Los Vinegar Valentines: cuando el amor se convierte en odio

Siempre que pensamos en la festividad de San Valentín victoriana nuestra imaginación nos lleva a un mundo de flores, querubines, poesías y tarjetas tan ornamentadas que dejarían perplejo al romántico más exigente.

En La Casa Victoriana hemos dedicado varios artículos a las tradiciones, curiosidades y protocolos del día del amor por excelencia. Pero hoy nos adentraremos en un escenario más oscuro que sentimental, el de los Vinegar Valentines, tarjetas insultantes que en vez de transmitir amor incondicional propagaban odio sin fin.

¿Qué eran losVinegar Valentines?

Los Vinegar Valentines eran tarjetas de felicitación satíricas y ofensivas que se popularizaron a mediados del siglo XIX, con el nombre de Comic Cards o Insulting Cards. Este tipo de tarjetas, a diferencia de las postales tradicionales de San Valentín que expresaban amor y afecto, estaban diseñadas para burlarse y ridiculizar al destinatario y contenían un verso mordaz o una caricatura que pretendía humillar a la persona a la que se referían.

Como no podía ser de otro modo, y tal y como ocurre en la actualidad, habitualmente se enviaban de forma anónima, siendo los remitentes un caballero o una dama, ya que el despecho y la venganza por haber sido rechazado no tenía género.

Los materiales para engalanar las tarjetas románticas como encajes, tul, lazos y flores secas desaparecían para dejar unas cartas impresas en papel barato, desprovistas de todo boato. Las ilustraciones eran de mal gusto, incluso groseras y los poemas que las acompañaban eran sarcásticos y realmente desagradables, aludiendo, con un supuesto tono humorístico a algún defecto físico, discapacidad o rasgo de carácter del destinatario.

También se enviaban notas haciendo referencia a la profesión del receptor de la carta, su estatus social o a alguna desgracia que le hubiera ocurrido. Muchas de estas postales se hacían por encargo y estaban personalizadas para poder causar el mayor daño posible a la persona a la que iban dirigidas.

¿Por qué el nombre de VinegarValentines?

El nombre viene de la práctica de utilizar vinagre para teñir las tarjetas y darles un aspecto envejecido. Esta técnica consistía en sumergir la postal en una mezcla de vinagre y agua, lo que no sólo añadía un tinte distintivo, sino que también ayudaba a preservar el delicado papel. Lo ideal para una tarjeta de buena calidad era que el papel tuviera un toque púrpura, ya que durante la época victoriana, el color púrpura simbolizaba la riqueza y el lujo. Ese matiz de color diferenciaba un papel caro de otro que no lo era.

Sin embargo, los pigmentos morados eran bastante caros y poco accesibles para la población en general. Por eso se recurría al vinagre, un ingrediente doméstico fácil de conseguir, para crear una alternativa económica. Las propiedades ácidas del vinagre reaccionaban con ciertos tintes para producir un tono púrpura. Esto permitía imitar la suntuosidad asociada al púrpura sin arruinarse.

Efectos de la recepción de unaVinegarValentine

Cuando alguien recibía una tarjeta desagradable por San Valentín no solo se sentía insultado y humillado, sino que teniendo en cuenta los despiadados mensajes que podían contener feroces amenazas y perversos comentarios personales, podían crear un estado emocionalmente angustioso para el destinatario.

Además, como la carta era anónima, la víctima se sentía acechada y acosada sin tener la certeza de quien de todos los que la rodeaban podían albergar tanto odio hacia ella y, al mismo tiempo, mostrar una actitud cariñosa en su presencia, creando un estado de miedo constante que podía tener consecuencias a largo plazo en el bienestar mental de las personas implicadas.

En una sociedad tan encorsetada como la victoriana, la recepción de este tipo de tarjetas no siempre creaba una conexión de compasión con el destinatario sino que servía para levantar todo tipo de susceptibilidades, sospechas y rumores incluso entre los más allegados al destinatario. Amigos, conocidos e incluso parejas sentimentales podían distanciarse debido al contenido hiriente de estas tarjetas.

Contenido de las VinegarValentines

El lenguaje de las flores
Durante la época victoriana, el lenguaje de las flores se convirtió en una forma popular de transmitir sentimientos y emociones. Sin embargo, algunos individuos tergiversaron esta tradición para enviar mensajes con connotaciones negativas. Por ejemplo, la inclusión de ciertas flores, como el cardo o la rosa amarilla, podía significar desdén o rechazo en lugar de afecto.

El envío de rosas negras

Las rosas negras, aunque no son un color natural de las flores, se creaban a menudo tiñendo rosas blancas o rojas con tintes oscuros. Estas rosas se consideraban misteriosas y raras, y se asociaban con los peores presagios.

Enviar una rosa negra conllevaba un mensaje específico que no era difícil malinterpretar. La rosa negra simbolizaba la muerte, el luto y el amor trágico. Representaba la pérdida de un ser querido, un corazón roto o el final de una relación romántica. Mientras que las rosas rojas se asociaban con el amor apasionado y las rosas blancas simbolizaban la pureza, las rosas negras transmitían una sensación de pena y dolor.

Enviar una rosa negra en San Valentín era un gesto conmovedor. Hablaba de un amor no correspondido o perdido, expresando el dolor y la nostalgia asociados a un corazón roto. Algunos creían que regalar una rosa negra en este día podía cerrar relaciones pasadas y servir como estímulo para seguir adelante.

Composiciones ofensivas
Como comentamos anteriormente, estas composiciones utilizaban un lenguaje insultante, usando chistes ofensivos para menospreciar o burlarse del destinatario de todas las formas posibles. No se ahorraba en crueldad ni en insensibilidad; el objetivo era hacer daño y humillar al destinatario y que este fuera consciente del desprecio que su persona causaba en el remitente. El anonimato animaba a enviar mensajes maliciosos sin miedo a ser identificados.

Tarjetas de San Valentín ‘Penny Dreadfuls
Los ‘Penny Dreadfuls‘ eran publicaciones baratas y sensacionalistas que ganaron popularidad durante la era victoriana. Algunas personas imprimían tarjetas de San Valentín inspiradas en estas publicaciones que presentaban ilustraciones horripilantes y mensajes perturbadores con el objetivo de impactar o asustar al destinatario en lugar de expresar amor o afecto.

Las consecuencias legales de las VinegarValentines

A medida que el Día de San Valentín ganaba popularidad en el siglo XIX, sus festividades y expresiones de afecto fueron objeto de escrutinio y regulación por parte de las autoridades, que creían que estas eran cada vez más exageradas y chocaban con las normas más elementales de la moral victoriana. Para que las celebraciones se mantuvieran dentro de los límites de una conducta aceptable se establecieron varias normas para mantener los valores conservadores y poner freno a las muestras románticas en público.

Una de las leyes más importantes relacionadas con San Valentín fue la Obscenity Act de 1857. Con esta ley se pretendía controlar la difusión de material explícito de contenido amoroso que pudiera rozar la obscenidad, pero también las tarjetas de talante ofensivo e insultante. Esta ley castigaba tanto la producción de estas tarjetas como su envío si se descubría el remitente, y también evitaba la publicación en periódicos de anuncios ofensivos donde se manera pública se ofendiera a cualquier ciudadano.

Como podéis ver no todo era almíbar en el día de San Valentín, pero desde La Casa Victoriana os deseamos un Feliz día de San Valentín, lleno de buenos deseos para compartir con quien os apetezca hacerlo.

Tenéis más entradas y curiosidades para disfrutar San Valentín en el blog, en el apartado ¡Feliz San Valentín Victoriano!. Recordad seguirnos en nuestras redes sociales: Facebook, Instagram, Twitter y Threads.

Imágenes propiedad de: Royal Pavilion & Museums, Brighton & HoveRoyal Pavilion & Museums, Brighton & Hove. Copyright: CC BY-SA y del Museum of London

El servicio doméstico en la era victoriana I

Como cada año La Casa Victoriana obsequia a todos sus subscriptores y amigos con un almanaque mensual gratuito que se puede descargar pinchando con el botón derecho del ratón sobre cada imagen.

El tema elegido este año es el servicio doméstico en la era victoriana y para acompañar las imágenes nos adentraremos en el mundo de «los de abajo», todos aquellos que con su trabajo conseguían que las casas de las clases más adineradas funcionaran a la perfección.

Como el tema es amplio lo desarrollaremos en entradas posteriores, hoy comenzamos con los puestos, jerarquías y funciones de los empleados del servicio doméstico.

La contratación de los empleados domésticos

La contratación de los sirvientes, tanto masculinos como femeninos, se llevaba a cabo a través de agencias de empleo, referencias personales, recomendaciones, anuncios en periódicos y empresas de registros de sirvientes. Muchos jóvenes de clase humilde, con escasa formación buscaban puestos como empleados domésticos buscando un ingreso estable y un lugar para vivir en la ciudad.

Las familias estaban orgullosas de que sus hijos trabajaran en casas adineradas ya que para ellos significaba tener un trabajo respetable y perspectivas de futuro. Los candidatos a empleado doméstico pasaban por un proceso de selección inicial, con entrevistas donde se evaluaba su carácter, habilidades y referencias.

Aunque los empleadores esperaban que sus nuevos sirvientes tuvieran conocimientos básicos de tareas domésticas y etiqueta, no todos los hogares reclamaban las mismas características de sus empleados, por lo que las agencias se esforzaban en proporcionar los perfiles más adecuados para cada casa. Para los puestos de rango superior se solicitaban experiencia y referencias. Para los de rango intermedio e inferior la capacidad de trabajo duro y los rasgos de carácter era lo más importante.

