Emily Dickinson


Desde la edición, en 1890 de su primer volumen de poemas, la poetisa americana Emily Dickinson obtuvo el inmediato reconocimiento de la crítica literaria y los lectores, pero se puede decir sin temor a equivocarse que ni su obra ni su propia vida provocó tanta fascinación en vida como la que ha suscitado a lo largo de los siglos XX y XIX.

La profundidad y modernidad de su mensaje y la técnica empleada para transmitirlo, reflejo del propio universo totalmente libre de la escritora no sometido a ningún canon poético, han cautivado a todos aquellos que se han acercado a descubrir la poesía de esta norteamericana de vida breve pero literariamente intensa.


Emily Dickinson nació en Massachusetts en 1886 y creció en una influyente y religiosa familia dedicada al mundo académico, la política y la abogacía por lo que Emily, una niña feliz, con una inteligencia destacada y una imaginación desbocada, se sintió inclinada desde muy joven a seguir la estela familiar.

Pero pronto descubrió que ser mujer en un mundo de hombres no iba a ser tarea fácil y la decepción de ver como su propia familia frenaba su inquietudes por el mero hecho de ser mujer hizo que se replanteara la visión que hasta entonces tenía de la sociedad.

Es cosa tan pequeña nuestro llanto;
son tan pequeña cosa los suspiros…

Sin embargo, por cosas tan pequeñas
vosotros y nosotras nos morimos.

Su encuentro con las materias literarias y científicas tuvo lugar en la Academia de Amherst, donde fue una de las primeras alumnas inscritas en una institución que tuvo las puertas cerradas a las mujeres hasta 1838. Allí adquirió una sólida educación cultural, mucho más amplia que la mayoría de las chicas de su tiempo.

Después vino su primera salida del hogar familiar para acudir al internado de señoritas Mary Lyon de Mount Holyoke, a donde acudió no sólo para completar su educación sino para instruirla dentro de la religión protestante y hacer de ella una de las muchas misioneras que serían encargadas de la difusión de sus creencias por todo el país. Pero, a pesar de ser una estudiante brillante, no se sintió en ningún momento atraída por la religión y se confesó profundamente distante de todo lo que tuviera que ver con las severas y puritanas prácticas religiosas de su comunidad.

Su salida del internado, donde fue considerada una no convertida se produjo a causa de su enfermedad que la recluyó en el hogar familiar, reclusión de la que ya no saldría, por voluntad propia, excepto en muy pocas ocasiones hasta el día de su muerte.

Emily le llamó su blanca elección y entre los muros del viejo caserón familiar, siempre vestida totalmente de blanco, creo su propio universo personal y literario, donde sólo aquellos que ella confirmaba que estaban a la altura tenían cabida y donde algunos de los versos más hermosos escritos vieron la luz.

 

Para fugarnos de la tierra
un libro es el mejor bajel;
y se viaja mejor en el poema
que en el más brioso y rápido corcel

Aun el más pobre puede hacerlo,
nada por ello ha de pagar:
el alma en el transporte de su sueño
se nutre sólo de silencio y paz.

Pocas cosas sabemos de la vida de Emily Dickinson a partir de su decisión de rebelarse contra el mundo y apartarse de él, por lo que su figura ha estado siempre rodeada de cierto halo de misterio, sólo desvelado parcialmente por el estudio de sus poemas y de su extensísima correspondencia.

Sus mayores confidentes fueron su cuñada, a la que adoraba, su hermana Lavinnia, Vinnie, que sentía auténtica devoción por Emily – de hecho, fue ella la encargada de guardar, conservar y posteriormente publicar toda su obra – su maestro B.F. Newton, el reverendo Charles Wadsworth, el escritor Samuel Bowles y el juez Otis P. Lord, entre algunos de los pocos elegidos. Un micromundo ante el cual Emily abría su corazón y mostraba en su correspondencia la temática tantas veces visible en sus 1775 poemas: la naturaleza, el amor la muerte y la soledad.

 

En mi flor me he escondido
para que, si en el pecho me llevases,
sin sospecharlo tú también allí estuviera…
Y sabrán lo demás sólo los ángeles.

En mi flor me he escondido
para que, al deslizarme de tu vaso,
tú, sin saberlo, sientas
casi la soledad que te he dejado.

