En el siglo XIX, acertar con el regalo correcto en el día de los enamorados por excelencia, San Valentín, no era sólo cuestión de buena voluntad sino que podía considerarse un auténtico arte, ya que una simple flor o un delicado perfume iban cargados de un significado más profundo que el acto de ofrecer un simple presente a la persona amada.
Con el afán de ayudar a aquellos enamorados y enamoradas indecisos el Hill’s Manual of Social and Business Forms, el The Ladies’ Home Journal o el Everyday Etiquette daban precisas instrucciones de comportamiento para salir airoso de cualquier situación, por complicada que fuera.
Los regalos de una amada a su enamorado debían ser reflejo de las virtudes de esa dama y de su naturaleza dulce y refinada, por lo que eran preferibles aquellos obsequios con un valor más sentimental que monetario. Un cuadro, un dibujo, un poema o un bordado hechos por ella misma serían los regalos más adecuados.
Según estos manuales de las buenas costumbres, un caballero no debería regalar a su amada regalos caros y ostentosos, si todavía no están casados, excepto el anillo de compromiso que no debe ser entregado como regalo de San Valentín, sino en una fiesta de pedida de mano. Un regalo que transmita cariño y respeto sería más valorado.
Si el amado opta por regalar una joya, puede elegir entre un sencillo anillo, pendientes o un broche, ninguno de ellos demasiado llamativo y que puedan ser lucidos por su amada en el día a día como muestra de amor correspondido.
Un libro entraba dentro de la lista de regalos perfectos, aunque había que tener cuidado con la temática elegida; un libro de poesía era una elección perfecta para la fecha, al igual que una novela de temática romántica. Otros tipo de libros, como novelas de Dickens, no eran tan adecuados, aunque todo dependía de los gustos de la dama.
Cuadros, pinturas, dibujos y litografías, cuidadosamente enmarcados en marcos de plata o en originales – y más cursis- marcos con forma de corazón, eran un regalo habitual entre las parejas de enamorados. Álbumes para guardar fotografías y decorarlos con la técnica del scrapbooking eran uno de los agasajos mejor recibidos.
Un perfume, aún siendo un regalo más personal, era una elección correcta. Las fragancias debían ser delicadas, siendo el agua de rosas la más elegante, aunque cualquier agua de colonia sería un buen regalo. Las mezclas con almizcle o el pachulí tenían que evitarse ya que no eran considerados convenientes para una mujer refinada y su olor se consideraba exagerado e incluso desagradable.
Según The Ladies’ Home Journal unas bonitas cajas, pequeños baúles o costureros para guardar encajes, lazos, organdíes o tules le encantarían a las damas, así como cajas para guantes y bolsitas de tul con lazos para guardar los pañuelos bordados.
Si el enamorado optaba por obsequiar a su amada con una caja de bombones u otros dulces, estos deberían ir siempre en una lujosa caja o cesta adornada con lazos recogidos con grandes lazadas, cintas de vivos colores y las flores adecuadas. Ningún adorno, por exagerado que pudiera parecernos, sobraba en estas exquisitas cestas de dulces.
Los bombones iban siempre acompañados de una bella tarjeta en la que el amado declaraba su amor con una cita o un poema. La más utilizada era la socorrida «Sweets for my sweet», aunque también eran comunes «A wilderness of sweets» o «Love has found the way».
En esta lista de posibles regalos no podían faltar las flores recogidas en preciosos ramos y bouquets de rosas rojas y rosas (símbolo del amor), rosas blancas (transmitiendo un amor puro y espiritual), lilas (cuyo signficado está relacionado con la ilusión de sentirse enamorado), lirios del valle (como símbolo de un corazón henchido de felicidad) o nomeolvides (el amor verdadero declarado a través de las flores).
Y, por supuesto, siempre todos y cada uno de los presentes debía ir acompañado de una de las hermosas postales decoradas con todo tipo de adornos y románticas ilustraciones en las que aparezcan todos y cada uno de los símbolos con los que los victorianos asociaban el amor: bellas damas, ángeles, flores, pájaros de intensos colores, dulces niños y niñas, gatitos…
Desde La Casa Victoriana os deseamos un Feliz San Valentín a todos nuestros visitantes.
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Como siempre, muy interesante.
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La vida está en el detalle. Y en una fecha tan señadada como esta, es precisamente esa esencia la que en realidad llenaba la sensibilidad de la dama.
Se habla de los detalles que se regalaban a las enamoradas. ¿Las féminas no correspondían?. Entiendo que no, y que ello quedaba enmarcado dentro de las costumbres victorianas. En la actualidad, supongo que el tema de los perfumes y flores se lleva. ¿los bombones? puede que algo, pero han cambiado demasiado las costumbres como para que los hombres del siglo XXI sean detallistas y las mujeres del 2016 sepan corresponder,
Para finalizar, dos apuntes más.el primero en lares catalanes, el realmente «dia de los enamorados» es el 23 de abril, Sant Jordi. El esposo, novio, amante, etc., regala rosas y las esposas, amigas y también amantes regalan el libro. Es bonito también.
Y el segundo, mi sincera felicitación por las obras que ilustran el texto. Preciosas. Hermosas damas – Ay las!!, quien fuera victoriana!!, llenas de dulzura y sensibilidad, con capacidad suprema para redimir al hombre. Beatrices dulces, éteras, elegantes y refinadas que conducen a sus amados al paraiso, como le ocurrió a Dante. La gama cromática es exquisita, el pincel pulcro, preciso, pequeño, la luminosidad radiante y la composición muy equlibrada. Sencillamente divinos.
Un cordial saludo.
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Bienvenida a La Casa Victoriana,
Independientemente del aspecto comercial y consumista que pueda haber adquirido la festividad de San Valentín, un intercambio de pequeños regalos festejando el amor es algo bonito.
Las mujeres victorianas sí podían hacer un regalo a sus enamorados, pero mientras ellos podían comprar ese agasajo, ellas sólo podían ofrecer un regalo hecho por ellas mismas ya que no estaba bien visto que una mujer regalara a un caballero «algo comprado» y mucho menos caro, a no ser que ya estuviesen casados.
Los regalos de las mujeres victorianas eran sencillos: bordados, pinturas, poemas… pero en esa sencillez radicaba su mérito: ella había estada dedicada a hacer algo para su amado, un regalo que le demostrase el amor que sentía por él hecho con sus propias manos y con su esfuerzo. Algo que hoy en día, por muy de moda que esté el DIY, no creo que tuviese el mismo significado ni la misma aceptación.
Gracias por tu felicitación acerca de las imágenes, ya que la verdad es que intento escoger no sólo aquellas que están relacionadas de alguna manera con el tema de la entrada, si no las que personalmente me sugieren algo cuando las veo.
Un saludo.
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