Los deberes de los empleados domésticos y jerarquías

En los hogares victorianos, los sirvientes domésticos se encargaban de llevar a cabo diversas tareas para garantizar el buen funcionamiento del hogar. Cada sirviente desempeñaba una función específica y tenía responsabilidades distintas.

El servicio doméstico victoriano tenía una clara jerarquía social, en la que cada empleado ocupa estrictamente su lugar y se adaptaba a la disciplina establecida dentro de su ocupación, obedeciendo a su superior en rango. Esta jerarquía proporcionaba orden dentro de la organización de la casa.

Rangos superiores. Dentro de este rango jerárquico estaban el mayordomo, el ama de llaves y la cocinera. Cada uno de ellos administraba su parcela del hogar con autoridad sobre sus subordinados. Tenían habitaciones individuales y separadas del resto del personal.

Rangos intermedios. Los asistentes de cámara y las damas de compañía tenían una consideración superior a las sirvientas y lacayos dentro de la casa, pero compartían con estos las habitaciones y estaban supeditados a las órdenes del mayordomo y ama de llaves.

Rangos inferiores. Las sirvientas, los lacayos y otros miembros del personal subalterno ocupaban puestos inferiores en la jerarquía. Recibían instrucciones de las posiciones superiores y llevaban a cabo las tareas asignadas. Sus viviendas a menudo eran compartidas y estaban ubicadas en las áreas de los sirvientes.

Los principales puestos en el servicio doméstico eran:

Mayordomo. El mayordomo era el jefe del personal masculino y era responsable de administrar la despensa, la bodega y, a veces, las finanzas de la finca. También supervisaban el servicio de mesa durante las comidas y supervisaban a otros sirvientes masculinos. Era una figura respetada tanto por el personal como por los señores de la casa que depositaban en él su confianza para la gestión de los asuntos domésticos y, no pocas veces, para los asuntos personales.

Entre los rasgos inherentes al carácter de un buen mayordomo estaban la lealtad, la discreción y la eficacia para resolver problemas inoportunos.

Ama de llaves. El ama de llaves estaba a cargo de la administración general del hogar. Se encargaban de garantizar la limpieza, la organización y el inventario de los insumos del hogar. Además, supervisaban a las sirvientas y manejaban los presupuestos para los gastos del hogar. Era un figura tan respetada por los señores como temida por todos miembros del servicio doméstico.

Cocinera. El papel de la cocinera era preparar las comidas para el hogar. Eran expertas en la creación de platos y postres elaborados y en la gestión del personal de cocina. La posición de la cocinera era muy apreciada, y su capacidad para crear comidas deliciosas era a menudo un motivo de orgullo para la familia.

Con la ayuda del ama de llaves creaba los menús que se degustaban en las celebraciones familiares. Su mayor dificultad era conseguir unos platos suculentos con las mejores materias primas con los ajustados presupuestos y plazos de que disponía y con un personal de cocina a menudo muy joven y con poca experiencia. La cocina era su reino y ni siquiera el mayordomo o el ama de llaves solían contradecirla. Perder a una buena cocinera era una desgracia que ninguna familia quería sufrir.

Sirvientas. Había diferentes tipos de sirvientas, incluidas las camareras de piso, las sirvientas de salón y las sirvientas de cocina. Las camareras de piso se encargaban de la limpieza y el mantenimiento de los dormitorios, mientras que las camareras de salón se centraban en el mantenimiento de las zonas compartidas por la familia. Las sirvientas de la cocina trabajaban en la cocina y ayudaban a la cocinera con diversas tareas básicas, como limpiar los platos y pelar verduras y patatas.

Lacayos. Las tareas principales de un lacayo eran recibir y saludar a los visitantes, tomar sus abrigos y anunciar su llegada a los anfitriones, tratándolos con la máxima cortesía y asegurándose de que sus necesidades fueran atendidas durante su estancia. Además, recibían formación sobre las reglas de protocolo y buenas maneras en la mesa para que pudieran ayudar con el servicio, los cubiertos y servir las comidas y bebidas durante cenas formales y reuniones.

Los lacayos eran fácilmente reconocibles por su distintivo uniforme, que consistía en una chaqueta por encima de la rodilla, chaleco y pantalones ajustados. Se esperaba que se comportaran con el mayor decoro y se adhirieran a un estricto código de conducta.

Ayudante de cámara. El ayudante de cámara (valet) era más que un asistente personal. Su trabajo consistía en brindar un servicio personal impecable a su empleador, asegurándose de que lucieran lo mejor posible en todo momento con la selección de la indumentaria apropiada para cada ocasión. Se encargaba de supervisar el mantenimiento y la organización del guardarropa del señor, revisando que cada prenda estuviera limpia, reparada y almacenada de manera adecuada y examinando cada prenda en busca de arrugas, manchas o hilos sueltos.

No se olvidaba de los complementos como anillos, relojes, pañuelos y alfileres de corbata. Una de sus labores era ayudar al señor con sus rutinas diarias: preparaba los utensilios de afeitado del señor y agua tibia para su afeitado matutino, preparaba su ropa, pulía los zapatos y preparaba peines y lociones. Como la dama de compañía de la señora se requería que fuese leal y discreto, ya que, por su posición, estaban al tanto de conversaciones personales e información delicada.

Niñeras e institutrices. En los hogares con niños pequeños, se empleaban niñeras (nannies) para velar por el bienestar de los niños. Sus responsabilidades incluían alimentar, bañar y supervisar el tiempo de juego. Las institutrices (governess) se encargaban de instruir los niños mayores con clases de cálculo, escritura y modales. Además ayudaban a las jovencitas a aprender todo lo que se esperaba de ellas para ser una dama: costura, pintura, música, conversación…

Mientras que la niñera solía gozar del cariño de toda la familia y era muy apreciada por los niños, la institutriz representaba una figura de autoridad, que debía ser inflexible y a la que los padres le exigían los más altos estándares para ser contratada habitualmente con un salario bajo para sus funciones y responsabilidades. La niñera podía compartir habitación con los pequeños. La institutriz solía tener un cuarto individual o incluso vivir fuera de la casa familiar.

Damas de compañía. La dama de compañía proporcionaba asistencia y apoyo a la dueña de la casa. Se esperaba que acompañara a la dueña de la casa a los eventos sociales, asegurándose de que estuviera vestida y peinada apropiadamente en todo momento. Siempre estaba presente pendiente de la señora, aunque en un segundo plano. Además ayudaba con la correspondencia personal y la agenda social. 

También desempeñaba un papel crucial en la coordinación del personal, asegurando una comunicación fluida y un funcionamiento eficiente dentro del hogar. Los rasgos de carácter como la discreción, la lealtad y la confiabilidad eran muy valorados en una dama de compañía, ya que solía ser confidente o testigo de situaciones que debían ser mantenidas en secreto. Su estatus dentro de la casa era superior al de los sirvientes, pero inferior al del ama de llaves y el mayordomo.

Desde La Casa Victoriana os enviamos nuestros mejores deseos de felicidad y salud para el nuevo año. Espero que os sea propicio para llevar a cabo vuestros proyectos y cumplir vuestros sueños.

Mesmerismo, espiritismo y criaturas terroríficas

El mesmerismo

Uno de los métodos de contacto con el más allá, y de pseudocuración que se pusieron de moda en el siglo XIX, fue el mesmerismo, también conocida como la doctrina del magnetismo animal, que dominó la escena sobrenatural decimonónica.

La técnica de mesmerizar fue desarrollada en el siglo XVIII por el doctor austriaco Franz Anton Mesmer. Según su teoría, las enfermedades eran causadas por bloqueos en el flujo de energía vital del individuo. Mediante su método, Mesmer buscaba desatar estos bloqueos y permitir que la energía pudiera fluir libremente por el cuerpo. Su enfoque se basaba en la creencia de que restaurar este flujo de energía era esencial para el bienestar y la salud del individuo.

Para ello utilizaba imanes que colocaba sobre el cuerpo, de esta manera podía controlar el flujo de energía que pasaba por los órganos vitales y curar enfermedades no solo físicas sino con un componente psicológico como la histeria, la melancolía y la epilepsia.

LA practictioner of Mesmerism using Animal Magnetism Credit: Wellcome Library, London. Wellcome Images images@wellcome.ac.uk

La técnica de Mesmer fue objeto de profundo estudio y acalorado debate dentro de la comunidad científica, debido a su novedoso y polémico enfoque. Parte de su legado se encuentra ligado directamente al surgimiento y utilización del hipnotismo con fines médicos.

Tristemente, ciertos discípulos de Mesmer consideraron las sesiones de mesmerismo como una oportunidad para obtener beneficios económicos a expensas de las damas de la alta sociedad victoriana. Presentaron este método no solo como una forma de curación, sino también como un medio de comunicación con los espíritus. Esta posibilidad generó un entusiasmo tal que las damas estaban dispuestas a pagar cualquier cantidad de dinero para participar en estas sesiones.

En los encuentros mesmerizantes de comunicación con el más allá, un conjunto de individuos se congregaba en una sala, conformando un círculo. En lugar de unir las manos, como ocurría en las sesiones de espiritismo, entrelazaban sus pulgares con el propósito de facilitar la transmisión de energía entre ellos.

