El servicio doméstico en la era victoriana I

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El tema elegido este año es el servicio doméstico en la era victoriana y para acompañar las imágenes nos adentraremos en el mundo de «los de abajo», todos aquellos que con su trabajo conseguían que las casas de las clases más adineradas funcionaran a la perfección.

Como el tema es amplio lo desarrollaremos en entradas posteriores, hoy comenzamos con los puestos, jerarquías y funciones de los empleados del servicio doméstico.

La contratación de los empleados domésticos

La contratación de los sirvientes, tanto masculinos como femeninos, se llevaba a cabo a través de agencias de empleo, referencias personales, recomendaciones, anuncios en periódicos y empresas de registros de sirvientes. Muchos jóvenes de clase humilde, con escasa formación buscaban puestos como empleados domésticos buscando un ingreso estable y un lugar para vivir en la ciudad.

Las familias estaban orgullosas de que sus hijos trabajaran en casas adineradas ya que para ellos significaba tener un trabajo respetable y perspectivas de futuro. Los candidatos a empleado doméstico pasaban por un proceso de selección inicial, con entrevistas donde se evaluaba su carácter, habilidades y referencias.

Aunque los empleadores esperaban que sus nuevos sirvientes tuvieran conocimientos básicos de tareas domésticas y etiqueta, no todos los hogares reclamaban las mismas características de sus empleados, por lo que las agencias se esforzaban en proporcionar los perfiles más adecuados para cada casa. Para los puestos de rango superior se solicitaban experiencia y referencias. Para los de rango intermedio e inferior la capacidad de trabajo duro y los rasgos de carácter era lo más importante.

Los deberes de los empleados domésticos y jerarquías

En los hogares victorianos, los sirvientes domésticos se encargaban de llevar a cabo diversas tareas para garantizar el buen funcionamiento del hogar. Cada sirviente desempeñaba una función específica y tenía responsabilidades distintas.

El servicio doméstico victoriano tenía una clara jerarquía social, en la que cada empleado ocupa estrictamente su lugar y se adaptaba a la disciplina establecida dentro de su ocupación, obedeciendo a su superior en rango. Esta jerarquía proporcionaba orden dentro de la organización de la casa.

Rangos superiores. Dentro de este rango jerárquico estaban el mayordomo, el ama de llaves y la cocinera. Cada uno de ellos administraba su parcela del hogar con autoridad sobre sus subordinados. Tenían habitaciones individuales y separadas del resto del personal.

Rangos intermedios. Los asistentes de cámara y las damas de compañía tenían una consideración superior a las sirvientas y lacayos dentro de la casa, pero compartían con estos las habitaciones y estaban supeditados a las órdenes del mayordomo y ama de llaves.

Rangos inferiores. Las sirvientas, los lacayos y otros miembros del personal subalterno ocupaban puestos inferiores en la jerarquía. Recibían instrucciones de las posiciones superiores y llevaban a cabo las tareas asignadas. Sus viviendas a menudo eran compartidas y estaban ubicadas en las áreas de los sirvientes.

Los principales puestos en el servicio doméstico eran:

Mayordomo. El mayordomo era el jefe del personal masculino y era responsable de administrar la despensa, la bodega y, a veces, las finanzas de la finca. También supervisaban el servicio de mesa durante las comidas y supervisaban a otros sirvientes masculinos. Era una figura respetada tanto por el personal como por los señores de la casa que depositaban en él su confianza para la gestión de los asuntos domésticos y, no pocas veces, para los asuntos personales.

Entre los rasgos inherentes al carácter de un buen mayordomo estaban la lealtad, la discreción y la eficacia para resolver problemas inoportunos.

Ama de llaves. El ama de llaves estaba a cargo de la administración general del hogar. Se encargaban de garantizar la limpieza, la organización y el inventario de los insumos del hogar. Además, supervisaban a las sirvientas y manejaban los presupuestos para los gastos del hogar. Era un figura tan respetada por los señores como temida por todos miembros del servicio doméstico.

Cocinera. El papel de la cocinera era preparar las comidas para el hogar. Eran expertas en la creación de platos y postres elaborados y en la gestión del personal de cocina. La posición de la cocinera era muy apreciada, y su capacidad para crear comidas deliciosas era a menudo un motivo de orgullo para la familia.

