa de Abraham Lincoln, organizó varias sesiones en la Casa Blanca mientras lloraba la pérdida de su hijo. A esta sesión asistieron reputados nombres de la alta sociedad y política estadounidense, incluido su esposo, el presidente Abraham Lincoln.

Las sesiones de espiritismo crearon un pasional debate entre los que creían que existían personas que podían comunicarse con el más allá y los científicos y escépticos que lo consideraban un fraude. En 1887 la Comisión Seybert, de la Universidad de Pensilvania con su investigación sobre varios médiums espiritistas respetados llegó a la conclusión de que todos y cada uno de ellos mentían y engañaban a los asistentes a sus sesiones. Pese a todo, los resultados de la comisión no consiguieron que el furor por las sesiones espiritistas desapareciera.

Spring Heeled Jack, el monstruo fantasmagórico que amedrentó al Londres victoriano. ¿Leyenda o broma pesada?

No tan conocido como otras criaturas que han pasado a la historia de monstruos y fantasmas victorianos, Spring Heeled Jack fue uno de los mayores acaparadores de portadas de los tabloides londinenses de la primera mitad del siglo XIX.

La primera noticia que se tuvo de Spring Heeled Jack sucedió en octubre de 1837 cuando una joven contó haber sido atacada violentamente mientras caminaba por Clapham Common. La sorpresa vino cuando la joven describió a la policía a su peculiar agresor: un espíritu maligno, con garras, ojos de fuego y cara cadavérica con una agilidad fuera de lo común. Afortunadamente, los gritos de la joven lo hicieron huir y las consecuencias no fueron fatales.

En una Inglaterra que devoraba novela gótica y se sentía fuertemente atraída por las historias de monstruos y fantasmas, la aparición del monstruo de los muelles londinenses se convirtió en el tema de moda para todas las clases sociales, y Spring Heeled Jack protagonizaba las charlas tanto de salones selectos como de los pubs de los barrios obreros.

Pronto aparecieron más jóvenes contando como habían sido atacadas por Spring Heeled Jack, y, cada vez, la criatura aumentaba su aspecto demoníaco y sus poderes sobrenaturales. En febrero de 1838, dos adolescentes atacadas describieron que además de su apariencia espantosa tenía la habilidad de arrojar llamas azules y blancas de su boca. Las noticias sobre la extraña criatura se mantuvieron hasta 1888, cuando apareció en el tejado de una iglesia de Liverpool.

Hubo muchas teorías sobre el origen del monstruo. Una de las que tuvieron más adeptos y resultaron más creíbles para la policía londinense era que realmente no existía y era fruto de las bromas pesadas de pandillas de gamberros que pretendían asustar a las damiselas que caminaban solas por las calles londinenses. Incluso, se señaló como culpable al joven marqués de Waterford, conocido por gastar bromas, a cada cual más pesada, con su pandilla de amigos aristócratas, tan gamberros como él, pero nunca se pudo demostrar su autoría.

Spring Heeled Jack nunca fue atrapado y se convirtió en una leyenda con la que los padres asustaban a sus hijos traviesos.

¡Feliz Halloween, victorianos!