Mesmer, y sus seguidores, que dominaban la puesta en escena como los mejores actores, eran capaces de influir de tal modo en los asistentes que estos entraban en una especie de trance y acababan teniendo crisis convulsivas en unos pocos minutos. Cuando regresaban del estado de trance aseguraban haber contactado con sus seres queridos.

Otra de las innovaciones de la técnica de Mesmer fue la curación con el agua de un barreño. En esta técnica, como si de un espectáculo grupal se tratara, los asistentes se situaban en un cículo cogidos de las manos para que el agua del barreño se llenara de la energía de sus cuerpos. Mientras tanto, los asistentes de Mesmer frotaban con el agua los cuerpos de los participantes en la sesión. No hace falta decir que estas sesiones eran muy lucrativas, y que Mesmer y sus seguidores se embolsaban una buena cantidad de dinero por cada asistente a un acto en el que las supuestas curaciones no tenían base científica alguna.

A pesar de su éxito en los salones más selectos del siglo XIX, los seguidores del mesmerismo no consiguieron poner de acuerdo ni a los científicos ni a la sociedad decimonónica. Queridos u odiados no dejaban a nadie indiferente: para unos eran unos auténticos sanadores capaces de hacer desaparecer la enfermedad física y psicológica, así como unos aténticos mediums con habilidades para contactar con el mundo espiritual; para otros eran unos charlatanes sin base médica ni científica que estafaban sin escrúpulos a damas adineradas y a personas desesperadas dominando el arte de la sugestión.

Como curiosidad , recordaremos que en 1994, el magnífico Alan Rickman (el mejor Colonel Brandon de Sentido y Sensibilidad y nuestro querido profesor Snape), protagonizó Mesmer, una recomendable pelicula sobre Franz Mesmer, sus técnicas y sus seguidores.

El espiritismo

Aunque ya tenemos constancia de reuniones para contactar con los espíritus alrededor del siglo III, la fiebre por la nigromancia comenzó en 1848, cuando las hermanas Fox de Nueva York contaron que habían escuchado ruidos hechos por espíritus, con los que pudieron contactar e, incluso, comprender sus mensajes.

Las jóvenes pronto se convirtieron en una referencia para todos los que pensaban que se podía contactar con el más allá y, creían que ciertas personas habían sido agraciadas con el don de comunicarse con los espíritus.

Kate y Margaret Fox, se hicieron populares por realizar sesiones públicas en Nueva York con el objetivo de contactar a los muertos, a pesar de que ante la presión de sus allegados para que confesaran si todo formaba parte de una broma o no, las hermanas admitieron que se lo habían inventado todo.

Pero, la fiebre por las sesiones de espiritismo ya había comenzado en Europa y Estados Unidos, con mediums, pseudomediums y farsantes que organizaban reuniones para complacer a todos aquellos que deseaban contactar con personas que habían fallecido.

En el siglo XIX, estas sesiones gozaban de tanta popularidad que incluso se celebraron en la Casa Blanca. Mary Todd Lincoln, esposa de Abraham Lincoln, organizó varias sesiones en la Casa Blanca mientras lloraba la pérdida de su hijo. A esta sesión asistieron reputados nombres de la alta sociedad y política estadounidense, incluido su esposo, el presidente Abraham Lincoln.

Las sesiones de espiritismo crearon un pasional debate entre los que creían que existían personas que podían comunicarse con el más allá y los científicos y escépticos que lo consideraban un fraude. En 1887 la Comisión Seybert, de la Universidad de Pensilvania con su investigación sobre varios médiums espiritistas respetados llegó a la conclusión de que todos y cada uno de ellos mentían y engañaban a los asistentes a sus sesiones. Pese a todo, los resultados de la comisión no consiguieron que el furor por las sesiones espiritistas desapareciera.

Spring Heeled Jack, el monstruo fantasmagórico que amedrentó al Londres victoriano. ¿Leyenda o broma pesada?

No tan conocido como otras criaturas que han pasado a la historia de monstruos y fantasmas victorianos, Spring Heeled Jack fue uno de los mayores acaparadores de portadas de los tabloides londinenses de la primera mitad del siglo XIX.

La primera noticia que se tuvo de Spring Heeled Jack sucedió en octubre de 1837 cuando una joven contó haber sido atacada violentamente mientras caminaba por Clapham Common. La sorpresa vino cuando la joven describió a la policía a su peculiar agresor: un espíritu maligno, con garras, ojos de fuego y cara cadavérica con una agilidad fuera de lo común. Afortunadamente, los gritos de la joven lo hicieron huir y las consecuencias no fueron fatales.

En una Inglaterra que devoraba novela gótica y se sentía fuertemente atraída por las historias de monstruos y fantasmas, la aparición del monstruo de los muelles londinenses se convirtió en el tema de moda para todas las clases sociales, y Spring Heeled Jack protagonizaba las charlas tanto de salones selectos como de los pubs de los barrios obreros.

Pronto aparecieron más jóvenes contando como habían sido atacadas por Spring Heeled Jack, y, cada vez, la criatura aumentaba su aspecto demoníaco y sus poderes sobrenaturales. En febrero de 1838, dos adolescentes atacadas describieron que además de su apariencia espantosa tenía la habilidad de arrojar llamas azules y blancas de su boca. Las noticias sobre la extraña criatura se mantuvieron hasta 1888, cuando apareció en el tejado de una iglesia de Liverpool.

Hubo muchas teorías sobre el origen del monstruo. Una de las que tuvieron más adeptos y resultaron más creíbles para la policía londinense era que realmente no existía y era fruto de las bromas pesadas de pandillas de gamberros que pretendían asustar a las damiselas que caminaban solas por las calles londinenses. Incluso, se señaló como culpable al joven marqués de Waterford, conocido por gastar bromas, a cada cual más pesada, con su pandilla de amigos aristócratas, tan gamberros como él, pero nunca se pudo demostrar su autoría.

Spring Heeled Jack nunca fue atrapado y se convirtió en una leyenda con la que los padres asustaban a sus hijos traviesos.

¡Feliz Halloween, victorianos!

Venenos victorianos II: anilina, mercurio y otras locuras

Anilina o cómo envenenarse (otra vez) con un vestido

En 1856, el químico escocés William Henry Perry descubrió uno de los tintes sintéticos que más exito tuvieron en la época victoriana: la púrpura de anilina.

En realidad, el joven Perry, había recibido el encargo de buscar un compuesto sintético de la quinina, como remedio económico para tratar la malaria. Después de varios intentos frustrados, se percató de que la sustancia creada, la anilina, reaccionaba con el alcohol produciendo una nueva sustancia de un llamativo color púrpura.

Después de experimentar diferentes usos con ella, la sustancia se reveló como un poderoso tinte, que podía teñir los tejidos de diferentes tonos de color púrpura. Se comercializó con el nombre de ‘Mauvine’ y fue un gran éxito en la industria textil debido a su bajo precio.

Pero la anilina tenía una cara oculta: una gran toxicidad. En contacto con la piel producía cianosis, irritación de la piel e hinchazón de ojos.
Dependiendo de la cantidad y tiempo de la exposición tenía otros efectos secundarios como mareos, dolores de cabeza, convulsiones y, en casos extremos, la muerte.

Las personas más perjudicadas por los efectos de la anilina eran las damas que lucían los vestidos púrpura tan llamativos como espectaculares, pero, al igual que pasaba con el arsénico, las más afectadas eran las costureras y los trabajadores de la industria textil, en su mayoría mujeres y niños.

Desgraciadamente, los efectos de la anilina han seguido haciendo estragos, pues no hace muchos años se registraron intoxicaciones y fallecimientos de jóvenes después de teñir sus prendas con esta sustancia.

Los sombrereros y el mercurio

¿Existieron realmente los mad hatters? Pues sí, y creo que os sorprenderéis con su historia. El mad hatter o sombrerero loco más famoso de la historia de la literatura es, sin duda, el de ‘Alicia en el País de las Maravillas’. Muchas personas piensan que ese personaje tan singular y realmente chalado fue obra de la imaginación de Lewis Carroll, pero los sombreros locos existieron realmente. De hecho, su locura tenía un nombre the mad hatter disease o la enfermedad del sombrerero loco.

Pero, ¿a qué era debida? Pues, al igual que les sucedía a las costureras victorianas con el arsénico o la anilina, los sombrereros se envenenaban con el mercurio que utilizaban para tratar el fieltro que provenía de la piel de conejo con la que hacían los sombreros.

La historia cuenta que la orina siempre fue uno de los ingredientes con los que se le daba consistencia a la piel de los sombreros. Pero, alrededor de 1600, un fabricante de sombreros conseguía sombreros de una calidad superior a la de sus competidores. ¿Cuál era su secreto? Pues su secreto era, ni más ni menos, que el mercurio que tomaba para tratar su sífilis. Este, mezclado con la orina, producía una mezcla fantástica para la producción de la piel de los sombreros.

Así, poco a poco, el mercurio se incorporó al tratamiento del fieltro. El contacto con el elemento venenoso provocaba la locura en los fabricantes dando lugar a los sombrereros locos.

La belladona: la locura cosmética para simular languidez

Durante la época del Romanticismo, las mejillas sonrosadas naturales o fruto del maquillaje dieron paso a una moda donde una enfermiza palidez se convirtió en un extaño sinónimo de belleza juvenil.