Con la ayuda del ama de llaves creaba los menús que se degustaban en las celebraciones familiares. Su mayor dificultad era conseguir unos platos suculentos con las mejores materias primas con los ajustados presupuestos y plazos de que disponía y con un personal de cocina a menudo muy joven y con poca experiencia. La cocina era su reino y ni siquiera el mayordomo o el ama de llaves solían contradecirla. Perder a una buena cocinera era una desgracia que ninguna familia quería sufrir.

Sirvientas. Había diferentes tipos de sirvientas, incluidas las camareras de piso, las sirvientas de salón y las sirvientas de cocina. Las camareras de piso se encargaban de la limpieza y el mantenimiento de los dormitorios, mientras que las camareras de salón se centraban en el mantenimiento de las zonas compartidas por la familia. Las sirvientas de la cocina trabajaban en la cocina y ayudaban a la cocinera con diversas tareas básicas, como limpiar los platos y pelar verduras y patatas.

Lacayos. Las tareas principales de un lacayo eran recibir y saludar a los visitantes, tomar sus abrigos y anunciar su llegada a los anfitriones, tratándolos con la máxima cortesía y asegurándose de que sus necesidades fueran atendidas durante su estancia. Además, recibían formación sobre las reglas de protocolo y buenas maneras en la mesa para que pudieran ayudar con el servicio, los cubiertos y servir las comidas y bebidas durante cenas formales y reuniones.

Los lacayos eran fácilmente reconocibles por su distintivo uniforme, que consistía en una chaqueta por encima de la rodilla, chaleco y pantalones ajustados. Se esperaba que se comportaran con el mayor decoro y se adhirieran a un estricto código de conducta.

Ayudante de cámara. El ayudante de cámara (valet) era más que un asistente personal. Su trabajo consistía en brindar un servicio personal impecable a su empleador, asegurándose de que lucieran lo mejor posible en todo momento con la selección de la indumentaria apropiada para cada ocasión. Se encargaba de supervisar el mantenimiento y la organización del guardarropa del señor, revisando que cada prenda estuviera limpia, reparada y almacenada de manera adecuada y examinando cada prenda en busca de arrugas, manchas o hilos sueltos.

No se olvidaba de los complementos como anillos, relojes, pañuelos y alfileres de corbata. Una de sus labores era ayudar al señor con sus rutinas diarias: preparaba los utensilios de afeitado del señor y agua tibia para su afeitado matutino, preparaba su ropa, pulía los zapatos y preparaba peines y lociones. Como la dama de compañía de la señora se requería que fuese leal y discreto, ya que, por su posición, estaban al tanto de conversaciones personales e información delicada.

Niñeras e institutrices. En los hogares con niños pequeños, se empleaban niñeras (nannies) para velar por el bienestar de los niños. Sus responsabilidades incluían alimentar, bañar y supervisar el tiempo de juego. Las institutrices (governess) se encargaban de instruir los niños mayores con clases de cálculo, escritura y modales. Además ayudaban a las jovencitas a aprender todo lo que se esperaba de ellas para ser una dama: costura, pintura, música, conversación…

Mientras que la niñera solía gozar del cariño de toda la familia y era muy apreciada por los niños, la institutriz representaba una figura de autoridad, que debía ser inflexible y a la que los padres le exigían los más altos estándares para ser contratada habitualmente con un salario bajo para sus funciones y responsabilidades. La niñera podía compartir habitación con los pequeños. La institutriz solía tener un cuarto individual o incluso vivir fuera de la casa familiar.

Damas de compañía. La dama de compañía proporcionaba asistencia y apoyo a la dueña de la casa. Se esperaba que acompañara a la dueña de la casa a los eventos sociales, asegurándose de que estuviera vestida y peinada apropiadamente en todo momento. Siempre estaba presente pendiente de la señora, aunque en un segundo plano. Además ayudaba con la correspondencia personal y la agenda social. 

También desempeñaba un papel crucial en la coordinación del personal, asegurando una comunicación fluida y un funcionamiento eficiente dentro del hogar. Los rasgos de carácter como la discreción, la lealtad y la confiabilidad eran muy valorados en una dama de compañía, ya que solía ser confidente o testigo de situaciones que debían ser mantenidas en secreto. Su estatus dentro de la casa era superior al de los sirvientes, pero inferior al del ama de llaves y el mayordomo.

Desde La Casa Victoriana os enviamos nuestros mejores deseos de felicidad y salud para el nuevo año. Espero que os sea propicio para llevar a cabo vuestros proyectos y cumplir vuestros sueños.