En la vida de Emily tenemos constancia de dos grandes amores que marcaron vida y su poesía. El primero de ellos fue el que sintió por su primer profesor Benjamin Newton. Newton convivió con los Dickinson alrededor de dos años, después de los cuales fue despedido por el patriarca de la familia al ver la fascinación que el joven había despertado en su hija. Además la lectura que el profesor le proporcionaba a Emily no era del agrado de la severa y puritana mentalidad de Edward Dickinson.

Su marcha supuso una gran tristeza para la escritora, que ya desde tiempo atrás había compartido con su cuñada y mejor amiga Susan los sentimientos que Newton suscitaba en ella. Aunque nunca sabremos si entre ambos existió algo más que la relación profesor-alumna si tenemos constancia, a través de la correspondencia de Emily con sus amigos y confidentes, de que el joven siguió en contacto con ella hasta el día de su muerte, sumiendo a Emily en una tristeza que hizo su carácter aún más retraído.

Que yo siempre amé
yo te traigo la prueba
que hasta que amé
yo nunca viví -bastante-

que yo amaré siempre
te lo discutiré
que amor es vida
y vida inmortalidad

esto -si lo dudas- querido,
entonces yo no tengo
nada que mostrar
salvo el calvario

Su segundo amor fue el Reverendo Charles Wadsworth, al que conoció en  Filadelfia, en una de sus pocas salidas de casa. La atracción entre ambos fue mutua desde el primer momento, aunque el amor entre ambos era imposible ya que él estaba casado. Sabemos que se vieron en alguna ocasión más y que mantuvieron correspondencia hasta la muerte de Charles. La muerte de su amado fue el detonante para que ya la de por sí reclusión de Emily se convirtiera en un encierro total, negándose no sólo a salir de casa sino de su habitación.

Su cuarto, sus poemas y sus cartas se convirtieron en el único mundo de Emily. Y así, contemplando el mundo solamente desde su ventana, permaneció la poetisa hasta el momento de su temprana muerte con 55 años.

Podría estar más sola sin mi soledad,
tan habituada estoy a mi destino,
tal vez la otra paz,
podría interrumpir la oscuridad
y llenar el pequeño cuarto,
demasiado exiguo en su medida
para contener el sacramento de él,

no estoy habituada a la esperanza,
podría entrometerse en su dulce ostentación,
violar el lugar ordenado para el sufrimiento,

sería más fácil fallecer con la tierra a la vista,
que conquistar mi azul península,
perecer de deleite.

Pocos y de manera muy puntal fueron los poemas publicados en vida por la poetisa, ya que ella se negó siempre a que vieran la luz más allá de sus círculo más íntimo, que siempre respeto sus deseos. Thomas Higginson y Helen Hunt Jackson fueron dos de los afortunados a quien Emily confió sus poemas; ninguno de ellos pudo convencerla para publicar, y lo que es más importante, aunque ambos sugirieron cambios en la técnica para acomodar su poesía a las rimas tradicionales y clásicas, Emily no se dejó tentar y sin dudar ni un ápice de su poesía no hay constancia de que cambiara ni un sólo verso.

A su muerte y gracias a Vinnie se descubrieron en la habitación de Emily 40 volúmenes llenos de poemas. Pero además de los poemas contenidos en estos volúmenes, su poemario se completa con todos aquellos poemas incluidos en su extensa correspondencia.

El no contar con la ayuda de la autora y el tener que recopilar todos los poemas enviados en las cartas  provocó diferentes clasificaciones y agrupaciones en diferentes antologías poéticas, unas veces agrupando los poemas por temática y otras, quizás la tarea más difícil, por orden cronológico de la escritura.

La personalidad de Emily y su entorno, así como aquellas razones que llevaron  aquella niña inteligente y vivaz a encerrarse en su cuarto y negarse a publicar trato de entenderla a través de sus cartas, que son el único testimonio que tenemos en primera persona de una de las poetisas más grandes y originales de la historia de la literatura.

 

Morir no duele mucho:
nos duele más la vida.
Pero el morir es cosa diferente,
tras la puerta escondida:

la costumbre del sur, cuando los

pájaros
antes que el hielo venga,
van a un clima mejor. Nosotros somos
pájaros que se quedan:

los temblorosos junto al umbral campesino,
que la migaja buscan,

brindada avaramente, hasta que ya la nieve
piadosa hacia el hogar nos empuja las plumas.