Si una joven no era lo suficientemente afortunada para mostrar en su cara los síntomas de haber sufrido por amor, lo cual se consideraba un aspecto glamuroso, estaba dispuesta a hacer cual cosa para conseguirlo, desde beber vinagre para procurarse una palidez sepulcral, a pasar las noches en vela sollozando con poemas de amor.

Asímismo, podía conseguir una mirada ligeramente ausente poniendo unas gotas de belladona en sus ojos. Esta planta recibía su nombre por su capacidad de proporcionar una imagen bella de la mujer, dilatando sus pupilas, limpiando la mirada y dotándola de un aire poético y romántico. Desgraciadamente, los efectos secundarios de la belladona eran devastadores, causando ceguera y parálisis entre otras dolencias.

Otras sustancias utilizadas para embellecer la piel y los labios, como el óxido de zinc, el mercurio, el antimonio y el sulfuro de plomo eran utilizadas en productos de belleza, provocando graves problemas de salud a largo plazo. El aire ausente y supuestamente romántico que les proporcionaba a las jóvenes llegó a estar tan de moda que cualquier riesgo era pequeño comparado con el encanto de un aspecto enfermizo y de deliberada tristeza.

De este modo, la belladona, el arsénico, el mercurio, el plomo o el bismuto pasaron a ser ingredientes destacados de todo tipo de lociones de belleza, y, a pesar de que muchos médicos avisaban de los peligros de parálisis facial, amarilleo y acartonamiento de la piel, pocas eran las que abandonaban su uso. Cualquier riesgo era mínimo ante el objetivo de estar atractivas en todo momento.

Fraudes alimentarios victorianos: como envenenar los alimentos para obtener beneficios económicos que ponían en riesgo la salud

En la época victoriana los fraudes culinarios para obtener la máxima ganancia en la venta de productos alimenticios era muy habitual.

La comida solía mezclarse con diferentes sustancias, normalmente nocivas para salud. Pero los comerciantes demostraban no tener ningún tipo de escrúpulo si eso le proporcionaba algunos peniques extra.

Algunas de los fraudes más habituales fueron los siguientes:

  • algunos tenderos acostumbraban a mezclar azúcar con arena para que esta pesara más, y así, poder ahorrarse una cantidad de azúcar en la venta.
  • los panaderos solían moler tiza y añadir este polvo a la harina. La tiza hacía que la harina pareciera más blanca y, además, el comerciante se guardaba una cantidad de harina para poder vender después.
  • los lecheros rebajaban la leche con agua. Teniendo en cuenta que esta era una práctica habitual de las madres de familias humildes para «estirar» la leche para su prole, nos damos cuenta de que las clases victorianas humildes tomaban más agua que leche.
  • había confiteros que para hacer (y posteriormente vender) chocolate mezclaban cera derretida con pintura marrón.
  • uno de los fraudes más comunes se hacía en los «dairy», donde los comerciantes añadían plomo al queso porque la mezcla le proporcionaba un color rojizo que lo asemejaba al queso de Gloucester, el cual se vendía más caro que el queso común.

Como anécdota diremos que en 1881, las autoridades sanitarias analizaron la composición de los helados que se almacenaban en recipientes de cobre o latón y se vendían en los puestos callejeros.
Para su sorpresa encontraron en su composición, además de azúcar y nata, nada más y nada menos que: paja, pulgas, piojos, algodón y chinches.

El hombre victoriano en el hogar

Con motivo de la celebración del Día del padre en los países anglosajones, dedicamos una entrada al hombre victoriano y su papel en el hogar.

El Día del Padre

Self-portrait – Franz Xaver Winterhalter

Aunque los victorianos celebraban con devoción el Día de la madre (Mothering Sunday), no existía un día que festejara el papel de los padres dentro de la familia. De hecho, teniendo en cuenta la importancia que se le daba al padre dentro del núcleo familiar victoriano, se podría decir que todos los días eran el “día del padre”. La conmemoración es bastante reciente ya que fue el presidente Nixon quien declaró en 1972, por medio del Acta del Congreso de los Estados Unidos, el tercer domingo de junio como el Día del Padre. A partir de ese momento, la celebración de la festividad se extendió a todos los países anglófonos incluido el Reino Unido.

Victorian Family Portrait – English School late 19th century

Pero esto no quiere decir que esta fecha conmemorativa no se celebrara con anterioridad en algunos estados americanos, aunque sin el sello de oficialidad otorgado por el congreso. El estado de Virginia fue el más activo en el reconocimiento de este día. En 1908, después de un gravísimo accidente minero en el que murieron trescientos sesenta y dos hombres, una iglesia de Virginia celebró un sermón especial en honor a los trabajadores fallecidos. Los asistentes al acto religioso repartieron flores rojas y blancas para honrar a los difuntos no solo como trabajadores sino como padres de familia.

The North-West Passage, 1874 Sir John Everett Millais

Sonora Smart Dodd, la dama virginiana que luchó por una fiesta para los padres

En 1909, la señora Dodd, huérfana de madre y criada por su padre que había sido un veterano de guerra, pensaba que, del mismo modo que se honraba a las madres con un día especial, debería de existir una fecha en la que se reconociera la labor de los padres y su amor y sacrificio para con sus familias. Para ello solicitó a las autoridades que se dedicara de forma oficial un día para cumplimentar a los progenitores, proponiendo como fecha el 5 de junio, cumpleaños de su padre.

Portrait of Father and daughter – J.L. Ritchie

La idea de la señora Dodd también fue bien acogida en el estado de Washington, que celebró un año más tarde el Día del Padre. Poco a poco otros estados fueron incluyendo en sus festividades este día de homenaje.

En la década de los 30 del siglo XX hubo movimientos para que esta fiesta se integrara en la celebración del Día de la madre, unificando ambas en una sola denominada Día de los padres. Pero igual que pasó con el Día de la madre en los Estados Unidos, los comerciantes que veían en este tipo de conmemoraciones una fecha para vender todo tipo de productos como regalo, fueron los primeros en rechazar la idea, ya que consideraban que si se unificaban las fiestas el gasto de las familias en regalos sería menor, por lo que era más conveniente celebrarlos en días diferentes.

Camille Desmoulins with his family Jacques-Louis David

El hombre victoriano en el hogar

El rol de la esposa era definido por los victorianos como “el ángel de la casa” y sus responsabilidades consistían en ocuparse de sus hijos, su crianza y educación, del buen funcionamiento del hogar, del servicio doméstico y por supuesto de cubrir las necesidades de su esposo, sin olvidar su papel como anfitriona y acompañante perfecta de su marido en las reuniones sociales. El papel de madre y esposa llevaba implícito la generosidad, el altruismo, la bondad, la paciencia y el cariño hacia sus hijos y su marido.

Family Group – Michele Gordigiani


El hombre era el “rey de la casa”, el sustento de la familia y la pieza fundamental para el mantenimiento económico del hogar; por este motivo no podía ser molestado con las menudencias del día a día de la familia o del servicio.

El esposo era el dueño y administrador de todas las posesiones familiares, ya que, aunque no fueran suyas por herencia familiar o por sus propios ingresos laborales sí lo eran por legítimo derecho, dado que, hasta las reformas de las leyes de esponsales de 1870 y 1882, las propiedades de las mujeres, fueran propias o heredadas pasaban a ser propiedad de su prometido una vez contraído el matrimonio.

Unequal Marriage by Vasili Pukirev

Era deber del esposo proveer a su familia no solo del sustento sino de todas aquellas comodidades que estuvieran a su alcance. El Hill’s Manual of Social and Business Forms recomendaba que el marido debía ser atento y cariñoso, pero sobre todo indulgente con los cambios de humor de su esposa o con su ignorancia sobre temas considerados serios, como la política, las artes y ciencias o cualquier otra temática que no fuera considerada adecuada para una dama.

Esto era humillante para muchas mujeres instruidas e inteligentes cuya conversación después del matrimonio quedaba reducida a temas banales, puesto que si osaba a participar en una conversación, aportando sus propias opiniones, era censurada no solo por los caballeros sino por la mayoría de las damas presentes.

Cigars after Dinner- Carl Wilhelm Anton Seiler

Para tratar de que esto no sucediera, los caballeros tenían sus propios espacios dentro del hogar: las bibliotecas, los comedores, las salas de fumadores y de billar. Estos espacios estaban decorados con gruesas cortinas de colores oscuros, sólidos muebles de roble y caoba, cuadros de retratos familiares, marinas o paisajes campestres, sin adornos superfluos.

De hecho, para un hombre victoriano un mobiliario de calidad y una decoración personalizada representaban el símbolo de su estatus social. No era extraño que los caballeros se ocuparan personalmente de la decoración de las salas que consideraban de su exclusividad, siguiendo los consejos de los manuales de la época, como The Gentleman’s House o Our Homes and How To Beautiful Them.

Man Smoking in a Parlour – John Edward Soden. Photo credit: Museum of the Home

Los muebles debían ser de maderas nobles, los sillones de cuero, las alfombras mullidas y de procedencia oriental si su economía lo permitía y los objetos decorativos no ostentosos; de hecho, los “bric-a-brac”, pequeños objetos decorativos como espejos, marcos de fotografías o porcelana, a los que eran tan aficionadas las damas, no eran bienvenidos a las estancias masculinas, prefiriendo pocos elementos pero que reflejaran la riqueza del dueño de la casa.

Los hombres eran tan celosos de la intimidad de sus espacios que en muchas casas se les prohibía a los hijos el acceso a dichas estancias, e incluso, la señora de la casa evitaba entrar en ellas, siendo el servicio y el asistente personal del caballero los únicos que se encargaban de la limpieza y mantenimiento de las habitaciones.

