El Caso Yelverton

El Caso Yelverton – conocido en inglés como The Yelverton Case o The Yelverton affair- fue la consecuencia de uno de los romances más tempestuosos de la Época Victoriana, cuyas consecuencias no fueron sólo para los implicados sino que hicieron que los juzgados tuvieran que reinterpretar y crear sentencias sobre leyes no escritas pero comúnmente aceptadas por la sociedad.

Este caso ocupó las portadas de todos los tabloides británicos, convirtiendo a sus protagonistas en personajes tremendamente populares, por los que la sociedad tomaba partido ofreciéndole sus simpatías u odios. Incluso grandes escritores de la época, como Wilkie Collins,  se inspiraron en el caso de Theresa  y William Yelverton para sus novelas.

En 1852, la joven de 19 años Maria Theresa Longworth conoció en un barco al Mayor William Charles Yelverton, Vizconde de Avonmore.  El encuentro entre ambos podría clasificarse como un flechazo, sobre todo por parte de la joven Theresa que se sintió fascinada por las maneras del Mayor, enamorándose perdidamente de él.

A su regreso a Irlanda, el Mayor Yelverton mantuvo el contacto con Theresa, iniciando una correspondencia que duró varios años; además la joven procuraba seguir al Mayor en sus destinos como soldado de la corona. El caso más llamativo de la pasión de Theresa fue cuando al inicio de la guerra de Crimea , donde tuvo que luchar William, la joven se enroló en el cuerpo de enfermeras para auxiliar a los soldados heridos en el frente y así poder estar cerca del destacamento del mayor.

Al regreso de la guerra, y ante la insistencia de Theresa, la pareja se casó siguiendo la Ley Escocesa de pronunciación de votos. Según la costumbre sólo era necesario que ambos contrayentes pronunciaran los votos de matrimonio ante la Biblia para estar legalmente casados.

Después del matrimonio Theresa y William compartieron casa en Edimburgo. Todos los amigos de ella conocían la relación pero William parecía reticente a mostrar a Theresa como su esposa ante su familia y amigos. La excusa del vizconde era la posible negativa de su familia a este matrimonio desigual, por lo que sería conveniente esperar para dar la noticia públicamente.

De vuelta a Irlanda y antes de que él volviera a partir con el ejército, Theresa insistió en que contrajeran matrimonio de una forma «más legal» en una ceremonia religiosa, ya que ella no se consideraba casada. El vizconde aunque reticente, pero accediendo a las peticiones de su esposa, accedió a celebrar el matrimonio en una iglesia irlandesa sin más testigos que el sacerdote católico que los casó. En esta ceremonia renovaron sus votos de matrimonio.

William volvió a pedirle a Theresa la máxima discreción y que siguiera manteniendo el matrimonio lo más en secreto posible.

Pero en uno de  sus viajes, William conoció a una joven de una familia noble y adinerada Emily Marianne Ashworth, hija del General  Sir Charles Ashworth, de la que no sólo se enamoró sino que con la que se casó.

Avisada por su hermano, Theresa se presentó ante William y exigió que respetara su matrimonio, a lo que este se negó en rotundo aludiendo a la invalidez de las ceremonias irlandesa y escocesa.

Lejos de resignarse a su suerte de mujer abandonada, Theresa Yelverton decidió luchar por sus derechos conyugales, reclamando ante la sociedad y ante la ley su condición de esposa legal de William Yelverton, y  todos sus derechos al título de Vizcondesa de Avonmore y a la fortuna de su esposo.

Para reclamar la invalidez del matrimonio, William Yelverton argumentaba dos razones: que el matrimonio escocés no era válido, pues no había testigos de la pronunciación de los votos, y que el matrimonio irlandés tampoco lo era porque legalmente no se podían celebrar matrimonios entre parejas que profesaran diferente religión, acusando al sacerdote católico de felonía.

Y, este fue, en realidad, un punto clave: Theresa era irlandesa católica y William era irlandés protestante.

La lucha de Theresa Yelverton porque se reconociera su matrimonio hizo de ella un personaje famoso, con posicionamientos a favor y en contra. Muchos la consideraban una mujer sin escrúpulos, casi una acosadora,  que persiguió al vizconde y lo presionó  para que casara con ella y lograr una buena posición social utilizando el chantaje emocional y la amenaza de escándalo público; para otros Theresa era una mujer engañada y abandonada, de la que se aprovechó William y a la que utilizó hasta que conoció a una rica heredera que le convenía más para ascender en su vida social y militar.

Los tabloides siguieron con inusual interés la noticia donde se mezclaban amor, sexo, bigamia, dinero, familias nobles y, sobre todo, esperaban una decisión de los jueces sobre la validez o no de las leyes vigentes.

Theresa perdió el primer juicio que resultó escandaloso por las declaraciones contrapuestas de la pareja con respecto a su vida marital antes del matrimonio irlandés: ella  sostenía que para ella el matrimonio escocés no tenía validez y por ello no compartió lecho con su marido hasta el matrimonio irlandés. William, cuyas declaraciones se consideraron muy poco caballerosas, declaró que él y Theresa compartieron cama desde el primer momento. Estos detalles que podrían parecer triviales para nuestros días supusieron un monumental escándalo en la sociedad victoriana.

Theresa Yelverton no se rindió e hizo frente al escándalo con orgullo y pese a haber perdido el primer juicio, reclamó de nuevo, llevando por segunda vez el caso a los tribunales. La joven volvió a perder, declarándose sus dos matrimonios no válidos y por tanto perdiendo el estatus de mujer del Vizconde.

Aprovechando la popularidad que le proporcionó el caso, Theresa Longworth (de nuevo adoptó su apellido de soltera) se dedicó a viajar por el mundo y a escribir relatos de los lugares que visitaba. William Yelverton continuó casado con Emily con la que creó una familia.

Independientemente de quien estuviera en posesión de la verdad y del posicionamiento que pudiese tener cualquiera del suceso  a la vista de los hechos, la realidad es que Theresa fue una mujer muy valiente reclamando la validez de su matrimonio ante los tribunales, enfrentándose a un hombre de una clase social muy superior y a una sociedad muy conservadora, en una época donde las mujeres se resignaban a su suerte.

Además, su reclamación causó una revisión por parte de los jueces, del modo en que se podría celebrar una ceremonia para que se considerara legal. El matrimonio escocés se consideró ilegal ante la ley, y el matrimonio entre contrayentes de diferente confesión religiosa generó un debate que ocupó muchos años de la Época Victoriana.