 

 

 

En este enlace puedes encontrat toda la obra de Emily Dickinson en inglés – esta página incluye una biografía y 1775 poemas de la poetisa americana.

http://www.americanpoems.com/poets/emilydickinson

En mi blog http://casitadepapel.wordpress.com , encontrarás una preciosa paper doll de Emily Dickinson realizada por  Lisa Perrin

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Imágenes 1, 3, 6, 8: colección del Emily Dickinson Museum

http://www.emilydickinsonmuseum.org

Imagen 2: Fragmento de Dante y Beatrice de Waterhouse

Imagen 4: Mujer Leyendo, Claude Monet

Imagen 7: Ilustraciones de Isabelle Arsenault para una recopilación de poemas de Emily Dickinson titulada My Letter To The World

Imagen 8: Ilustración de Sonya para un fragmento de un poema de Emily Dickinson

http://www.flickr.com/photos/sonya/868393480

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8 comentarios sobre “Emily Dickinson

  1. Este post me a parecido uno de los más bonitos que has publicado hasta el momento.Conocía a Emily Dickinson , aunque he leído pocos poemas suyos.Era una persona muy misteriosa, no sé cómo alguien puede aguantar tantas horas de aislamiento.Y sin embargo eso no le impidió enamorarse un par de veces.
    Muy bonitas las pinturas e ilustraciones que has puesto.

    Un salydo 🙂

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    1. Me alegro mucho que te haya gustado. Sinceramente me ha encantado escribirlo e ilustrarlo. La idea surgió a partir de ver el recortable de Lisa Perrin sobre Emily. La verdad es que creo que en su ilustración ha sabido captar la mirada dulce y melancólica, pero al mismo tiempo firme de la escritora.
      La poesía de Dickinson creo que es preciosa: transmite dulzura y pasión al mismo tiempo. Además su vida es realmente fascinante y casi misteriosa. Escribir esta entrada ha sido como descubrir de nuevo sus poemas y a poetisa.
      No sé si está un poco mal decirlo pero creo que me ha quedado un post muy bonito; si tuviera que hacer una lista de mis propias entradas esta estaría entre mis favoritos en dura competencia con la dedicada a Emily Brönte.

      Hasta la próxima,
      María

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      1. Pues me has dejado con ganas de leer sobre alguna otra escritora o escritor, me encanta leer sobre los escritores,muchos tubieron una vida que a mi , por lo menos , casi me fascina,para una novela daban, nunca mejor dicho.

        Hasta la próxima entrada 🙂

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    1. Gracias, Marta! Sabes que recibir a Tía Gretel en La Casa Victoriana y en La Casita de Papel es siempre un placer. Como le decía a Laura me ha gustado muchísimo escribirlo, la verdad.
      Un besazo
      María

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  2. Hola!

    Muy lindo el blog! Pero he probado desde varios computadores y en ninguno aparecen las imágenes lo cual es una pena porque me parece que deben ser muy bellas.
    Espero puedas revisar esto.

    Saludos y sigue con este hermoso blog!

    Sol.

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    1. Muchas gracias, Sol. Pues no sé que pasará. Quizás sea por el navegador. Yo siempre utilizo el Mozilla Firefox, así que sinceramente no sé si con el Chrome, el Safari o el Explorer se ven correctamente, pero intentaré arreglarlo. Y es una pena porque las ilustraciones son muy bellas. Si puedes vete a alguno de los enlaces o búscalas por el nombre en el buscador del google – al final del post están todas; merece la pena. Algunas son de ilustradoras actuales realmente buenas. En mi otro blog sobre recortables Mi Casita de Papel he puesto una paper doll de Emily Dickinson muy bien ilustrados por Lisa Perrin, una ilustradora británica que me ha conquistado con su original trabajo y su interpretación de la poeta.
      Gracias de nuevo y bienvenida a La Casa Victoriana!

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  3. Hola, somos un grupo de aficionados a la literatura que lleamos una pagina en coautoria entre todos. Buscando información para complementar la información que ya teniamos de Emily Dickinson, la poeta Delia Mc Donald, nos contó de ustedes y pues… nos gustó mucho y queríamos solo decir Gracias por existir

    Anne K

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