At the Club – Carl Wilhelm Anton Seiler

Un hombre irresponsable, derrochador y falto de valores era un mal ejemplo para sus hijos y una desgracia para toda la familia. No pocas familias victorianas se vieron abocadas a la ruina, a las deudas o la verguenza por esposos cuyas malas decisiciones económicas o comportamientos indecorosos dejaban a su familia sin hogar y sin dinero. En estos casos solían ser las esposas las que trataban de pedir ayuda a su familia o a conocidos, solicitando pequeños préstamos o bien dejando a su cargo alguno de los hijos del matrimonio para poder salir adelante.

Con la llegada de siglo XX la mentalidad cambió y, no solo el matrimonio, sino el resto de la familia comenzó a compartir estancias, siendo los espacios reservados una reminiscencia de la época victoriana.

Home Sweet Home – Walter Dendy Sadler

El padre victoriano

El padre victoriano era inflexible con sus hijos e indulgente con sus hijas. En ningún momento se esperaba que el padre fuera cariñoso o sensible con los varones. Su labor consistía en hacer que el primogénito, y por tanto el heredero, estuviese lo suficientemente preparado para continuar con la saga familiar.

Se esperaba de él seriedad y la consecución de un matrimonio lo suficientemente provechoso para incrementar la riqueza familiar que asegurara el mantenimiento de las posesiones, y si, por desgracia, sus hermanas no contrajesen matrimonio, poder mantenerlas a ellas, además de a su propia familia.

Many Happy Returns of the Day – William Powel Frith

El nivel de exigencia era menor con el resto de los hijos, cuya misión era no avergonzar el apellido que portaban, conseguir matrimonios ventajosos y trabajos bien remunerados gracias a los contactos de sus padres o bien de sus suegros, ya que ellos no heredarían el título, el dinero ni las posesiones principales de sus padres.

En cuanto a las hijas, los padres eran mucho más benevolentes y no dudaban en mostrarles su afecto, incluso en público. La descendencia femenina era un quebradero de cabeza para los padres victorianos puesto que por una parte intentaban conseguirle un matrimonio respetable que les solucionase la economía futura y por otro debían espantar a los cazafortunas que solo buscaban el dinero y la posición social de sus futuros suegros para medrar socialmente.

Before the Wedding – Robert Volcker

Además, contrariamente a lo que sucedía con los varones que priorizaban las necesidades prácticas de un buen matrimonio, las hijas le daban más importancia al amor romántico, enamorándose de las personas menos adecuadas, como hijos segundones o lo que era peor, ¡artistas! En esos casos los padres terminaban oponiéndose rotundamente al matrimonio dando lugar a no pocos dramas familiares.

First Class- The Meeting, and at First Meeting Loved. – braham Solomon

Evidentemente todo esto sucedía en las familias pudientes. Las clases más desfavorecidas bastante tenían con sacar adelante a sus hijos y encontrarles un trabajo digno, aunque el papel del hombre en el hogar, salvando las distancias económicas no distaba mucho del caballero adinerado. El hombre era el que tomaba las decisiones en el hogar y se hacía su voluntad.

No había estancias exclusivas porque las casas eran tan humildes que todas las habitaciones debían ser compartidas; después de interminables horas de trabajo el lugar favorito del padre era el pub y su esposa se encargaba de educar y sacar adelante a la familia, habitualmente numerosa, con los pocos ingresos que llegaban a casa después de ser consumidos por el alcohol. Los roles victorianos, tan definidos, no entendían de clases sociales, aunque muchas familias, afortunadamente, se salían de las normas tácitamente aceptadas, estableciendo a nuevas costumbres y roles familiares que se fueron consolidando lentamente con los años.

The Emigration Scheme – James Collinson

El trabajo en la Inglaterra victoriana.

Richard Oastler y su lucha para reducir la jornada laboral

Conocido con el sobrenombre de el Rey de la fábrica, Richard Oastler fue un reformador inglés que luchó incansablemente por una reducción de las horas de trabajo en las fábricas. La media de horas diaria de los trabajadores, incluyendo a los niños, era de 18 horas al día. Oastler reclamaba jornadas de 10 horas diarias, que finalmente fueron recogidas en la Ten Hours Act de 1847.

Pero, a pesar de que la nueva ley suponía un pequeño avance en la duración de las jornadas laborales, Oastler constató que la ley no se aplicaba en la mayoría de las ocasiones. Un ejemplo era la industria del algodón, donde sí se reconocía la duración de la jornada infantil. Pero esta se obviaba en el resto del sector textil como la industria de la seda o la lana, donde la explotación laboral infantil seguía campando a sus anchas con el beneplácito no solo de los empresarios sino de los políticos locales.

El trabajo infantil en fábricas y minas

Se calcula que, en la Inglaterra victoriana, el 25% de los trabajadores de las minas, fábricas y talleres eran niños menores de 12 años. Aunque nos pueda parecer increíble, a los cuatro años de edad los pequeños comenzaban a trabajar en las minas. Su trabajo consistía en sentarse bajo tierra, en la oscuridad y mantener abiertos los conductos de ventilación para que los niños de más edad, que trabajaban arrastrando las vagonetas llenas de carbón, pudieran pasar sin perder tiempo.

En las fábricas trabajaban limpiando las máquinas o realizando labores que se consideraban aptas para sus pequeñas manitas. Como las máquinas no paraban nunca, la limpieza debía hacerse con ellas en marcha lo que provocaba gravísimos accidentes e incluso la muerte. De hecho, la muerte de los pequeños, tanto por infecciones pulmonares como por accidentes era común en la Inglaterra victoriana sin que nadie, excepto los reformistas y las asociaciones de trabajadores, hicieran nada por remediarlo.

Un trabajo cercano a la esclavitud y sin recompensa

La disciplina y el control de los trabajadores era férreo. Para evitar pagar los salarios completos los empresarios redactaban listas interminables de actuaciones sancionables, algunas realmente absurdas. Una de ellas era la que prohibía a los trabajadores silbar, siendo castigado cualquier silbido con una multa.

Otra de las costumbres era no pagar el salario del trabajador con un sueldo en metálico sino sustituir este o parte del sueldo con pago en especies o con vales que solo podían ser gastados en productos de la fábrica en la que trabajaban, por lo que el salario que le pagaba el empresario seguía quedando dentro de la empresa. Este método denominado truck system fue una de las principales reivindicaciones obreras, ya que los trabajadores entendían que debían recibir un sueldo por su trabajo para ser gastado en lo que desearan y no un pago en productos

Muchos empresarios preferían contratar mujeres ya que el salario que recibían era más bajo que el de los varones por realizar el mismo trabajo. Esto trajo consigo no pocos problemas, ya que muchos hombres se oponían al trabajo femenino alegando que, por su culpa, sus sueldos también bajarían.

El trabajo doméstico no era una excepción a las condiciones extremas de trabajo pues debían trabajar entre 15 a 18 horas diarias, con pagas que rondaban de las 9 a las 14 libras anuales para las sirvientas y de 15 a 25 libras anuales para los mayordomos, damas de compañía y cocineras. De todos modos, como el alojamiento y la comida iban incluidos en el sueldo, los trabajadores preferían el trabajo doméstico a cualquier otro ya que al menos dormían bajo techo en un lugar limpio y comían caliente.

Henry Mayhew y su visión del trabajador victoriano en London Labour and the London Poor

Henry Mayhew fue un periodista y reformista victoriano que en su estudio de cuatro volúmenes London Labour and the London Poor recogió las experiencias de los trabajadores en primera persona. La exhaustiva y excelentemente documentada obra fue escrita entre 1851-1852. Para este estudio Mayhew planteó la siguiente premisa: “Consideraré a todos los pobres de la metrópoli en tres fases distintas, según trabajen, no puedan trabajar y no quieran trabajar». De este modo un amplio abanico de la clase obrera y de las clases más desfavorecidas fueron describiendo sus experiencias en primera persona.

Mineros, estibadores, trabajadores de la industria textil y de otras fábricas, trabajadores que desarrollaban sus oficios de forma autónoma como carpinteros, deshollinadores, herreros, costureras, personal  del servicio doméstico e incluso carteristas, mendigos y prostitutas fueron desgranando su día a día ante la pluma de Mayhew que recogió cada experiencia tal y como fue narrada, con el vocabulario y gramática propios de cada entrevistado, sin intentos de pulir el estilo para dotar de más realismo al documento.Mayhew, que había sido editor de la revista satírica Punch consiguió que estos volúmenes fueran el manual de cabecera de los reformadores victorianos.

Las viviendas de los trabajadores

La emigración de las zonas rurales a las ciudades para trabajar en las fábricas causó un aumento de la población en las zonas urbanas que no tenían lugares para alojar a las nuevas familias. Tampoco existían medios de transporte para desplazar a los trabajadores desde sus domicilios a las fábricas. Para poder solucionar estos problemas se decidió que se construirían viviendas pequeñas y baratas, muchas de ellas con una sola habitación, no demasiado lejos de las fábricas para que así no hubiera excusa para poder acudir al trabajo.

Estas viviendas carecían de las condiciones más básicas de habitabilidad: no tenían agua corriente, ni aseos y muchas de ellas ni siquiera ventilación. El hacinamiento, la falta de higiene y los humos de las fábricas cercanas provocaban frecuentemente enfermedades que solían tener resultados trágicos a corto plazo.

Aquellos que no tenían un lugar para vivir, no podían trabajar por encontrarse enfermos o eran demasiado viejos para trabajar en las fábricas eran llevados por la fuerza a las workhouses donde debían realizar aquellas tareas que se les encomendaban. Pero ni siquiera en estas residencias estatales los más pobres tenían un cobijo digno ya que las condiciones eran realmente malas, la comida escasa y de baja calidad y las familias que tenían hijos estaban separadas ya que las workhouses se dividían en alas para el alojamiento de los hombres, las mujeres y los niños por separado, no importaba si tenían o no relación familiar.

Alrededor de 1850, los trabajadores comenzaron a agruparse en Trade Unions, la semilla originaria de los sindicatos y agrupaciones de trabajadores, y, a través de la unión, la lucha y no pocas huelgas, comenzaron a negociar mejoras en las condiciones laborales y aumentos en los sueldos que percibían, aunque esta lucha fue lenta y con muchos obstáculos tanto económicos como políticos. 

¡Feliz 1º de maio, día internacional de la clase trabajadora!

April Fools, el día de los inocentes

The first of April, some do say, 
Is set apart for All Fools' Day.
But why the people call it so, 
Nor I, nor they themselves, do know.
But on this day are people sent
on purpose for pure merriment. 

Poor Robin's Almanac (1760)

El 1 de Abril en los países de tradición británica se celebra el April Fools. Este día se gastan bromas más o menos pesadas y, con algunas diferencias, sería el equivalente a nuestro día de los Santos Inocentes, del 28 de diciembre. No hay un origen claro de la fecha pero sí algunas teorías. 

Algunos historiadores creen que el April Fools se remonta a la época de los romanos que rememoraban la leyenda griega del rapto de Perséfone, adaptada a los dioses romanos. Según esta leyenda, Proserpina, nombre romano para Perséfone, hija de Júpiter y Ceres, fue raptada por Plutón, quien la llevó al inframundo. Su madre salió a buscarla con desesperación y, aunque escuchaba sus gritos, no lograba encontrarla. Toda la primavera estuvo vagando por los campos tras los lamentos de su hija, a la que no puedo encontrar mientras Plutón la observaba burlándose de su dolor. La triste madre se convertía en “la loca errante” de la primavera. 

Otra teoría tiene como origen la tradición griega y romana de Hilaria. En esta fiesta se celebraba la alegría de Cibeles y la resurrección de Atis, su amante castrado (en otras versiones era la resurrección de su hijo). La celebración, comenzaba en marzo con la llegada de la primavera y terminaba el 1 de abril, después de días de fiesta, comida, bebidas y bromas.

Una creencia de su origen nos traslada a Francia después de la adopción del calendario gregoriano por parte de Carlos IX, en 1564, que cambió el año nuevo del 1 de abril al 1 de enero. Como no todos los ciudadanos se habían enterado de que el rey había cambiado el calendario, muchos de ellos seguían celebrando y felicitando el año nuevo en la antigua fecha como si nada hubiera cambiado por lo que fueron llamados los “tontos de abril”. Para burlarse de ellos se les colocaba disimuladamente un pez de papel en la espalda, que simbolizaba su candidez, como si fueran peces fáciles de pescar. Esta es la razón por la cual en muchas tarjetas e lustraciones victorianas aparece un pez como símbolo de esta fecha.

En el siglo XVIII, el April Fools llegó a Gran Bretaña para convertirse en uno de los días más gamberros del año. Las primeras celebraciones fueron en Escocia donde se celebraban el Hunting the Gowk, o caza del cuco (como sinónimo e inocente) y el Tailie Day (Día del rabo), en el que a los inocentes se le ponían colas falsas y carteles con el lema “patéame”. 

El resto del país acogió la tradición de un día dedicado a las bromas con los brazos abiertos, celebrándose durante todo el siglo XIX hasta nuestros días. Tal es el éxito de este día que hasta la seria BBC anuncia, cada año, una noticia tan falsa como divertida.

Día de la mujer, mujeres diferentes

Este año para celebrar el día de la mujer traemos a algunas mujeres de ámbitos diferentes. Astrónomas, científicas, periodistas viajeras , actrices y hasta una de las mayores «influencers» de la época.

Las dos «Marys» o como ser una científica respetada en la época victoriana.

Mary Anning y Mary Buckland, ambas británicas, paleontólogas y científicas en una época en la que las mujeres no participaban en ciencia, y si alguna lo hacía difícilmente era respetada.

Pero, Mary Anning (1799-1847) fue reconocida por los numerosos hallazgos de importancia que realizó en los lechos marinos del período Jurásico en Lyme Regis, donde vivía. Además, fue comerciante de fósiles.

Y, Mary Buckland, nacida un par de años antes que Anning, fue conservadora paleontóloga en Oxford; hizo incursiones en el mundo de la geología y la biología. También destacó como ilustradora científica. Sus últimos trabajos fueron estudios sobre el mundo marino.

Astrónomas victorianas

A raíz de la publicación de los nuevos descubrimientos astronómicos, no estaría mal recordar a aquellas mujeres victorianas que se atrevieron a destacar en un mundo tan vetado a la mujer en el siglo XIX, como era la ciencia, y más concretamente la astronomía.

Una de ellas fue Agnes Mary Clerke, astrónoma británica, que entró en contacto con este campo durante su estancia en Florencia, a donde tuvo que mudarse por motivos de salud.

Su obra A Popular History of Astronomy during the Nineteenth Century, tuvo gran reconocimiento en su época y fue galardonada con varios premios.

Otra mujer destacada en el campo matemático, científico y de la astronomía fue Mary Fairfax Greig Somerville, escocesa autodidacta cuya obra contó con el reconocimiento de sus colegas masculinos de la época, que le permitieron ser socia de honor de la Royal Astronomical Society, ya que las mujeres no podían pertenecer a la institución como miembros de derecho.

Amelia Edwards, porque Nellie Bly no estaba sola

Amelia Ann Blandford Edwards fue una novelista, periodista, viajera y egiptóloga británica.

Desde muy joven demostró un sobresaliente talento para la poesía y la novela, publicando varios de sus escritos a través de periódicos y revistas y alcanzando el éxito con novelas como Barbara’s History, y sobre todo con Lord Buckenbury, de la que se llegaron a hacer 15 reediciones. De espíritu inquieto, decidió viajar a Egipto en compañía de unos amigos, quedando inmediatamente fascinada por el pueblo y la cultura egipcia.

Sus viajes a Egipto los documentó en su libro A Thousand Miles Up the Nile, un masivo éxito de ventas, con el que comenzó una concienciación social por la protección de los tesoros y monumentos egipcios y la reivindicación de un turismo responsable y respetuoso con las culturas que visitaba.

Catherine Louisa Pirkis, la creadora de la intrépida Loveday Brooke

La escritora británica Catherine Louisa Pirkis fue la creadora de una de las Lady Detectives, denominación para las féminas que se dedicaban a la investigación privada, más famosas del siglo XIX. Su creación de Loveday Brooke hizo las delicias de los lectores aficionados a las novelas e misterio, en las que una dama se las ingeniaba para desenredar las tramas más complicadas de un crimen, exonerar a los inocentes falsamente acusados por la policía y llevar a la justicia a los culpables.

Loveday Brooke, mujer independiente y adelantada a su tiempo debía enfrentar las reticencias de la policía y sus colegas masculinos, pero utilizando sus propios métodos como un agudo sentido de la observación y la escucha activa de todo lo que pudiera decir cualquiera persona que tuviera relación con la trama siempre llegaba a una correcta conclusión final.

Catherine Louisa Pirkis publicó siete historias cortas con la detective Brooke como protagonista en el Ludgate Magazine en 1894 siendo considerada una de las precursoras de la novela detectivesca femenina.

Como curiosidad comentar que la escritora trabajó activamente a favor de los animales abandonados, siendo, con su marido, los fundadores de la National Canine Defense League en 1891.

Kate Chase,  la dama que controlaba Washington vestida con crinolina

Kate fue una de las mujeres más bellas,  elegantes e influyentes de Washington,  y como destacó el National Tribune no sólo a nivel social sino incluso a nivel político y militar,  lo cual es sorprendente para una dama en aquella época,  ya que la opinión de las mujeres más allá de la moda o de los asuntos domésticos era apenas tenida en cuenta. 

Su éxito social le creo la enemistad de Mary Todd Lincoln que veía con envidia como la joven le hacia sombra. Mary era tremendamente coqueta,  le gustaba destacar con los trajes más ostentosos pero carecía de habilidades sociales y del encanto de la joven Kate. 

Su animadversión por ella llegó al punto de prohibir a su marido bailar o incluso hablar con Kate. 

El día en que Kate lució su icónico vestido,  en 1850, no pudo evitar que todas las miradas se posaran en ella,  ya que tanto el color como el corte la convirtieron en la dama más bella de Washington.  El vestido aparece muchas veces en la red etiquetado erróneamente como perteneciente a Mary Todd Lincoln,  quizás porque en diferentes exposiciones del Museo de Illinois dedicadas al presidente estadounidense y su familia se exhibe este traje, pero realmente este vestido perteneció a la hija del secretario del tesoro del Presidente: Salmón P.  Chase,  la bella Kate Chase. 

Los últimos años de su vida fueron infelices y muy diferentes de sus días de éxito y brillo social: su marido perdió su fortuna,  se divorciaron y ella se retiró a su lugar natal, Edgewood,  donde pudo conservar su hogar gracias a los buenos amigos que todavía conservaba en Washington.  

El suicidio de su hijo fue demasiado para el triste corazón de Kate que falleció un año después, en 1899, a la edad de 58 años. 

Jeanne d’Alcy, la actriz atrevida conocida como «la esposa del director»

Charlotte Lucie Marie Adèle Stéphanie Adrienne Faës, más conocida como Jeanne d’Alcy, fue la esposa de Georges Méliès, además de la principal actriz de sus películas. 

Estuvo casada con Méliès desde 1926 hasta la muerte del director en 1938.

Una de sus principales películas fue Cleopatra, que le deparó gran popularidad, más que por la película en sí, por su vestuario, o en este caso por su falta de vestuario, ya que los «outfits» de Cleopatra se consideraron atrevidísimos para la época ( y la verdad es que lo eran).

¡Feliz 8 de marzo!

San Valentín: curiosidades victorianas

Un nuevo año celebramos un San Valentín victoriano con un post lleno de curiosidades sobre el amor romántico, la simbología y las decisiones llenas de significado con las que la sociedad victoriana vivía cada ocasión especial.

Escogiendo el mejor Tussie Mussie para San Valentín

Blumenstillleben in Blauem Überfangglas by Andreas Lach

Los Tussie Mussie eran pequeños ramos de flores muy populares entre los victorianos, compuestos por diferentes tipos de flores. Estos ramos eran pequeñas composiciones, casi artísticas, en las que se combinaban el tamaño, el color y el significado de cada flor, e incluso alguna fruta, dando como resultado una preciosa explosión de colores y perfumes.

El ramillete estaba lleno de significado, no solo por las flores elegidas sino por su color, convirtiéndose en toda una declaración de intenciones ya que, como hemos comentado en muchas ocasiones, los victorianos daban a cada flor un significado diferente. Un ramo perfecto y lleno de significado para ser regalado el día de San Valentín estaría confeccionado por:

  • Tulipanes rojos simbolizando la declaración del amor.
  • Madreselva que subrayaba el vínculo amoroso.
  • Artemisa para recordarle a la dama que estaba siempre en el pensamiento de su amado.
  • Claveles rojos como representación de la fascinación, la pasión y el amor verdadero.
  • Espuela de caballero, emblema de la profunda devoción.

Cómo saber la edad de una dama

A Room With A View by Julius LeBlanc Stewart

En las épocas victoriana y eduardiana, a las señoritas en edad casadera no les gustaba decir su edad, sobre todo si consideraban que habían superado esos años en los que se les podía considerar demasiado mayores para no haber tenido proposiciones anteriores. En estos casos se debía actuar con mucha delicadeza y para ello el Marshall’s Illustrated Almanac de 1908 propone un pequeño juego que os invito a hacer.

Pídele a la dama que escriba el número del mes en el que nació; después multiplicamos ese número por 2, luego sumamos 5, multiplicamos por 50 y al número resultante se le suma la edad de la dama. Después al número que hemos obtenido le restamos 365 y le sumamos 115.

Acto seguido le pedimos que nos diga el número resultante: los dos números a la derecha de la cifra nos dirán la edad de la dama y el número o números de la izquierda su mes de nacimiento

.Por ejemplo si la cantidad de 1.026 indica que la dama tiene 26 años y que nació en octubre.

Ya veis que rodeos se empleaban para averiguar la edad de las jóvenes, pero la cuestión principal era no incomodar a ninguna dama preguntándole directamente su edad.

Posibilidades de que una dama se casara según su edad

Elegante au Sofa by Julius LeBlanc Stewart

A medida que una joven cumplía años, las posibilidades de contraer matrimonio iban disminuyendo. Recordemos que las jóvenes victorianas solo aseguraban su futuro a través del matrimonio, ya que cualquier herencia o posesión de la familia pasaba sin remedio a los varones de la casa.

Si no conseguían casarse, una renta y sobrevivir gracias a la amabilidad de sus hermanos era su triste destino. Tal era la obsesión de los padres victorianos por conseguir un matrimonio provechoso para sus hijas, y de las jóvenes de procurarse un marido que en las revistas de la época se publicaban estadísticas sobre las posibilidades de una dama de casarse según su edad. Una de estas estadísticas calculaba que las posibilidades eran:

  • 1% para las damas de entre 50 y 56 años.
  • 2% para las damas de entre 45 y 50 años.
  • 3% para las damas de entre 40 y 45 años.
  • 4% para las damas de entre 35 y 40 años.
  • 15% para las damas de entre 30 y 35 años.
  • 18% para las damas de entre 25 y 30 años.
  • 52% para las damas de entre 20 y 25 años.
  • 14% para las damas de entre 15 y 20 años.

El día más conveniente para celebrar un matrimonio

Girl With A Rose by Gustave-Leonard de Jonghe

Elegir el día y mes de la unión de una pareja no era una tarea fácil si los novios deseaban que la fecha estuviera libre de malos augurios y todo saliese a la perfección. El novio dejaba esta responsabilidad en el buen criterio de la novia, que se afanaba, en compañía de su madre, hermanas y amigas más íntimas en analizar los pros y contras de la fecha más conveniente para su enlace.

A no ser que no hubiese otras posibilidades, los viernes y los días 13 de cada mes eran inmediatamente descartados, pues la mala suerte se asociaba con ambos. De acuerdo con los consejos del manual 1900 Twentieth Century Etiquette, una novia precavida evitaría los meses con demasiado frío o demasiado calor, descartando los meses de invierno o verano, pero también mayo, ya que según la tradición romana era el mes de los malos espíritus, y por lo tanto un mes nefasto para celebrar una boda.

Lo más adecuado sería una boda en junio, para tener una boda engalanada con el perfume y la belleza de las rosas, o bien octubre donde la paleta de colores del otoño serían el escenario ideal para el enlace.

En cuanto a la hora, la más rígida tradición británica tenía su regla no escrita de que una boda debía celebrarse a las doce en punto de la mañana. En Estados Unidos esta norma fue relajándose considerando apropiada cualquier hora entre las diez y media de la mañana y las nueve de la noche.

Las despedidas de solteros

Tanto el novio como la novia celebraban, por separado, su despedida de solteros.

Afternoon Tea by Alexander Rossi

La novia celebraba en su hogar un almuerzo con las mujeres de la familia y sus amigas más cercanas. En esta reunión informal los buenos deseos y la superstición se entremezclaban para crear un ambiente alegre y misterioso. En algunas reuniones se leían los posos del té, se echaban las cartas y se invocaban todos los augurios para intentar vislumbrar no solo el futuro de la nueva pareja sino el de todas las damas que participaban de una u otra manera en el enlace. El objetivo era pasar una tarde distendida en buena compañía y transmitir a la futura novia felicidad y confianza en la nueva vida que estaba a punto de comenzar.

Uno de los juegos más recurrentes consistía en cortar un pastel en el que, previamente, se habían introducido diferentes objetos. El pastel se cortaba en tantas porciones como invitadas asistían; dependiendo del objeto encontrado así sería el futuro de la joven. Si la dama no encontraba objeto alguno en su porción el destino le sugería paciencia hasta la llegada de una buena nueva en su vida. Los objetos más habituales que se podían encontrar eran:

  • Anillo como símbolo del matrimonio.
  • Botón de ancla que simbolizaba la esperanza y la estabilidad.
  • Dedal como signo de un romance incipiente.
  • Corazón de plata como augurio de amor y alegría.
  • Herradura que traía la buena suerte.
  • Moneda para prometer un compromiso.
  • Cruz, emblema de la protección frente a los espíritus adversos.

Durante el almuerzo se entregaban a las jóvenes elegidas como damas de honor diferentes complementos para que llevasen durante la ceremonia y luciesen todas similares.

The Dinner Party by Ferencz Paczka

El novio se reunía con sus amigos en una cena en un hotel, un restaurante o en el club de caballeros, a diferencia de la despedida de la novia que organizaba el almuerzo en su hogar. Esta cena se celebraba dos o tres noches antes del enlace y además del padrino y los amigos más cercanos también se invitaba a los colegas de trabajo y compañeros del ejército con los que se mantenía relación de cercanía.

Durante la cena los asistentes comían y bebían recordando anécdotas comunes y bromeando sobre las nuevas responsabilidades del futuro esposo. También se brindaba por el futuro matrimonio. Al igual que la novia, el novio repartía obsequios como alfileres de corbata y otros complementos como flores de solapa para que los invitados usasen durante la ceremonia.

Una de las tradiciones era que la mesa en la que se celebraba la cena estuviese presidida por un gran ramo de rosas. Una tarjeta era entregada a los invitados para que cada uno de ellos escribiera un mensaje a la novia más o menos humorístico y caballeroso, dependiendo de la delicadeza del escribiente y de las copas de alcohol que hubiera bebido. Posteriormente, el ramo y la tarjeta se entregaban en el domicilio de la futura esposa.

Spring Flowers in-the Conservatory by Julius Leblanc Stewart

Los regalos y complementos que los novios regalaban a las damas de honor y los mejores amigos eran abundantes y escogidos con mimo por los contrayentes. Para las damas se escogían bonitos abanicos, libros de oraciones, anillos, brazaletes y pañuelos bordados. A los caballeros se les obsequiaba con alfileres de corbata, espuelas, gemelos y bastones. La novia era la encargada de entregar los ramos de flores que llevarían las damas de honor y las flores para los ojales de las levitas de los caballeros.

Con esta recopilación de curiosidades desde La Casa Victoriana os deseamos un Feliz Día de San Valentín lleno de amor romántico, filial, de amistad y, en definitiva, de amor y cariño con aquellos con quienes deseéis compartirlo.

Labores de costura victorianas + Calendario 2022. Parte I

Louis Lang- The sewing party

¡Feliz año nuevo, victorianos!

Como todos los años, desde La Casa Victoriana, queremos obsequiaros con un calendario diseñado especialmente para todos vosotros. Este 2022 está dedicado a las mujeres y las labores de costura, y, como es habitual, viene ilustrado con bellísimos cuadros del siglo XIX y principios del siglo XX.

Para acompañar a la entrega del calendario publicaremos dos artículo dedicado a las labores de costura más populares en la época victoriana.

Dividiremos la entrada en dos partes. Esta primera parte la dedicaremos al costurero, sus materiales y a las labores de punto de cruz, patchwork, quilting y appliqué, y con ella publicaremos las hojas de calendario desde enero a junio.

Próximamente, publicaremos otra entrada con el resto de las labores y las imágenes del calendario correspondientes a los meses desde julio a diciembre.

Para descargarlo podéis clicar con el botón derecho del ratón sobre la imagen y escoger «Guardar imagen como» en el desplegable.

Esperamos que tanto los artículos como el calendario sean de vuestro agrado.

La Casa Victoriana

Las victorianas y la costura

La destreza en las labores de costura era una habilidad muy valorada entre las damas victorianas.

El conocimiento de las diferentes técnicas se transmitía de madres a hijas y la exquisitez y creatividad mostradas en un trabajo de costura eran tan admiradas como el talento en el canto o en un instrumento musical.

Pero estas habilidades, que entre la clase más pudiente formaban parte de su educación y servían para llenar las horas de ocio con una actividad tan productiva como útil, eran también reconocidas por las familias de las clases sociales no tan afortunadas económicamente, pero con objetivos diferentes.

Toda mujer debía saber de costura ya que era una competencia útil para su vida diaria: coser las ropas de su familia, remendar aquellas prendas más desgastadas, proporcionar al hogar manteles y ropa de cama, aprovechar cualquier tela para unos cojines, tejer desde bufandas y ropa de abrigo para el invierno o confeccionar una alfombra para su salita.

Además, como la necesidad agudiza el ingenio, solían ser diestras en la confección de complementos como adornos florales, sombreros o diademas.

Emile Pap – A Girl in a Pink Dress Sewing by the Window

Las labores de costura no solo se hacían como pasatiempo o necesidad, sino que se utilizaban como regalos e, incluso, se exhibían en lugares destacados del hogar para ser admirados por familiares y amigos.

Las jóvenes que destacaban en tas labores hacían de ello su profesión, empleándose como costureras en sastrerías o modistas particulares para señoras adineradas. Una modista mañosa, creativa y pulcra en su trabajo era tan valorada por las señoras como la mejor de las cocineras.

Los materiales de costura

Una mesa de costura, bien equipada, con una máquina de coser, compartimentos varios para mantener en orden los materiales y espacio suficiente para las labores de costura era tan preciada que se fabricaban con los mejores materiales, dando como resultados muebles de una factura elegante y exquisita.

Estas mesas soñadas solo estaban al alcance de aquellas señoritas que tenían la suerte de tener una familia que pudiese permitírselas. La mayor parte de las jóvenes se conformaban con un costurero, una cestilla de mimbre para los ovillos de lana y un par de bastidores.

Richard Edward Miller – Sewing by Lamplight

Los costureros eran igualmente un indicador de la clase social de la dama: magníficos costureros de madera lacada, con incrustaciones de nácar, madreperla, marfil y accesorios de plata labrada eran para las jóvenes de clase social alta; cajas de madera o de cartón y tijeras de hierro eran los materiales para el día a día en los hogares más humildes. De todos modos, no había caja fea que un ingenioso trabajo de decoupage no pudiera embellecer.

Todo costurero debía contener unos materiales básicos consistente en un estuche agujas de diferentes tamaños y grosor, dedales, alfileres, un par de tijeras, cinta métrica, un punzón de costura y una lezna para perforar el cuero y los tejidos de piel. Además, solían contener carretes de hilos de colores básicos, devanadoras, alfileteros y pinzas de dobladillo.

Como complemento al costurero se utilizaban cestillas y capazos de mimbre para los accesorios y materiales de calceta y ganchillo, ovillos de lana y agujas. Flores de tela, lazos, encajes, remaches y hebillas metálicos, así como telas y papel o cartones para patronaje completaban los accesorios que no debían de faltar en una habitación de costura.

William Kay Blacklock- Nice Young Lady Sewing

En el siglo XIX, la mayor parte de las agujas se fabricaban en acero, aunque muchas damas conservaban agujas hechas de oro y plata, herencia de generaciones anteriores. Los alfileres estaban hechos del mismo material y su precio era elevado. La tendencia a perderlos hizo de los alfileteros uno de los complementos preferidos del costurero.

Godey’s Lady’s Book y Peterson ‘s Magazine, con tutoriales, guías, patrones, dibujos para servir como modelo de diseño y consejos para los diferentes tipos de labores, eran dos de las revistas más vendidas.

Las labores de costura

El punto de cruz

La labor de costura más popular era el punto de cruz. Las niñas se iniciaban en esta costura porque el aprendizaje era fácil y se adquiría con rapidez precisión en la puntada. Como seguía un dibujo determinado de antemano, que servía como modelo y guía de las puntadas, era difícil que el resultado final fuera un despropósito, como podía suceder con bordados más avanzados, e infundía ánimo y autoconfianza en la bordadora para enfrentarse a retos más complicados.

La mezcla de hilos de colores y la sencillez del dibujo conseguían que algo simple fuera vistoso por lo que pequeñas flores, abecedarios y breves citas bíblicas se bordaban para adornar estuches de agujas, postales conmemorativas o marcapáginas.

Robert Barnes- Child Sewing

Patchwork y quilting

La labor de patchwork consistía en unir diferentes despieces o trozos de telas para formar un trabajo de costura completo. En su origen las piezas eran geométricas y todas iguales en tamaño.

A partir de un modelo se iban uniendo formando diferentes dibujos geométricos, dando lugar a piezas más grandes. Con el tiempo se fueron incluyendo piezas de diferente tamaño para formar borders de separación o para enmarcar las piezas chicas, pero siempre siguiendo un esquema predeterminado.

Cuando se decidía acolchar el patchwork comenzaba una nueva labor: el quilting. Los quilts, que era como se denominaba este tipo de piezas constaban de tres capas: la primera era la formada por el trabajo de patchwork, con la unión de los trozos de tela; la segunda capa era el acolchado, que aparecía en medio para mullir la pieza; por último, la tercera capa que sería “el revés” de la pieza, cuyos bordes se unirían con la primera capa cerrando la colcha.

Arthur John Elsley

Un marco de madera servía como guía para la unión de las piezas y todas las mujeres implicadas participaban de este proceso de unión, llamado quilting bee, aportando no solo su trabajo sino lazos de amistad para fortalecer a la comunidad o a las relaciones sociales.

Hacer quilting era una de las labores favoritas de las muchachas. Había quilts que se hacían en familia y donde cada miembro aportaba una serie de piezas que se unirían a las demás. Eran los quilts familiares, que trascendían más allá de la mera labor. Algunos de ellos se completaban en las sucesivas generaciones, siendo heredados de madres a hijas.

Los quilts de recuerdos estaban compuestos por diferentes piezas que tenían un significado importante para la costurera. Usualmente se componían de trozos de ropa que se había deteriorado con los años, pero de la que se quería conservar por razones sentimentales alguno de los trozos.

Los quilts de amistad se confeccionaban entre buenas amigas y se firmaban con el nombre bordado. Algunos de ellos escondían secretos o mensajes ocultos entre las capas, con piezas de tela, frases o iniciales bordadas que solo las implicadas en el trabajo del quilt comprendían. De esta manera, la labor era también una diversión y un modo de afianzar los recuerdos una amistad que se quería que perdurara. Como curiosidad, comentar que muchas jóvenes victorianas unían las piezas sustituyendo los hilos por sus propios cabellos, para hacer las piezas más personales.

Sir Francis Grant- Mary Isabella Grant, Knitting a Shawl

En las décadas finales del siglo XIX, los puzzle quilts, crazy quilts, o los quilts locos comenzaron a ganar terreno a los quilts tradicionales. Se diferenciaba de los tradicionales en que las piezas no eran regulares ni del mismo tamaño y se unían entre sí sin ningún parámetro particular, excepto el de la propia imaginación. Los cojines, colchas y mantas de extravagantes, con coloridos diseños, hechos con piezas irregulares y sin patronaje previo se convirtieron en el elemento decorativo más innovador y en una de las labores más divertidas para las jóvenes victorianas.

No por ser una labor menor debemos olvidar otro tipo de labor de patchwork: el appliqué. Esta técnica más relacionada con el adorno que con la costura propiamente dicha, consistía en aplicar, o bordar, varios trozos de tela sobrelas trabajos de patchwork, añadiendo textura y color. Las piezas de appliqué podían ser precortadas o pequeñas obras artísticas, donde las hábiles costureras las formaban con trozos de tela con los que diseñaban pétalos de flores, letras, juguetes simples o animales.